—Tiene una cuenta de Twitter donde solo tiene un tuit y es de 2013. ¿Cómo explica eso?
—Tiene una cuenta de Twitter donde solo tiene un tuit y es de 2013. ¿Cómo explica eso?
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá—(Risas) Soy un desastre. Me encanta seguir a algunas personas, pero me he dado cuenta de que cuando voy a charlas o conferencias si me pongo a tuitear no presto atención. Además me parece una falta de respeto con los que exponen porque ellos no saben si estás tuiteando o si estás chateando.
—Tomando en consideración que trabaja en un rubro que tiene todo que ver con innovación. ¿Qué atención les presta a las otras redes sociales en su vida cotidiana?
—Les presto atención y trato de estar actualizada de todas las nuevas aplicaciones por trabajo, y también por mis hijos. Lo que me pasa con Facebook, por ejemplo, es que soy bastante reservada en los temas personales. Puedo colgar alguna cosa, pero no te vas a encontrar con mi vida entera ahí. No necesito tanta exposición y me da temor que todo el mundo sepa tanto de la vida de los demás. Sé que los que tienen que saber dónde estoy, lo saben. Y si me quieren encontrar saben cómo hacerlo.
—¿Sus hijos la llevaron a cazar pokemones?
—El viernes pasado salí a hacer eso. Me dijeron “tenemos pokeparada” o no sé qué y allá salí con ellos para ver de qué me estaban hablando. Y me insistían para bajar el juego en mi teléfono, pero no lo lograron.
—En su historia laboral ocupó espacios de decisión en Endeavor, Fundación Avina y DeRemate.com. ¿Cómo se lleva con la palabra liderazgo?
—Bien. Soy una persona a la que le gusta tomar responsabilidades. Me siento cómoda en esos espacios.
—Tuvo una crianza muy cercana al campo, y vivió en Colonia, donde su padre trabajaba como ingeniero agrónomo. ¿Qué extraña?
—Los ritmos, el reloj que se detiene, el contacto con la naturaleza. Ahora como mi padre se jubiló dejamos de ir. Lo que hacemos con mi marido y los chicos es ir a alguna estancia turística, que, en realidad, no tiene nada que ver con la vida de campo. Pero es como para sacarme las ganas de andar a caballo.
—¿En qué momentos de su semana encuentra un rato de paz?
—Trato de ir tres veces por semana a gimnasia. Voy a las siete de la mañana y lo hago con placer porque es el momento que tengo solo para mí. Cuando trabajaba en Endeavor (fue directora ejecutiva desde 2005 a 2009) llegué a ir a las seis de la mañana. Ese era el único horario que funcionaba. Pero después las cenas en casa son un espacio de disfrute. Nos juntamos los cinco, no existe la televisión, charlamos y nos ponemos al día. En verano me encanta andar en jet ski, ahí me desenchufo realmente. Me voy sola un buen rato y lo disfruto mucho.
—Vivió varios años en Washington, donde estudió y trabajó. En un momento decidió regresar. ¿Qué aprendió de ese ir y volver?
—Washington es una ciudad muy cosmopolita, está muy acostumbrada a los extranjeros porque está lleno de Embajadas, organismos internacionales y eso hace que te sientas muy cómoda. Pero lo cierto es que, más allá de eso, no dejás de ser extranjero. Y después, cuando volvés, tenés la camiseta puesta y sos muy uruguayo, pero sentís un choque muy fuerte. Pasaron muchos años y evidentemente las relaciones no están tan firmes como cuando te fuiste. Siempre les digo a los que van a volver que es empezar de cero. Esto es a nivel afectivo y laboral. Lo que sí queda es un alma un poco más nómada.
—¿En qué momentos recurre al lápiz y al papel?
—Todo el tiempo. Vivo con una libretita en la mano. La llevo siempre en la cartera, me encanta escribir, soy de las que toman nota en las charlas. No es un peso para mí escribir en papel, aunque trabajo todo el día con la computadora.
—¿Qué otras cosas hay en su cartera?
—Si estoy de viaje, un paraguas. El celular, no salgo de mi casa sin él. Algún analgésico para el dolor de cabeza y un neceser con maquillaje.
—¿Cómo describiría su escritorio?
—Trato de mantener el orden, voy archivando los papeles y dejo solo lo que estoy usando. Podés encontrar una lata de té, el termo y el mate, los lentes, porque ahora los necesito para leer y no mucho más.
—¿Usa el celular antes de dormir?
—Y sí. Sí, porque muchas veces es el momento que tengo para leer los cientos de mensajes de los grupos de WhatsApp que tengo en silencio. El celular está en mi mesa de luz. Pero los fines de semana soy de las personas que dejan el celular lejos y no estoy pendiente. Los que me conocen saben que para encontrarme esos días es mejor llamarme porque no lo estoy mirando todo el tiempo. Trato de no ser tan dependiente.
—¿Qué grupos de WhatsApp cataloga como intensos?
—El que tiene más actividad a toda hora del día es el que formamos el año pasado cuando se cumplieron 30 años de la salida del liceo. Ese es intenso de verdad. Somos como 89. Arranca de mañana temprano y sigue hasta las dos de la madrugada. Después tengo el de mis amigas, el de la familia Correa, como tengo tres hijos, tengo tres grupos de padres del colegio. Además me meto en cuanta comisión del colegio haya, porque me encanta, y ahí se suman unos cuantos más.
—¿Cuáles son los emojis que más usa en sus chats?
—El de llorando de la risa, el que es una versión del cuadro “El Grito” de Munch y el dedito para arriba.