Nº 2100 - 3 al 9 de Diciembre de 2020
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáRecibió la noticia el miércoles 25 de noviembre cuando estaba sumido en uno de los tantos líos que sacuden a su gobierno: “Murió Maradona”. Fue un impacto fuerte, pero el presidente de Argentina Alberto Fernández siempre razona políticamente y de inmediato cambió su planificación. Instaló un chip populachero para canalizar en su beneficio la muerte de “la mano de Dios”. Nadie mejor que la mano de un diablo político y manipulador con larga experiencia militante y en cargos de gobierno desde los años 80. En octubre del año pasado esos antecedentes le permitieron sentarse en el tembleque taburete presidencial con el respaldo de 48,24% de los votantes.
Sin dudarlo su mano diabólica firmó un decreto de tres días de duelo nacional. Los fundamentos son exclusivamente emocionales porque bien sabe que los sentimientos exacerbados movilizan a la mayoría de los argentinos. Armó el guion de un teleteatro al que también se sumaron opositores políticos. “Nos llevaste a lo más alto del mundo. Nos hiciste inmensamente felices. Fuiste el más grande de todos. Gracias por haber existido, Diego. Te vamos a extrañar toda la vida”, escribió en Twitter e incluyó una foto suya abrazado a Maradona. A esa grandilocuente sensiblería barata solo le faltó música de violines. Aunque marcando diferencias, a ese carro también se subió la expresidenta y actual vicepresidenta, Cristina Fernández. Lo mismo hicieron las organizaciones sociales y sindicales peronistas-izquierdistas (esa mezcla rara) con las que Maradona era afín.
Montados sobre el vértigo de Internet y las redes sociales se sumaron en todo el mundo periodistas, jugadores, exjugadores, artistas, técnicos y dirigentes. No quedó nadie fuera. Marketing gratuito a través de los medios. Algunos se sumaron al guion y mirando al cielo lagrimearon frente a las cámaras. El plan del diablo estaba funcionando. Casi nadie se refirió a la descompuesta vida privada de Maradona: su histórica adicción a las drogas (con dinero facilitaba el tráfico), a su relación con la mafia napolitana, a los disparos con aire comprimido que efectuó contra periodistas (que “me acosan”, dijo), a su reiterada violencia machista. Buscó evadir responsabilidades paternales cuando rechazó someterse al ADN para constatar si Diego y Jana eran sus hijos. Tuvo que hacerlo obligado por sentencias judiciales. ¿Por qué las organizaciones feministas y de defensa de los derechos humanos no le advierten a los jóvenes que Maradona no era un ídolo absoluto?
En un hecho se mezcla lo deportivo con lo privado. Durante el Mundial de 1994, en Estados Unidos, dio positivo de cinco sustancias estimulantes. A partir de ese momento el gobierno americano le negó la visa y no pudo volver a ingresar a ese país. Tres años después se retiró.
Como excusa, aunque es imposible tapar el sol con un harnero, algunos argumentan que se debe respetar su vida privada. Pero cuando a un personaje se lo instala como ejemplo en lo deportivo es imposible obviar su vida privada. Los hechos son como son y no como algunos pretenden que sean. Pocos se atreven a expresarlo y optan por un discurso lacrimógeno sobre su origen pobre y su espíritu de superación hasta llegar a lo más alto. No fue por mérito propio, sino gracias a su ADN con el que nació y el respaldo popular de los gobiernos peronistas y de los regionales del socialismo del siglo XX. Todo debe ir en la misma bolsa. Sus casi 15 años de magia deportiva profesional son muchísimos menos que los otros (varios simultáneos) oscuros, censurables y despreciables.
Pero su seducción con las bases peronistas era y es indisoluble. El sociólogo uruguayo Denis Merklen, catedrático de la Sorbonne Nouvelle de París razonó en Le Monde: “(…) a su manera Maradona se enlaza maravillosamente con el peronismo. Es a la vez popular porque pretende encarnar a la nación y plebeyo porque eleva al pobre con los talentos del pobre contra los poderosos (…)”.
