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    La virtud de lo inimaginable: así es “La sociedad de la nieve”

    Se estrenó la producción de Netflix sobre la tragedia de los Andes

    En un año en el que la ficción uruguaya no supo sobresalir en la pantalla grande, La sociedad de la nieve será recordada como el fenómeno cinematográfico “uruguayo” de 2023. La película, que desde el miércoles 13 de diciembre puede verse en decenas de cines a lo largo del país, no es un largometraje uruguayo. En términos estrictos, se trata de una producción española. Es con ella, de hecho, que España busca competir en el rubro Mejor película internacional de los próximos Premios Oscar. Las nominaciones se conocerán en la última semana de enero de 2024.

    En una categoría reñida, tal distinción será celebrada, más allá de las formalidades, como una victoria para la cultura uruguaya. Y no solo porque su relato, que recrea la supervivencia de los pasajeros del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya que se estrelló en los Andes en 1972, reproduce con vehemencia, empatía y riesgo una de las grandes hazañas humanas vivida por uruguayos. Como proyecto, se ha presentado como una película cuyo origen radica en la literatura nacional.

    Así lo ha manifestado su director, el cineasta español Juan Antonio Bayona al detallar en numerosas ocasiones los orígenes de la película, que se remontan a 10 años atrás. Mientras se preparaba para filmar Lo imposible, sobre el tsunami que azotó las costas de Tailandia en 2004, Bayona se encontraba leyendo el libro La sociedad de la nieve, del escritor y periodista uruguayo Pablo Vierci, publicado originalmente en 2008.

    La lectura generó en Bayona el deseo de adaptarla al cine. El director se había anunciado en la industria global con su película de terror El orfanato y luego se consolidó en Hollywood liderando nuevas entregas de sagas reconocidas como Parque Jurásico o El señor de los anillos. El libro de Vierci también le dio el título de aquella película, Lo imposible, al tomarlo de una declaración de Roberto Canessa, uno de los 16 sobrevivientes de los Andes.

    La sociedad de la nieve se convirtió, durante años, en la zanahoria en la frente de Bayona y el proyecto demoró una década en apuntalarse. Las razones, ha resumido, recayeron en una realidad: en el pasado, el director y sus productoras y frecuentes colaboradores, Belén Atienza y Sandra Hermida, no contaban con el crédito suficiente para exigir, a los estudios, reconstruir el hecho como ellos buscaban, es decir, con un presupuesto acorde y con una película hablada en español y con actores de estas latitudes.

    El santo patrón que encontró para su concreción tomó la forma de la compañía de streaming Netflix, que reunió los recursos económicos y logísticos que la producción, filmada en Argentina, Chile, España y Uruguay, exigió. De hecho, la película, luego de su pasaje por cines en Uruguay y a escala internacional, tendrá su estreno también en la plataforma a partir del 4 de enero.

    Pese a tener su origen en el principal impulsor del streaming como tecnología de entretenimiento, esta es, a todas luces, una película que aprovecha por completo las cualidades que verla dentro de una sala de cine provee. Como experiencia colectiva, impresiona, angustia y conmueve bajo la forma de una realización asombrosa.

    Según Bayona, sus películas Lo imposible y La sociedad de la nieve cuentan las historias de dos tragedias humanas que comparten una idea de supervivencia que no es “solo física” sino también “emocional”.

    Esa es solo una de las tantas dualidades presentes en el drama de supervivencia, que apuesta una y otra vez al golpe emocional mediante dos clases de secuencias: las de una reflexión diegética y extradiegética sobre cada uno de los obstáculos que los personajes afrontan y las que recrean, en secuencias de acción tan memorables como impactantes, los horrores vividos en el valle de las Lágrimas. En ambos casos se produce un efecto innegable en el espectador: el salto constante de la ficción al hecho histórico.

    En el marco de la última entrega del ciclo Desayunos Búsqueda, Pablo Vierci y Roberto Canessa se refirieron a esa relación entre lo ficticio y lo verídico así: “No hay ficción, es una recreación, pero tampoco un documental”, señaló Vierci, productor asociado de la película. “(Bayona) hizo una película, fuimos muy desgraciados y él no necesitó exagerar nada”, acotó, por su parte, Canessa.

    En esas declaraciones radica otra de las narrativas que los artistas responsables han expresado con respecto al proceso creativo detrás de la película. El vínculo estrecho entre Bayona y Vierci decantó, desde el principio, en una búsqueda por una representación fiel del accidente y los 72 días posteriores, así como del involucramiento de los sobrevivientes y los familiares de quienes murieron en la investigación para preparar el filme.

