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    Mujica y el verdadero plebiscito

    POR

    Sr. Director:

    Hace unos pocos días el expresidente José Pepe Mujica expresó sus ideas en M24 sobre el plebiscito de la seguridad social, con la segura intención de revolver aún más el avispero y acumular para la derrota del Sí de la papeleta blanca. Esas son sus convicciones y está en todo su derecho. Como casi siempre, entre lo que dijo hay algunas cosas que si uno las mira sueltas pueden no estar mal, pero lo que no está nada bien son las cosas que no dice y sobre todo lo que oculta. Dado que no es ningún bebé de pecho, cabe pensar que lo que decidió callar tuvo sus segundas intenciones, escamoteando, lo quiera o no, aspectos sustanciales de lo que debe estar en el debate.

    El Pepe, que en algún momento no corto de su vida quiso cambiar el mundo (en mi modesta opinión, de modo equivocado, pero vaya si pagó con creces un alto precio más que inhumano por ello), ahora se ha transformado en un comentarista o caricaturista locuaz de lo que él imagina que es la realidad o algo parecido. Sin embargo, se nota a una legua de distancia que le falta abrir su pecho y entregarse ofreciendo enteramente su corazón y —por lo tanto— también le viene faltando desde hace un tiempo volver a jugarse el pellejo (de la vida y del amor) para de verdad hacer realidad un mundo y un país más justos, en los que las palabras repetidas en los discursos y nunca bajadas a tierra pasen a ser parte imprescindible en la cotidianidad de la gente.

    A ver: empezó diciendo que los plebiscitos no deberían mezclarse con las elecciones nacionales. Si lo vemos de apuro, capaz que es razonable, pero si pensamos mejor ocurre un “pequeño” detalle: de acuerdo a nuestra Constitución, el plebiscito que promovemos debe necesariamente realizarse junto a ellas. ¿Y entonces qué hicimos? ¿Nos mantuvimos quietos porque al viejo Pepe la vía le resulta “impura”? Si los gobiernos votan leyes contrarias a los intereses de la mayoría del pueblo, ¿nos quedamos de brazos cruzados y calladitos de la boca porque si las sometemos a plebiscito pueden contaminarse con lo partidario?

    No, señor. Usamos el instrumento de democracia directa que tenemos a mano constitucionalmente y enfrentamos aquellos ataques a los derechos fundamentales de la población. Obviamente, esto implica confiar de verdad en nuestro pueblo y no pretender sustituir su leal saber y entender con presuntas “experticias” de iluminados de distinto origen y discutibles linajes. El Pepe se olvida, nada menos, de nuestro prócer Artigas cuando nos enseñó que “es muy veleidosa la probidad de los hombres y (que) solo el freno de la Constitución puede afirmarla”, motivo por el cual ante el ataque respondimos con las medidas cautelares que contiene la papeleta: en defensa propia.

    Siguiendo con su declaración en M24, lo que hizo luego fue un relato bastante vistoso y florido de unas cuantas cosas que han cambiado y están cambiando en el mundo (los ejemplos de Japón, los robots, la inteligencia artificial, los autos que se manejan solos, etcétera). Pero en ningún momento habló de lo que es verdaderamente fundamental para pasar del cuentito de algunos hechos a la comprensión de ellos y a las transformaciones que son necesarias para concretar el bienestar humano: ¿cómo está organizado el mundo en que vivimos? ¿Es en verdad justo y libre? ¿Todos y todas tenemos las mismas oportunidades, cualquiera sea nuestro hogar de nacimiento? En particular sobre nuestra tierra purpúrea: ¿no existen notorios hijos y entenados? ¿Cómo se reparte la torta? ¿Por qué a muchos siquiera les llega una migaja? ¿Quiénes y cuántos son los que mandan? ¿Qué cosas son capaces de hacer para mantenerse en el poder que detentan y defienden a capa y espada un día sí y otro también?1. El terror, la exageración y la mentira pueden ser unas de sus más recurridas armas cuando sienten amenazadas sus ganancias multimillonarias y sus ventajas muchas veces obscenas.

