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    Tarariras, un lugar para la ficción

    Juan Manuel Bertón es el uruguayo ganador del Mundial de Escritura organizado en Argentina

    Al hotel llega un hombre con la intención de morirse. Es un forastero en Tarariras y, obviamente, despierta desconfianza y habladurías. Una señora en el almacén dice que es “un muerto que no se ha morido”, entonces, a falta de nombre, comienzan a llamarlo así: el Morido. “A mí me dijo que se quería morir en un lugar que no le recordase a nada. Se quería morir en un lugar que no lo fuera”, dice un adolescente que es el narrador de Malas muertes, un cuento de Juan Manuel Bertón (Montevideo, 1979), ganador del 6° Mundial de Escritura organizado en Argentina.

    Este mundial es hijo de la pandemia. Se implementó en 2020 y continuó en 2021, pero la idea surgió siete años atrás, en el taller de escritura del escritor y editor argentino Santiago Llach. Un día decidieron que cada integrante escribiera 3.000 caracteres por día y compartiera su texto en un archivo. Ese fue el germen del Mundial de Escritura.

    Luciana Cáncer participó en esa experiencia del taller de Llach a la que llamaron Championnat. Hoy ella integra el numeroso equipo que organiza el mundial como productora. “Cuando surgió la pandemia en marzo de 2020 ampliamos la propuesta y nunca esperamos la repercusión que tuvo. En la primera edición se anotaron más de 15.000 personas de 37 países”, le explica a Búsqueda desde Buenos Aires. Entonces hicieron dos ediciones más ese año, la ampliaron también para niños y para poesía y siguieron hacia el 2021. En total han participado unas 60.000 personas. “Lo que escribieron los niños fue hermoso, muy creativo. Se han leído y publicado sus textos en algunas escuelas. Uno planta una semillita y llega a lugares inesperados”, dice Luciana.

    El mundial tiene sus reglas muy precisas. Los participantes se tienen que inscribir con un equipo o en forma individual, pero el funcionamiento es grupal. La participación es gratuita y el premio no es monetario. Los ganadores reciben libros o lugares en talleres de escritura.

    Durante un plazo, que puede ser de una semana o 13 días, cada inscripto tiene que escribir un texto diario de 3.000 caracteres a partir de una consigna y subirlo a una plataforma. Los miembros del grupo se leen entre ellos y votan cuál es el mejor relato. Al autor se le da tiempo para que lo corrija y ese será el cuento que siga en competencia y llegue al jurado, que recibe unos 10 textos finalistas. A través de un sistema de puntajes, se otorgan premios a los equipos ganadores y a los participantes individuales.

    Llach ha sido muy hábil en conseguir escritores de peso y prestigio para integrar el jurado internacional. Entre otros, han participado Javier Cercas, Mariana Enríquez, Beatriz Sarlo, Irvine Welsh o Tess Gallagher. A los jurados de otras lenguas se les entregan los trabajos traducidos y, si bien reciben una remuneración, aceptan integrarlo no tanto por el dinero como por lo atractivo de la propuesta. En esta sexta edición, el jurado estuvo integrado por el estadounidense Peter Orner, la brasileña Verónica Stigger y el uruguayo Dani Umpi.

    La organización requiere un trabajo constante de todo el año. El mundial recibe un apoyo mínimo de la Ciudad de Buenos Aires por la Ley de Mecenazgo y hay aportes voluntarios de la comunidad.

    Quienes quieran participar deben estar atentos porque se está pensando lanzar la próxima edición en marzo de 2022. Las reglas y toda la información puede consultarse en: mundialdeescritura.com

    Tarariras literaria

    Juan Manuel Bertón nació en Montevideo, pero se crio en Tarariras y allí permaneció hasta que ingresó a la Facultad de Sociología. Desde entonces vive en Montevideo, pero regresa de continuo a su pueblo porque allí viven sus padres y familiares. Además, ese es su lugar literario. “Desde que empecé a escribir, el centro siempre fue Tarariras. El nombre tiene cierto atractivo, siempre me lo hicieron notar. También tiene algo de Macondo”, cuenta en entrevista con Búsqueda.

    Bertón es sociólogo y ha trabajado en investigación social aplicada. Durante ocho años integró la encuestadora Equipos Mori y actualmente trabaja en Agesic (Agencia de Gobierno Electrónico), donde investiga el vínculo entre la gente y la tecnología, entre otras ocupaciones.

