N° 1850 - 14 al 20 de Enero de 2016
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáHasta ahora, las mujeres son las únicas personas que pueden tener hijos; eso permite la reproducción de la especie humana. Nada menos. Ese solo hecho las hace diferentes a los hombres pero no “inferiores”, a pesar del destrato que han recibido casi siempre del sexo masculino a lo largo de la historia de la Humanidad.
Estas simples verdades vienen a cuento a raíz de un episodio que fue informado a los lectores de Búsqueda por el periodista Juan Pittaluga, en la edición del jueves 7 (Nº 1.849).
En un artículo titulado “La Universidad rechazó extender beca a una profesora que no pudo completarla luego de quedar embarazada y sufrir complicaciones”, el periodista relató que una docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales quiso hacer un posgrado y para eso recibió una beca de 24 meses en el año 2013. Mientras trabajaba para avanzar en su carrera profesional, quedó embarazada. El embarazo se complicó y hubo de tomar una licencia médica de 11 semanas. A eso sumó las 14 semanas de licencia maternal que tuvo después de traer un bebé al mundo en febrero de 2015.
La profesora no pudo, obviamente, concluir el posgrado como consecuencia del embarazo y de las complicaciones que experimentó. Entonces, pidió que la Universidad le extendiera la beca por 20 semanas más. Pero el 8 de diciembre de 2015, el Consejo Directivo Central (CDC) de la Universidad de la República resolvió rechazar la solicitud de la investigadora, en base a un informe de los abogados de la institución. “Las bases (de la beca) no prevén que ningún beneficiario obtenga la dotación económica por más de 24 meses, ni tampoco contemplan la posibilidad de otorgar una prórroga, estando las autoridades impedidas de otorgar la prórroga solicitada”, dijeron los juristas. Y, para peor, advirtieron al CDC que si sus miembros accedían al pedido de la profesora “podrían estar generando expectativas en otras 17 personas de sexo femenino que también obtuvieron la beca”.
En otras palabras: si usted es mujer y quiere progresar en su actividad profesional, absténgase de concebir hijos mientras esté estudiando o trabajando, porque si tiene la “desgracia” de quedar embarazada en ese período, será castigada y su vocación por mejorarse a sí misma será truncada. Naturalmente, a ninguna de estas consecuencias deben temer los hombres que también tienen hijos y, como ellas, tratan de avanzar en sus carreras. Ellos hacen su trabajo de pareja como futuros padres, tienen sus hijos y siguen para adelante sin ningún problema. Ellas no.
A esta altura de la evolución de la Humanidad, al menos en los lugares más civilizados del mundo, este tipo de desventajas contra las cuales las mujeres tienen que seguir peleando son decididamente inaceptables.
Cuando la dirección universitaria discutió y rechazó el pedido de la profesora en su sesión de diciembre, Karina Batthyány, representante de la Facultad de Ciencias Sociales en lugar de su decano, advirtió que, con esa decisión, la Universidad está contribuyendo a agrandar “la brecha entre investigadores e investigadoras”.
“La conclusión que tenemos que sacar es que la estudiante no puede interrumpir una beca por haber sido madre o que si interrumpe, va a ser penalizada”, alertó Batthyány. Y reclamó, preocupada, que la maternidad no suponga una desventaja para las mujeres.
A Batthyány la acompañaron otras colegas mujeres. María Torre, decana de Química, consideró negativo “el no reconocimiento al apoyo de esta persona que dejó su beca para tener a su hijo”. Mercedes Pérez, decana de Enfermería, exigió modificar el antiguo paradigma “para que las mujeres no dejen de estudiar por tener hijos”. María Urquhart, decana interina de Información y Comunicación, explicó que “muchas madres jóvenes viven la maternidad como algo que les pesa” cuando deciden hacer el esfuerzo para avanzar en sus conocimientos y ser mejores profesionales.
Los abogados de la Universidad negaron en su informe al CDC que hubiera existido “un trato desigual o discriminatorio” contra la profesora “por su condición de mujer o madre”; ella —expusieron los juristas— “pudo usufructuar la dotación económica durante todo el período en que no realizó actividades, sin que se dispusiera el cese o suspensión, y no se le exigió que devolviese el estipendio percibido”.
Parece un argumento atendible: si alguien no puede atender una beca pagada por los ciudadanos, aun cuando eso suceda a raíz de situaciones completamente comprensibles como en este caso, entonces que no cobre mientras esté abocado a otras urgencias. Pero tampoco hay que olvidar lo que esa persona está haciendo cuando va a parir un hijo: ¡está contribuyendo a salvar a la especie! Puede, por tanto, argumentarse con la misma legitimidad que el “estipendio” está bien merecido, no solo porque la mujer resolvió hacer lo que tenía que hacer para la reproducción de la población en una sociedad avejentada, sino porque, además, no se resigna a un rol de “ama de casa” y quiere usufructuar el derecho que todo ser humano tiene en cuanto a perfeccionarse a sí mismo para mejor servir a la sociedad después. Como sea, lo lógico es que pueda retomar el camino del progreso profesional no bien aquellas urgencias desaparezcan.
Todos saben que este de la Universidad no es un caso aislado. La sociedad uruguaya es menos machista que muchas otras de América Latina y del mundo. Desde comienzos del siglo XX, las mujeres uruguayas obtuvieron derechos de los cuales carecen miles de millones de mujeres en todas partes. Pero Uruguay sigue siendo un país machista. Apenas tres ejemplos: las mujeres ganan menos dinero que los hombres por desempeñar iguales tareas laborales; lo usual es que, cuando trabajan, ellas siguen siendo las encargadas de “las tareas del hogar”; y —quizá lo más grave ahora mismo— la violencia doméstica continúa cobrando demasiadas vidas de mujeres.
Ya en 2008, la narradora y ensayista Consuelo Triviño (colombiana radicada en España, graduada en Filología, docente del Instituto Cervantes y columnista cultural en el diario “ABC” de Madrid) escribía: “La alarmante cifra referida al maltrato que sufren las mujeres por parte de sus parejas masculinas en la España actual, pone en evidencia lo mucho que falta para hacer realidad principios universales como la igualdad y la justicia. Estas asimetrías sorprenden en una sociedad en la que, suponemos, la mujer ha logrado un mayor grado de libertad y autonomía. Sin embargo, estos logros han provocado en los hombres una respuesta irracional que cuestiona no solo el modelo de vida que llevamos, sino también los valores y los principios en los que se sostienen las relaciones de pareja, en el ámbito privado; y en el público, las anómalas relaciones sociales (laborales, institucionales, económicas, etc.) donde las mujeres están en desventaja”.
Esa situación de desigualdad e injusticia sigue siendo una rémora que el Uruguay aún padece. Y si algún varón cree sinceramente que este es un mero libelo feminista, sugiero que simplemente piense en sus hijas, en sus hermanas o en su madre. ¿No les cuesta más a ellas que a nosotros, los hombres?