Un mundo de fantasía

Un mundo de fantasía

La columna de Andrés Danza

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Nº 2275 - 9 al 15 de Mayo de 2024

Fue en mayo de 2003. A menos de un año de la mayor crisis económica que sufrió Uruguay en un siglo. Todavía estaba todo roto, hecho pedazos, aunque la reconstrucción se había iniciado. Entonces, al Foro Batllista, el grupo liderado en ese momento por el expresidente Julio Sanguinetti, se le ocurrió una idea brillante: juntar una mañana en la Casa del Partido Colorado a tres referentes económicos de los diferentes partidos mayoritarios y hacerlos intercambiar sobre sus ideas principales. Fue así que los exministros de Economía Ignacio De Posadas (Partido Nacional) y Luis Mosca (Partido Colorado) y el entonces senador del Encuentro Progresista Danilo Astori se ubicaron por primera vez juntos detrás de una misma mesa, ante un auditorio integrado mayoritariamente por dirigentes políticos, para hablar de una realidad que todavía llenaba de nubes negras el cielo, aunque también mostraba los primeros signos de mejoría en el horizonte.

Las coincidencias fueron evidentes. Trataron varios temas y en algunos, muy puntuales, tuvieron diferencias y hasta se generaron contrapuntos. Pero fueron momentos fugaces. En los asuntos de fondo hubo apenas matices que no opacaban las concordancias. “Es que en economía las cosas son como son: dos más dos son cuatro”, dijo uno de ellos y los otros dos asintieron con la cabeza.

No fue un episodio menor. Fue el triunfo definitivo de la realidad en una parte mayoritaria del espectro político uruguayo. Mosca y De Posadas ya tenían muy claro que desde la responsabilidad del gobierno no hay espacio para la fantasía si se pretende sobrevivir, pero Astori no había tenido que asumir ese cambio de paradigma imprescindible para pasar con éxito al otro lado del mostrador. Sin embargo, ese día dejó de manifiesto que tenía muy claro que las locuras o las improvisaciones económicas desde el poder solo pueden llevar a la debacle.

Dos años después Astori fue elegido por el entonces candidato presidencial Tabaré Vázquez como ministro de Economía para un eventual gobierno del Frente Amplio. El anuncio lo hicieron los dos durante una visita a Washington, en las puertas del Fondo Monetario Internacional, a unos meses de las elecciones. La historia posterior es conocida. Vázquez ganó las elecciones en primera vuelta, Astori fue su ministro prácticamente durante todo el período, después fue vicepresidente de José Mujica y luego repitió con Vázquez en el tercer gobierno frenteamplista, también como ministro de Economía. Pudo comprobar directamente desde el Poder Ejecutivo que dos más dos son cuatro.

Los gobiernos del Frente Amplio promovieron y concretaron algunos cambios en el sistema de salud, en la asistencia social y una reforma impositiva, por poner algunos ejemplos, pero los grandes lineamientos en la macroeconomía permanecieron incambiados. Evidencias al respecto sobran. Para poner las más emblemáticas se puede recurrir a los beneficios otorgados a la inversión privada, como ocurrió con el sector forestal, y al mantenimiento del sistema previsional de ahorro individual, las AFAP, algo cuestionado por parte de la izquierda pero que no solo se mantuvo sino que creció de forma exponencial.

La realidad y la responsabilidad se terminaron imponiendo. Esa es una lectura obvia y evidente. Cuando se llega a tener la capacidad de decisión, el margen se acorta, y lo que antes parecía que podía sumar 10 o 20 no logra separarse del dos más dos son cuatro. Claro que la fantasía es mucho más atractiva y logra seducir a unos cuantos desinformados o irresponsables pero no es viable. Adoptarla es el principio del fin, como ocurrió con algunos países de la región y del mundo.

Este año volvió a avanzar en algunos sectores el mundo de fantasía. Estamos en período electoral y ese es un escenario muy propicio para promesas que luego son muy difíciles de concretar. Las hay de distinto tipo y grado. Algunas de ellas tienen cierto asidero con la realidad y otras se lanzan al aire como si fueran globos inflados con helio. Cuáles son los postulantes que las promueven y qué hacen con ellas los demás, en especial los que tienen serias posibilidades de ganar las elecciones, es lo que hace la diferencia.

El ejemplo actual más significativo es la reforma constitucional propuesta sobre cambios en el sistema previsional promovida por el PIT-CNT y los partidos Socialista y Comunista.

Más allá de tecnicismos, que los hay y son muy importantes, lo que mucha gente cree es que con esos cambios, que fueron apoyados por más de 400.000 firmas, se va a poder jubilar a los 60 en lugar de a los 65 años y que la gran masa de dinero con la que cuentan las AFAP ahora será repartida entre los sectores más desfavorecidos. Ese es el mundo de fantasía que se ha ido expandiendo. Es comprensible, es muy atractivo y en especial para los que solo se quedan con los eslóganes o para aquellos que necesitan soluciones urgentes para sus problemas económicos.

El discurso utilizado para defender esta reforma constitucional ha sido muy bueno en ese sentido, pero no tiene demasiado contenido ni fundamentos. De hecho, son muy pocos los economistas o los analistas políticos más formados que se han prestado para justificar algo que parece como un salto al vacío, al menos desde el punto de vista del financiamiento y también de dejar en la Constitución de la República reglas tan rígidas.

Los que sí se han manifestado claramente en contra, lo que es lógico y explica las diferencias entre el mundo de la realidad y el de la fantasía, son los postulantes que tienen posibilidades ciertas de ganar las próximas elecciones, con la única excepción de la frenteamplista Carolina Cosse, que se ha mostrado en una posición bastante indefinida.

El favorito del oficialismo, el blanco Álvaro Delgado, así como su principal competidora, Laura Raffo, y el mejor posicionado por las encuestas en la oposición, el frenteamplista Yamandú Orsi, están muy firmes en contra de la reforma propuesta. Con matices, por supuesto, porque cada cual representa a distintos sectores de la población, pero han sostenido claramente que no la acompañan ni la comparten. Cosse firmó y ahora dijo que va a esperar un tiempo para resolver qué actitud tomar frente al plebiscito.

La sensación que queda es que lo que va a esperar es a que pasen las elecciones internas pero que será muy difícil que apoye los cambios si gana esa instancia y se acerca a la presidencia de la República. Es una impresión pero que tiene como respaldo la historia reciente uruguaya. Cuanto más cerca está un postulante de la presidencia, más mide sus promesas y trata de controlar eventuales desbordes económicos. Por aquello de que en economía dos más dos son cuatro y que esa suma es la que buscan tener como certeza los que terminan definiendo las elecciones. Al menos así fue hasta ahora. Y esperemos que así siga siendo.