No deberían ser internas

No deberían ser internas

La columna de Andrés Danza

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Nº 2271 - 11 al 17 de Abril de 2024

El domingo 30 será el último día de junio. El invierno ya tendrá más de una semana de desplegado y las horas de luz serán escasas, un poco más de nueve en una de las jornadas más cortas del año. La Copa América, que se jugará en Estados Unidos, estará en su fase de grupos. Ese día jugarán México con Ecuador y Jamaica con Venezuela, aunque recién a las 21 horas. Al otro día lo hará Uruguay contra Estados Unidos. El viernes 28, 48 horas antes, habrán comenzado las vacaciones de invierno los niños y adolescentes de escuelas públicas y privadas de todo Uruguay.

Ese domingo, poco auspicioso para eventos masivos teniendo en cuenta la anterior descripción, será elegido el próximo presidente o la próxima presidenta de los uruguayos. Ni más ni menos. Porque es desde allí, de los votos que salgan esa noche de las urnas que estarán instaladas a lo largo y lo ancho de todo el país, que se develará quién tendrá posibilidades reales de cruzarse la banda presidencial en su pecho el próximo 1º de marzo.

Por eso no parece ser del todo correcto referirse a esa instancia electoral, prevista en la Constitución aprobada en 1996, como elecciones internas. No son internas, son primarias. Es allí donde se vota por primera vez a los que realmente estarán habilitados como para llegar hasta el fin de la carrera y lograr el premio mayor. Ese es el momento también en el que muchos otros van a quedar por el camino, sin ninguna posibilidad de acceder al principal cargo político del país. Así que, en definitiva, lo que se vota es a qué perfil de presidente se podrá elegir.

Y esa no parece ser una decisión exclusiva de las internas partidarias. Sin embargo, está previsto que así sea. Porque al no ser una instancia electoral obligatoria, los que más concurren a las urnas son los identificados con cada una de las colectividades políticas. Sin embargo, lo que resuelven es el menú para todos los que están obligados a votar en octubre y noviembre.

La politóloga Mariana Pomiés, directora de la empresa de opinión pública Cifra, analiza en una columna publicada a fines de marzo por Montevideo Portal la posible votación del próximo 30 de junio y se refiere a lo que ha ocurrido en las anteriores elecciones internas. Basada en un dato del Latinobarómetro, Pomiés informa que alrededor de la mitad de los uruguayos se siente identificado con algún partido político, porcentaje que ha disminuido en las últimas décadas. Pero ni siquiera toda esa mitad con la camiseta partidaria puesta participa, ya que en las internas de 2019 votó alrededor del 40% del electorado contra el 53% que lo había hecho dos décadas antes. La conclusión: cada vez menos personas se identifican partidariamente y cada vez hay menos votantes en las instancias en las que se eligen los candidatos únicos de todos los partidos. Un dato muy significativo y un error estratégico fácilmente demostrable deteniéndose solo, como ejemplo, en los dos partidos con chances reales de ganar las próximas elecciones nacionales.

Según todas las últimas encuestas, el Frente Amplio cuenta con dos precandidatos que pueden llegar a ser presidentes y el Partido Nacional con uno con más chances, aunque también hay otra postulante bastante despegada de los que la siguen. En el caso de la oposición, los posibles futuros mandatarios son Yamandú Orsi y Carolina Cosse, mientras que en el oficialismo Álvaro Delgado cuenta con una amplia ventaja y Laura Raffo se ha consolidado en el segundo lugar. Y todos ellos son muy distintos entre sí, lo que prueba que la decisión presidencial comienza en junio y no en octubre.

Orsi, único de los cuatro nacido en el interior uruguayo, cuenta en su carta de presentación con dos períodos como intendente de Canelones y una década más como secretario general de esa comuna. Su experiencia es ejecutiva pero no parlamentaria. Sin embargo, es visto por muchos líderes de opinión de distintos ámbitos como alguien muy dialoguista y negociador, pero con falta de firmeza y de decisión en cuestiones importantes y con una actitud a veces demasiado “tibia” y de asamblea.

Cosse tiene su principal experiencia en cargos ejecutivos, como la Intendencia de Montevideo, el Ministerio de Industria y Antel, aunque también tuvo un pasaje por el Parlamento como senadora y tiene un vínculo histórico con el mundo académico y la Universidad de la República. Es vista como una persona que sabe mandar, que no tiene ningún problema en tomar decisiones tajantes y que le gusta concretar sus ideas y favorecer a los emprendedores. Pero a su vez es considerada por varios como excesivamente autoritaria y personalista y tiene algunas resistencias incluso en la interna del Frente Amplio por su forma de ejercer el poder. Su alianza con el Partido Comunista y con lo más ortodoxo de la izquierda también es puesto en cuestión.

Delgado tiene en su haber tanto experiencia ejecutiva como legislativa. De hecho, su carrera política se inició en el Parlamento y fue por muchos años jefe de bancada, diputado y senador. Pero durante el último gobierno su lugar fue la Secretaría de Presidencia y desde allí su rol fue articular. Su imagen es la de alguien muy dialoguista pero también con cierta tibieza en temas trascendentes. Su figura está más asociada al viejo caudillismo y la política más tradicional como consecuencia de la estructura que lo respalda y lo impulsa, en especial en el interior uruguayo.

Raffo realizó la mayoría de su carrera en el ámbito privado. Ha ocupado distintos cargos ejecutivos en varias empresas y emprendimientos privados, pero no tiene experiencia ni de gobierno ni parlamentaria en la actividad pública. Es vista por muchos como una mujer muy emprendedora y ejecutiva, aunque ingresando a un mundo que a veces le es ajeno y con dificultades para ser masiva a escala popular. Su capacidad de comunicación es uno de sus fuertes y también su planificación y concreción de proyectos, pero su rival interno cuenta con una estructura mucho más extendida y con una experiencia política más prolongada.

Aquello tan histórico y arraigado en Uruguay de doctores y caudillos, de Montevideo e interior, de estructura y liderazgo y tantas otras dicotómicas y diferencias repetidas parece estar en juego en las próximas elecciones internas. Por eso, suena a sinsentido que unas no sean obligatorias y sí las otras. Hasta por una cuestión de coherencia, como planteaba el politólogo Ignacio Zuasnabar en una entrevista con Búsqueda publicada a principios de este año.

O todas o ninguna, porque la elección del presidente comienza desde la primera instancia electoral. No votar debería ser una opción, pero nunca a medias. Esto dicho por alguien que cree que debe existir la libertad de no elegir y que ni siquiera va a votar el 30 de junio.