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    Uruguay debe prevenir tránsito de armas o de sustancias críticas que pueden ser empleadas para la producción de armas químicas

    El Premio Nobel de la Paz 2013, Ahmet Uzumcu, director general de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ), proyecta convertir a Uruguay en un “centro regional de amplia capacitación”

    Ahmet Uzumcu recibió en octubre de 2013 el Premio Nobel de la Paz como director general de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ) que el año pasado asumió un reto sin precedentes: la destrucción total del armamento químico de Siria, uno de los mayores arsenales del mundo, en medio de una guerra civil que suma ya 130.000 muertos en dos años.

    La OPAQ, un organismo internacional que colabora con Naciones Unidas y lleva 17 años dedicado a erradicar la peor munición imaginable, tiene por objetivo “un mundo libre de armas químicas”, según Uzumcu. El flamante Premio Nobel, diplomático de carrera de origen turco, visitará Montevideo el próximo 9 de abril, donde será declarado “huésped oficial” y se entrevistará con el presidente José Mujica, a quien considera “un socio especial” en América Latina.

    Uruguay ocupará la Presidencia del Consejo Ejecutivo de la OPAQ, un club con más de 190 estados miembros, a partir del 12 de mayo, cargo que ocupará el embajador de Uruguay en Holanda, Álvaro Moerzinger.

    La OPAQ proyecta convertir a Uruguay en un “centro regional de amplia capacitación” —en 2013 la cooperación superó los 150.000 dólares— con sede en las instalaciones del Polo Tecnológico de Pando. El Parlamento uruguayo adecuará su legislación para adaptarla a la Convención en lo relacionado, por ejemplo, al uso de gases lacrimógenos. Con el Nobel en el bolsillo, cualquier objetivo parece fácil.

    Lo que sigue es un resumen de una entrevista que el Nobel concedió a Búsqueda en su despacho de la sede de la OPAQ —un primer piso donde destaca un retrato del experto en armas químicas junto al papa Francisco— en la ciudad holandesa de La Haya.

    —La decisión de premiar a la OPAQ ha sorprendido a muchos analistas y medios internacionales, ya que en la recta final se había perfilado como una de las favoritas Malala Yusufzai, la paquistaní de 16 años tiroteada por un grupo de talibanes por defender la educación femenina en su país. ¿Le sorprendió recibir el Nobel? ¿Qué significa para la OPAQ?

    —Recibimos la noticia del Premio Nobel la misma mañana del 11 de octubre de 2013. Estábamos en la reunión habitual y nos sorprendió mucho. De hecho, fuimos agradablemente sorprendidos, porque no lo esperábamos, reímos y lloramos, y es que ni siquiera sabíamos que estábamos entre los nominados. Nos llegó como una muy buena sorpresa, como un reconocimiento al más alto nivel, y también como una forma de darnos ánimo para actividades futuras, especialmente en Siria, una misión muy compleja. Aparte, el premio no fue apelado por nadie; eso muestra también que el éxito de la organización es inapelable y más conocido por el público mundial y todas las naciones.

    —¿Cuánto dinero paga el Nobel y a qué lo dedica?

    —Son 1.200.000 dólares (menos de un millón de euros). Queremos invertir ese dinero en quienes hayan proveído contribuciones sobresalientes para el logro de los objetivos de la destrucción de armas químicas, sean individuos o instituciones. Habrá un comité de premios y estamos en el proceso de creación de reglas para la selección. Queremos otorgar este premio al final de cada año. Esto ayudará, esperamos, a promover aún más a la organización, sus objetivos y logros.

    —El presupuesto de la OPAQ fue de 70 millones de euros en el 2013 para una estructura relativamente pequeña, de unos 500 funcionarios. ¿A qué destina esos fondos?

    —Esos montos cubren las operaciones directas de la OPAQ. Las operaciones de instrucción, todo eso está cubierto por los más de 190 países miembros.

    —En su fallo, el Comité del Nobel advirtió que aún hay países que no han adherido a la Convención contra las Armas Químicas: Angola, Egipto, Israel, Myanmar, Corea del Norte y Sudán del Sur. ¿Qué responde a eso?