    Se documentaron cientos de horas de entrevistas con ellos, en una investigación reflejada en un meticuloso trabajo de recreación que en la película sobresale de múltiples maneras: en el trabajo de arte para la recreación de época y también en la transformación física de los actores, con grandes resultados de los efectos visuales y maquillaje.

    En consecuencia, el “milagro de los Andes” encuentra en La sociedad de la nieve la resignificación de un acontecimiento que conmovió al mundo ahora convertido en un espectáculo visceral, aunque esperanzador, que acercará el hecho a nuevas audiencias.

    En su narración, Bayona no pierde el tiempo. Es apenas después de una secuencia inicial de un juego de rugby del Old Christians Club que el guion, que resulta en un metraje de dos horas y media de duración, pone a sus protagonistas en el vuelo que dejará al fuselaje estrellado en la inmensidad de la cordillera.

    Es principalmente una película de rostros. Abundan los primeros planos y es constante la recurrencia a la galería de jóvenes actores rioplatenses, sobre todo argentinos, que la película utiliza como la contracara necesaria ante la vastedad de los Andes sobre los sobrevivientes.

    Con filmaciones de exteriores obtenidas en el propio valle de las Lágrimas, en la región argentina de los Andes y en sierra Nevada, Granada, las tomas de los paisajes, incluso aquellas capturadas por drones (quizás una de las herramientas que peor le ha hecho al cine), subrayan la inmensidad de la amenaza que los jóvenes debieron enfrentar.

    Con la creativa dirección de fotografía del cineasta uruguayo Pedro Luque, Bayona también se enfoca una y otra vez en los cuerpos. Aplastados, quebrados, asfixiados, pero también amontonados, arropados y reunidos en la búsqueda de calor y afecto. Son los cuerpos de los jóvenes los que dictaminan el orden dentro del encuadre.

    La coralidad de la película encuentra un conducto individual en la figura del joven actor uruguayo Enzo Vogrincic, quien interpreta a Numa Turcatti, un estudiante de Derecho uruguayo que se encontraba en el vuelo y que murió el 11 de diciembre de 1972, días previos al rescate, a causa de una infección en la pierna.

    En él recae el punto de vista que el espectador toma de la película y la cámara vuelve, siempre, a su mirada, a medida que pasa cada uno de los días en la montaña. Es Vogrincic también el responsable de la voz en off, recurso que le provee a la película un mayor grado de intimidad, aunque no siempre la escena lo exija.

    El de Turcatti es el segundo papel de Vogrincic en cine. Su anterior trabajo, la película uruguaya 9, le exigía explorar una furia contenida en la piel de un jugador de fútbol joven que aprende a renegar del oficio para el que trabajó desde pequeño. En La sociedad de la nieve, el Numa de Vogrincic transmite una aceptación constante ante cada uno de los sucesos trágicos que vive. Hay también un énfasis sobre el conflicto del personaje, y del resto, en la necesidad de utilizar los cuerpos de los fallecidos como alimento, que es explorado de manera gráfica pero no abusiva. De la misma manera, y dado el peso religioso del grupo, la historia permite ahondar en un cuestionamiento de la fe de estos jóvenes creyentes que se ven desprovistos, de inmediato, de toda idea de salvación divina.

    Los defectos que pueden señalarse son menores ante el resultado final. Algunos recursos de flashbacks sobre algunos de los sobrevivientes sobran, y el desenlace abandona el ritmo logrado y parece apretar el acelerador sobre la historia. Pero Bayona, quien ha establecido que la película le hizo redescubrirse como director, y su equipo han encontrado la fórmula para una obra honesta, brutal y hasta nuevo aviso como la adaptación definitiva del hecho sucedido 50 años atrás.

    Con una nominación a los Globos de Oro ya alcanzada, se encuentra corriendo la carrera a los Oscar con todas las herramientas de promoción que Netflix puede proveer. Varios talentos de la película, e incluso los sobrevivientes, han acompañado proyecciones a lo largo del mundo en una campaña que aún tiene mucho por delante.

    No suena como un logro tan inalcanzable, pero más allá de eso vale reparar en lo que en verdad importa y se ve dentro de una sala: un cine emocionante y de altura, resultante del esfuerzo en conjunto entre cineastas de todo tipo y nacionalidades. La victoria, entonces, está frente a los ojos.

    Vida Cultural
    2023-12-13T23:13:00