    Lo que los grandes capitalistas hacen es lo de siempre: acumular cada minuto más capital a costillas del esfuerzo de las personas de carne y hueso, explotando el trabajo físico y manual y también el intelectual de la gran mayoría. Y el Pepe bien que sabe que si no miramos cómo está organizado el mundo, quiénes mandan y cuánto ganan y a costas de quiénes ganan…, nos perdemos lo principal de la película de la vida en sociedades como la nuestra, que, como muy bien recuerda Sandino Núñez, muestra con claridad que si “hay ricos… (es) porque hay pobres”.

    Sí, Mujica Cordano: desde el punto de vista político lo principal de la película de la organización de las cuestiones humanas, sociales y económicas es que de un lado están los dueños del gran capital, los muy poderosos, y del otro los que viven siempre de sus trabajos (incluyo aquí también a pequeños y medianos empresarios y productores). Es decir, lo que está en el trasfondo de todo es ni más ni menos algo que debe ser llamado con todas las letras, aunque sepa de antemano que se me tildará de dinosaurio: la siempre presente lucha de clases (negada por tantos, pero ejercida con el usufructo de sus beneficios por una minoría cada vez más enriquecida).

    En esta lucha “entre fuegos” hay que meterse de lleno para no caer como unos angelitos distrayéndonos con las maravillas que hacen y harán los robots y otros futuros inventos de la inteligencia humana (que, por supuesto, deben conocerse, pero no transformarlos en vedetes que nos encandilen y nos hagan mirar hacia un lado distinto al que ocupan los responsables de muchas de las injusticias que nos rodean).

    Con todo, lo más triste es ver y comprobar de qué lado queda el Pepe (el mismo Pepe que hace un montón de años sorprendió al país diciendo que “la izquierda tenía que enamorar” o el que aún fascina a valores como el cantante Residente). De manera lamentable, Mujica sabe muy bien en dónde elige colocarse y lo hace defendiendo objetivamente los mismos intereses que Sanguinetti y Lacalle Herrera y —sobre todo— defendiendo los intereses del gran capital financiero nacional e internacional que en este y muchos otros temas corta el bacalao a su antojo.

    ¿A dónde fue a parar aquello de los tupamaros que robaban los bancos para repartir a los más pobres? Mal que a algunos queridos compañeros y compañeras pueda pesarles, aquella lucha que quiso ser revolucionaria se ha travestido a nivel de cúpulas dirigentes en la presente conciliación de clases, que desde un punto de vista objetivo no permite avanzar significativamente a los más débiles y desposeídos ni a sus organizaciones.

    ¿Qué estará en juego el próximo 27? Así las cosas, aquel plebiscito por el que empezamos a juntar firmas hace un año no es el mismo plebiscito que vamos a tener el domingo 27. ¿Por qué? Porque nosotros empezamos a luchar para: 1) cumplir con la obligación moral de mejorar un poco las jubilaciones, pensiones y pensiones a la vejez e invalidez hasta equipararlas con el salario mínimo nacional, dotándolas de dignidad; 2) volver a colocar los 60 años de edad para jubilarse por causal común; 3) eliminar las AFAP y por lo tanto el lucro de un derecho humano fundamental como lo es la seguridad social, y 4) para después hacer la verdadera reforma integral que hace más de 30 años viene haciendo falta.

    Pero resulta que con todo el poder amañado y a los besitos entre distintos partidos, maniobrando en contra y abusando a veces sin escrúpulos de sus privilegios, ahora la lucha es mucho más que por esos cuatro puntos (y por la necesaria refundación y cambio de paradigmas que seguiré promoviendo). Ahora nuestra lucha pasó a ser en primer lugar por defender nuestro derecho a pensar distinto, a decirle no al pensamiento único y a ejercer una protesta pacífica y constitucional que ponga freno a esos abusos del poder, y —lo que es más determinante— nuestra lucha ahora es por la esperanza y el deseo de vivir en una sociedad sencillamente más buena y más humana porque como pueblo nos la merecemos para tener una nueva oportunidad sobre la Tierra (García Márquez dixit).

