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    Medianera narcisista

    El tango de Gardel y Le Pera, Por una cabeza, inspiró el título, aunque esta muestra no tiene relación con ningún desengaño amoroso ni con ningún potrillo que casi casi llega a la meta. Sin embargo, sí hay una cabeza en el origen que provocó un desacuerdo entre dos vecinos: el artista José Luis Zorrilla de San Martín (Madrid, 1891-Montevideo, 1975) y el argentino Rómulo Raggio (Buenos Aires, 1876-1959). Entonces, para entender la muestra Por una cabeza, que se expone hasta el 12 de febrero en el Museo Zorrilla, hay que conocer primero la anécdota que le dio vida y que conocieron por azar las artistas Adriana Rostovsky y Nora Kimelman, creadoras y gestoras de este proyecto.

    Hace casi un siglo, cuando Punta Carretas era prácticamente un balneario, Raggio tenía su casa de veraneo al lado del taller de Zorrilla en la rambla y Tabaré. El argentino se dedicaba a los negocios inmobiliarios y a la actividad de la bolsa de valores, pero también era un gran filántropo que hizo importantes aportes a la educación y al arte en su país. Un día le propuso a Zorrilla construir una medianera entre sus casas, pero el escultor le dijo que no tenía dinero. Entonces Raggio le propuso hacerse cargo, pero a cambio le pidió que creara un busto de mármol con su rostro.

    Zorrilla accedió y Raggio fue su modelo. Pero cuando el artista le entregó la escultura Raggio la rechazó porque tenía una mancha en la nariz, que en realidad era un desperfecto del mármol. Fue tal la ofensa narcisista de Raggio y la herida narcisista del artista que los vecinos cortaron relaciones. Entonces Zorrilla llevó la escultura al Museo de Bellas Artes (hoy Museo Nacional de Artes Visuales, MNAV), del que fue director entre 1940 y 1961. La llamó Cabeza de hombre, aunque lleva el rostro de Raggio. La escultura, que aún pertenece al MNAV, es una de las que se expone en la muestra.

    “La idea de este proyecto surgió en Buenos Aires en 2019. Con Adriana estábamos exponiendo en la Fundación Rómulo Raggio, en Vicente López, invitadas por una artista argentina. En esa fundación hay una escultura en bronce de Raggio y al lado se cuenta la anécdota de lo que ocurrió con Zorrilla. Así la conocimos y así surgió nuestra idea de hacer un proyecto a partir de esa historia con artistas uruguayos y argentinos. Nos reunimos en el Malba con la artista que nos había invitado y empezamos a conversar sobre el proyecto, pero llegó la pandemia y no pudimos concretarlo de esa manera. Tuvimos que reformularlo”, explicó Kimelman a Búsqueda.

    La cabeza de bronce que se encuentra en la fundación nació a pedido del hijo de Raggio, quien se contactó con China Zorrilla, hija del escultor, para que se hiciera a partir del molde original. “Después nos encontramos con otra cabeza de Rómulo en yeso que pertenece al taller de Zorrilla”, agregó Kimelman para continuar con esta historia que atravesó generaciones y territorios y en la que las cabezas se continuaron reproduciendo.

    Siete y cuatro

    Para adaptar la anécdota a la muestra, Kimelman y Rostovsky decidieron convocar a siete artistas uruguayos y cuatro teóricos con el fin de traerla a la escena del siglo XXI. “Tratamos de que fuera un proyecto multidisciplinario, porque el límite material, que es la medianera, se desbordó y aparecieron nuevas historias. Entonces invitamos a Jacqueline Lacasa como curadora de arte contemporáneo, a María Eugenia Grau como historiadora, a Horacio Bernardo como filósofo y a William Rey como arquitecto especializado en patrimonio. Esta participación nos ayudó a que se desplegaran varios planos y que cada uno pudiera situarse en la anécdota y reeditarla con su particular interés”, comentó Rostovsky.

    Los artistas Federico Arnaud, Guadalupe Ayala, Pablo Conde, Alejandra González Soca, Lucía Pittaluga, Kimelman y Rostovsky, con sus obras de materiales muy diversos, incursionaron en varios temas que hacen referencia a las relaciones de poder, al valor de la obra de arte, a la representación, a las historias ocultas, a la presencia de la mujer y a los límites patrimoniales.

    Autorretrato desconocido se titula la escultura que Arnaud hizo de su propio rostro y de su propia cabeza. La idea nació de las reuniones por Zoom que mantuvieron los participantes de esta muestra. Arnaud pensó en cómo en esas videollamadas la gente puede mirarse a sí misma mientras mira a los demás. “Estamos frente a otro, pero el estanque de Narciso está siempre ahí. Eso cambia el modo en que nos miramos, cómo incluso gesticulamos frente a la pantalla”, escribió Bernardo en el folleto que acompaña la muestra. La obra de Arnaud se complementa con un video en el que aparece el artista trabajando en su taller.

