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    Las “muertes evitables” seguirán por “seis semanas” si no hay cambios; el responsable es el gobierno y en parte la oposición

    Junto con Marcos Carámbula y Ricardo Ehrlich, el exviceministro y consultor de la Organización Panamericana de la Salud Miguel Fernández Galeano es referente en salud pública del Frente Amplio. Esta semana recibió a Búsqueda para hablar de lo que hicieron bien y mal en relación al Covid-19 el gobierno y la oposición y sobre todo para machacar en la idea de que “no hay nada más importante hoy que mantener a esta sociedad unida y evitar muertes evitables”.

    —El lunes 26, el presidente Luis Lacalle Pou repitió que no va a adoptar más medidas para restringir la movilidad en la pandemia y que sigue apostando a la conducta de las personas. ¿Qué opina?

    —Creo que es un error muy grave, un error estratégico que fundamentalmente remite a la idea de sacar el papel del Estado en una epidemia. Si hay algo que no se puede hacer en una epidemia es perder de vista el rol armonizador del Estado, de dar señales. No tomar medidas drásticas para restringir la movilidad supone multiplicar exponencialmente los contagios y la prueba es que, cuando baja algo la movilidad, los contagios también descienden. Si aumenta la movilidad, como ahora, y no se toman medidas, aumenta un escalón de contagio que solo puede traer un número mayor de enfermos críticos y fallecidos. La decisión de no restringir la movilidad es estratégicamente equivocada y va en contra de lo que la ciencia ha recomendado y de lo que el mundo hizo.

    Se argumenta que a pesar de las restricciones los casos aumentan, pero no se dice qué pasaría sin esas medidas.

    Ahora contamos con las vacunas, pero Uruguay tuvo desde enero la posibilidad de tomar medidas, que no se tomaron. Hace unos días se abandonó el rastreo, otro profundo error, porque se cambia la forma de hacer los testeos; estamos caminando en sentido contrario, huyendo hacia adelante.

    —Pero eso está sustentado en la ilusión de la inmunización por las vacunas.

    —Es una esperanza que todos tenemos. Es que, como sostiene (el filósofo israelí Yuval) Harari, acá no falló la ciencia, que actuó muy rápido dando soluciones, lo que está fallando es la política. Eso es así porque se quiso elegir la epidemia como un lugar para obtener logros políticos, y una primera ley en salud pública es no pensar que un evento grave es para lucimiento político o reivindicación de una gestión de gobierno. El herrerismo reivindica la libertad en un sentido extremo, pero no va contra las políticas del Frente, va contra el batllismo, contra el papel del Estado. Hay un problema del estilo del presidente y un problema de fondo: elige ir contra el Estado en el peor momento de una epidemia.

    —El ministro de Salud, Daniel Salinas, sin embargo, tiene un nivel de aceptación alto.

    —Hay que diferenciar, porque el que ha asumido toda la responsabilidad es el Poder Ejecutivo con frases como “la libertad responsable”, pero esa libertad cambia con las condiciones desiguales ante la epidemia. Al planchero o al pizzero, que quiere defender el presidente, la manera que tiene (de hacerlo) es reduciendo la actividad a la mínima expresión y subsidiando a las personas afectadas. Hay que hacer convivir economía con salud y para eso tenés que endeudarte y poner recursos del Estado, algo parecido a lo que hacemos cuando tenemos un problema de salud en nuestra familia: paramos el auto y dejamos de cortar el pasto, como dijo alguien.

    El gran error del gobierno fue haber querido —subido al éxito que tuvo en la primera etapa toda la sociedad— aplicar sus planes en pandemia. Ningún gobierno en todo el planeta ha seguido con sus planes de gestión en pandemia; es un error enorme.

    El gobierno tuvo todos los elementos para haber escuchado al GACH (Grupo Asesor Científico Honorario), que cuando empezó, el 16 de abril de 2020, dijo: regulación, progresividad, monitoreo y evidencia científica. Sin embargo, las medidas fueron absolutamente parciales e insuficientes, porque cuando se superan los 1.000 casos diarios estás quintuplicando el número límite que estableció el GACH para controlar la situación.

    Foto: Nicolás Garrido / Búsqueda

    —¿Qué medidas adoptaría usted si estuviera en condiciones de decidir?

    —La primera cosa es escuchar a todo el mundo. A la ciencia y a todos los sectores de la sociedad.

    —El gobierno ha escuchado a la ciencia, otra cosa es seguir todas las pautas. Pero ¿qué medidas adoptaría usted?

    —Todas las que planteó el GACH el 7 de febrero. Todas.

