A continuación, un resumen de su entrevista con Búsqueda.
—Previo a dejar el cargo de ministro de Defensa, envío una carta a los integrantes de las Fuerzas Armadas en la que les transmitió el “orgullo”, el “afecto personal” y la “cercanía” que consiguió durante su gestión. ¿Fue explícitamente buscado ese relacionamiento con los militares?
—Nosotros como gobierno partimos de una visión, que venía de gobiernos anteriores, de prejuicios ideológicos de la dirigencia política hacia las Fuerzas Armadas. Llegamos incluso a sentir en 2019 la afirmación del expresidente José Mujica, que dijo que los militares eran carne con ojos con uniforme. Ese fue el punto de partida con el que comenzamos y revela una visión, un prejuicio agraviante, inadmisible sobre las Fuerzas Armadas. Y este gobierno no solo no tuvo prejuicios sino que tuvo orgullo de comandar a las Fuerzas Armadas. Yo sentí y siento orgullo por nuestros soldados. Y lo demostramos, entre muchas otras cosas, jerarquizándolos salarialmente.
—¿Nota en los militares preocupación por un eventual gobierno del Frente Amplio?
—Yo no hablo por los militares. Sí hay notoriamente una visión prejuiciosa que continúa. No es una deducción mía, es una realidad. La semana pasada el Frente Amplio postergó la discusión sobre las Fuerzas Armadas en su programa de gobierno y la pasó para 2025. Las elecciones son en 2024 pero no quieren discutir el tema hasta 2025. ¿Qué esconden? Es bueno que se sepa. Es lógico que ante una institución tan importante como las Fuerzas Armadas el Frente Amplio diera su opinión.
—Al asumir el cargo en 2020, el comandante en jefe de la Armada, Jorge Wilson, afirmó que no iba a tolerar “ningún desvío de las normas”. ¿Consiguió eso el gobierno en todas las Fuerzas Armadas?
—Este debe ser el primer período de gobierno en muchos años que se comienza y se termina con los mismos comandantes en jefe, que se designaron en marzo de 2020. La excepción es Gerardo Fregossi en el Ejército, que se fue en 2023 pero por fuerza mayor, ya que la ley lo obligó a pasar a retiro obligatorio. En otros gobiernos llegó a haber hasta tres o cuatro cambios de comandantes, era habitual en alguna fuerza, incluso cambios de comandante en cada mes. Esto habla de estabilidad, de confianza y de un rumbo claro en el mando de las Fuerzas Armadas. Y creo que esto sirvió para llevar adelante cambios, para finalizar con culturas organizacionales que eran naturales en otra época, que venían de décadas y que el Frente Amplio las permitió.
—¿Cuáles?
—Actuar fuera del Tribunal de Cuentas, manejar dineros en negro, hacer contrataciones sin respaldo legal... esa fue una forma de administrar los dineros públicos en otro momento y durante los gobiernos del Frente Amplio se admitió.
—¿Y no cree que sigue existiendo? Durante el actual gobierno hubo casos de irregularidades.
—No puedo afirmar que todo, pero hemos mejorado mucho y hemos cambiado muchos comportamientos ejerciendo procesos administrativos, de funcionamiento y transparentes, de acuerdo a las normas. Alguna vez un oficial me dijo: “Esto se ha hecho siempre así”. Y le respondí: “Porque se haya hecho siempre así no quiere decir que esté bien”.
—¿Siente que la Armada Nacional en particular ha sido una institución complicada de manejar?
—Para nada. Son todas fuerzas muy profesionales. Yo asumí que había que ejercer el mando y no tengo más que reconocer el profesionalismo de los integrantes de las Fuerzas Armadas.
—Durante este período, integrantes de la Armada criticaron muchas de las decisiones suyas y del comandante en jefe de esa fuerza, Jorge Wilson. ¿A qué lo atribuye?
—Yo siempre los escuché a los integrantes de las Fuerzas Armadas, pero en última instancia tomé las decisiones. Los escuché e incluso cambié posiciones a partir de escuchar, pero las decisiones las adopté yo.
—¿Cree que las críticas se debieron a razones legítimas, a disputas internas o a intereses político-partidarios?
