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Hace unos días, un dirigente de izquierda, (presidente de Fancap), entrevistado mientras manifestaba frente a la Torre Ejecutiva, declaraba que, “el sol y el viento también tendrían que ser bienes públicos” y, además, que eso debe estar en la Constitución.
El pasado jueves 23, COFE presentó un recurso administrativo contra un decreto del Poder Ejecutivo por ser este “unilateral”.
Está bien, son casos disparatados, pero no aislados. La izquierda está arrancando todos los mojones que ordenan el funcionamiento de la sociedad, puestos por la Constitución y el sentido común.
Desde usar el Parlamento para querer inmiscuirse en asuntos fuera de su competencia, como el caso del avión novelesco, hasta el desvarío acerca de cuál debe ser la función de un servicio público, que para la Sra. Cosse, indignada porque Antel cumplirá una sentencia judicial sobre acceso de los cables a Internet, consiste en hacer negocios y no dejar que otros también los hagan. El propio perro del hortelano.
Carlos Marx tenía un concepto de la ley y del Estado ajeno al orden constitucional liberal, pero por lo menos con cierta lógica y, aunque equivocado, no disparatado.
Habiendo abandonado a Carlos entre los escombros del Muro de Berlín (feliz de la vida porque nunca consiguió leerlo ni entenderlo), nuestra izquierda corre por toda la cancha como gallina atada de la cola. Su ignorancia y su furia ya ni siquiera están acotadas.
En mi primer período como senador, me tocaron de colegas dos viejos dirigentes comunistas, Jaime Pérez (que se sentaba atrás mío) y Héctor Bruera. No los conocía, jamás los había tratado y se suponía que nada tendríamos en común. Pero el hecho es que hice una muy buena relación con ambos. Viene a cuento porque, charlando un día con Bruera, parados contra la pared del fondo del Senado, mientras alguien discurseaba, le comenté sobre estos fenómenos y su respuesta me quedó grabada: “Hoy, muchos confunden comunismo con entrevero”.
Tradicionalmente la contracara del conservadorismo uruguayo ha sido la prudencia, su resistencia a los extremos. Aunque, como lo evidenciaron los tupamaros, no es una regla inquebrantable. Pues bien, en momentos donde vemos en el continente avanzar el entrevero (Venezuela, Perú, Chile…, ¿Colombia?) bueno será parar la oreja y poner nuestras barbas a remojar.