    —Unos días antes de ese informe, el 30 de enero, el coordinador del GACH, Rafael Radi, dijo en la diaria, y piensa aún hoy, que el lockdown, en tanto medida de aislamiento obligatorio, tiene dos contras: afecta a los más desprotegidos, los informales, y pone en primer plano de los temas sanitarios a la Policía y a los militares.

    —También Radi dijo que no hay nada peor que tener un clima disruptivo y de enfrentamiento político partidario en una epidemia. Yo opino lo mismo. Hay que recordar que a los 14 días de iniciada la epidemia el Frente Amplio presentó un plan sanitario, económico y social de contingencia. No se tomaron ninguna de esas propuestas, por ser del Frente quedaron archivadas.

    Ocurrió algo más grave: en mayo, el presidente de la República fue a visitar a Tabaré Vázquez a su casa y este le presentó el plan, pero después de esa visita no hubo ninguna llamada a alguien del Frente para preguntar qué podemos aportar. En enero pasado, el presidente recibió a Marcos Carámbula. El ministro tambien recibió y escucho los planteos de Ricardo Erhlich y mios. Después no pasó nada.

    Volviendo a la pregunta de las medidas: Uruguay es un país que tiene un alto disciplinamiento con la salud, en el que la medicina sustituyó a la religión en algunos aspectos. Si el mensaje del gobierno no fuera que la economía tiene que seguir y sigamos moviéndonos, como es, la reacción de la gente que quiere vivir, como decía el pobre (periodista deportivo Alberto) Sonsol, hubiera sido otra. La gente razona: el gobierno me dice que puedo seguir, yo sigo. Si hoy el gobierno dijera, en conjunto con toda la sociedad, esto hay que pararlo por tres semanas, estoy seguro de que el grado de cumplimiento sería enorme.

    Trabajadores y empresarios de la construcción y de otros gremios lograron acuerdos el año pasado para mitigar riesgos, y eso se puede hacer siempre, lo que pasa es que el gobierno está abrazado a su éxito.

    —Un éxito muy relativo: en abril ya van más de 1.000 muertos.

    —Sí, el éxito original; quedó encerrado en haber dicho que con la libertad responsable se podía.

    —¿Podría explicitar las medidas que adoptaría usted?

    —Por orden: eliminación del ocio nocturno, con una medida muy simple, no necesitás toque de queda legal ni medidas prontas de seguridad, alcanza con cerrar los bares y boliches de la noche más temprano.

    Otra medida es reducir toda la actividad comercial al delivery, suspender la venta directa no esencial.

    —¿Volver a la etapa de los shoppings cerrados?

    —Exactamente, cada vez está más demostrado el carácter de la transmisión aérea por aerosoles, y si eso es así hay que suspender toda actividad en un lugar cerrado que habilite a coincidir con un aire con presencia del virus. No podemos ver al Covid separado del resto de la economía ni del resto de lo sanitario.

    Lo que yo estoy trabajando hoy es en la idea de muerte evitable para que en mayo en lugar de otros 1.600 muertos haya 500, 400 o 300. No hay nada más importante hoy que mantener a esta sociedad unida y evitar muertes evitables. Hubo una reducción de la movilidad, por el temor, pero luego comenzó a subir de nuevo. Por eso es necesario reestablecer, por un período máximo de seis semanas, la situación de marzo y abril de 2020. Estoy de acuerdo con que para algunas cosas el componente exhortación siga, pero otra cosa es exhortación a lo contrario, porque cuando doy la señal de que voy bien o que estoy mal pero no importa, ya va a venir lo que va a estar bien, estoy asumiendo costos en vidas evitables. Si yo dejo de hacer algo, entonces se produce una muerte evitable. No se puede considerar al Covid como si fuera una catástrofe climática. Israel, Reino Unido, Alemania han tomado medidas. Claro que tuvieron y tienen fallecidos.

    —El gobierno puede alegar que esas tres son sociedades ricas.

    —Sí, pero en Uruguay, si se llama a un sentimiento nacional para responder a la epidemia, es posible negociar todo, porque tiene un sistema de partidos y organizaciones sociales con responsabilidad colectiva.

    Chile acaba de poner un impuesto a los ingresos más altos. No digo que sean el único medio los impuestos, pero con el horizonte de las vacunas hace falta un lockdown, para poder salir.

    —¿Un lockdown obligatorio?

