Lecciones y oportunidades de la reforma de la seguridad social

Lecciones y oportunidades de la reforma de la seguridad social

la columna de Adolfo Garcé

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Nº 2186 - 11 al 17 de Agosto de 2022

“En este espacio se analizará lo urgente, lo que más atrapa, es decir, la dinámica de la competencia electoral. Pero con la mirada siempre puesta en lo que más importa: cómo mejorar nuestras prácticas políticas e instituciones democráticas”. Así terminaba mi primera columna en este espacio hace dos semanas. Como de costumbre, hay muchos asuntos en el tablero político. Pero, desde mi punto de vista, uno de los temas más importantes es la reforma de la seguridad social. Todos los partidos están alertas y con calculadora en mano. Todos asumen que es necesaria. Se habla demasiado de sus costos políticos. No hay que negarlos. Pero hablemos también de las lecciones que viene dejando el proceso y de las oportunidades políticas que genera.

Ojalá todas las reformas importantes se tramitaran así. Hubo un acierto inicial: en plena pandemia, a pesar de estar asediado por la crisis sanitaria y sus efectos en otros planos (caída del PBI, aumento de desocupación y pobreza, entre otros), se incluyó en la LUC la creación de una comisión de expertos para elaborar un diagnóstico de la seguridad social y una propuesta de reforma. Acertó también el gobierno al designar a los integrantes de la Comisión de Expertos en Seguridad Social (CESS) que tendrían a cargo esta delicadísima tarea, y muy especialmente al proponer el nombre de Rodolfo Saldain para liderarla. El trabajo de la CESS fue extraordinariamente profesional y puso de manifiesto todo lo que hemos aprendido como sociedad sobre este asunto a lo largo de las últimas décadas. Vale la pena navegar la página de este “GACH” para tener una noción de la calidad académica de la labor desarrollada.

Gracias al esfuerzo de la CESS se alinearon dos de las tres “corrientes” que, de acuerdo al divulgado enfoque de John Kingdon (remito a su excelente Agenda, Alternatives and Public Policies), deben converger para que pueda abrirse la “ventana del cambio” en una política pública: la corriente de los problemas (no hay cambio si el problema no está claramente identificado) y la de las soluciones (no hay cambio si no se formula una alternativa al statu quo bien fundada). Pero con esto no alcanza. No se abre la policy window si a estas dos corrientes no se suma una tercera: la de la política propiamente dicha. El cambio exige liderazgo político y coaliciones de apoyo. Cuanto más democrática es una sociedad, y cuanto más competitivo su sistema de partidos, más importante resulta que la opinión pública comprenda el problema y acompañe la solución propuesta. Aquí también hay mérito del gobierno. Al presidente no le asustó el viento en contra, y la coalición que lo respalda, al menos hasta ahora, no ha retaceado su compromiso con una promesa de campaña contenida en el Compromiso por el país firmado en noviembre de 2019, que dice textualmente: “Iniciar un proceso que conduzca a una reforma de la seguridad social con sólida base técnica y amplio apoyo político, con el fin de lograr un sistema previsional moderno, financieramente sostenible y menos dependiente de los tiempos políticos, que vele especialmente por los pasivos con mayores niveles de vulnerabilidad”.

La ventana está abierta. El cambio es posible. La opinión pública está expectante. Como resultará natural, la propuesta de aumentar la edad de retiro no es de las más celebradas. Pero quienes impulsan la reforma están dispuestos a debatir públicamente sobre sus fundamentos y a argumentar sobre los beneficios a largo plazo de la iniciativa en debate. Aunque el final no está escrito, el trámite deja lecciones importantes acerca de cómo manejar políticamente innovaciones, en principio muy difíciles y, a priori, resistidas por la opinión pública. En este caso, el presidente siguió el antiguo consejo del emperador Augusto, quien, según la historiografía romana, hace 2.000 años decía: “Apúrate lentamente”.

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Pasemos de las lecciones a las oportunidades. La reforma de la seguridad social es una oportunidad para el presidente. Al impulsarla en el momento más difícil de su mandato (el año tres en un ciclo de cinco es siempre el más complicado), Lacalle Pou logró retomar el liderazgo político (el “centro del ring”, al decir de Julio María Sanguinetti). Al aceptar públicamente que está dispuesto a pagar un costo, el presidente se prestigia, al menos ante el segmento más lúcido de la ciudadanía. La reforma es una oportunidad para la coalición de gobierno en la medida en que, con mucha frecuencia, se le critica falta de audacia en sus propuestas. La reforma de la seguridad social es una oportunidad para los socios del Partido Nacional dentro de la coalición, especialmente para el Partido Independiente del ministro Pablo Mieres (un actor clave en este tema) y para Cabildo Abierto. Este último punto es crucial. Si Cabildo Abierto bloquea la reforma por defender prerrogativas de la “familia militar” quedará atrapado en ese nicho electoral. En cambio, si contribuye al proceso reformista podrá pasar a ser visto como algo más que el defensor de una corporación con privilegios.

La reforma de la seguridad social es una oportunidad también para el Frente Amplio, que confía en ganar las próximas elecciones. Tal como yo lo veo, está un poco más lejos de volver de lo que sus dirigentes tienden a creer. Pero, en caso de ganar, es mucho mejor tener este tema resuelto de antemano. Más allá de cálculos, cooperar con un cambio tan obviamente imprescindible es lo que le corresponde hacer a cualquier partido serio, responsable, con vocación de gobierno. La práctica de la oposición sistemática debe quedar atrás. La política uruguaya puede, y debe, subir un escalón en términos de calidad. Esto vale, desde mi punto de vista, para todos, para tirios y troyanos. Si queremos que la ciudadanía descrea un poco menos en los partidos, es imprescindible que sus dirigentes envíen señales de honestidad intelectual. Digámoslo así: hay que pasar de la oposición sistemática a la honestidad sistemática. Los partidos de oposición tienen todo el derecho del mundo de criticar al gobierno. Además de un derecho, es una obligación en la medida en que tengan buenas razones para hacerlo (que nunca faltan). Lo que no deberían hacer es oponerse por el mero hecho de buscar votos, corriendo el riesgo de no resistir el archivo pocos años después. En ese sentido, resultan muy alentadoras las señales que vienen desde Convocatoria Seregnista (que animan, entre otros, Danilo Astori, Mario Bergara y Álvaro García).

Los partidos políticos uruguayos están frente a un test de madurez y responsabilidad. No hace falta que gobierno y oposición se abracen jurándose amor eterno. Tampoco es imprescindible un gran pacto multipartidario. No hace falta que haya acuerdo en todos y cada uno de los artículos del proyecto de reforma. Alcanza con que el Frente Amplio no declare la guerra. Alcanza con que la coalición negocie algunos cambios con la oposición, siempre y cuando haya buenos argumentos. El Frente Amplio votó numerosos artículos de la LUC. No veo por qué no podría votar, luego de negociar, muchos artículos de la reforma de la seguridad social.