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    Resiliencia a pesar de todo

    N° 1952 - 11 al 17 de Enero de 2018

    , regenerado3

    El 2017 seguramente no pase a la historia de la agricultura uruguaya como uno de los años más destacados. Otra vez la suerte de buena parte de los agricultores se jugará en el verano, de la mano del clima que esperemos que nos dé un rendimiento bueno como para ganar un tiempo más. En el fondo la agricultura es como un partido de fútbol. La campaña 2017 2018 va con un tanto abajo para los agricultores, con lo que ha sido el saldo del invierno, y estamos a la espera del segundo tiempo.

    Para el grueso de los uruguayos, el verano es una época de distensión y placer por las vacaciones. Pero los agricultores miran para arriba con ansiedad, porque se juegan la vida con cada lluvia que pasa. Nuestro Uruguay vive pensando que los agricultores son todos ricos y que se quejan de todo. En el imaginario colectivo urbano la soja sigue siendo una fuente inagotable de riquezas que se reedita año a año. Ese mundo se terminó hace rato. Hoy buena parte de la agricultura de secano tiene serios problemas de rentabilidad y se sigue escondiendo la realidad.

    Las existencias globales de granos han aumentado de forma considerable en los últimos años. En especial, la soja que siempre fue nuestra salvadora, tiene la relación stock-consumo más alta de la década (casi un 28%), lo que pone un techo relativamente cercano en términos de subas de precio, a menos que ocurra algo negativo con el clima, de proporciones bíblicas, y que eso nos catapulte a precios que nos permitan superar todas nuestras dificultades financieras y de rendimiento. No es imposible, pero tiene las mismas chances de que Uruguay llegue a la final de la copa del mundo de fútbol.

    El avance tecnológico de la agricultura en términos de adaptación a condiciones productivas más complejas permite que con menos se produzca mayor volumen. Los cultivos son más eficientes pero esa mayor productividad no siempre se demuestra en nuestras condiciones. El camino del ajuste que empezó hace ya tres años en las empresas agrícolas ya no tiene mucho margen de dónde sacar. Como en otros sectores, la concentración silenciosa de los que logran llegar al final impide ver el verdadero costo social que tiene esto para el agro en su conjunto. Siguen desapareciendo productores que se ven forzados a salir de la actividad. Mientras tanto, nuestro socio principal en la producción sigue mirando para otro lado, viviendo en un mundo donde el realismo mágico le permite seguir soñando con transformar el Uruguay desde el repartir una riqueza cada vez más difícil de generar para el sector agropecuario, en lugar de fomentarla. Muchas de esas falsas transformaciones se hacen con base a deudas que pagarán nuestros hijos y que no dejan nada tangible. Uruguay tiene que aprendwwer a decir hoy que ciertas cosas no se pueden dar pensando en generar crecimiento para tener un mejor futuro. Es muy injusto heredar deudas a las futuras generaciones, ellos no pidieron eso y les vamos a dejar el costo del ajuste por no ser capaces de ordenar hoy las prioridades.

    El Estado uruguayo sigue siendo el gran ausente de los cambios estructurales que se necesitan con urgencia. No solo no se achica sino que nos miente. Somos actores de segunda de una realidad que nadie quiere ver. A las autoridades no les preocupa que el sector no crezca.Tampoco les preocupa el efecto de las subas de las tarifas en los costos de producción. Lo que importa es el frente fiscal y evitar comprometer el grado inversor para seguir endeudándonos.

    Aun así, Uruguay plantará en torno de un millón de hectáreas de soja. El ajuste no llega todavía al área sembrada. Eso le debería demostrar a la sociedad uruguaya tan afecta a criticar la agricultura, que los agricultores son resistentes a casi todo: un clima adverso, un gobierno que le da la espalda, condiciones difíciles de precios y la lista puede seguir.

    Esos son los agricultores, gente que le pone el hombro a cualquier adversidad, gente que empuja aunque los pronósticos sean malos, ya que siempre existe la esperanza de que las cosas cambien para bien. A ellos se les debe mucha de la riqueza que genera Uruguay. Esas eran nuestras bases, sobre eso crecimos. Es bueno reconocer ese esfuerzo. A los agricultores de mi tierra, que nunca pierden la esperanza de seguir, a pesar de todo, lo mejor para el 2018. Y a quienes no lo reconozcan, un poco de humildad para saber que el pan de cada día viene del esfuerzo de nuestra gente mas allá de Montevideo.

    (*) El autor es ingeniero agrónomo (Dr.), asesor privado y profesor de Agronegocios en la Universidad ORT.