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    El surf, la soleada California y Juan Sebastián Bach

    Con el maestro Kent Nagano, director de la Orquesta Sinfónica de Montreal

    En el segundo concierto del ciclo del Centro Cultural de Música, este sábado 27 de abril se presentará a las 19.30 horas en la sala Eduardo Fabini del Auditorio Adela Reta la Orquesta Sinfónica de Montreal, bajo la batuta de su director estable Kent Nagano, en un programa con obras de Wagner, Liszt y Brahms.

    Nagano, uno de los grandes nombres de la música contemporánea, nació en Berkeley, California, en 1951. Fue director de la Ópera de Lyon, de la Ópera de Baviera y desde 2006 es el director estable de la Sinfónica de Montreal. Ha sido invitado por las mejores orquestas del mundo, incluyendo las Filarmónicas de Viena, Berlín y Nueva York, la Sinfónica de Chicago, la Dresden Staatskapelle y la Leipzig Gewandhaus. Grabó para los sellos más famosos como Sony Classical, Erato, Deutsche Grammophon y Harmonia Mundi, entre otros. Recibió un Doctorado Honorario de la McGill University y de la Université de Montreal. En 2007 la ciudad de Montreal le concedió el título de Ciudadano Honorario. En 2008 le fue concedida la Orden del Sol Naciente, la más prestigiosa condecoración dada por Japón a un extranjero. Además, es un entusiasta de los Beatles. Y también fue surfista.

    Su apretada agenda impidió una entrevista personal, no obstante lo cual el maestro Nagano accedió amablemente a responder por escrito a Búsqueda. Lo que sigue es un resumen de la entrevista.

    —¿Se encuentra cómodo acompañando a un solista del mismo modo que dirigiendo solo frente a la orquesta?

    —Sí, estoy cómodo en ambas situaciones. Como trato de mantener activos en mi trabajo el repertorio operático y también el sinfónico, la diferencia entre acompañar a un solista o dirigir solo a la orquesta no es para mí fácilmente perceptible.

    —¿Hay algún rasgo distintivo en su forma de dirigir?

    —La mayoría de los directores que conozco y respeto dirigen de manera diferente dependiendo de las circunstancias. Variables como la habilidad de la orquesta, el nivel de experiencia con el repertorio o la familiaridad con el estilo de música a ejecutar, todas ellas juegan un rol en un proceso complejo. Lo más importante en el rol del director es la comunicación con los músicos. En mi experiencia, para lograr una buena comunicación, además de un buen nivel técnico y artístico, es imperativo que el director sea honesto y natural. Hacer música es una experiencia altamente sensible y sensual, que demanda talento, conocimiento, penetración psicológica, preparación, inspiración, alto nivel de habilidad y profesionalismo. Si convenimos en que la música bien hecha es la voz de la humanidad, cuando un director es artificial, inauténtico, no es él o ella mismo, y la orquesta y el público sentirán de inmediato esa falta de honestidad.

    —¿Las escuelas de Toscanini y Fürtwangler siguen siendo importantes?

    —Acepto los estilos de liderazgo de ambos. Sabemos que el arte, para existir, requiere niveles excepcionales de pasión, devoción, emoción, inteligencia y espiritualidad. Más aún, el gran arte requiere una disciplina superior no negociable, dedicación en busca de la perfección, trabajo riguroso para lograr buena técnica, compromiso intelectual en una búsqueda e investigación constante. En todos estos aspectos, Fürtwangler y Toscanini continúan inspirándonos hoy. Sus escuelas son y seguirán siendo muy relevantes. Casi todos los directores estamos influenciados por el legado de estos dos grandes artistas.

    —Después de los ensayos, ¿queda algún lugar para la improvisación en la noche del estreno?

    —Mientras que en el ensayo se perfeccionan estructuras, ideas y enfoques estéticos, la ejecución del concierto es el acto vivo de creación musical. Esta creación requiere flexibilidad, respiración, inventiva, inspiración, novedad, imaginación, todo lo cual nos sugiere que nos enfrentamos a algo hasta cierto punto desconocido que quizás, en algún momento, puede requerir algo de improvisación.

    Un vistazo a su repertorio indicaría que usted se inclina más por la música contemporánea que por la más clásica o romántica. ¿Es así?

    —Si me permite contestarle en broma y con todo respeto, creo que no ha mirado usted cuidadosamente mi repertorio.

    —¿Qué compositores cree que realzan más su forma de dirigir?

    —Las grandes obras maestras exigen un crecimiento constante en el director y en el público oyente. En mis ratos libres, cuando simplemente quiero tocar música para mí, solo con el piano, por placer, distracción o diversión, vuelvo una y otra vez a Juan Sebastián Bach.

    —¿Hay alguna obra en particular que invariablemente lo emocione?

    —Por supuesto, depende de las circunstancias. Hace muy poco la orquesta y yo nos emocionamos hasta las lágrimas en el “Réquiem” de Mozart durante un servicio religioso. Pero es mejor que la ejecución haga llorar al público y no a los artistas.

    Algunos directores gesticulan mucho mientras que otros como Karajan y Ghergiev dirigen con los ojos cerrados y pocos gestos. ¿Cómo se supone que debe fluir en cada caso la comunicación con la orquesta?

    —Dirigir es comunicarse sin palabras. En la vida diaria, todos podemos comunicar sorpresa, alarma, alegría, amor, felicidad, descontento y hacerlo de diversas formas y siempre sin palabras.

    Se dice que es fanático de Los Beatles. ¿Cómo explicaría usted como músico la importancia de este grupo?

    —“Fanático” quizás sea algo exagerado. Aprecio sí profundamente el excepcional nivel artístico que mantuvieron durante los exitosos años del conjunto. Puedo decir respecto a ellos que hay un punto en que su música alcanza niveles de calidad tan superior, tan alejada de la banalidad de los límites humanos, que en estos casos sería simplista clasificarla dentro de un género como clásico, popular, jazz o entretenimiento.

    —¿Cuáles son sus preferencias en literatura y en cine?

    —Aparte de las lecturas que exige mi disciplina como historia, antropología y musicología, disfruto mucho con la gran literatura y la poesía, que me han llevado por viajes y aventuras mucho más dramáticas y excitantes que las de cualquiera de esos juegos que se encuentran en Internet. También me gusta el cine pero lamentablemente para ello hace falta tiempo y una pantalla. Por falta de tiempo no estoy al día con el cine y las películas a las que se accede en los aviones son bastante limitadas en género y contenido.

    ¿Cómo consigue una mejor relajación: con una siesta o buceando en el mar?

    —La relajación nunca fue algo que me preocupara. Incluso algunos ejercicios indicados para eso en general me aburren. Me parece más importante mantener una buena salud, con una buena dieta y actividad física. Eso clarifica conceptos, acelera el pensamiento, trae nuevas ideas y da más espontaneidad a la inspiración. Una actividad que fue parte de mi crianza fue el surf en las costas de California. Una maravillosa forma de mantenerse saludable. Pero para eso se necesita el mar.