    —Hay que combinar inteligentemente aquellas cosas donde la voluntad del Estado es indelegable y obligatoria con otras que se pueden hacer convocando a un esfuerzo colectivo. No me ato a un esquema: el dilema no es entre un Estado policíaco y el todo vale y sálvense quien pueda. En el medio hay una cantidad enorme de grises. Eso se llama gobernar. Claro que si yo quiero que solo mi verdad sea la que tiene que primar no voy a salir nunca de este tema, porque los impactos podrán ser algo menores en mayo, junio y julio si se toman medidas ahora. Si en diciembre o febrero se hubiera actuado, hoy no tendríamos el listón puesto allá arriba.

    —A la hora de evaluar, el gobierno va a decir: salgo con tantos casos y tantos fallecidos, y los va a comparar con los demás países.

    —El Frente Amplio tiene una diferencia esencial con el gobierno: primero la vida, y no es demagogia, pero además podemos quedar entre los peores 20 del mundo.

    —La declaración del plenario nacional del Frente Amplio, sin embargo, da la impresión de que esa batalla la considera perdida, que el país va a tener que pagar un alto costo en vidas y que hay que pensar en las otras consecuencias.

    —Hay que hacer las dos cosas. No creo que el Frente dé la batalla por perdida. El gobierno pudo haber acelerado la compra de vacunas, cosa que no hizo, y el Frente Amplio, por espejo, dejó durante mucho tiempo que la política, frente a los temas sanitarios, se detuviera. Y quizás no escuchó y se paró en la puerta de los sistemas sanitarios por el peso del poder médico. Al menos hasta noviembre no hubo conciencia en la necesidad de insistir en las decisiones sanitarias. El Frente debió insistir mucho más en la importancia de las decisiones sanitarias.

    —¿Una de las razones de eso podría estar en el fracaso del reclamo de la cuarentena obligatoria en 2020?

    —Estaba esperando esa pregunta, y ahí hay tres cosas para decir: no fue una decisión del Frente, sí fue un pronunciamiento que algunos frentistas tomamos, entre ellos, ni más ni menos que Tabaré Vázquez, porque si el número de casos subía habría que ir al lockdown.

    —Eso sumado a que vaticinaron que las vacunas no se iban a conseguir.

    —Estaba claro que se iban a conseguir, pero que llegaron tarde no hay ninguna duda. Si Uruguay hubiera comenzado a vacunar el 1° de enero no tendríamos el número de casos que tenemos.

    —¿El gobierno se durmió con las vacunas?

    —Totalmente. Tomó una decisión muy tardía. El mecanismo Covax, que era una buena opción, se sabía que estaba perforado en octubre. Escribí artículos sobre eso.

    —También Alemania tiene problemas para conseguir vacunas.

    —Uruguay seguía prisionero de su éxito y de no gastar. Y ahora se enojan y dicen que es estar en el barro criticar que el gobierno no quiere gastar. Uruguay tiene previsto un 1,6% del PBI para Covid y toda América Latina, de acuerdo a Cepal, un 4,6% en promedio. El mundo desarrollado 11,7%.

    —¿Por qué ha ganado la idea de que el Frente Amplio ha tirado la esponja en este tema?

    —No lo creo, pero sí admito que ha primado la idea de ejercer una oposición responsable y paradójicamente la búsqueda de ejercer una oposición responsable se ha autolimitado en la crítica en los temas sanitarios. Fui a varias mesas políticas a informar de lo que se venía, pero sentí que es muy difícil esa asociación entre política y salud. Esta epidemia puso a prueba también eso.

    —¿Eso no habría pasado estando Vázquez?

    —Estoy absolutamente seguro de que no hubiera pasado por una visión del papel que tiene la salud en todas las políticas; es una meta dominante en la sociedad.

    No quiero entrar a analizar el papel de GACH, pero lo que estamos sosteniendo lo defendieron muchos en la academia y también el Sindicato Médico, que fue denostado, y 36 sociedades científicas que se expresaron claramente en la línea de bajar la movilidad. Y se sigue diciendo que la movilidad no afecta en la epidemia, y no hay mentira más grande, en el mundo y también en Uruguay. Parece que estamos en el mástil del submarino que se hunde.

    —En realidad, no es un submarino que se hunde porque hay una salida, con las vacunas, aunque lo sea para las muertes evitables.

    —Está bien el matiz, el submarino no se está hundiendo en un sentido global, pero mucha gente que podría salvarse no se salva. Estamos planteando el diálogo por la vida no para infligir una derrota al gobierno, sino para salvar vidas.

    —¿No es tarde? Recién usted hablaba de cerrar tres semanas. Un llamamiento al diálogo de muchas fuerzas no es sencillo. No es preparar los CTI para cuando venga la ola, sino actuar en medio de ella.

