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    Oppenheimer: la genialidad que impacta

    Se exhibe en cines la última película de Christopher Nolan

    Genial o no, una persona se compone de sus aciertos y arrepentimientos. Oppenheimer, la última película del cineasta Christopher Nolan, nos enfrenta al padre de la bomba atómica, J. Robert Oppenheimer, en una biografía dramática que evita los clichés del género cinematográfico para construir una épica científica en torno a la genialidad del físico teórico estadounidense y su rol en la invención responsable de los mayores horrores del siglo XX. La película se divide en tres facetas de la vida de Oppenheimer (la academia, el trabajo y la política), y compone un personaje que experimenta sentimientos similares a los del joven Victor Frankenstein al enfrentarse a su propia criatura: una admiración que no demorará en devenir en remordimiento.

    La culpa en Oppenheimer, quien lideró el proyecto Manhattan encargado de crear las dos bombas que Estados Unidos arrojó en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en 1945, es evidente en los ojos de Cillian Murphy, el actor encargado de personificarlo a lo largo de las varias décadas que la película recorre. El irlandés, célebre por su papel protagónico en la serie criminal Peaky Blinders, logra una transformación asombrosa, a tal punto que olvidamos sus ojos penetrantes y su rostro tallado en piedra para dar paso a la soberbia contagiosa de un hombre que compartió salones, simposios y oficinas con las mentes más brillantes de su campo. Oppenheimer es también un desfile de físicos celebrados, y la elección de Albert Einstein como el contrapunto emocional no es casual. Einstein, presentado aquí en su ocaso, transmite la emoción que Oppenheimer inicialmente no puede: la labor de ambos ha cambiado al mundo, y no precisamente para mejor. Nolan, quien quizás cargue con la responsabilidad de haber convertido el cine de superhéroes en el espectáculo definitivo de la última década gracias al éxito comercial y crítico de El caballero de la noche, establece que un artista trasciende su obra, pero jamás puede desprenderse del todo de ella.

    En lugar de abandonar los recursos más identitarios de su obra, el director redobla la apuesta. Sus películas ahora parecen expandirse en escala y encontrar un mayor atractivo al no sumergirse en el espacio o en los sueños. Su dominio en la manipulación del tiempo, como se ve en una narración no lineal que va y viene en la vida de Oppenheimer, junto con una energía potenciada por el montaje y la música incesante, crea una tensión in crescendo desde el inicio de la historia hasta el estallido de la primera prueba de la bomba atómica. Esta habilidad, vista anteriormente en Dunkerque, convierte a la película en una experiencia memorable.

    Desde Memento en adelante, el cine de Nolan se ha caracterizado por sorprendentes trucos narrativos. Incluso en una de sus películas infravaloradas, El gran truco, ya anticipaba una memorable vuelta de tuerca en su título. Oppenheimer tiene, en el corazón de la película, su propia secuencia fenomenal: la prueba Trinity. Este primer ensayo nuclear realizado por los Estados Unidos el 16 de julio de 1945 en el desierto de Nuevo México marcó el inicio de la era nuclear y reafirma, aquí, uno de los principios fundamentales del director: todo lo que se ve en pantalla se siente real. Si se ve como fuego, es porque quema.

    La explosión durante las proyecciones cautiva y acalla la sala, magnificando las impresionantes interpretaciones del elenco seleccionado por Nolan. Murphy transmite desazón en cada escena, y crea pura química con sus compañeros. Robert Downey Jr., en papel antagonista, se libera de su era Marvel para una nueva y bienvenida etapa en su carrera. Emily Blunt, como Kitty, destaca a pesar de un guion que no la favorece. En el elenco secundario, sobra talento con el inesperado regreso de Josh Hartnett como Ernest Lawrence, Benny Safdie como el altanero Edward Teller y David Krumholtz como el bonachón Isidor Rabi, mano derecha de Oppenheimer.

    La película se vive con la grandilocuencia con la que el cineasta trata a su obra y a su propia figura. Creó una experiencia inmersiva que cautiva desde el primer instante y el resultado se siente al abandonar la sala. Es una película que invita a experimentarla en toda su magnitud. La complejidad de una figura como la de Oppenheimer no deja respuestas, ni certeras ni inmediatas, pero sí una confirmación: Nolan dio con la fórmula de un cine explosivo del que es imposible apartar la mirada.

    Vida Cultural
    2023-07-26T23:26:00