    —Durante el último año, dos países se acercaron a la organización: Somalia, primero, en África, y Siria, en Medio Oriente. Y lo hicieron en circunstancias, como sabemos, muy extraordinarias. Pero esos seis países están fuera. Nosotros los hemos animando durante años para que se unan a la Convención. Sudán del Sur es una pequeña excepción, porque era parte del Sudán grande y era miembro de la Convención. Entonces es una simple formalidad para ellos, de enviar una carta y confirmar que continuarán cumpliendo las obligaciones. Myanmar es un estado firmante que no ha ratificado la Convención. Angola tampoco ha firmado aún. Entonces esperamos que ambos países se unan, porque no vemos ninguna razón para que se mantengan fuera. Corea del Norte es un caso especial, al que no necesito referirme. Y Egipto e Israel constituyen una categoría distinta de países.

    —¿Por qué?

    —El problema se basa en un tema de seguridad más amplio de esos países. Aunque Israel es un país firmante, no ratificó la Convención. Y Egipto ligó este problema al tema nuclear. Por tanto, continuaremos llamándoles la atención y esperamos que ambos países reconsideren sus posiciones para que se unan lo antes posible. Claramente, tenemos que reconocer que estas son decisiones soberanas para cada país y que no podemos interferir en la toma de decisiones. En algunos países no es de prioridad, en otros está relacionado con otros problemas. Entonces, en vista de todo el progreso, ahora somos más de 190 países. Esperamos que esos seis países se unan y yo creo que eso va a suceder en los próximos meses o años.

    —El Comité del Nobel también observó que otros países, como Estados Unidos y Rusia, no han destruido sus propios arsenales químicos, muy superiores a los de Siria. ¿Cómo explica que estas superpotencias no cumplan con su parte?

    —El desarme, que significa la eliminación de las armas químicas, ha sido una prioridad para la OPAQ durante los últimos 16 años. En este momento, el nivel de destrucción del stock existente es de 82%: un progreso considerable. Sin embargo, especialmente Estados Unidos y la Federación Rusa, los Estados que tienen la mayor posesión de armas químicas, no han podido cumplir con la fecha de entrega marcada (el 29 de abril de 2012). Y en vista de esto, los Estados participantes decidieron permitir a esos dos países continuar las actividades de destrucción con más obligaciones de transparencia. Como director general de OPAQ, debo evaluar sus actividades en función de sus compromisos y la distribución de sus recursos: si están haciendo todos los esfuerzos para acelerar el proceso de destrucción. Y he recordado a Siria que está obligada a cumplir el plazo fijado por Washington y Moscú.

    —¿Y qué concluyó?

    —Yo creo que en vista de las numerosas complejidades y dificultades, tanto ambientales como técnicas y financieras, etcétera, la destrucción tomó más tiempo de lo que se preveía cuando la Convención fue negociada. Se aprobó por 10 años, luego se extendió por cinco años más, lleva 15 años y aún no lo logramos. De todos modos, Estados Unidos ha gastado enormes recursos, entre 25 y 26.000 millones de dólares a la fecha, para la destrucción de los stocks existentes. Y otros 10.000 millones invertirá para destruir el 10% que resta de los stocks. Lo mismo se aplica para Rusia. Entonces, creo que el compromiso de esos países está ahí. Es un tema de tiempo. Y esperamos que ambos países completen la destrucción en el futuro cercano, en los años que vienen. Ello nos permitirá, de hecho, alcanzar nuestro objetivo general de un mundo libre de armas químicas. En vista de todo el progreso, estamos cerca de este objetivo.

    El problema de Siria

    La presión internacional contra el régimen de Bashar Al Asad, no ha dejado de crecer, al punto de que el año pasado estuvo a punto de concretarse un ataque militar de Estados Unidos en Siria, con el apoyo de Francia. El conflicto es de extrema sensibilidad política internacional, agravada ahora por la situación en Ucrania que enfrenta a Estados Unidos y Europa con Rusia. Inspectores de la OPAQ se encuentran en territorio sirio supervisando el proceso de destrucción de armas. El material, entretanto, se almacena en el puerto italiano de Gioia Tauro, en Calabria.

