N° 1961 - 15 al 21 de Marzo de 2018
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSe cumple en estos días un nuevo aniversario del nacimiento de Sylvia Beach. Su nombre poco nos dice y, sin embargo, le debemos un agradecimiento. En tiempos de la II Guerra Mundial enfrentó con coraje la ocupación nazi desde su pequeña librería ubicada en la Rue de l´Odéon, en pleno París. Y antes había hecho posible la publicación de obras esenciales como Ulises de James Joyce, además de propiciar un lugar donde se daban cita los intelectuales más esplendorosos de la época. Personas como Sylvia Beach pasan por la vida y dejan una hermosa huella. Su labor resulta inspiradora. Importa conocerla.
Un estupendo libro escrito por Noel Riley Fitch, Sylvia Beach and the lost generation. A history of literary Paris in the twenties and thirties, da cuenta de la increíble peripecia vital de esta mujer estadounidense, nacida el 14 de marzo de 1887 en el seno de una familia acomodada que se trasladó a Francia en 1902 para atender asuntos laborales del padre. Era la belle époque y Europa disfrutaba de un período de paz que no hacía presagiar los horrores que muy pronto traería la I Guerra.Sylvia —cuyo nombre original era Nancy— se enamoró de ese continente que condensaba lo más refinado de las artes, un humanismo apoyado en el conocimiento y un estado de bienestar estimulado por un crecimiento económico sostenido. Dentro del continente, un país: Francia. Y dentro de ese país, la ciudad que era la meca de la cultura en sus más diversas manifestaciones: París, la perla de Occidente. Sylvia volvió varias veces a Europa y en uno de esos viajes decidió instalarse en París. Conoció a Adrienne Monnier, la propietaria de La Maison des Amis des Livres. Adrienne se transformó en su compañera de vida y juntas compartieron el profundo amor por los libros durante cuatro décadas. Con ayuda de Adrienne, Sylvia abrió su propia librería, Shakespeare and Company, primero ubicada en la Rue Dupuytren y luego en su emplazamiento más conocido sobre la Rue de l´Odéon. Corría 1919, la I Guerra acababa de terminar y la cultura comenzaba a desplegarse como un antídoto espiritual para sobreponerse al horror de tanta barbarie.La propuesta de Sylvia era tan arriesgada como novedosa. Quería que el público lector parisino se pusiera en contacto con la literatura escrita en inglés, toda una audacia teniendo en cuenta el enorme orgullo que los franceses tienen por su lengua. Sin embargo, funcionó, y pronto Shakespeare and Company se convirtió en marca, el sitio al que acudían estudiantes de La Sorbonne para pedir libros en préstamo, y el lugar de reunión donde uno podía encontrarse con Ernest Hemingway, Scott Fitzgerald, Gertrude Stein, T.S. Elliot y Paul Valéry, entre otros muchos nombres de lo más granado de la intelectualidad que habitaba el París del momento.
En 1920, la llegada de James Joyce iba a marcar el rumbo de la librería. Y también el de la literatura del siglo XX. Joyce había comenzado a escribir Ulises en 1914 y, seis años más tarde, aún no había puesto el punto final. Necesitaba terminar su novela tanto como mantener a su familia. Sylvia Beach fue su ángel guardián y la novela quedó terminada en 1921. Pero nadie se animaba a publicarla y, una vez más, Sylvia vino al rescate. Así, una de las novelas fundamentales del pasado siglo vio la luz gracias al apoyo de un pequeño sello editorial que, con pocos recursos pero fuertes convicciones, llevó adelante la monumental tarea y confirmó a los ojos del mundo que incluso el más grande de los genios necesita de alguien que le abra una puerta.
Shakespeare and Company se sostuvo entre numerosas dificultades, siempre alentada por el tesón de Sylvia. En 1941, ya bajo la ocupación nazi, un oficial alemán se presentó en la librería y le exigió que le vendiera el último ejemplar de Finnegans Wake. Sylvia se negó y el oficial la amenazó con la confiscación de todos los libros. En pocas horas, Sylvia y Adrienne guardaron unos cinco mil volúmenes en cajas y los escondieron en el cuarto piso del edificio. Allí descansarían hasta que París fuera liberada. Sylvia hizo retirar los estantes y cubrió con pintura blanca las letras del cartel sobre la puerta de entrada. Fue arrestada poco después y enviada a Vittel, un campo de internamiento donde permaneció seis meses.
Finalizada la guerra, Sylvia se vio estimulada por amigos a reabrir la librería, pero para entonces ya rondaba los sesenta y sentía sobre sí el cansancio de la guerra. Dedicó su esfuerzo a ayudar a los necesitados, proveerlos de ropa y alimentos, encontrarles albergue y brindarles consuelo. Parte de su tarea consistió en distribuir las donaciones que Victoria Ocampo había enviado desde Argentina. Y, en lo referente a libros, se limitó a prestar algunos volúmenes a viejos conocidos —Henri Michaux, Simone de Beauvoir y André Gide, entre ellos— que los llevaban a casa bajo promesa solemne de devolverlos. Solo quien ama los libros y sabe cuánto duele perderlos, comprenderá el amor que Sylvia profesaba con este sencillo gesto.
El suicidio de Adrienne en 1955 supuso un doloroso revés para Sylvia. Pasó los siete años que siguieron hasta su muerte aceptando honores y reconocimientos, pensando en sus libros queridos y preguntándose si no hubiera podido hacer más por ellos. Imposible saber si fue feliz, si vio cumplidos sus sueños. Lo cierto es que, vista su vida en perspectiva, resulta tan fecunda, tan abierta a los otros, tan generosa en su entrega, que uno siente que bien valió la pena.
En enero de 2012, durante un viaje a París tras las huellas de Susana Soca, visité Shakespeare and Company en su actual emplazamiento, muy cerca de la gloriosa catedral de Notre Dame, sobre el Sena. La ubicación es otra y en nada tienen que ver los actuales propietarios con Sylvia Beach o Adrienne Monnier. Sin embargo, flota en el aire un espíritu antiguo y enamorado que va de libro en libro, trepa escaleras, se cuela entre las cuerdas de un violín, descansa en los estantes y envuelve a cada visitante en un delicioso encantamiento. Es el recuerdo de Sylvia que regresa.