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    Terrorismo islámico

    Sr. Director:

    , regenerado3

    Muchos recordamos el advenimiento del nazismo en Alemania y su expansión europea. También, cuánto demoraron los gobiernos de entonces en reconocer su peligrosidad, en combatirlo, y luego extenderla al denominado “Eje” al que se sumarían Italia y Japón.

    La historia no se repite pero ciertas circunstancias se parecen demasiado.

    Todo sucede como si se dilatara la decisión de actuar cuando depende de muchos.

    El fundamentalismo islámico, radical y terrorista avanza vertiginosamente sobre la Tierra mientras las naciones “discurren” las definitivas y finalizadoras medidas a llevar a cabo contra el yihadismo, esa “guerra santa” declarada unilateralmente por ellos, como una de sus interpretaciones de la Yihad, que se traduce como “esfuerzo” y se relaciona con aspectos pacíficos de la doctrina de Mahoma.

    Al-Qaeda, Al-Shabab, Boko Haram (Nigeria), Daesh o Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS), los Talibanes (Afganistán), son algunos de los que, tergiversando al profeta, son los autores de tantos asesinatos dispersos por el mundo.

    No responden, como en el Tercer Reich, a una política de expansionismo territorial basada en una concepción geopolítica o de recuperación de la dignidad germana. Tampoco a un simple convencimiento ideológico. Ya no se trata de ir contra Israel y los judíos, sino de eliminar a todos los “infieles”, los que no profesan el wahabismo (una secta musulmana de la rama sunni). Ello implica aniquilar a todos los cristianos (sean católicos ortodoxos, anglicanos, evangélicos, protestantes, etc.); a sus congéneres chiítas; a los homosexuales; a los disidentes y cuestionadores; de sojuzgar a la mujer institucionalizando la violencia de género, etc.. Tampoco de respetar los derechos a la existencia de los “infieles”. Si, como lo han demostrado, tanto desprecian a los seres humanos (inmolándose y asesinando), poco les importará sumergirnos en el oscurantismo; la esclavitud de cuerpo, espíritu y creencia… así tengan que usar armas nucleares.

    No nos engañemos. No se trata de simples emergentes. Están muy bien estructurados, coordinados vertical y horizontalmente. No son ajenos a la tecnología y la globalización contemporánea. Están los ideólogos; los ejecutivos que toman las decisiones estratégicas y tácticas; los colaboradores funcionales en los diferentes roles que incluyen el reclutamiento, adiestramiento y las misiones; los soldados leales (los munasireen, mubayen y muhajireen) y los mercenarios. Para los cargos directivos reclutan a profesionales. Para los delitos, a los marginados del mundo, asesinos que aprovechan cualquier fachada para satisfacer sus desviaciones criminales, a los que tienen ideales racistas y segregacionistas de todo lo que los aparte del mito “raza superior” disfrazada de una supremacía religiosa. Trepadores que confían mejorar su posición terrenal integrando las huestes yihadistas.

    Los asesinos siempre encontrarán a quienes los quieran usar y éstos a ellos.

    Atender su compleja y vasta organización, los cientos de miles de bocas y los sofisticados armamentos, demanda ingentes recursos. El petróleo, los rescates, los robos y los impuestos lo proveen. Los mercaderes: las armas que asesinan indiscriminadamente a bebés, niños, mujeres y hombres, sin mencionar los bienes y servicios que destruyen gratuitamente.

    ¿Qué tiene que suceder para que se concluya que las motivaciones, los métodos, los objetivos y las consecuencias del yihadismo son más peligrosas y apocalípticas que el generado por el “Eje” durante la Segunda Guerra Mundial? ¿Tenemos que esperar que mueran 70 millones de personas entre combatientes y civiles asesinados para reccionar?

    Arq. Ignacio David Weisz

    CI 612.364-2