Una idea para un Alberto

Una idea para un Alberto

La columna de Facundo Ponce de León

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Nº 2150 - 25 de Noviembre al 1 de Diciembre de 2021

El próximo sábado se estiman 70.000 personas en el Estadio Centenario durante la final de la Copa Libertadores. Parece mucho, pero es poco si recordamos que a pocos metros de allí, en el Obelisco, también un 27 de noviembre pero de 1983, se congregaron entre 400.000 y 450.000 personas para recuperar la democracia. Fue el acto político más grande de la historia de Uruguay. Más allá del recuerdo histórico, siempre valioso, ¿cómo se organizó aquel acto?, ¿qué vigencia tiene?, ¿es posible que hoy se repita una convocatoria tan amplia? Creo que sí es posible, pero empecemos por el pasado.

Hay seis anécdotas concatenadas que son maravillosas para visualizar el contexto de 1983. La primera es imaginar aquella noche en la casa de Juan Pivel Devoto, donde solían reunirse Gonzalo Aguirre, Julio María Sanguinetti, Enrique Tarigo, Carlos Julio Pereyra, Fernando Oliú, y Jorge Batlle. Fue este último que en un momento dijo: “Hagamos un acto que convoque a todos los partidos y que marque el inicio de la vuelta a las elecciones democráticas”. Ese momento de “eureka” debe haber sido mágico. Sanguinetti, último testigo viviente de aquellos encuentros, me contaba lo que pasó en los días siguientes. “Salimos esa noche de lo de Pivel con dos ideas claras: uno, había que invitar al Frente Amplio y, segundo, había que solicitar rápido la autorización en la Policía. A los pocos días la llevó personalmente a la seccional el Oso Aguirre. Demoró en llegar la repuesta. Recuerdo que llamó el coronel Varela a decir que nos concedían el permiso”.

Segunda anécdota: otra vez un domingo de noche en la casa de Pivel Devoto. Faltaba una semana para el acto. Esta vez era el grupo ampliado, y había políticos y miembros de todos los partidos. Según le reveló Gonzalo Aguirre a Emiliano Cotelo en una tertulia de En Perspectiva en 2003, sucedió lo siguiente: “Allí estábamos todos y Pivel me había dicho unos días antes: ‘Usted redacte’, porque el que redacta decide o resuelve. Había que llevar un texto. Tarigo por su lado había hecho otro, cosa que ignorábamos, entonces cuando se dijo cuál iba a ser el texto de la proclama Tarigo dijo que él había preparado un proyecto sujeto a revisión y lo leyó. Estaba muy bien, el doctor Tarigo redactaba muy bien. Yo no quise decir nada porque parecía que iba a hacerle competencia; cuando Pivel dijo: ‘No, pero también el doctor Aguirre, a mi pedido, redactó otro texto’. Yo lo leí.”

Tercera anécdota: Termina de leer el texto Aguirre y la primera persona que habla es José Pedro Cardoso del Partido Socialista, quien celebró y dijo: “Solo faltan los aplausos”. Enseguida apuntó Tarigo: “Sí, la verdad es que tiene más tono de proclama, es más enfático, convoca más a la emoción”. Aguirre respondió: “Lo que pasa que en su texto hay conceptos que faltan en el mío, que están muy bien, ¿por qué no los ensamblamos?”. Entonces se dedicaron en los días siguientes a armar una única proclama.

Cuarta anécdota: Se había formado una comisión que organizaba el evento: ¿quiénes iban al estrado? ¿En qué orden se sentaban? ¿Cómo hacer para que los proscritos estén de alguna manera presentes? ¿Cómo convocar a la gente para que vaya sin banderas partidarias? Pero sobre todo, ¿quién va a hablar?, ¿cómo elegir al portavoz de todos los partidos políticos? Parece que fue Pivel quien dijo: el actor Alberto Candeau. Unanimidad. Todos entusiasmados. El texto inolvidable de la proclama tendría una voz inolvidable.

Quinta anécdota: Se confirma la fecha y fotógrafos de todos los medios de prensa empiezan a ver de dónde retratar el evento. Resulta que el edificio que hace esquina entre 18 y Bulevar Artigas, justo frente al Obelisco, parece el punto ideal. Más de 40 fotógrafos se interesan en estar allí el 27 de noviembre en la tarde. Son demasiados. Días antes, asamblea de copropietarios del edificio. Se vota y se resuelve que no entraba ningún fotógrafo salvo que pague. (Un mínimo acto democrático días antes del inolvidable acto democrático.) Resulta que el último piso era de unos conocidos de la familia del fotógrafo Pepe Plá. Sorteando los asuntos de la copropiedad, se fue el domingo a la terraza, y retrató esa foto histórica que Antonio Dabezíes tituló para el semanario Aquí: “Río de libertad”.

Sexta anécdota: Pepe Plá cuenta que al momento que sale a la terraza, se encuentra para su sorpresa con varios policías y jerarcas, incluso con máquinas fotográficas y teleobjetivos. Estaban controlando que nada se fuera de cauce. Había mucha gente, mucho riesgo, mucha tensión contenida. Los policías dejaron a Plá hacer su trabajo y retratar el río, que probablemente ellos también estaban retratando desde sus cámaras.

Habrá adivinado el lector que hay anécdotas que parecen una, pero yo las divido en dos o tres partes. La razón es advertir la cantidad de veces que se ve un país zurcidor, un Uruguay que se hace fuerte en la diferencia, la pluralidad y el consenso. Cada una de las seis anécdotas revela diferencias que lograron complementarse. Si tengo que elegir una es la de Tarigo-Aguirre-Cardoso. Todo está ahí.

El domingo 14 de noviembre en su columna del diario El País, Juan Martín Posadas reflexionaba sobre el acto del Obelisco como un hecho del “Uruguay auténtico”, que es aquel que construye desde la inclusión y no desde la exclusión. A diferencia de Argentina, que solo concibe la construcción excluyendo, hay una tradición uruguaya que incluye y que tiene en el acto del 27 de noviembre de 1983 su máxima y mejor expresión.

Entonces: ¿podemos pensar para el mundo de hoy un acto así de inclusivo? Creo que sí. No estamos saliendo de una dictadura, pero estamos saliendo de una pandemia, que también fue un enemigo común, con todos los matices que se quiera. Podría pensarse en un acto para celebrar que el país sorteó bien la crisis. Podría subrayarse todo lo que nos unió para así minimizar las rispideces. Habría que pedir a todo el sistema político que se concentre en esa acción simbólica general, y no en las minoridades de los costos inmediatos.

Está lleno de dificultades. Quizás la más seria es la que me confesaba hace semanas un legislador oficialista, reconociendo que con un legislador de la oposición suelen comentarse que son más centrados (sic) de lo que publican en sus propias redes. Es una confesión desconcertante: políticos que abonan una polarización en la que no creen. ¿Imaginan si había redes sociales en la casa de Pivel, donde se fraguó el acto? Quizás Aguirre tuiteaba que Tarigo ya tenía texto, pero que también él lo tenía y Cardoso replicaba que los socialistas podrían escribir su parte... Chau democracia.

Si sorteamos ese peligro hoy, podemos pensar en un acto de convocatoria de todas las fuerzas políticas para celebrar el día que se termine la emergencia sanitaria. Es una idea nomás. Hay que pensar un Alberto Candeau para leerla. Sería bueno mantener la tradición de que sea un artista, y que la lea al pie de los Constituyentes de 1930, donde el próximo sábado estará lleno de brasileños.