    Siempre fue un gran lector y le gustaba hojear los libros que vendía su padre en una librería de Tarariras. “En realidad era una papelería con una góndola de libros, así son muchas librerías en el interior. En Tarariras pasé muchos años de mi vida en la biblioteca. Me quedaba unas cuatro horas hablando con el bibliotecario. Era un buen lector de niño y adolescente, ahora no soy tan metódico”, dice.

    Los escritores que lo motivaron a escribir fueron Julio Cortázar, Felisberto Hernández y Franz Kafka. “Son escritores que te dan ganas de tirarte al agua. Descubrí a Felisberto a los 35 años, leyendo lo que escribió Cortázar de él. Entonces me decidí a leerlo y me sorprendió no conocerlo antes”.

    Casi con el descubrimiento de Felisberto, le llegó la escritura o, por lo menos, lo que identifica como su primer relato sobre un tema real. “Empecé a escribir a partir de un hecho fortuito. En una comida en Tarariras un tipo se atoró y casi se nos muere. Por suerte la emergencia llegó a tiempo y se salvó, pero yo estuve dos días con esas imágenes en la cabeza. Un día decidí escribir lo que había pasado y me gustó eso de darle sentido a lo que había visto. Después escribí siete relatos más de ficción y los presenté a un concurso en Casa de los Escritores. Gané el primer premio con ese conjunto de cuentos que tenían el título Siete relatos falsos y un hombre atorado. Nunca llegaron a imprimirse, pero fue mi comienzo”. Después vino otro concurso de la Casa Quiroga en Salto y otro primer premio con los cuentos breves reunidos bajo el título Yo una vez tuve una familia de demonios, que esta vez sí llegaron al libro publicado.

    Es la primera vez que Bertón participa del Mundial de Escritura. Llegó a inscribirse por recomendación de un grupo de amigos con el que se reúne a escribir y compartir actividades literarias. “Tenía temor de que la consigna me limitara un poco y de no tener tiempo de escribir todos los días. Pero no se me hizo nada pesado, la gimnasia de escritura del mundial es buena y las consignas son abiertas, no condicionan del todo. Pude escribir seis textos en seis días y no sé si alguna vez había escrito tanto en tan poco tiempo. En algún momento empieza a salir algo tuyo, te podés encontrar en eso que escribiste más allá de lo que te piden. Creo que lo pude lograr y me quedé con textos que significan algo más que el ejercicio para este mundial”.

    Ahora se siente un poco extraño por la exposición en los medios de prensa, sobre todo argentinos. “Parece que hubiera ganado el Gordo de Fin de Año”, dice. También ha recibido mensajes de personas de varios países que le piden su libro publicado. “Eso es muy lindo, pero la verdad que me sobrepasó un poco”.

    Malas muertes, su cuento ganador, transmite la quietud y el clima de Tarariras, un pueblo en el que viven unas 6.000 personas. Es un relato sobrio, con su cuota de extrañeza, intriga y sorpresa final. Todo lo que debe de tener un buen cuento. “Lo único real es el hotel al que el hombre va a morir y el banco de hormigón en el que se sienta a esperar. En general parto de una idea con algún elemento fantástico o extraño y lo real aparece en los bordes. Pero esto no es una decisión, es algo que me surge, es muy visceral. La consigna para este relato era escribir sobre “no lugares”, un concepto antropológico que se refiere a esos lugares de los que la gente no se apropia, como los shoppings, los aeropuertos, las cadenas de comida rápida, que son iguales acá o en la India porque no están atravesados por la cultura del lugar. Así llegué al hotel en Tarariras que al tipo que quiere morir no le recuerda nada. Es un no lugar”, dice el autor.

    En Tarariras el cuento circuló y tuvo muy buena repercusión. Enseguida le empezaron a llegar a Bertón fotos del hotel. “Surgieron las virtudes y los defectos de un pueblo chico. Esa cohesión de estar en un lugar en el que todos nos conocemos”. Bertón busca en su celular y muestra la foto del hotel. Es una casa antigua con habitaciones una al lado de la otra. “En Tarariras es un hotel, visto de afuera es una pensión”, dice y se ríe.

    Ahora está preparando un nuevo libro de cuentos, también en su mayoría ambientados en Tarariras. Él no sabe por qué no puede salir literariamente de su pueblo y cree que es por el narrador, casi siempre un adolescente de unos 12 o 13 años que mira el mundo con cierta ingenuidad. “No puedo dejar de pensar que soy yo mismo a esa edad en Tarariras. Pero yo escribo con mucha libertad y cuando me siento a escribir no pienso demasiado. A veces lo leo y me pregunto: ‘¿qué es esto?’. En algunos temas me repito y no sé de dónde salen. Siempre pienso que hay algo por desentrañar que no sé qué es, no lo tengo resuelto”.