Se trataron temas de la más alta importancia: si William Wyler y George Stevens se mantienen como clásicos, y si Steven Spielberg es un artista o un artesano

Entrevista de Eduardo Alvariza 
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Grabaciones en vivo de jazz hay muchas y muy buenas, pero no todas tienen un sonido armonioso, distendido, suelto. Si se comparase esta entrevista con una grabación en vivo de jazz ambos interlocutores son apasionados del tema, se podría decir que fue esencialmente relajada. Se improvisó lo suficiente y no hubo que hacer ningún retoque posterior en la mesa de montaje. Me acaba de llegar un disco de Bill Charlap buenísimo, dice Danilo Astori, quien recuerda con admiración el reciente concierto ofrecido por el pianista norteamericano en el festival de Lapataia.

Estamos sentados en los comodísimos sillones del despacho del ministro de Economía, en el tercer piso del edificio emplazado en Paraguay y Colonia. Es curioso: el ministerio de las finanzas que importan oficia en cierta forma de boliche de jazz. Bebemos un café que nos alcanza Fittipaldi, un funcionario desgarbado que tiene pinta de llevar muchos años allí. Bien podría estar sonando Charlap a un volumen bajo en un minicomponente escondido en el despacho. Y estamos sentados en sillones que han recibido a cantidad de traseros célebres, de los que se ofuscan con los números y los porcentajes, de los que discuten acaloradamente y cuyas decisiones terminan siendo cruciales para el país, para bien o para mal. Y nosotros hablando de jazz, y luego de cine. Ésa fue la consigna.

Elogio el despacho, que es muy amplio, cálido y luminoso. Sí, pero es lo único lindo del edificio, apunta Astori. Me dice que repare en el cuadro que está a mis espaldas, un gran óleo de Carlos Alberto Castellanos donde se ven tres carabelas en un océano bravío y bajo un cielo de nubes negras. Fijese en el título: Hacia lo desconocido, y se ríe. Bueno, le respondo, pero tal vez sorteen los peligrosNooo, agrega, “fíjese en la letra chica. Leo el nombre de la pequeña chapa metálica: se trata del navegante español Juan Díaz de Solís, el señor que apenas pisó las arenas del Río de la Plata la quedó de un flechazo.

Destacado alumno del Colegio y Liceo San Francisco de Sales (Maturana), decano de la Facultad de Ciencias Económicas, cuatro hijos, senador de la República durante 15 años, líder de Asamblea Uruguay y actual ministro de Economía, el contador Danilo Astori evoca con cariño sus andanzas futboleras en la época estudiantil: Era imposible no jugar bien al fútbol en el Maturana. En la primaria había una sola cancha y seis partidos al mismo tiempo, con seis pelotas, entonces había que eludir a los rivales y a los participantes de los otros encuentros.

—¿Cuáles son sus primeros recuerdos cinematográficos?

—Las matinées en el Splendid Theatre, y ahora lo pronuncio en inglés, porque lo conocíamos como el “Esplendid Teatre” cuando éramos chicos, que quedaba en Agraciada, entre Olivos, hoy José Nasazzi, y Bulevar Artigas. Desde los cinco años, es decir en 1945, ya veía cinco películas por matinée, todas digeridas convenientemente. La segunda era la serial, que siempre consistía en un episodio que culminaba en una gran situación de peligro para el protagonista. Al martes siguiente había que ir de nuevo para comprobar cómo se salvaba. Me acuerdo, por ejemplo, de la serial “El maravilloso Enmascarado”. Iba con los bizcochos y el termo lleno de café con leche.

¿Y aguantaba las cinco películas sin armar un poco de alboroto?

—Era muy cuidadoso desde ese punto de vista. Además, tenía una barrita de amigos muy tranquilos.

¿Cuál es el primer recuerdo erótico que le ha dado la pantalla?

—Jeanne Moreau en “Los amantes”, de Louis Malle. Era una película prohibida para menores de 18 años. En realidad, la vi estando en Facultad.

—Es una predilección erótica intelectual...

