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De su visita a Australia, en el marco de un programa gubernamental de ese país, Ignacio Munyo regresó el último fin de semana con la convicción “más firme que nunca” de que la apertura comercial debe ser, para Uruguay, la “madre de todas las reformas”. Según él, la baja de impuestos aduaneros —como la que ocurrirá a partir de la decisión junto con el Mercosur de abatir el arancel común— es un paso inicial en dirección del “modelo australiano” y trajo la idea de crear una comisión técnica permanente que ayude a hacer perdurables las transformaciones estructurales.
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El diálogo, años atrás, con diplomáticos australianos acerca del trabajo de la Comisión de Productividad creada en 1998 terminó siendo el germen del viaje que hizo el director ejecutivo del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres). En Melbourne, Canberra y Sidney, se reunió con jerarcas del gobierno, autoridades de la agencia de promoción de la carne, cámaras empresariales y sindicatos.
“A principios del siglo pasado Australia era un país tan rico como Argentina y Uruguay, con uno de los ingresos per cápita más altos del mundo. Luego, como nosotros, entró en una decadencia de 100 años y a mediados de 1980 empezó una serie de reformas que cambiaron la tendencia. La clave de eso fue una reducción de los aranceles a la importación para todo el mundo —parecido a lo que está discutiendo Uruguay hoy— y se volvió competitiva a la fuerza. Es al revés de lo que se dice acá, de que la apertura destruye la industria nacional y que no hay que abrirse sin antes estar preparados. Australia hizo una enorme transformación y flexibilización laboral que vino a cambio de importantes beneficios no salariales para los trabajadores, sin que tuviera un costo mayor para las empresas. También sus empresas públicas se modernizaron y entraron en competencia. Fue un proceso que trascendió gobiernos, y allí aparece el rol de la Productivity Commission para evaluar las reformas que se iban haciendo, con alta independencia y credibilidad”, destacó el economista en diálogo con Búsqueda. Cuando se quiere emprender alguna medida de reforma el gobierno pide un análisis a ese grupo de 12 comisionados respaldado por un staff técnico, y si bien puede desestimar su opinión, hacerlo tiene “un costo político y de reputación gigantesco”, explicó.
Este año el Producto Bruto Interno de Australia se ubicará como el 13° más grande del mundo, según proyecciones del Fondo Monetario Internacional. En el último examen a las políticas del país, hecho en 2020, la Organización Mundial del Comercio destacó la modernización en las últimas décadas: “La resiliencia de la economía australiana ha facilitado casi 30 años de crecimiento ininterrumpido. En la última década se ajustó a la crisis financiera mundial, a una brusca alteración de la relación de intercambio y al fin del auge de la inversión en minería. La economía está diversificada, con unos mercados laboral y de productos flexibles, y se sustenta en firmes disposiciones institucionales, sólidos marcos reglamentarios, políticas macroeconómicas prudentes, un régimen cambiario flexible y una cuenta de capital liberalizada”.
En 2020, el arancel medio de entrada al mercado australiano era 2,5%. Mientras, desde 2017 Uruguay cobra en promedio en torno a 9,3% (“nación más favorecida”).
Comisión a la uruguaya
Durante la visita Munyo fue recibido por el pleno de la Productivity Commission para interiorizarse sobre su trabajo. Es un órgano permanente que aporta información y análisis procurando mejorar el desempeño de la economía australiana. Fue la ingeniería institucional que encontró John Howard, primer ministro de Australia entre 1996 y 2007, para “asegurar que no haya una marcha atrás” en las reformas, comentó el director del Ceres. En su mano a mano con él, ese referente del Partido Liberal le remarcó que, en cualquier caso, todo depende de la voluntad política de hacer los cambios.
Si bien la Productivity Commission goza de una elevada reputación, en entrevistas con representantes sindicales y con técnicos de la Australian Council of Trade Unions —una de las centrales obreras más grandes— Munyo también recogió opiniones reclamando darle a ese ámbito una representatividad más amplia.
Tras conocer más en profundidad la experiencia de esta comisión, regresó a Montevideo decidido a proponer “algo equivalente pero adaptada a las condiciones y a la idiosincrasia nacional para que Uruguay pueda avanzar en las reformas pendientes. No es una nueva CIDE (la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico que actuó en los años 60 del siglo pasado) y tampoco es Transforma Uruguay, que se intentó hacer en el gobierno anterior y fracasó. Mi preocupación es que Uruguay tiene una agenda de reformas profundas, que se está avanzando en muchas de ellas pero que deben profundizarse y consolidarse. El tiempo de un período no da; hay reformas que, aun si ganara el Frente Amplio en 2024, las tendrá que hacer igual. Y la baja gradual de aranceles es clave, porque en el fondo es jugársela por el modelo de abrirse al mundo, de reducir la protección, de dar apoyos si son necesarios, de mejorar la regulación laboral y la capacitación, y de tener empresas públicas con precios competitivos. Ese es el paquete del modelo australiano, que está sustentado en una institucionalidad con un diseño que da apoyo técnico serio a las reformas para que no caigan si el gobierno cambia de signo”, fundamentó.
“Intereses electorales”
En su opinión, Uruguay está iniciando un camino de apertura con la rebaja de 10% del arancel común del Mercosur formalizada en la cumbre de presidentes de la semana pasada en Asunción (ver recuadro adjunto). “Pasa desapercibido y no se enfatiza en la importancia de esto que, si bien es poco y no tan brusco, está en la misma línea que lo hecho por Australia. Primero se bajan las tarifas (aduaneras) y después el país se hace competitivo, no al revés, ese proceso de reformas con el que nunca llega el día en que se está pronto. Este es el gran mensaje que transmiten los australianos”, enfatizó.
El director del Ceres percibe en el gobierno de Luis Lacalle Pou voluntad para encarar las reformas y, también, un entorno propicio para que tengan consensos. “Mi experiencia de los últimos años ha sido de hablar con líderes de una punta a la otra del espectro político, sindicales y empresariales. Cuando se trata de desafíos de envergadura para Uruguay, como la apertura, el futuro del trabajo, la educación e incluso la regulación laboral, las diferencias se achican y los puntos en común se agrandan. El tema es lograr blindarlas de los naturales intereses electorales. Veo a Uruguay con un grado de madurez institucional que sobresale de América Latina y es la hora de pegar el salto. Howard decía que Uruguay enfrenta el gran problema de la famosa trampa del ingreso medio; si no hace reformas, ¡no es que no va a seguir mejorando, ese ingreso per cápita empezará a caer!”.