La encuesta también mostró que el 43% de la población aprueba la gestión del ministro del área, Fernando Lorenzo, casi la misma proporción que la que tiene un juicio positivo sobre el momento económico que atraviesa el país. Sin embargo, si bien sólo el 16% dice que la situación económica es mala, el 25% desaprueba la gestión de ese jerarca.
La política también pesa en los juicios.
Una mayoría absoluta de votantes frentistas (59%) tiene una opinión favorable sobre el desempeño de Lorenzo y la misma proporción califica como buena la situación económica del país.
Entre los colorados, una mayoría relativa aprueba la gestión del ministro (40%) y el 36% piensa que la realidad económica es buena. Los votantes blancos tienen juicios más críticos tanto sobre la marcha de la economía (sólo el 28% la considera buena) como sobre el desempeño de Lorenzo: sólo el 25% tiene una opinión positiva acerca de su gestión y la mayoría (44%) la desaprueba.
Los datos generados por Cifra provienen de una encuesta telefónica a 1.021 uruguayos de 17 o más años de edad realizada entre el 10 y el 21 de julio pasado, en Montevideo y una muestra de localidades del interior.
Los resultados son estimaciones, no valores exactos; la muestra es probabilística. En muestras de estas características en general se admite que para los niveles de confianza usuales (95%) el margen de error es de aproximadamente tres puntos porcentuales en más o en menos. Estas consideraciones valen sólo para las cifras nacionales; los márgenes de error de las sub muestras (por ejemplo, las cifras que corresponden sólo al interior o a Montevideo) son mayores.
En concreto, a los encuestados se les preguntó lo siguiente: “¿Cómo calificaría la situación económica del país?” y “¿Aprueba o desaprueba la gestión del ministro de Economía, Fernando Lorenzo?”
El fin del período
Ya con las elecciones nacionales de octubre de 2014 más cerca en el horizonte, comienzan a emerger los precandidatos. También son tiempos de discusiones programáticas en los distintos partidos, y la economía es un área clave para cualquier gobierno.
“¿Usted cree que puede haber una situación peor que la que recibimos cuando fui candidato en 2004? Yo creo que estamos mucho mejor que en aquel momento. Si en aquel momento se pudo salir adelante, en la situación económica y social actual estamos en un nivel que nos permite aspirar a ir a mucho más: mejores condiciones de vida para los uruguayos, mayor dignidad en la calidad de vida, logros importantes a nivel social y un desarrollo humano más profundo”, dijo Tabaré Vázquez a Búsqueda la semana pasada, unas horas después de que en su casa en el Prado comunicara a dirigentes de tres de los principales sectores del Frente Amplio que está dispuesto a competir como presidenciable en las elecciones de 2014.
El mandatario, José Mujica, quiere que la economía no sea un dolor de cabeza para quien lo suceda, y mucho más si es Vázquez u otro postulante del oficialismo.
Por ello pidió un poco de “paz” a sus asesores más directos en materia económica, quienes chocaron varias veces con el equipo que lidera Lorenzo en una puja de poder, y son favorables a adoptar medidas de corte redistribucionista. El argumento que planteó Mujica fue que poner coto a la “batalla económica interna” del gobierno es “prioritario” para que el abanderado del Frente Amplio en las próximas elecciones sea Vázquez (ver Búsqueda Nº 1.711).
El presidente también ha reiterado que no habrá cambios sustanciales en la política económica en lo que resta de su mandato.
Sobre la necesidad de una continuidad en esa área también han coincidido Vázquez y el vicepresidente Danilo Astori en reuniones que mantuvieron en los últimos meses (Nº 1.712). El ex presidente le transmitió que “apoya totalmente” al actual equipo económico, que “coincide con el enfoque de la política económica” que se está aplicando y que la mantendrá en caso de que vuelva a ejercer ese cargo, dijeron a Búsqueda fuentes políticas.
Menos vigor
Los análisis coinciden en augurar una situación económica menos positiva hacia 2015, cuando cambie el gobierno. Esos vaticinios se hacen a partir de un contexto mundial algo incierto, en particular acerca de la salida de la crisis que enfrentan varios países de Europa, sobre la intensidad de la recuperación de Estados Unidos, así como por el enlentecimiento de China y otras naciones emergentes.
Uruguay vive el ciclo de expansión económica más prolongado de su historia, con un ritmo promedio de crecimiento anual cercano a 5% desde 2003 que en los meses recientes tendió a perder vigor. Por ejemplo, el volumen de producción en la industria manufacturera —sin considerar la refinación de petróleo— se contrajo 0,5% en junio, al comparar con un año atrás, aunque en todo el primer semestre creció 5,6%, informó el lunes 12 el Instituto Nacional de Estadística. El empleo en el sector disminuyó 4,8% y 1,4% en esos mismos períodos.
