En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Duró veinte segundos, fue devastador e imposible de olvidar. El 17 de enero de 1995 un terremoto destruyó la ciudad de Kobe, la sexta más grande de Japón, y fueron miles los que murieron y cientos de miles los que perdieron sus casas y pertenencias. Por aquellos años, el escritor Haruki Murakami ya estaba radicado en Estados Unidos, y sintió desde la distancia la dimensión del desastre. El terremoto lo afectó especialmente porque en Kobe había pasado su infancia y sus padres aún vivían allí. Y ellos lo habían perdido todo.
, regenerado3
¡Registrate gratis o inicia sesión!
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Murakami regresó a Japón y comenzó a observar los efectos menos visibles del terremoto: lo que había producido en el interior de los sobrevivientes o de aquellos que tenían en Kobe sus afectos o incluso en quienes desde muy lejos habían visto las terribles imágenes por televisión. En su literatura encontró la forma de exorcizar el dolor propio y el ajeno, y en el 2000 publicó Después del terremoto, un volumen de cuentos que acaba de editarse en español.
En estas seis historias, el terremoto roza a los personajes, porque ninguno estuvo en Kobe cuando ocurrió y algunos ni siquiera tienen un lazo emocional con la ciudad. Pero en todos ellos algo se quiebra o se instaura un nuevo vacío. Los seguidores de Murakami (“Tokio Blues”, “Sputnik, mi amor”, “Kafka en la orilla”, “1Q84”) conocen la soledad de sus personajes, sus vaivenes entre lo real, lo onírico y lo fantástico y su prosa poética salpicada de humor. Después del terremoto tiene todas estas características, aunque con un condimento diferente, porque es un hecho real el que produce reacciones extrañas y a veces incontrolables en los personajes. Y todo lo observa un narrador distante, que registra a los protagonistas como tratando de entenderlos.
En el primer cuento del volumen, “Un ovni aterriza en Kushiro”, una mujer se hunde en el mutismo sentada frente al televisor, mientras mira pasar escenas del terremoto. “Él ni siquiera tenía claro si ella llegaba a percibir su voz”, dice el narrador al referirse a Komura, su marido y el verdadero protagonista del relato. Después de varios días de indiferencia, la mujer de Komura deja una nota y desaparece: “No volveré nunca más. (...) El problema es que en ti no hay nada que me llene, (...) vivir contigo es como vivir con una masa de aire”. Komura queda destruido y trata de encontrar en las noticias sobre el terremoto señales que expliquen la conducta de su mujer. Pero no las encuentra, por eso emprende un viaje hacia una ciudad lejana cargando un objeto que tal vez encierre el contenido que le faltaba a su vida.
Un vacío distinto sufren los personajes de “Paisaje con plancha”. En una ciudad costera, una joven llamada Junko comparte el amor por las fogatas en la playa con el misterioso señor Miyake. Ambos sienten “algo profundo” cuando se sientan a ver las llamas y recuerdan el cuento de Jack London, “Encender un fuego”, sobre un hombre que en las heladas tierras de Alaska trata de hacer una fogata para no morir. “Voy muriéndome poco a poco, lentamente, en un espacio muy pequeño, en la negra oscuridad”, dice un día el señor Miyake, y su relato tiene raíces en un sueño y también en la ciudad de Kobe, donde otros fuegos siguen encendidos.
Por las páginas del libro también pasa un joven que se despierta una mañana con resaca y termina su día persiguiendo a un hombre al que le falta el lóbulo de la oreja (“Todos los hijos de Dios bailan”). En el medio suena muy seguido la palabra “Dios”, sobre todo en Osaka, donde un grupo religioso reza por las víctimas del terremoto.
Y otro joven es el protagonista de “La torta de miel”, que maneja los resortes del cuento infantil para contar la historia de un amor imposible entre un escritor y la esposa de su amigo, en la que se mezcla “el señor del terremoto”, que asusta a niños y es una representación del miedo adulto.
El mejor cuento del volumen es “Tailandia”, sobre una doctora que viaja al país asiático para olvidar un desagradable proceso de divorcio. Frente al terremoto, el personaje no siente compasión por las víctimas, ni angustia por la destrucción, sino ansias de venganza: “Ella sabía que aquel hombre vivía en Kobe. ‘Ojalá tu casa esté aplastada’, pensó ella. ‘Y tú y toda tu familia os encontréis en la calle, sin blanca”. A pesar de la virulencia de sentimientos, es un relato lleno de referencias al jazz y a los congresos de médicos con sus chismes, chistes verdes y karaoke con canciones de los Beach Boys.
Un relato fantástico es el de “Rana salva a Tokio”. El señor Katagiri, un gris funcionario de la Caja de Crédito y Seguridad, llega un día a su casa y se encuentra con una rana gigante que habla, calienta agua para el té y se ríe. Rana tiene un plan para salvar a Tokio de un inminente terremoto y quiere aliarse con el señor Katagiri. El cuento va aumentando en sus aspectos esperpénticos y termina en una lucha lúgubre y desagradable entre el Bien y el Mal. Es un cuento extraño e incómodo, y su excesivo delirio lo hace el menos sólido del volumen.
Las historias de Después del terremoto no tienen conclusión. Sus personajes parecen quedar en suspenso, como enfrentados a una grieta que de pronto se abre frente a ellos. Posiblemente sea una grieta tan antigua como sus vidas, pero el sismo los hace mirar hacia el fondo, y a veces solo encuentran el vacío.
“Después del terremoto”, de Haruki Murakami. Tusquets 2013, 190 páginas, $ 420.