Qué película... Además de Moreau trabajaba Jean-Marc Bory. Pero quiero ser un poco más preciso: no es que sea la primera imagen con contenido erótico que vi, sino la que me marcó. Era una película en blanco y negro y en algunas pasajes había un filtro que le daba un tono de penumbra a la historia. Hay escenas de esta película y de otras, como “La ventana indiscreta”, de Alfred Hitchcock, que tienen un alto contenido erótico. Me refiero al beso entre James Stewart y Grace Kelly, una escena destacada por los críticos. He vuelto a ver “La ventana indiscreta” hace poco y sigue siendo formidable. “Los amantes” mostraba los cuerpos desnudos, que no era algo común en el cine de aquel entonces. Y bueno, me queda un tercer ejemplo de imagen erótica: “Hiroshima mon amour”, de Alain Resnais.

¿Cuál fue la última película en la que se levantó y se fue del cine antes de que terminara?

—No me levanté nunca en mi vida antes de que terminara una película. Nunca. Me banqué los bodrios, que han sido unos cuantos, sentado. No quiero exagerar, pero es como una especie de compromiso. Tampoco me fui de un partido de fútbol antes de que terminara, así fuéramos perdiendo cuatro a cero. Claro, me fui caliente muchas veces, pero nunca me levanté. Es algo inexplicable, lo reconozco.

—¿Y la película que que más veces ha visto?

(Sin dudar un segundo) “Nos habíamos amado tanto”, de Ettore Scola. Perdí la cuenta de la cantidad de veces que la vi. Ahora la veo cada tanto en casa. Conseguí una versión, que compré en París, y lamentablemente está en francés, y no se puede ver esa película en francés. La busqué por todo el mundo y nunca la pude encontrar. Y bueno, la encontré en París. Un peliculón. Es, para mí, la mejor de Scola y una de las mejores películas que vi en mi vida. Creo que sintetiza muchas de las cosas que uno mira ahora, con el paso del tiempo, y que Scola tan bien supo imprimir.

Entonces supongo que esa también debe haber sido una de las más emotivas que recuerde...

—No es fácil que llore en el cine, pero sí con esa película de Scola, porque me retrotrajo a muchas situaciones de mi vida, como estudiante, como alguien que nace a la política, como alguien que se plantea siempre, y a mi me pasa, el equilibrio que tiene que haber entre el deseao de cambiar el mundo y los cambios que el mundo va experimentado y lo cambian a uno. Allí sale De Sica, en un momento clave de la película, y dice aquella famosa frase: “Queríamos cambiar el mundo y el mundo nos cambió a nosotros”. Claro, juega un papel muy importante el recuerdo de “Ladrones de bicicletas”.

—Cambiemos de rubro: el cine de terror.

—No me gusta.

—¿Ningún “Dracula”?

—No, lo detesto y lo evito porque no deseo que contribuya a hacerme odiar el cine. No, por favor.

—Sé que es fanático de Paul Giamatti, el actor con rostro de funcionario público...

—¡Paul Giamatti, qué actor de reparto! Su culminación fue en “Entre copas”, con la famosa discusión entre el Merlot y el Pinot Noir. Después de la película se alteraron notablemente las ventas de esos vinos en California, y yo lo comprobé en Estados Unidos.

—Y además estaba Virginia Madsen, tan linda y con aquel discurso sobre la antigüedad de los vinos...

—Es idéntica a su hermano Michael, un gran actor, cuyo último gran trabajo fue en "Kill Bill 2". Pero volviendo a Virginia, creo que ese discurso sobre la antigüedad de los vinos es una de las grandes secuencias de “Entre copas”, y es donde Paul Giamatti, con aquella torpeza en la cocina que luego trata de arreglar en la última escena, cuando toca la puerta y no se sabe qué sucede. ¡Tremendo final!

—Existe un viejo antagonismo, a veces declarado y a veces no, entre el llamado cine culto, dlgamos el que exhibe Cinemateca, y el cine comercial, industrial, tipo James Bond. ¿Usted tiene alguna predilección?

—No podría dejar de ver cine comercial. Me encantan las realizaciones de ese tipo, de gran llegada en la gente. Me encanta además todo el desarrollo que el cine comercial va generando en materia de producciones, de protagonistas, de realizadores, y por supuesto el llamado cine culto tiene aportes fundamentales. No tengo una polarización entre uno y otro. Además, hay un cine culto que me aburre.

—Hubo un tiempo en que el análisis cinematográfico estuvo un tanto imbuido de contenidismo político y se discutía, por ejemplo, si “2001...” o “La naranja mecánica” erano o no fascistas. ¿Participó de algún modo en esas discusiones?