    —¿Cómo se hizo Siria con su arsenal químico? ¿Qué países, aparte de Rusia, abastecieron al régimen?

    —Los orígenes de las armas químicas de Siria se remontan a los años 70. Los sirios habían desarrollado programas de armas químicas significativos. Tenían sus propios investigadores y también, creo, habían comprado tecnología. Todos los países tenían la obligación, de hecho, de reportar a la organización cuando se unían a ella. Importaron desde 1946 sustancias que pueden ser utilizadas para producir armas químicas así como equipamiento. Con los sirios, estas declaraciones están aún siendo estudiadas. Y los otros países también tienen que declarar si exportan algo a Siria. Así que tendremos que comparar todas esas declaraciones y, si hay diferencias, tendremos que atenderlas. Por tanto este es un proceso continuo. Como organización no investigamos cuál es el origen de las armas químicas, de dónde vienen, pero nos basamos en declaraciones individuales de los países miembros. Así es como el sistema total funciona. La única cosa que hacemos es ver si estas verificaciones son correctas o no. Y si pensamos que no son correctas, les pedimos a los Estados miembros involucrados que las corrijan.

    —El régimen de Bashar Al Asad viene incumpliendo los plazos previstos. ¿Por qué no hay represalias por parte de los auspiciantes del acuerdo, Estados Unidos y Rusia, ni de la ONU ni de la OPAQ?

    —Como dije, la membresía de Siria ha sido muy extraordinaria debido, de hecho, a la iniciativa de dos jugadores principales, la Federación Rusa y Estados Unidos en Ginebra, en setiembre. Ellos desarrollaron un documento marco en base al cual el Comité Ejecutivo y el Comité de Seguridad de Naciones Unidas tomaron algunas decisiones el 27 de setiembre. Y en base a estas decisiones el Programa de Armas Químicas de Siria ha sido eliminado. El progreso en los primeros meses fue muy significativo: todos los stocks declarados por las autoridades de Siria han sido confirmados por nuestros expertos. Una misión conjunta ha sido establecida entre la OPAQ y la ONU, que está funcionando en Damasco y en Chipre. Todas las instalaciones de producción han sido declaradas inviables. Y el equipamiento crítico ha sido destruido bajo verificación de nuestros expertos: las municiones, tanto bombas aéreas como las cabezas de los misiles, fueron destruidas. Ahora estamos en el proceso de llevar el material afuera de Siria porque éstas son sustancias tóxicas, lo cual hace nuestro trabajo más fácil.

    —¿Cómo y dónde se destruirá ese material químico?

    —Está guardado en grandes contenedores para ser transportado con relativa facilidad fuera del país. Hay barcos ofrecidos por Noruega y Dinamarca para su destrucción en el mar, en un buque estadounidense, el MV Cape Ray, que se encuentra en aguas del Mediterráneo. Los barcos noruegos y los mercantes dinamarqueses están protegidos por dos fragatas, una rusa y otra china. Son escoltados por estas embarcaciones militares cuando llegan a los puertos de las ciudades. Así que esta operación está en marcha.

    —Pero el proceso de destrucción va más lento que lo previsto. El plan de destrucción de armas en Siria —que se estima en unas 1.200 toneladas— debe haber desaparecido antes del próximo 30 de junio. ¿Usted cree que Siria cumplirá el calendario?

    —El proceso es más lento que lo que habíamos esperado originalmente. Pero hay algunas razones para ello. Razones logísticas, razones de seguridad, que no nos permiten un progreso más significativo. Al momento, 11% de las armas químicas o las sustancias han sido cargadas en barcos y 6,2% de otros stocks fueron destruidos en Siria, lo cual nos conduce a 17,2%. Esperamos que en los próximos días ocurran una serie de transportes y embarques. Y esto puede mejorar la situación en cuanto a la implementación de las decisiones. Usted me ha preguntado si la fecha límite del 30 de junio puede ser alcanzada o no. Es un poco temprano para poder decirlo. Tendremos que ver el progreso en los días que vienen. Si los embarques pueden tener lugar en una forma acelerada, como esperamos que suceda, podríamos tener una chance de llegar a las fechas marcadas. Las autoridades de Siria acaban de entregar un plan reelaborado del transporte y nuestros expertos están revisando este plan. Mis expectativas son que las decisiones serán implementadas de manera efectiva a pesar de las complejidades de seguridad y las dificultades. Espero que la eliminación tenga lugar lo antes posible en los próximos meses.

