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    Un momento de la mujer

    N° 2010 - 28 de Febrero al 06 de Marzo de 2019

    , regenerado3

    Ver a un grupo de mujeres hablando entre sí siempre ha puesto a los hombres inquietos, decía Germaine Greene. Algo de eso hay en estas páginas, donde, en la previa del Día de la Mujer quisimos establecer una conversación: mujeres hablando entre sí.

    Es lógico que reflejemos esta revolución en la que todos los días hay un cambio, por pequeño que sea, que va en la misma dirección: mejorar la vida del ser humano en su conjunto. En la ceremonia de entrega de los Oscar, que fue este domingo, tres humoristas abrieron la ceremonia. Es significativo. El feminismo puede incluir el humor. Es parte de lo que hace del feminismo un movimiento serio. Un documental sobre la menstruación ganó en su categoría y las directoras dieron su discurso burlándose de la supuesta hipersensibilidad que nos agarra a las mujeres. Estos días, en Estados Unidos, se publican libros que hablan de la ira femenina. Y otros que denuncian el machismo que impera en Silicon Valley, el lugar donde se está pergeñando nuestro futuro. Sí, Silicon Valley es machista. Apple y Google lo son y mucho de lo que sale de ahí está teñido por su visión y algoritmos machistas. 

    En estas páginas se habla de la “absurda brecha salarial”, de la importancia de empoderar a las adolescentes y jóvenes, de educar con sensatez a niños y niñas. Varias entrevistadas y columnistas hablan de la importancia de ganar dinero y entender de finanzas. Es un honor para nosotros contar con la pluma y el conocimiento de personas tan destacadas. 

    El 8 de marzo es un día histórico de conmemoración y reflexión. Vaya si habrá que aplaudir a Jenny Escobar y a Mujeres de Negro, que desde hace 12 años se manifiestan en 18 de Julio en silencio en señal de solidaridad hacia las mujeres que sufren violencia doméstica. “¡Ni una muerte indiferente! ¡Ni una más!”, escribe Jenny en nuestras páginas.

    Cada día se escuchan más voces. Algunas molestan. Eso es siempre enriquecedor. Es de esperar que en los directorios de las empresas se hable cada vez más del tema y se polemice. “Las empresas tienen que apoyarnos si quieren contar con representantes de la mitad de la población en posiciones de liderazgo”, dice Karen Bruck, la uruguaya que tiene un puesto clave en Mercado Libre y ha hecho una estupenda carrera.

    Mariana Percovich habla de su experiencia como lesbiana (¿en serio en Uruguay te dicen que no te alquilan el salón para un casamiento gay?). Y de cuánto queda por hacer para sacudir la matriz conservadora, especialmente en los sectores de menores recursos de la sociedad y en las zonas rurales o más alejadas de la capital.

    Hay mujeres que no están embanderadas con la causa, pero que con su trabajo rompieron moldes, como el caso de Silvia Pérez –es gracioso lo que cuenta, que al principio le decían si era la vedette de Olmedo–, que cuando empezó a hablar de fútbol en radio y televisión los comentarios eran del tipo “esta qué sabe, que vaya a lavar los platos”.

    Es interesante el aporte de hombres destacados como Nicolás Herrera, Agustín Mayer y Martín Guerra; algunos, en otros ámbitos, han hecho autocrítica. Chapeau. Ellos y todos los hombres tienen mucho para ganar, porque los números indican que las empresas con mujeres en puestos de decisión son más exitosas. Además, está el otro plano, el afectivo, imprescindible. “Los hombres no serán libres de verdad para amar a las mujeres ni para expresarse con total espontaneidad hasta que las mujeres participen plenamente en las decisiones  que afectan a su vida y a la sociedad”, dijo Betty Friedan, una pionera del feminismo en el siglo XX.

    Esto decía la escritora Ursula K. Le Guin ante un grupo de mujeres universitarias en 1983: “Deseo que vivan sin la necesidad de dominar, y sin la necesidad de ser dominadas. Deseo que nunca sean víctimas, pero deseo que no tengan poder sobre otras personas. Y cuando fracases, y estés derrotada, y con dolor, y en la oscuridad, espero que recuerdes que esa oscuridad es tu lugar, donde vivís, donde no se pelean guerras y donde no hay guerras que se ganen, pero es donde está el futuro. Nuestras raíces están en la oscuridad; la tierra es nuestro lugar”.

    Solía decir Le Guin que es comprensible que las personas se asusten y enojen cuando las mujeres hablan, porque en esta sociedad bestial, cuando las mujeres hablan de verdad, lo hacen de una manera subversiva. No pueden evitarlo. “Si te están manteniendo abajo, tenés que romper, te sublevás. Somos volcanes. Cuando nosotras las mujeres ofrecemos nuestra experiencia, que es nuestra verdad, como una verdad humana, todos los mapas cambian. Hay nuevas montañas. Eso es lo que quiero escuchar, el volcán en erupción”. Y al final agregaba: “No caigamos de nuevo en el silencio. Si nosotras no contamos nuestra verdad, ¿quién lo hará? ¿Quién hablará por mis hijos y los tuyos?”. 

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