(Se ríe) No, para nada. “2001...” es una de las películas con mayor capacidad de proyección de futuro que he visto. La vi en Chile a fines de los '60, estamos hablando de 40 años atrás, y hoy vemos muchas cosas que la bestia de Kubrick profetizó. Y qué decir de “La naranja mecánica”...

—Bueno, allí Kubrick plantea que el hombre tiene derecho a elegir por sobre todas las cosas, incluso si elige hacer el mal, y eso es todo un problema social...

—Sí, pero cómo te hace pensar...

—¿Le gusta Walt Disney?

—Sííí, del llamado “cine babi”, así le decíamos. Desde muy chico, los domingos de mañana, mi viejo, que era un gran cinéfilo, me llevaba al “cine babi”. Pero no hay nada como Hanna y Barbera, y en particular Tom y Jerry.

—¿El gato o el ratón?

—El conjunto.

—Entre los autores de cine de arte y ensayo hay uno que divide claramente las aguas: Jean-Luc Godard. ¿Un genio o un loco?

—Lo que recuerdo de Godard con mayor riqueza es “Sin aliento”, tremenda película, con Jean Paul Belmondo y Jean Seberg. Ah, qué linda mujer, ¿era yanqui, no? Y murió joven.

—Entre los actores comerciales hay uno que también divide las aguas claramente: Jim Carrey.

—Insoportable, totalmente. Bueno, está “The Truman Show.”..

—Ahí se lo tuvo que fumar...

—Me lo fumé por la película, pero no lo soporto.

—¿Vio “El mundo de Andy”, de Milos Forman? Gran actuación de Carrey

—No la vi.

—Ahhh... hay que verla. ¿Y “Eterno resplandor de una mente sin recuerdos”?

—Tampoco. Es que veo a Carrey y huyo. Aunque puedo dejarme convencer...

—Andrei Tarkovski y Theo Angelopoulos, con su ritmo pausado, moroso, ¿representan el cine culto que le aburre?

—Vi una gran película de Tarkovski: “Solaris”. De Angelopoulos no he visto nada. Pero sí, estoy de acuerdo, es un cine denso.

—¿Steven Spielberg es un artista o un artesano?

—Las dos cosas. Puede ser perfectamente un artista y a la vez un enorme artesano.

—Dentro de los grandes clásicos del cine, ¿cuáles se mantienen y cuáles no soportan el paso del tiempo?

—Una preguna muy interesante que requiere un poco de tiempo para la reflexión. (Se hace un silencio mientras el contador navega por el disco duro de su mente, sorteando números, porcentajes, gráficas y estadísticas, hasta llegar a su cinemateca personalizada.) Además de “Nos habíamos amado tanto”, he visto muchas veces “El ciudadano”, y la sigo viendo. ¿Usted, se refiere a directores vivos o muertos?

—Ambos.

—Cuando pienso en directores clásicos que me han encantado y a los que sigo recordando, no me surge ninguno que pueda decir “paso”. Por ejemplo, si pienso en George Stevens y William Wyler, que son clásicos en Estados Unidos, ¿qué no me gusta hoy de ambos? Me acuerdo de “Ambiciones que matan”, de Stevens, que era la adptación de la novela “An American Tragedy”, y veo ahora “Match Point”, que me encantó también, y de nuevo surge la idea de “An American Tragedy”, con ese muchacho de origen humilde que mata a su novia igualmente humilde para ascender en la sociedad. Es la misma idea de “Ambiciones que matan”, una película formidable. Cuando me acuerdo de “Cumbres borrascosas”, de Wyler, con los protagonistas transmitiendo algo en aquellos diferentes planos, eso sigue vivo, no tiene desgaste. Técnicamente estamos en los '40 o '50, pero qué películas. Lo mismo sucede con algunos directores europeos como Truffaut o Bergman. No me ha ocurrido de admirar a un cineasta que hoy diga que está desactualizado, porque ese cineasta jugó un gra papel en su momento o dejó una herencia impresionante. Y vería su película de nuevo, con mucho gusto.

—¿Se identifica con algún realizador nuevo, de estética un tanto más desenfadada, como los hermanos Coen o Pedro Almodóvar?

—Esos que usted acaba de nombrar me gustan mucho, y también Sam Mendes, pero no me gusta Night Shyamalan.

—¿Nada de lo que hizo?