    —¿Qué pasa si Damasco incumple lo pactado con Washington y Moscú?

    —En cuanto a las consecuencias de no cumplir con las fechas marcadas y cumplir con las decisiones o no, hay varios mecanismos. Como director general, yo debo reportar al Consejo Ejecutivo si las fechas límites fueron cumplidas o no, y si no, yo debo entregar mi propia evaluación, lo cual haré en las próximas semanas. También está la resolución del Consejo de Seguridad, que tiene la autoridad de monitorear la implementación del decomiso, en base al reporte que yo voy a entregar. Por tanto, creo que es mandato del Consejo Ejecutivo de la organización el tema de las provisiones de las armas químicas y del Consejo de Seguridad considerar las consecuencias si Siria falla en su cumplimiento con sus obligaciones.

    —¿Y qué sucederá si la misión resulta exitosa? Pensemos, por ejemplo, en sus efectos para Israel...

    —Como dije anteriormente, Egipto y Siria ligan este problema con la capacidad nuclear de Israel. Pero como Siria se unió a la OPAQ y ya está eliminando su stock de armas químicas, creo que esta situación está cambiando y está cambiando significativamente. Yo no sé en qué magnitud afectará esta situación la posición de Israel y Egipto. Estoy seguro de que están observando los avances de esto y veremos en los meses próximos si esto impactará la posición de estos dos países. Esperemos que esto tenga un impacto positivo.

    ¿Cuáles son los efectos que tendrá la destrucción de este arsenal sobre el medio ambiente y las personas?

    —Hay dos categorías de químicos, porque unos son más tóxicos y otros, menos. La segunda será destruida en plantas comerciales y los materiales serán llevados directamente al Reino Unido, Finlandia y Estados Unidos. Ese es un trabajo fácil y no creo que genere ningún problema. En cuanto a las embarcaciones militares que se han convertido ahora en embarcaciones de destrucción, el trasbordo de estos químicos de prioridad uno se hará en un puerto italiano. Y la embarcación militar, donde tendrá lugar la instrucción, va a navegar en aguas internacionales. Pero todas las precauciones están tomadas, no habrá ninguna descarga en el mar, va a ser una operación completamente sellada (quiere decir: cerrada en cuanto a seguridad de descarga) y no habrá riesgos de seguridad humana. Es una destrucción por hidrólisis y se ha hecho durante varios años por los estadounidenses y otros. Va a haber una reacción de masa, o lo que nosotros llamamos afluente, que será guardada en el buque y luego transportada a plantas comerciales, donde será incinerada. Esperamos que esta operación tome aproximadamente dos a tres meses. Y no tenemos ninguna duda en cuanto a seguridad humana o ambiental.

    —¿Qué costos económicos tiene esta operación? ¿Y quién los asume?

    —El costo del buque de destrucción americano lo cubre Estados Unidos. En cuanto al transporte dentro del país, lo hacen las autoridades de Siria, pero gran parte del equipamiento lo aportan ciertos estados miembros, como Rusia, China y Estados Unidos, y las Naciones Unidas. Los buques comerciales son aportados por Noruega y Dinamarca. Para las plantas comerciales de destrucción tenemos trust funds, a los cuales contribuyeron unos 20 países, así como la Unión Europea. La UE ha contribuido con 12 millones de euros. Es una iniciativa muy colectiva. No estoy aún en posición de decir cuánto costará. Tendremos que esperar un poco más para dar una cifra cierta. Pero nunca ha sido un problema económico destruir armas químicas. Para darle un ejemplo, en Libia, recientemente, una limitada cantidad de armas químicas fueron destruidas; y especialmente tres países contribuyeron a esto: Estados Unidos, Canadá y Alemania. El costo general fue de más de 50 millones de dólares.

