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Cuando desde el gobierno —ya sea el presidente Tabaré Vázquez secundado por el ministro de Economía, Danilo Astori, o este respaldado por Vázquez— se nos dice que “no está en los planes incluir nuevas modificaciones tributaras”, se generan varios “in”: incertidumbre, intranquilidad e incredulidad.
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La inquietud se acrecienta cuando al tiempo se anuncia que el tema será motivo de amplia discusión dentro del Frente Amplio y también con el PIT-CNT y que se harán los esfuerzos y gestiones necesarios para conseguir el voto que falta para tener la mayoría que permita aprobar la Rendición de Cuentas.
Respecto a esto último: ¿por qué no recurrir a la oposición para lograr mayoría en estos asuntos presupuestales? Sería hasta fácil, porque entre blancos, colorados e independientes debe haber varios que apoyarían eso de no gravar más a la población. En la oposición hasta hay muchos “astoristas” que coinciden y están de acuerdo con los anuncios y primeras propuestas del titular de Economía, las que, hay que decirlo, al final siempre naufragan en la interna frentista, ante los embates e imposiciones de los más radicales y ortodoxos.
Estos —los radicales, los ortodoxos y el PIT-CNT—, sostienen que hay que recaudar más y dar más recursos a la educación. Como si la tragedia que se vive en ese campo se solucionara con más plata. Todos sabemos que no es así, que no se arregla solo con plata. El hecho cierto es que esos mismos que plantean gravar más para recaudar más, después piden más aumentos para los funcionarios, los que al final se llevan la recaudación.
¿De dónde sacar los recursos? Muy simple: hay que sacárselos a los que tienen. La fórmula mágica: “que paguen más los que tienen más”. El Capital de Carlos Marx en siete palabras. Con el impuesto a la renta ya no se insiste tanto: la “calentura” es palpable a muchos niveles. Pero se pueden aumentar el impuesto al patrimonio, a las herencias o incluso quitarle algunas exenciones a la enseñanza privada.
No es difícil que prospere alguna de estas nuevas arremetidas impositivas, y finalmente se “incluya” una modificación impositiva. La posición del Ejecutivo no es tan firme; el propio ministro Astori ha dicho, como muchas veces antes, que se harán “todos los esfuerzos”, pero hasta ahí.
Si no alcanzan es muy probable que se venga un nuevo aumento al impuesto al patrimonio, el que se decía que era solo “testimonial”. Cuando se implantó el impuesto a la renta (que es en realidad un impuesto a los ingresos), se dijo que en los hechos desaparecía el impuesto al patrimonio. Y esto encajaba con la teoría y al realidad: no se puede gravar dos veces un mismo ingreso.
Me explico: el ciudadano cobra su sueldo y se le quita una parte por “renta”. Con el resto hace lo que quiere; puede hasta gastarlo en copas, carreras o viajar todo lo que pueda y “que le quiten lo bailado”. Puede invertir en adquirir más conocimientos, aunque no le conviene mucho porque eso le puede significar un ascenso o una mejora del sueldo y entonces la quita por “rentas” es mayor: porque el que gana más, que pague más. Puede que con una parte de su plata libre, es decir, no gravada, se le ocurra hacer unas casitas con lo que además de crear fuentes de trabajo, sumar inversiones y contribuir al PBI, se asegura un patrimonio propio. Entonces es cuando se le aplica el impuesto al patrimonio. Y la doble imposición: ese patrimonio es producto de la inversión del dinero que quedó libre de carga fiscal, luego de que se le redujera el salario o ingreso por aplicación del impuesto a la renta.
Y no hay vueltas que darle, salvo en un país en donde los jubilados pagan impuesto a la renta y en el que se le quitan algunos beneficios a la educación privada, cuyo aporte no es chico, en nombre de la educación.