—Bueno, me gustó “Sexto sentido”, pero las otras no. Y no fui a ver “La dama en el agua”, a pesar de Paul Giamatti.

—Es espantosa.

—Por eso mismo. Leo mucha crítica y me guío por lo que leo. Le dedico un buen tiempo a la lectura de la crítica de cine.

—¿Le molesta que le cuenten la película?

—No, porque hay varios tipos de narración de una película. Está la narración inteligente del que sabe lo que narra y lo que omite. Nunca me molestó que describieran una trayectoria general y sintética de lo que luego veré. Hago mucha lectura previa y también hago una lectura posterior. Por lo general tengo más acuerdos con la crítica que discrepancias. Claro, yo elijo lo que leo. No me importa tanto la coincidencia con el crítico como la hondura en el análisis, la forma de la escritura.

—¿Y el ruido del pop en el cine?

—Bueno, una vez me preguntó una chica de las que venden las entradas si quería comprar pop. “No”, le contesté, “y te voy a pedir que no le vendas a nadie” (se ríe). Lo detesto. No puedo escuchar masticar pop. Cada vez lo mastican más fuerte. He realizado pedidos explícitos del tipo: “¿Podrías hacer un poquito menos de ruido?”.

—¿Le gustan los musicales?

—Me encantan. Y a mi padre también le encantaban. Vivíamos en el Prado y nos llevaba a mi hermana y a mí, en el tranvía 49, al cine de la Avenida Lezica a ver cinco películas. Al Esplendid Teatre iba solo, pero con el viejo agarrábamos el tranvía y nos íbamos a Lezica. De aquellos años recuerdo, ahora por suerte la conseguí en DVD, “Escuela de sirenas”, con Red Skelton y Esther Williams, y la saga de Fred Astaire y Ginger Rogers. También me encantaron algunos espectáculos musicales que vinieron luego a gran escala, como “West Side Story”. Soy un aficionado al musical bien hecho.

—De las actrices contemporáneas, ¿a cuáles le gustaría conocer?

—Me encantaría conocer a muchas (se ríe). Naomi Watts es la que me viene primero a la mente por dos razones: porque es una bella mujer y además, en mi modesta opinión, porque es una gran actriz. Vamos a seguir buscando... hay muchas... me gustaría seleccionar. (Se hace un silencio y vuelve a ponerse en funcionamiento el buscador del contador) Espere un poquito... Cate Blanchett, impresionante, la vi por primera vez en aquella película de la periodista “Veronica Guerin”. Sigo... es que son muchas... alguna europea. Ya sé, no es muy joven pero a mí me sigue cautivando: Isabelle Huppert. Me encantó la película de la jueza, “La comedia del poder”. Otra: Juliette Binoche, que vuelve a estar muy bien en “Caché”.

—Supongamos que usted debe trabajar bajo las órdenes de Almodóvar y tiene que realizar una escena erótica con un actor: ¿a quién elige?

—Me declaro incapaz de contestar es apregunta (se ríe). Confiaría en el juicio de Almodóvar.

—Si hay que sustituir al jefe de Policía por alguien más duro, ¿a quién elige: Clint Eastwood, Arnold Schwarzenegger o Bruce Willis?

—Bruce Willis, sin lugar a dudas. Es la estampa de la dureza. A Clint Eastwood lo quiero para que siga creando en esta etapa maravillosa de su vida. Y hablando de Clint, me gustó mucho “Cartas desde Iwo Jima”, más que “La conquista del honor”, aunque el título en inglés de esta última película es mucho mejor: “Flags of our Fathers”.

—¿Con qué frecuencia va al cine?

—Una vez por semana, y la verdad es que me resulta poco, pero es lo que puedo hacer. Voy siempre con Claudia, mi señora, que es también muy cinéfila. En realidad no podemos vivir sin el cine. DVD miro esporádicamente. Hay una película que siempre quise ver y por diferentes circunstancias la perdía: “Mar adentro”. En realidad, Claudia no quería ir a verla, ésa fue la razón. Y estaba en DVD, pero prefiero ir a verla al cine, que para mí es la primera opción, sea la película que sea. No hay comparación.

—Si pudiese charlar con un cineasta actual, ¿a quién eligiría?

