N° 1863 - 21 al 27 de Abril de 2016
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáA principios del año pasado una fuente anónima ofreció al diario alemán “Süddeustche Zeitung” una enorme cantidad de archivos internos de la firma legal Mossack Fonseca (MF), basada en Panamá. Los archivos se referían a las compañías offshore creadas y administradas por ella; incluían aproximadamente 11,5 millones de documentos que sumaban 2,5 tera-bytes de datos. El diario alemán se apoyó en los miembros del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, según su sigla inglesa) y en varios medios de prensa de distintos países y orientaciones, desde el británico “The Guardian” hasta “La Nación” de Buenos Aires, incluyendo a Búsqueda, que trabajaron durante meses sobre esos archivos. Los primeros resultados de esa investigación se difundieron a principios de este mes.
Esta filtración es la más grande que se conoce hasta el presente. El tamaño relativo de la fuente de los datos, MF, tampoco es desdeñable. Según “The Economist”, MF tiene entre el 5 y el 10 por ciento del mercado global de estas compañías; otras fuentes indican que MF habría creado más de 210.000 de ellas. La investigación “reveló secretos del mundo de las compañías offshore”; la edición de Búsqueda del 7 de abril presenta en varias notas la cobertura más amplia disponible en nuestro medio.
Como señalaron Búsqueda y otros medios y observadores nacionales, tener una compañía offshore “no es ilegal”. Estas compañías se usan para muchos fines legítimos. Pero algunos de ellos suelen ser vistos negativamente: por ejemplo, minimizar, dentro del marco legal, la carga impositiva de firmas y personas. También pueden ser usadas para fines directamente no legales; probablemente los más comunes son la evasión impositiva y el blanqueo de capitales de orígenes ilegales. No es fácil estimar cuál es la proporción de las compañías offshore que se usan total o parcialmente para acciones ilegales.
Por otra parte, estas compañías son instrumentos de los relativamente ricos, porque solo para ellos puede tener sentido pagar su costo inicial y su mantenimiento posterior. Las clases medias en sentido amplio están afuera de ese mundo. Estas tres cosas (los fines que, aunque legales, son vistos negativamente; los comportamientos directamente ilegales; y su carácter económicamente exclusivo, restringido a pequeñas minorías), sumadas, les dan a las firmas offshore muy “mala prensa” frente al público, incluyendo una presunción a priori de comportamiento ilegal. Tener una Ferrari también es una cosa exclusiva, solo de minorías, pero no hay nada ilegal ni opaco en eso. A lo sumo, lo que para algunos es una señal de buena posición y éxito económico, para otros será una señal de consumismo frívolo y exhibicionista. Esta presunción ampliamente difundida de ilegalidad es el lado negativo de la difusión de los nombres de las personas físicas y jurídicas que poseen compañías offshore. También, como se argumenta más abajo, hay un lado positivo o muy positivo.
El punto inicial de esta historia, que los archivos eran de MF, está claro. La firma asumió la filtración y dijo que no era un trabajo “desde adentro”; padeció un ataque informático. La etapa de la investigación para difusión pública de la información filtrada también está clara: es el trabajo de la “Süddeustche Zeitung”, la ICIJ y otros medios. Lo que no está claro es la etapa intermedia: quién o quiénes, y por qué, capturaron esa información de MF y la pasaron a los medios.
Es evidente que se trata de un trabajo de equipo, porque para hacerlo se requieren muchas habilidades. Entre las muchas teorías que se encuentran en la web, algunas plausibles y otras no, se destacan dos: el “quiénes” serían servicios de inteligencia. Una opinión minoritaria ve la mano de los rusos; la mayoritaria, la de los Estados Unidos. Estas son, también, las teorías que se han discutido en nuestro medio. Pablo Aragón, columnista español de “El Observador”, opta por los Estados Unidos. Habría “fundadas sospechas” al respecto (“Cómo Panamá cambió el mundo”, 11 de abril). Carlos Montaner discute concisamente las dos alternativas (en “El País”, 17 de abril, ¿“Los rusos o la CIA?”), y también concluye que la autoría más probable es de alguna agencia de inteligencia de los Estados Unidos. En la región, las reacciones desconfiadas u hostiles hacia esta filtración provienen básicamente de Venezuela y sus aliados más cercanos, apuntando en la misma dirección: serían acciones oscuras de los yanquis, persiguiendo sus propios fines.
El volumen de los datos filtrados y la dificultad de manipularlos masivamente sugieren que tal vez la naturaleza exacta del “quiénes” (país, agencia de inteligencia) no es muy importante. El número y diversidad de los equipos periodísticos a cargo de la investigación dificultan la manipulación masiva de los datos, porque hacen más probable que se detecten las huellas de esa manipulación (sin excluir, naturalmente, la posibilidad de manipulaciones puntuales). En particular, el análisis de los datos uruguayos de la filtración es muy consistente con lo que se sabía o sospechaba (“Antilavado ya investigaba a los nombrados en ‘Panama Papers’”, “El País”, 18 de abril).
El efecto neto de la filtración es dificultar el uso futuro de las compañías offshore con fines ilegales, porque las características de esta historia sugieren que el riesgo de ser detectado está creciendo. Y este, a pesar de los aspectos negativos ya mencionados, es un resultado francamente positivo. Estas consecuencias de la filtración son consistentes con dos políticas de los Estados Unidos de importancia creciente en los últimos años: el combate a la evasión impositiva y al narcotráfico, considerado una de las fuentes importantes de los capitales que se blanquean por estas u otras vías. Tampoco parece sensato ignorar los vínculos evidentes entre esta historia y el combate más amplio contra la corrupción, desde los cambios legales (la Foreign Corrupt Practices Act, FCPA) hasta los ejemplos recientes muy concretos, el más famoso de los cuales, al menos entre nosotros, ha sido la corrupción en el fútbol y en la FIFA en particular.
Aceptando el grueso de lo ya expuesto, estos resultados “francamente positivos” no significan que, por alguna razón, los Estados Unidos se estén volviendo “más buenos”. Como siempre, y como lo hace casi todo el mundo, defienden lo que ven como sus principales intereses nacionales. La moraleja a mi juicio mayor de esta historia es que el fin de la guerra fría, las democratizaciones latinoamericanas (aunque muchas precarias, no consolidadas) y algunas de las políticas de la administración Obama (especialmente la apertura hacia Cuba) llevan, tal vez por primera vez en mucho tiempo, a una convergencia de intereses entre los Estados Unidos y las sociedades de la región. Si así fuera, esta sería una oportunidad histórica.