—No encontré eso último desde las Fuerzas Armadas. Tampoco encontré unanimidad con mis decisiones, pero sí respeto y comportamiento apegado a las normas. Y desde nuestro lado ni una designación de comandantes ni de oficiales estuvo signada por razones políticas, partidarias, religiosas ni de ninguna especie. El único criterio que rigió fue el profesional. Solo nos interesó la parte profesional.
—¿Qué análisis hace del patrullaje militar en la frontera?
—Pusimos en práctica la política de frontera con una ley votada en 2018 que nunca se había puesto en funcionamiento. Hoy las Fuerzas Armadas están actuando en la frontera y tenemos que avanzar. Yo le pedí al comandante en jefe del Ejército y al jefe del Estado Mayor de la Defensa un análisis de cuáles eran las lecciones aprendidas y las eventuales oportunidades en materia normativa y legal para mejorar la presencia de las Fuerzas Armadas en la frontera.
—A partir de ese patrullaje, como ministro de Defensa ha estado en contacto directo con temas como el narcotráfico y el crimen organizado. ¿Cuál es su evaluación del estado de la seguridad pública en Uruguay?
—Creo que la amenaza más grande que tienen la democracia y las instituciones democráticas es el crimen organizado y el narcotráfico. Nosotros no estamos vacunados para no vivir situaciones que se viven en otros países. Esto es algo que nos desafía. El poder de destrucción y de corrupción del narcotráfico es muy importante, entre otras cosas porque maneja mucho dinero. Y no solo el narcotráfico sino la tríada que forma con el terrorismo y el lavado de activos. Si tenemos claro esto, entenderemos que el Estado tiene que prepararse para evitar cosas que están pasando en otros países. En otros países el narcotráfico fue por las instituciones, corrompiendo fuerzas de seguridad, a la Justicia y al sistema político, o agrediéndolos y atentándolos.
—¿Cree que Uruguay va por ese camino?
—Hasta ahora aquí no pasó, pero tenemos que ser conscientes de que no estamos vacunados.
—¿Y cuáles son las soluciones?
—Hay que tener instrumentos nuevos. Hay que mejorar la inteligencia criminal, la cooperación con países vecinos, la tecnología, aplicar el allanamiento nocturno. Algunos instrumentos como el allanamiento nocturno no cambian la situación por sí sola, pero no se pueden dejar de tener. Son todos elementos que hoy hay que incluir o mejorar para actuar contra el narcotráfico.
—Usted no concuerda con dirigentes oficialistas que piden sumar al Ejército a las ciudades para combatir la delincuencia. ¿Por qué?
—La Policía Nacional está haciendo un muy buen trabajo en materia de seguridad, no está superada, no hay instancias de superación sobre la Policía. Pero además cualquier acción de las Fuerzas Armadas tiene que tener un marco legal que la autorice. Si hoy un soldado establece un campamento en un barrio de Montevideo y es atacado y repele la agresión, va preso. Es carne de cañón, porque no se puede meter un soldado en una situación donde sea agredido y no pueda responder. Lo exponemos a que lo maten. Es pedirle que vaya a brindar seguridad, pero que no responda a las agresiones porque está fuera de la ley. Sería utilizar soldados atados de manos y puede culminar en una tragedia para los soldados. Sería no solo contraproducente sino peligroso porque pone en riesgo la integridad de los soldados. Para patrullar la frontera hay una ley, un procedimiento, un protocolo de actuación, un marco normativo que dice lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer, y específicamente exceptúa la actuación militar en centros poblados. Entonces, salvo en circunstancias muy puntuales que actualmente la Ley Marco de Defensa Nacional prevé en su artículo 20 —que fue usado, por ejemplo, por el presidente Tabaré Vázquez en 2016 tras el tornado en Dolores—, no creemos que sea una circunstancia necesaria.
—¿Pero cree necesaria mayor colaboración entre la Policía y las Fuerzas Armadas?
—Ahora tendremos un primer destacamento conjunto en el norte del país, en la pirámide norte del Uruguay, en Paso de León, cerca de Bella Unión, sobre el río Cuareim, donde hay un establecimiento abandonado y ahí estará presente el Ministerio de Defensa con Prefectura, Ejército y Fuerza Aérea la mitad del mes y el Ministerio del Interior con la Guardia Republicana la otra mitad del mes. Eso nos va a permitir hacer a ambos ministerios un despliegue logístico mucho más eficiente y otorgando la seguridad de la presencia del Estado contra el contrabando, el abigeato y el narcotráfico.