—A Woody Allen, sin dudas. Sintetiza muchas de las cosas que quiero ver en el cine, y no necesariamente por su humor. Es el Bergman norteamericano, pero con otro enfoque. Incluso, y voy a decir una irreverencia, más completo. La parte musical de Allen es fundamental, y Bergman no la tiene. Además, todo ese amor por Manhattan y sus rincones. En una palabra: sus planteos, su filosofía y enfoque de la vida, siempre me ha seducido. También me interesaría hablar con Clint Eastwood. Me refiero a los vivos. De los que están muertos me hubiese gustado conocer a George Stevens, William Wyler...

—¿Y John Ford?

—Sííí, claro. Es que si tuviera tiempo de pensar las respuestas...

—Pero entonces no preparó la entrevista...

(Risas) John Ford. ¡qué maestro! "La pasión de los fuertes", con aquella música (y canta: "Oh My Darling, Oh My Darling, Oh My Daaarling Clementine..." (A estas alturas Fittipaldi podría servir un vino) La vi con mi viejo por primera vez y la he vuelto a ver hace poco... Henry Fonda, Victor Mature...

—Hablemos de los malos. ¿Cuál le resulta el más asqueroso?

—En general, ¿no? Del pasado, Richard Widmark. "El rata", todo un personaje con aquella risita. En los últimos tiempos hay un rubio que no me acuerdo de su nombre, vive haciendo de malo porque tiene cara de malo, no podría hacer nunca de bueno, y trabajó, déjeme ubicar la película... era una de Brian De Palma, creo que "Vestida para matar"...

—¿Se refiere a Michael Caine?

—No, no es Michael Caine, un actor que admiro. Hace poco estuve en su restaurante en Londres, formidable restaurante. No, creo que es en “Doble de cuerpo”, un rubio malo...

—Sí, ya sé, el que trabaja con Mel Gibson y Lucy Liu en “Revancha”...

—¡Ese! Un malo malísimo, tiene una cara de malo espantosa. (Finalmente ninguno de los dos recordó su nombre: Gregg Henry)

—¿En alguno de sus viajes se ha topado con algún realizador importante?

—El último fue Mel Brooks. Estábamos comiendo con el ministro de Industria, Jorge Lepra, y otros integrantes de nuestra representación en Estados Unidos. Lepra insistía en ir a comer unos sándwiches a un lugar donde, según él, hacían los mejores del mundo. Entre paréntesis: eran tan buenos que nos los pude terminar. Y de repente lo vemos a Mel Brooks, hacía muy poco que había muerto su mujer, Anne Bancroft. Apenas lo vimos nos paramos como un resorte y lo abordamos. Un tipo simpatiquísimo. Lo que son las cosas. Cuando le dijimos que éramos ministros uruguayos, Brooks respondió en inglés: "Shiiit, ¡two ministers!" (risas). Y como estaba acompañado nos presentó a quien dijo que era su mejor amigo. Y Ud. puede creer que su best friend era un uruguayo...

—¿Qué evaluación hace del cine nacional hasta el momento?

—He visto casi todo. Obviamente hay una evolución, un progreso, y creo que los ejemplos más notorios del progreso fueron las dos películas de Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella: “25 Watts” y “Whisky”.

—¿Es necesaria una ley de cine?

—No estoy seguro, pero sí creo que el sector público, a través del Poder Ejecutivo o del Parlamento, debería ayudar a crear condiciones de apoyo a los artistas nacionales. En este caso estamos hablando de cine, pero también lo creo necesario para otras artes, como la música, la literaura o las artes plásticas. No sé si por la vía de la ley, pero sería importante contribuir con apoyo institucional al desarrollo del arte nacional. Creo que la pregunta va más por el lado institucional, no los recursos.

—Algunos realizadores insisten en que debe existir un marco regulatorio, y otros dicen que cuanto menos se meta el Estado, mejor.

—Bueno, creo que ambas posiciones tienen una parte de razón. Si el Estado se entromete a generar disposiciones que directamente afecten el desarrollo artístico, no tengo dudas de que cuanto menos se meta, mejor. Si en cambio el Estado genera un marco institucional para estimular el surgimiento de figuras, para asegurar un mínimo de recursos que permitan en muchos casos iniciar experiencias, entonces mi respuesta es afirmativa.

Esta entrevista a Danilo Astori originalmente formó parte del número 1.397, del jueves 8 de marzo de 2007, pero la volvemos a publicar, con nuevas fotos, tras la muerte del exvicepresidente y dos veces ministro de Economía.

Vida Cultural
2007-03-08T20:06:00