Los anteriores duelos nacionales fueron de los expresidentes Fernando de la Rúa y Néstor Kirchner. El de Maradona no fue el único despropósito de Fernández. El diablo dio un paso más y dispuso que fuera velado en la Casa Rosada. Así abandonó implícitamente las medidas restrictivas contra el coronavirus que ha dejado en Argentina cerca de 1,5 millones de contagios y casi 39.000 muertos.
A un año de su triunfo electoral aumentan las grietas económicas para las cuales el gobierno de Fernández no encuentra salida. Pensó que la muerte de Maradona servía para ponerle un parche a una crisis en la que Argentina está sumida desde 2018. En la interanual entre abril y junio la economía cayó casi un 19%, el desempleo se acerca al 13%, la tasa de pobreza superó el 40% y en los primeros seis meses del año se registró una brutal brecha entre el dólar oficial y el negro”. Según el Fondo Monetario Internacional a fin de año la economía argentina habrá caído casi 12%. El gobierno sigue haciendo planes y lanzando promesas mientras nadie quiere invertir en Argentina. Trata de vender espejitos de colores, pero necesita dinero y debido a su deuda impaga los organismos internacionales le han cerrado la puerta.
La demagógica decisión del velorio en la Casa Rosada derivó en un caos de decenas de miles de personas que pugnaban por llegar hasta el féretro para “despedirse” de Maradona. Muchos, cargando niños, treparon las rejas en una especie de asalto a la casa de gobierno. Insultos, empujones, golpes de puño, agresiones a la policía y la represión con gases lacrimógenos y balas de goma. Un título de La Nación lo refleja con elocuencia: Maradona tuvo un sepelio como su vida: caótico, emocionante y plebeyo. La realidad es que la mayoría de quienes participaron de ese caos sin usar mascarillas ni guardar las distancias actuaron como barras bravas, terrajas y desafiantes, mezclando lo emocional, lo político y lo religioso. Fernández depositó sobre el féretro una camiseta de Argentino Juniors y un pañuelo, símbolo de las Madres de Plaza de Mayo. Kirchner dejó un rosario.
¿Qué puede ocurrir si debido a las manifestaciones callejeras sin control de ningún tipo se disparan los contagios y las muertes por el coronavirus? ¿Cómo saldrá Fernández del brete en el que está metido? ¿A quién podrá recurrir en busca de ayuda? Cuando pase la euforia volverán a rugir las barrigas hambrientas y los empleados públicos, los comerciantes y los empresarios comenzarán a presionar.
La movilización popular por la muerte de Maradona fue la mayor en la historia del país. Mayor que en los casos del expresidente Juan Domingo Perón y su esposa Eva Duarte (Evita), también idolatrados por las masas. Lo que ocurrió en esos casos y el entusiasta desborde popular en el de Maradona debería llevar al gobierno a montar una guardia permanente frente a su tumba.
Evita murió en 1952 y su cadáver fue embalsamado a pedido de Perón. En 1955 Perón fue derrocado por un golpe militar y los golpistas “secuestraron” el cadáver para evitar que los peronistas la convirtieran en un culto. Trasladaron el cuerpo a Milán, donde fue sepultada con nombre falso. En 1971 el cadáver le fue devuelto a Perón, que estaba exiliado en Madrid. Cuando este regresó a Argentina, el cadáver continuó en Madrid y recién luego de su muerte, en 1974, su viuda, Isabel Martínez, negoció que volviera a la Argentina.
En el caso de Perón su tumba fue profanada en 1987 y desconocidos serrucharon sus manos y se las llevaron. Las manos del líder, que saludaba a las multitudes estirando los brazos y con ellas extendidas, nunca aparecieron.
En el cementerio privado donde Maradona fue sepultado, en las afueras de Buenos Aires, se dispuso una guardia policial para evitar el ingreso de público hasta que la familia lo disponga. Una guardia permanente parece razonable porque “la mano de Dios” es una tentación para sus enfermos fanáticos.