También el comercio y los servicios se están desacelerando. Ayer miércoles 14 la gremial del sector divulgó una encuesta entre sus socios según la cual la actividad mantuvo un “crecimiento real moderado” en el segundo trimestre, si bien algunos giros mostraron caídas en sus ventas, como los bazares, casas de ropa, barracas, hoteles, supermercados y cooperativas de consumo. Los empresarios advirtieron que están teniendo más dificultades para cobrar los créditos que otorgan y se quejan por la “reducción” de la rentabilidad de su negocio.
Al ciclo de fuerte crecimiento contribuyó la valorización de los alimentos en el mundo. Pero ese panorama empezó a cambiar y por ejemplo la soja, que había alcanzado valores cercanos a U$S 550 la tonelada, cotizó en los últimos días en torno a U$S 430).
También desde el exterior provinieron fenómenos con consecuencias diversas para la economía local: Uruguay captó volúmenes sin precedentes de inversión foránea para radicar emprendimientos productivos y las tasas de interés internacionales se mantuvieron en niveles casi nulos, lo que redujo la carga del servicio de la deuda pública del país. Pero un dólar barato, asociado a una política monetaria expansiva en Estados Unidos, impactó sobre la competitividad de las empresas exportadoras uruguayas y en la rentabilidad de su negocio.
El crecimiento económico se tradujo en mejoras en los indicadores sociales (la pobreza se ubica en torno a 12% de la población y los niveles de desigualdad disminuyeron, aunque sectores del oficialismo son favorables a adoptar medidas que redistribuyan la riqueza) y del mercado laboral; la cantidad de puestos disponibles está en torno a sus máximos históricos y los registros de desocupación son menores a 7%. El poder adquisitivo salarial aumentó año tras año.
La contracara de ese panorama de mejoras son los datos fiscales y la inflación.
Las cuentas públicas se fueron deteriorando a medida que avanzó este segundo período de gobierno del Frente Amplio. Es que si bien la recaudación de tributos se incrementó —favorecida por un empuje del consumo—, también lo hicieron los gastos normales en el presupuesto y hubo otros extraordinarios, como el mayor costo de generación hidroeléctrica por la escasez de lluvias. El dato más actual, que es a junio, situó el déficit de los últimos doce meses en unos U$S 1.000 millones, lo que equivale a 2% del Producto Bruto Interno (PBI).
Relacionado con el frente fiscal, una década atrás la deuda pública era un problema grave que empezaba a resolverse mediante un canje de bonos que postergaría vencimientos. Cuando se instaló el primer gobierno del Frente Amplio, en marzo de 2005, la situación seguía siendo compleja y la deuda pública bruta ascendía a 93% del PBI.
El repago por adelantado de créditos a organismos financieros internacionales y una serie de operaciones de gestión de pasivos —la más reciente concretada el martes 13— dieron alivio en ese frente. Hoy la deuda bruta representa 61% del PBI, pero como los activos de reserva se incrementaron significativamente (eran unos U$S 15.050 millones hasta la semana pasada), el endeudamiento neto ronda el 27% del Producto.
Los precios al consumo han aumentado más que lo que esperan las autoridades económicas, también por efecto de la presión de la demanda interna y como reflejo de los altos precios de los alimentos en el mundo, que usualmente se trasladan al mercado uruguayo. La inflación en períodos de doce meses ha estado en el entorno de 8%, cuando la meta del gobierno es que se sitúe cerca de 5% anual.
Esa es una preocupación sobre todo para los hogares de ingresos modestos (el Instituto Cuesta Duarte del PIT-CNT considera que la mitad de los asalariados cobra un salario mínimamente aceptable, de $ 14.000 mensuales, y que el resto están “sumergidos”) porque el alza de precios erosiona su poder de gasto. Es por ello que en estos días dirigentes de la central sindical dialogan con el gobierno y con comerciantes para tratar de que se rebaje o congele por un tiempo el costo de un conjunto de artículos de la canasta básica.
Otro talón de Aquiles de Uruguay fue muchas veces el sistema financiero, ya que sus fragilidades terminaban por permear en el resto de la economía; así ocurrió en la última crisis de 2002. Ahora en Uruguay operan menos entidades bancarias, pero muestran mayor solidez y funcionan bajo una regulación más estricta que en el pasado, si bien la baja rentabilidad del negocio es una preocupación para los banqueros.
Los aspirantes a gobernar el país desde marzo de 2015 deberán tener en cuenta todo este panorama económico, y también la percepción de los uruguayos, al momento de pedir el voto y hacer promesas de campaña.