    —Esa es otra gran mentira, porque estás teniendo una baja de la presión sobre los CTI mediante los fallecimientos y una baja de la calidad de la atención al crear más camas sin sostenibilidad técnica. Se desacopló la paridad entre altas y fallecimientos porque crearon una ilusión óptica de cobertura.

    Las medidas hay que tomarlas ya, pero las tres semanas son corribles, porque el efecto de las vacunas va a empezar a impactar recién en ocho semanas. Cuanto antes mejor, ojalá hubiera sido en marzo, pero aún estamos a tiempo de salvar vidas, porque siempre va a haber un efecto importante a mediano plazo.

    Foto: Nicolás Garrido / Búsqueda

    —¿Toda la responsabilidad sobre las muertes evitables la tiene el gobierno o le parece que también influye un factor social porque hace un año pesaba el miedo a lo desconocido?

    —Sin duda que la responsabilidad individual pesa mucho. El presidente de Alemania dijo: “La gente tiene que tomar sus medidas y el Estado tiene que tomar las suyas”.

    Claro que hay mucho para hacer desde lo conductual, de lo que cada quien toma, pero esa actitud conductual depende de señales. Nadie va a tomar medidas de cuidarse si le abro el boliche y le pongo una canilla libre de cerveza en la puerta.

    —¿Qué cosas fundamentales quedaron por plantear por parte del Frente Amplio?

    —El Frente debió haber planteado con más energía las medidas sanitarias de restricción de la movilidad. Tuvo problemas para establecer eso como asunto principal. Hubo un problema de establecer principalidades.

    Los tres intendentes del Frente llevaron su plataforma a la reunión con el presidente, pero si el asunto de la movilidad no tiene principalidad estamos frente a un problema. Ahí es donde se nota que falta la principalidad de la salud en la política. Y pasa con el presidente, que ojalá hubiera seguido lo que le asesoró el GACH en febrero, calificando los niveles de riesgo de 1 a 4 y si el escenario va a superar los 800 casos diarios. Esto es muy grave porque no solo desconoció el informe técnico, ya que adoptó medidas menores o las que no tenían costo. Es un error conceptual, pero además no se puede tratar al presidente de una fuerza política, diga lo que diga, diciendo que está en el barro.

    —Le está pegando a una figura política débil.

    —Sí, pero eso no se hace. El presidente no debe despreciar la institucionalidad. No lo ha hecho ningún presidente de la República y lo está haciendo Luis Lacalle Pou.

    Aun así, el Frente, al respaldar la convocatoria por la vida está diciendo que el camino no es el de la confrontación. Para mí, es una contradicción muy compleja, porque yo puedo tener una vocación de diálogo, pero el límite es omitir decir lo que pasa con la epidemia y cargar también sobre mis espaldas con muertes evitables. Son responsabilidades éticas, sanitarias, políticas, de ciudadano, finalmente.

    —Que el Frente no insista en restringir la movilidad, ¿es porque no tiene una conducción firme o porque algunos de los dirigentes están pensando en cómo pararse en 2024?

    —Pueden estar jugando muchos de esos factores, pero se podría interpretar que estar pensando en 2024 también es pensar en la gobernabilidad. El tema de echar leña al fuego no solo lo veo en clave inmediata, sino de qué país queda, para la pospandemia.

    Creo que no hay que dar la batalla por perdida, aunque se consuman dos de las seis semanas. No hay que darla nunca, porque lo que está en juego también es cómo pararse frente a los problemas de un país. Hay una ética de la responsabilidad: si una cosa hay que hacerla, no la puedo postergar porque no sea conveniente en clave de cálculo político. El 5 de diciembre hice una presentación en la bancada de senadores del Frente contando lo que se venía y lamentablemente se cumplió todo. La titulé Desde la ética de la responsabilidad, pensando en la mañana siguiente. Es muy fuerte decir que van a haber 3.000 muertos, porque siempre hubo una idea de que podría no pasar. Las malas noticias no se llevan bien con la política. Ser portavoz de malas noticias no es fácil, pero el Frente tiene matices para pararse frente al tema. Quedé muy conforme con la declaración del último plenario porque el Frente se ha ido moviendo hacia la idea de ver la principalidad. Todas las declaraciones anteriores decían mucho menos que lo que dice esta.

    Eso ocurre mientras el presidente sigue diciendo que la responsabilidad del éxito o el fracaso es de él y ahí timbea, juega al resultado y no a la responsabilidad. Se permitió el lujo de decir: diálogo para qué. No debe haber en la historia nadie que haya hecho eso.

    —Vázquez no recibió a Lacalle Pou en cinco años.

    —Pudo haber elegido, pero jamás convirtió en virtud no dialogar.

    • Recuadro de la entrevista

    “Manual para epidemias graves”