—¿Actuarán de manera conjunta?
—No, no será un doble comando. El soldado y el policía estarán comandados por sus mandos naturales, pero sí permitirá ser a ambos ministerios más efectivos en la logística.
—¿La seguridad pública moverá la aguja en las elecciones presidenciales?
—En todos los años de gobierno del Frente Amplio los delitos aumentaron. En nuestro gobierno los delitos disminuyeron. No estamos conformes, pero es mejor seguir profundizando estas políticas que volver para atrás y que los delitos aumenten.
—¿No nota disconformidad en la población con la seguridad pública?
—Creo que hay un cambio para mal desde hace dos o tres años, después de la pandemia, en cuanto a la violencia y al grado de violencia del narcotráfico. Las cosas que estamos viendo hoy no se veían cinco años atrás: los descuartizamientos, las torturas, gente no solo asesinada sino quemada en pastizales... Es un grado de agravamiento que habla de cosas que veíamos en las series de Netflix pero no las veíamos acá. Que se utilicen, como notoriamente vimos en las últimas semanas, a niños como escudos habla de la miserabilidad, del extremismo, de la brutalidad, del salvajismo del narcotráfico. Claramente eso nos desafía como Estado, como democracia.
—¿El gobierno es responsable de ese cambio o es ajeno?
—Este gobierno enfrentó la reconstrucción de la convivencia social y ciudadana, porque buena parte de los fenómenos de violencia en Uruguay se generan hoy a partir de la destrucción que se hizo de la convivencia durante años anteriores. Se destruyó en los gobiernos del Frente Amplio, básicamente en el de José Mujica a partir de la destrucción de dos pilares de la sociedad: la cultura del trabajo y de la educación. Era gracioso en aquel momento plantear que los uruguayos éramos unos vagos. Y en educación solo dos —¡dos!— de los muchachos y las muchachas que están en el percentil 1, el más pobre de la sociedad, terminan la secundaria. Hoy estamos viviendo las consecuencias de esto. No es casualidad el fenómeno de la violencia, y a esto se suma el fenómeno del narcotráfico.
—¿Tampoco considera que casos como los de Sebastián Marset, Alejandro Astesiano y Gustavo Penadés incidirán en las elecciones?
—No les quito importancia a estos temas, pero si hubieran tenido incidencia política ya se reflejaría en la aprobación del gobierno, que no solo se ha mantenido sino que ha crecido. A veces los políticos creen que los temas que les importan a ellos son los mismos que les importan a la gente. Y la percepción que tiene la gente sobre estos temas es diferente a la que tienen los políticos de la oposición. Pero bueno, si el Frente Amplio quiere hacer la campaña así, tampoco lo vamos a advertir mucho, ¿no? “Cuando tu adversario se equivoca, no lo distraigas”, reza el dicho.
—Más allá de las encuestas de gestión de gobierno, otras encuestas sobre intención de voto muestran un panorama favorable a la oposición.
—Yo leo todas las encuestas y dicen cosas diferentes. Lo que está claro es que va a ser una elección de dos bloques, con una definición cercana, incluso creo que con una diferencia mayor para la coalición en comparación a 2019. El debate es la continuidad o el cambio, en este caso un cambio malo, un retroceso. Yo por eso coincido con Carolina Cosse cuando habla de dos visiones en juego. Una es la del Frente Amplio, que es de inspiración ideológica socialista, porque son dos candidaturas sostenidas una por el Partido Comunista y otra por el MPP, entonces ambas con una inspiración ideológica socialista. Tal es así que la socialdemocracia despareció del Frente Amplio, desapareció el astorismo, al punto que le piden todos los días a Mario Bergara que baje su candidatura. Es un proyecto político que giró hacia la izquierda y se vació de socialdemocracia. Y del otro lado tenés un proyecto de estabilidad, de libertad, plural, con una inspiración humanista.
—¿El oficialismo capturará esos votos de la socialdemocracia?