    En lugar de la forma, González Soca optó por el sonido y grabó el proceso creativo del grupo, por eso su obra se llama Registro fiel. Las voces salen de una caja sonora que está encima de un pedestal.

    Por su parte, Ayala eligió representar el desacuerdo entre los vecinos y puso en equilibrio formas difíciles de equilibrar. En dos pilas fue acumulando una sobre otra piezas de distinto tamaño, peso y material: platitos, vasijas y lámparas dan la sensación de estar a punto de caerse. Su obra se titula Conflicto.

    En un video que muestra sus manos trabajando el barro de alfarero, Pittaluga anuncia su trabajo. Pero en realidad su verdadera obra, llamada Busto, se llevará a cabo a fines de enero en el jardín del museo. Al aire libre, la artista le enseñará al público cómo amasar el material y hacer retratos.

    La propuesta de Conde es misteriosa como su nombre, Vorstellung, además de sombría. El artista ubicó sobre un pedestal una cabeza muy pequeña de muñeca antigua y después la reprodujo en serie. Tras un vidrio opaco, se ve un escenario fantasmagórico, las cabecitas están sobre nichos de cementerio, aparecen estáticas, a veces no aparecen, en otras son los nichos los que están bloqueados. En un costado, una muñeca colgada le da un aspecto perturbador al conjunto.

    Mientras Marica tocaba el piano es el título de la obra de Kimelman. Ella eligió las telas para representar un costado poco conocido de la familia Zorrilla. “Quise trabajar con las mujeres, especialmente con las hijas del escultor. Él tuvo cinco hijas y en Internet solo encontré información de China y en segunda instancia de Guma como vestuarista. Primero iba a hacer un collage textil con la imagen de China y de Guma reiteradas. Pero gracias a Ramón Cuadra, escultor amigo de la familia Zorrilla, me puse en contacto con hijos e hijas de las tres hermanas de las cuales no conocía nada. De cada uno de ellos recibí anécdotas e imágenes, entonces reconstruí sus rostros con ese archivo familiar”, explicó la artista.

    Inés, la tercera hija de Zorrilla, era escultora, ganó algunos premios y se hizo cargo del taller durante un tiempo. Por su parte Marica, que aún vive, es pianista y solía amenizar las reuniones familiares. Ella le da nombre al collage. En el medio de todas ellas, aparece el rostro de Raggio, que la artista considera que fue invisibilizado como estas hermanas. La otra hermana, Teresa, era tejedora.

    “Nunca aprendí a coser ni bordar, es algo que sale espontáneamente. Estuve experimentando y tiñendo con cáscaras de cebolla, que produce un color rosa, y con tintas de las maderas que diluyo en agua, a veces mezclo un poco de acrílico. Aquí superpuse varias capas y dibujé rostros, algunos inventados porque no tenía la foto”. En una mesita pequeña, las caras de las cinco hermanas “florecen” en un ramo.

    Rostovsky es arquitecta, además de artista visual, y le gusta investigar en la relación entre el ser humano y los espacios. Para esta exposición, creó la obra Servidumbre recíproca, y se enfocó en el origen del conflicto: el límite material. “Tomé la medianera como metáfora y la desarmé para habilitar otras lecturas. En este caso, usé el código arquitectónico: la línea y el punto en diferentes formatos. Tomé la línea que divide dos planos y pensé en su fragilidad y potencia, en su capacidad de generar frontera y en su imposibilidad de generar el pasaje de un territorio a otro”, explicó la artista.

    Su obra, que construyó en torno al bow window de la sala, aprovecha los reflejos de la luz natural. “Con la puesta de sol los reflejos se acentúan y se multiplica la obra. Entonces el afuera y el adentro no se distinguen y hay sombras en movimiento en el centro. En un conflicto bastante importante lo lúdico adquiere otra dimensión”. Su obra se acompaña de un video con la artista y su obra en proceso en el que muestra las varias “capas” de este tema.

    Rostovsky recuerda que el conflicto de medianeras es bastante común entre vecinos que en general llegan a acuerdos. Por ejemplo, uno pone la mano de obra, otro paga el material. “Se apropian mutuamente de ese espacio que precisan las dos partes. En el caso de Zorrilla y Raggio se hizo bastante evidente el juego de poderes y el valor de la obra del artista”.

    Ahora las gestoras de este proyecto quieren llevarlo a Buenos Aires, donde surgió la idea, para que intervengan los artistas con quienes iban a trabajar. Sería interesante ver cómo interpretan este conflicto los vecinos del otro lado del río.