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En una carta publicada la semana pasada en esta sección, el ciudadano Tomás Bonetti propone que se revisen los criterios, las medidas concretas para la generación de un nuevo urbanismo por el que se integre en la ciudad formal a los conciudadanos que habitan en las periferias y para los cuales se destinan fondos públicos, tanto para mejorar su hábitat informal como para construir grupos habitacionales nuevos.
Comparto los llamados de atención de Bonetti. A continuación, menciono algunas de sus expresiones mixturadas con mis puntos de vista.
1. La opción por la mejora de los asentamientos solo colabora en cambiar una parte del problema: medidas de higiene, caminería, alcantarillas. Con ello la precariedad, la estética, los servicios (escuelas, CAIF, clubes de niños, policlínicas, transporte, espacios públicos y otros) mantienen la grieta que los separa de la ciudad formal. Estamos consolidando guetos a gran distancia de los distintos centros que tiene la ciudad: el Centro propiamente dicho, Tres Cruces, Pocitos-Punta Carretas-Buceo, Unión, Paso Molino-Belvedere, el barrio Reus, Cerrito de la Victoria, General Flores y Luis Alberto de Herrera.
2. Construir nuevas viviendas en las periferias informales conduce a una desvalorización de la inversión. Todo está “lejos” y, de nuevo, se opta por mantener el gueto, se promueve “el fin de la ciudad”, “los bordes”, en una urbe que ya está muy extendida (hay centros que se excluyen de estas líneas porque estiran la ciudad lejana, como Colón-Villa Colón, Cerro, Curva de Maroñas, Sayago, La Teja, Nuevo París).
3. La alternativa es que las nuevas viviendas construidas mediante inversión pública o mixta se planifiquen y ejecuten dentro de la ciudad de “clases medias”.
4. Estas viviendas deberían estar orientadas a los realojos, por un lado, y a las necesidades de aquellos sectores de clase media baja que no pueden acceder a la vivienda propia, por otro. De este modo, realojados y aspirantes a vivienda propia sin posibilidad económica de adquirirla, pero con cierta solvencia, convivirían en nuevos grupos habitacionales, los que a su vez estarían dentro de la ciudad formal.
5. Esta política se debería aprovechar para densificar Montevideo formalmente. Para ello, y sin “camuflaje”, se propone construir en altura edificios de 10 niveles, al menos del tipo categoría 2 BHU, en áreas consolidadas o similares. En superficies generosas se podría llevar la altura hasta 20 niveles.
6. ¿Dónde construir? Dentro de los barrios mencionados, excepto en Pocitos-Punta Carretas-Buceo, porque ya tienen suficiente densidad y allí el precio de la tierra es muy caro.
7. Hay experiencias de grupos que, al tiempo que han accedido a la vivienda, han densificado el territorio dentro de la ciudad equipada e integrada. Hay que explicar por qué Parque Posadas resultó un éxito mientras que Euskal Erria, con una estética de y para pobres, abriga a clases medias.
Pero hay otra experiencia que es imprescindible analizar: el fracaso del Plan Fénix en la Aguada. Es muy importante saber qué falló ahí, dado que ese barrio podría expropiarse a gran escala y resolver por esa vía los problemas de vivienda y densidad del territorio. La Aguada es un barrio que se encuentra “cerca de todo”. En él la Estación Central es propiedad pública; por tanto, constituye un recurso más.
Algo ya está cambiando en esa zona: el Mercado Agrícola y sus inmediaciones, así como los edificios sobre la calle La Paz frente a la histórica estación de trenes.
Otra oportunidad se encuentra en el área donde está implantado el edificio del ex Mercado Modelo, propiedad pública.
8. Un plan como el que se propone acarrea una enorme inversión. No es viable con el sector privado con fines de lucro como protagonista. La rentabilidad esperada por ese tipo de inversiones oscila entre un 25% y un 30%. El papel principal le corresponde al sector público —gobierno central en conjunción con la Intendencia de Montevideo y sus municipios—. También pueden participar instituciones como Fecovi, que han demostrado capacidad para resolver el acceso a la vivienda mediante el ahorro previo.
9. Estos temas no son preferentemente de arquitectos. La dimensión social y financiera son centrales. En la Udelar y en el resto de la educación terciaria, la privada, no se enseña economía del territorio; tampoco en arquitectura ni en las carreras e institutos de economía. Lo que en estas líneas se propone necesita economistas, contadores, expertos con experiencia en desarrollo de urbanismo integrador, marketing de ciudad, arquitectos y, por sobre todo, un consenso o mayoría política que vele celosamente por las ideas e intenciones aquí esgrimidas.
Este punto es tan crucial como la elección de las zonas donde invertir y las tipologías de solución habitacional. No desarrollo esta dimensión por falta de formación e información. Toda la aspiración igualitarista puede caerse por falta de subvención y de diseño institucional.
10. Los beneficiarios directos de las soluciones habitacionales pueden ser propietarios con deuda, aspirantes a propietarios con deuda, inquilinos. No se trata de regalar viviendas; hay que procurar distintas alternativas.
11. Me quedó para el final un desafío que sería ingenuo no explicitar. En los guetos informales se despliega buena parte de la actividad delictiva de la ciudad, y eliminarlos puede conllevar el riesgo de mudar a los nuevos hábitats las conductas fuera de la ley. Por tanto, la seguridad pública hay que concebirla desde este nuevo comienzo. Podría haber porteros, personal de policía comunitaria las 24 horas. Personal policial con necesidades de vivienda podría ocupar unidades en los edificios. (No hay que comportarse como en el mundo de Frutillita).
Cabe reconocer a Tomas Bonetti, tanto por su carta de la semana pasada como la posibilidad de escribir mi visión a partir de ella.