—Veremos. El Frente Amplio tuvo una capacidad en el pasado de expresar diferentes sensibilidades, desde la democracia cristiana, la socialdemocracia, hasta los sectores más vinculados al marxismo duro. Desde el punto de vista ideológico se achicó, expulsó a los sectores más moderados y concentró su peso político en los sectores de cúneo más socialista típico. Para mí, Carolina Cosse o Yamandú Orsi es indiferente porque lo que importa son los sectores que los apoyan. Ninguno expresa una candidatura como la pudo expresar Tabaré Vázquez, Liber Seregni o José Mujica, que tenían peso propio por sí mismos. Cosse y Orsi representan los aparatos partidarios que los sostienen. Y al que está afuera de eso, como Bergara, le piden que se baje. Así como nosotros expresamos libertad, pluralidad humanitaria, el Frente Amplio representa esta visión ortodoxa.
—Tampoco el oficialismo parece tener un candidato con peso propio como lo fue Luis Lacalle Pou.
—Obviamente que el presidente es un capital político fundamental, clave, pero como no hay reelección lo que vamos a reelegir son las políticas. Su aprobación personal es muy importante. Pero el presidente no está y las que merecen la continuidad son las políticas.
—¿En algún momento pensó usted en ser precandidato para representar esas políticas de continuidad?
—Desde nuestro sector decidimos respaldar a Álvaro Delgado porque una cosa es la oposición y otra el oficialismo. Desde la oposición uno amplía la cantidad de precandidaturas en la elección interna para tener mayor rastrillaje, para barrer más. Desde el gobierno es diferente porque no hay varias versiones para ofrecer. La mejor forma de dar continuidad es con unidad a las políticas del gobierno. Lo mejor es la unidad atrás del gobierno. Y por eso tomamos la decisión. Creo que Álvaro Delgado es quien mejor representa la imagen del gobierno, la continuidad del gobierno.
—Afirmó que ni la seguridad pública ni casos como los de Astesiano afectarán el voto. ¿La clave será la economía?
—Los temas de la mesa familiar son el empleo, el trabajo, la economía, la educación, y no los que dice el Frente Amplio. La economía es lo que hace que en buena medida el gobierno tenga la aprobación que tiene. La economía es el tema fundamental. La mejor política social es el empleo y creamos casi 100.000 empleos. Por eso hablo de no distraer al adversario. Que cada cual elija el área donde le parezca mejor debatir. Hoy tenemos más empleo, recuperamos los 50.000 empleos perdidos y le ganamos 40.000 más. Son 90.000 puestos de trabajo. Disminuyó la mitad de inflación. Y lo reconoció Orsi a ambas cosas, a la inflación y al desempleo. Salvo el año de pandemia, en todos los años restantes en comparación al período anterior aumentó el ingreso real de los hogares.
—La oposición critica la falta de distribución de esos ingresos y de políticas sociales.
—La mayor inversión social en las zonas y los sectores más vulnerables de Montevideo la hizo el gobierno nacional. Antes los vecinos de Casavalle tenían que ir a 16 oficinas del Estado distribuidas por todo Montevideo y nosotros les llevamos todo el Estado a Casavalle con un nuevo Centro de Referencia de Políticas Sociales. También en Casavalle inauguramos el liceo 69 María Espínola y cerca de la zona, más al oeste, el Hospital del Cerro. Entonces, la mayor inversión social que se hizo en Montevideo y en los sectores más carenciados de la ciudad no la hizo la Intendencia de Montevideo sino el gobierno nacional.
—¿Cree, como otros dirigentes oficialistas, que Cosse usó la intendencia como plataforma presidencial?
—Está claro que la intendenta no utilizó su gestión para invertir socialmente. Está claro que a los sectores más vulnerables, que requieren más atención, no los atendió.
—La campaña está calentando motores y ya hay un enfrentamiento fuerte, agudizado por las redes sociales. ¿Augura una campaña históricamente sucia?
—Creo que desgraciadamente va a ser así. Yo no les temo a las campañas políticas, pero preferiría que fueran leales. Prefiero las campañas limpias, que no por eso dejan de ser duras, ásperas. Pero hay que evitar entrar en la construcción de la mentira y la falsedad para destruir, porque las campañas electorales son para demostrar ser mejor, no para destruir al adversario.
Información Nacional
2024-03-13T19:40:00
2024-03-13T19:40:00