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    No es broma

    Montevideo, 26 de noviembre de 2050. (De nuestras agencias). Diversos medios de prensa informan hoy que el ministro del Interior, Braulio Martínez Larrañaga (sobrino nieto del recordado Guapo, Jorge Larrañaga, ministro del Interior de 2020 a 2024) volvió a insistir en la interna policial que deben extremarse las medidas para dar con el paradero del líder de la mafia calabresa, fugado del edificio de la Cárcel Central de Montevideo el 24 de junio del año 2019, así como detectar las causas de la espectacular fuga, que siguen aún en tinieblas.

    El jerarca policial declaró a la prensa que “mi tío abuelo Jorge puso en movimiento este operativo, que ya lleva 30 años, y yo me he propuesto culminarlo, porque es una afrenta para el país y para el Instituto Policial que todo este mamarracho siga aún sin aclararse. Les adelanto que insistiremos en los interrogatorios a los involucrados o a sus descendientes, porque este papelón del Bicho Bonomi debe tener fin algún día”. (N. del R. El jerarca se refería a quien era ministro del Interior cuando se produjo la fuga del delincuente italiano, Eduardo Bonomi, a quien llamaban el Bicho, pero a quien sus compañeros frentistas rebautizaron años más tarde como el Cervantes Progresista, tras el éxito de su novela Código 79, publicada en el año 2020, con la que obtuvo el Premio Nobel de Literatura en el año 2021).

    Como nuestros lectores recuerdan, el mafioso italiano Rocco Morabito, que estaba preso en la Cárcel Central a la espera de su extradición a Italia, había vivido una vida paralela de lujo y anonimato en Punta de Este, bajo una personalidad inventada, y cayó preso no porque lo encontrara la policía (Interpol y la Policía uruguaya lo buscaban desde hacía décadas), sino porque se peleó con su mujer y se fue de su casa, y ella lo denunció, brindando los detalles de su ubicación clandestina.

    Rocco Morabito huyó de la prisión escapando por las azoteas, saliendo por una claraboya, entrando en un apartamento vecino, donde despertó a una venerable e inocente anciana que le franqueó la salida del edificio, tomándose un taxi en la calle San José y desapareciendo de la faz de la tierra. La cárcel estaba (razonablemente) llena de cámaras, pero justo ese día estaban desconectadas porque “se había caído el sistema y estaba en reparaciones”. Asimismo, estaban “desconectados” todos los policías destinados a vigilar el orden interno del establecimiento, pero ninguno recuerda haber visto nada significativo aquella noche.

    Ayer declaró ante la junta investigativa creada por el ministerio del Interior el joven Lisandro Toysinme Moria, nieto del sargento Reginaldo Melopa Garon, quien se encontraba en junio del 2019 a cargo de la supervisión de la Cárcel Central.

    —Mi abuelo me contaba que él justo había ido al baño, porque estaba con descompostura, y que, cuando salió se encontró con terrible alboroto, todos corrían de un lado para otro y decían: “¡Se fugó el tano, se fugó!”, y se acusaban los unos a los otros, y también me decía que él estaba seguro de que no le habían abierto la celda, aunque desconfiaba del subcomisario Tito Quecoy Mero, que era un compañero de él que tenía muy mala fama, decían que agarraba plata por favores, pero yo no lo sé ciertamente. Y más no le podría agregar, porque estos son recuerdos de mi niñez, y el tiempo pasa y uno se olvida de las cosas.

    Por su parte, ayer mismo también se le tomaron declaraciones a la Lic. en Criminología Forense Laura Denocre Erlo, sobrina nieta del subcomisario Isidoro Eldespis Tado, quien estaba a cargo en la noche de la fuga del sistema de circulación interna y vigilancia perimetral del edificio carcelario.

    —Mi tío abuelo me contaba cosas de su vida policial, él era un enamorado de su profesión, al punto que yo seguí esta carrera en Criminología inspirado por sus relatos, que eran muy interesantes. Del caso este del italiano, él decía que era un asunto inverosímil, porque teóricamente el detenido no podría haberse fugado nunca, y hasta que se murió, él seguía afirmando que el delincuente sin duda debió haber recibido algún tipo de ayuda exterior, porque la policía es intachable, y no es creíble pensar que alguien de adentro pueda haber participado de la misteriosa fuga. Yo misma estudié mucho el caso, y hasta presenté una ponencia en un congreso de Criminología Forense hace unos años, describiendo los detalles del caso, pero no me lo aceptaron para ser leído en el encuentro porque los organizadores me dijeron que mejor lo presentara en un concurso de cuentos de ciencia ficción, lo que me frustró mucho en mi vida profesional.

    La semana pasada también se había presentado espontáneamente a declarar el joven Florencio Elve Cino, nieto de la propietaria del apartamento ubicado en el edificio contiguo a la Cárcel Central, en el cual Rocco Morabito y sus tres secuaces en la fuga (que fueron detenidos a las 48 horas de la evasión) irrumpieron tras fugar por las azoteas.

    —Mi abuela dormía cuando le golpearon la ventana del dormitorio, al principio ella se asustó, pero cuando vio que le hablaban en italiano sintió confianza y les abrió a los cuatro muchachos que estaban en el balcón. Deben andar perdidos, pensó ella, y no saben por dónde salir a la calle, y entonces les abrió, los dejó entrar, les sirvió café calentito, porque era pleno invierno, y ellos después bajaron por el ascensor, salieron a la calle y se perdieron de vista. Mi abuela siempre decía que el italiano era un señor muy educado y correcto, y que no tenía quejas del trato recibido. El señor italiano le dejó un regalito en un sobre, mi abuela nunca quiso revelar qué había dentro del sobre, pero siempre decía que el señor italiano le había pedido que no hablara con nadie hasta el día siguiente, que se fuera a dormir de nuevo y que disculpara por haberla molestado. Más que eso no le puedo contar, porque no sé.

    Sin duda que, con estas sustantivas revelaciones y estos importantes datos, el caso se debe estar por resolver de un momento a otro.