    América Latina

    y Uruguay

    —Además de Estados Unidos, ¿qué otros países poseen arsenal químico en América? ¿Cuáles son las zonas conflictivas o de mayor riesgo para la OPAQ en el continente?

    —América Latina en general ha sido de gran apoyo para la eliminación de las armas de destrucción masiva y químicas. Uruguay pertenece a una región que no presenta probabilidades de afectar la paz y la seguridad internacional con el uso de armas de destrucción masiva. Todos los países en la región son miembros de la OPAQ y han contribuido al éxito en los últimos 17 años. Aquí, en La Haya, el grupo de países latinoamericanos y el Caribe (Crudac) ha sido un jugador muy constructivo en todos nuestros procedimientos. Nosotros lo apreciamos mucho. No todos los países declararon armas químicas. Pero sabemos que tienen las leyes y la coordinación necesaria entre las diferentes autoridades para la aplicación de los controles. El compromiso y dedicación por parte de todos esos Estados miembros ha sido siempre ejemplar.

    —Uruguay no posee armas químicas. ¿Qué beneficio obtiene por pertenecer a la OPAQ y qué tipo de cooperación ofrece?

    —El objetivo primario de esta organización ha sido destruir el stock de las armas químicas existentes, pero también prevenir su emergencia en el futuro. Al momento, solo siete países han declarado armas químicas. Y no sabemos si los demás países las tienen o no. En cuanto a los demás 183 países, como Uruguay, claramente tienen otras prioridades y expectativas. Nosotros esperamos de todos esos países, incluyendo Uruguay, que implementen las medidas necesarias para prevenir la reproducción y desarrollo de armas químicas en cualquier parte del mundo. Uruguay debe tomar las medidas necesarias para prevenir el tránsito de las armas o de las sustancias críticas que pueden ser usadas para la producción de armas químicas. Cada Estado tiene la obligación de declarar lo que se transporta, lo que se importa, lo que se exporta, etc. De ese modo, podemos tener un panorama muy claro sobre el movimiento de este tipo de materiales químicos. Adicionalmente, queremos que los Estados miembros informen a los comités relevantes de sus países, como la academia, la industria química, la comunidad científica, sobre los riesgos asociados con el manejo de materiales químicos. Como usted dijo, muchos países como Uruguay no tienen armas químicas, no tienen industrias químicas, plantas industriales declarables, pero quieren continuar mostrando interés en nuestras actividades y esta es una oportunidad para ellos de mantenerse participando. Estamos proveyendo en nuestras actividades de entrenamiento a químicos y facilitamos la provisión de equipamiento a laboratorios.

    —¿Qué temas tratará con el presidente Mujica durante su visita a Uruguay, en abril?

    —El propósito de la visita es agradecer al presidente Mujica por su contribución con la implementación de la Convención y plantearle que Uruguay mantenga el compromiso y el enfoque constructivo. Queremos que la OPAQ sea conocida mejor por el público uruguayo para alcanzar nuestros objetivos comunes globales. Y Uruguay es un socio especial en América.

    —¿Y cómo hará para que los uruguayos conozcan mejor el trabajo de la OPAQ?

    —Estamos proyectando transformar al Uruguay en un centro regional de amplia capacitación, para que en el país se dicten cursos, talleres y seminarios de formación técnica destinados a los uruguayos y a personas de toda la región referidos a nuestra temática. Hemos detectado que las instalaciones del Polo Tecnológico de Pando son un buen lugar para instalar allí nuestra sede. Uruguay, por ejemplo, podría adecuar su legislación para adaptarla a la Convención en cuanto al uso de gases lacrimógenos. Ya en 2013 destinamos más de U$S 150.000 para la cooperación con Uruguay. Normalmente, estamos invirtiendo 20 millones de euros en todo el mundo para tareas de capacitación.

    —¿Considera al presidente Mujica como un candidato al Premio Nobel de la Paz?

    —No creo que esté bien posicionado para hacer comentarios. “No comentarios” (dice en español, y sonríe).