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Un chico de unos cinco años metido dentro de un pijama grande hace todo lo que, en general, no se puede hacer dormido: correr, saltar y huir de animales gigantescos. Es Little Nemo, el Pequeño Nemo, protagonista de una historieta creada en Estados Unidos hace más de un siglo. Al principio se llamó “Little Nemo in Slumberland” y llegó para revolucionar al mundo del cómic en aquellos primeros años del siglo XX.
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Atravesó por varias etapas de la mano de un padre muy activo y prolífico: el estadounidense Winsor McCay. Este año se celebran los cien años de la desaparición de la historieta en una de sus etapas, la que correspondió a la publicación en el periódico “New York American” y en otros medios que pertenecían a William Randolph Hearst, en los que apareció entre 1911 y 1914 con el título de “In the Land of Wonderful Dreams”.
En realidad, los lectores ya disfrutaban de las divertidas e imaginativas aventuras del niño durmiente desde octubre de 1905, cuando aparecía en el “Sunday Herald” a página completa con el nombre de “Little Nemo in Slumberland”. Desde un comienzo su propuesta renovadora causó sensación. En este período dejó de editarse en 1911. Varios años después, entre 1924 y 1926, McCay retomó la publicación en el “New York Herald”, pero no consiguió la misma repercusión. El modelo que usó el dibujante para crear al personaje fue su propio hijo, Robert McCay, quien de grande intentó reproducir el éxito de la tira de su padre, en los años 30 y en los 40, sin lograrlo.
“Nadie” en sueños.
El esquema de la narración era casi siempre el mismo: en el primer cuadro Nemo (que significa “nadie” en latín) se iba a dormir a su camita de madera y en el último cuadro aparecía en el suelo, despeinado y enredado en sus sábanas blanquísimas, luego de correr oníricas y bellas aventuras por cielo, mar y tierra. Little Nemo fue considerada una pieza ejemplar de la historia del cómic por la experimentación que McCay se permitía hacer con la distribución de los cuadros dentro de la página, el uso del color, el timing de la historia, la perspectiva de los encuadres y los detalles minuciosos del dibujo, que se veían en la arquitectura de los lugares y en el realismo de los animales.
Tanto el cómic Little Nemo como otras realizaciones de McCay son de dominio público desde el año 2005. Se han publicado dos ediciones que reúnen el material de Nemo en el período 1905-1914, una de ellas en seis volúmenes editados por Fantagraphics Books (1989-1993) y otra en un solo libro de editorial Taschen, también de la época 1905-1914. No existen en castellano ediciones completas, aunque sí apareció una incompleta que iba de 1905 a 1908, de Norma Editorial. Sobre finales de 1970 la tira apareció en castellano en Buenos Aires, dentro de la publicación mensual “El Expreso Imaginario” de Buenos Aires.
Este fue uno de los primeros cómics que aprovechó el potencial espacial de las páginas dominicales, conocidas como sunday strips, con un estilo visual recargado y sofisticado, inspirado en el art déco y el art nouveau. Los temas y enfoques son oníricos y precursores de lo que más adelante fue el surrealismo.
Cabe apuntar que la historieta apareció pocos años después de que Sigmund Freud publicara “La interpretación de los sueños”, en 1898. Más allá de que el historietista haya conocido estos escritos, es cierto que los mecanismos del sueño y el lenguaje del inconsciente que describió el padre del psicoanálisis, se identifican en estas historias.
Siempre con una gran apuesta al color, aparecen aves y leones gigantes, seres vestidos como arlequines, lunas con rostro de hombre gordo, camas como gacelas, con patas largas y ondulantes. ¿Y Nemo? Nemo corre, salta y rueda, llevando ese pijama de otra época, abullonado y blanco. El conjunto gráfico y los guiones dan por resultado un producto de gran belleza que reúne la potencia de la imagen y la candidez de los temas. Había continuidad entre una entrega y otra, y personajes secundarios que se repetían, como el Demonio, Flip y la Princesa.
McCay, el habilidoso.
El hábil dibujante nació en Michigan en 1867 y murió en Sheepshead Bay, en 1934. Desde un principio se dedicó al dibujo de sátira política y creó varios personajes antes de que su mano inquieta le soltara la rienda al movedizo Nemo. Es curioso saber que la historieta de Nemo fue concomitante con otra serie del mismo autor, “Dream of the Rarebit Fiend”, que publicaba en un diario de la competencia, “The Evening Telegram”, lo cual hizo que la firmara con el seudónimo de Silas. A diferencia de Nemo, en esta otra producción Silas incursiona en el horror, con un protagonista que es enterrado vivo.
McCay tuvo la virtud de ser precursor en dos frentes: el de la animación y el del marketing asociado a la historieta. Tuvo ojo comercial y generó negocios asociados a la tira. En animación, sus dos creaciones más sobresalientes fueron “How a Mosquito Operates”, de 1912 y “Gertie the Dinosaur”, de 1913. Por otra parte, “Lusitania” es el nombre de la película que fue su máximo aporte al cine, en la que relata el hundimiento del barco, valiéndose de 25.000 dibujos que trazó él solo.
Este hombre vivió para dibujar. Y su gran terror era perder su destreza y disfrute. Lo que al final sucedió, después de sufrir un derrame cerebral que le paralizó el lado derecho del cuerpo. Un segundo accidente de este tipo lo mató poco tiempo después, a los 65 años.
En Youtube se encuentra la joyita de un cortometraje que realizó en 1911. Ahí, el ilustrador aparece en una mesa de boliche junto a sus amigos, que fuman puros y se sirven soda, mientras él desgrana de su mano los trazos inconfundibles de sus principales personajes con gran faciilidad. En el corto juega a que acepta el desafío de elaborar una película animada en un mes, con 4.000 dibujos. En las escenas siguientes, con las características típicas del cine mudo, aparecen unos hombres que cargan enormes y pesados paquetes de papel de dibujo y tinta.
Para obtener un mayor rendimiento económico, el personaje de Nemo se usó a partir de 1906 en postales que también dibujó McCay, en libros, en juegos y en ropa para niños.
Tablas y pantalla grande.
Se han hecho varias versiones de Nemo en teatro y cine. En 1908 se estrenó en Broadway una obra de teatro basada en Little Nemo. Y bastante más cerca en el tiempo, y en Montevideo, hubo también una versión teatral: se llamó “El maestro del sueño” y se estrenó en 2007 en El Picadero (Agraciada y San Fructuoso). Era una obra de Marcel Sawchik con dirección general de Adriana Ardoguein y una puesta en escena impactante. Tuvo cuatro nominaciones a los Premios Florencio y ganó dos: mejor escenografía e iluminación.
En cuanto a la inspiración que significó para realizar películas, en 1984 se filmó “Nemo”, con dirección del francés Arnaud Sélignac y producción de John Boorman, que se tradujo con el título de “Dream One”. Aunque siguió el espíritu original de McCay, la película tomó otros rumbos más subjetivos, que la alejaron de la tira. Más adelante, en 1989, los japoneses Masami Hata y Masanori Hata estrenaron el animé “Little Nemo: Adventures in Slumberland”. En el guión colaboraron, entre otros, Jean Giraud, el historietista francés creador de “Moebius”, y el genial escritor estadounidense de ciencia ficción Ray Bradbury. En los 90 se agregó a la oferta del pequeño niño durmiente un videojuego de Nintendo.
Quien tenga en su casa alguna de las revistas o libros que reprodujeron a Little Nemo, debe saber que guarda un tesoro. Y aquel que los encuentre, casi sin buscarlo, en la feria de Tristán Narvaja o en una librería de viejo, se sentirá muy afortunado. Porque la belleza, libertad y creatividad de Little Nemo serán eternas.