    ¿Noche oscura del alma? Es terrible a lo que hemos llegado: salvando las enormes diferencias en otros planos, estos últimos días se han parecido y parecen mucho en algunos aspectos a los días previos al plebiscito del año 80, cuando le dijimos “no” a la dictadura, a pesar de todo el terror que los tiranos habían intentado generar en nuestro pueblo. Entonces, el mismo día del plebiscito nuestros enemigos —porque eran enemigos que habían usurpado el poder— nos daban como seguros derrotados y, para sorpresa del mundo y la alegría de la mayoría de nuestro pueblo, el No a la dictadura fue una cachetada que tiró por tierra el continuismo fascista y abrió un cauce irreversible para el retorno a la democracia.

    Hoy podemos comprobar que entre la dirigencia de la mayoría de los partidos hay muy importantes coincidencias en el tema que estamos discutiendo. Una élite política con gente de todos los sectores “grandes” tiene entre sus filas —afortunadamente no todos—2 a algunos y a algunas que nos dan cátedras desde la soberbia y —en el fondo— desde el desprecio por el valor y la verdadera potencia creadora de la sabiduría popular, aun con sus imperfecciones. (Ellos y ellas viven en sus “microclimas” o encerrados en sus “cápsulas sociales”, donde muchos dolores y penurias de los siempre postergados no entran ni por asomo. Dicen luchar “para” los pobres, pero nunca, de ningún modo, “codo a codo junto con” los pobres…, no sea cosa que estos les marquen el rumbo. En sus sueños el índice de Gini no puede hacer migas con una pensionista a la vejez o invalidez que debe vivir con $ 16.516 por mes).

    Recapitulando entonces, si ganamos —además de los puntos específicos que reivindicamos con la papeleta— también vamos a dar un grito atronador: “Señores de la política y de los centros de poder, señores de los organismos internacionales y de las calificadoras de riesgo: ustedes no son los dueños del Uruguay ni de la verdad. Ya no queremos más una democracia de espaldas a los intereses populares. No: ya no más. Les está llegando la hora de bajar al llano y remangarse. A partir del 28 de octubre ustedes dejarán de ser los representantes de los mandamases y los sabelotodo y tendrán que aprender a gobernar y legislar para favorecer de una vez por todas a las grandes mayorías postergadas desde hace ya demasiadas décadas. Sí: como insistiera en su momento el inolvidable José Germán Araújo, aunque no les guste, ustedes serán nuestros mandaderos.

    El antes y el después: el nuevo experto. De este modo, el plebiscito se transformará en un parteaguas. De un lado, el pueblo diciendo a voz en cuello que se terminó el país en el que, por ejemplo, los políticos tienen privilegios al hacer sus aportes jubilatorios, que es una inmoralidad mantener en la pobreza a los más viejos y muy especialmente a aquellos hogares en los que hay niños, niñas y adolescentes, que se terminó también este triste país donde un grupito de sabihondos muy bien pagos nos dicen qué es lo que está bien y qué es lo está mal, dejando a un lado los intereses y sufrimientos de “un montón de ignorantes que de economía y seguridad social no saben nada”.

    A partir del triunfo en este plebiscito retomaremos un camino propio hasta llegar a ser realidad una sociedad y un Uruguay en el que los que manden sean verdaderos representantes de los que diariamente han construido y construyen el país a lo largo y a lo ancho con su trabajo diario y en el que ningún habitante viva miserablemente sin poder ejercer la totalidad de sus derechos humanos.

    Así entonces el plebiscito de la gente cristalizará en la recuperación de un proyecto nacional casi abandonado, que colocará en el centro al pueblo entero y la satisfacción de sus necesidades para una vida verdaderamente digna, empezando a eliminar toda una enorme gama de privilegios que poseen y usufructúan los poderosos que —si todavía corre sangre en nuestras venas— solo pueden provocarnos una abominable vergüenza ajena.

    Si así fuera el desenlace del domingo 27 (y digan lo que digan no son pocos los indicios que muestran la posibilidad cierta de un triunfo del Sí)3, la “experticia” volvería al lugar del que nunca debió haber salido desde la época de Aristóteles: el lugar del pueblo autoconvocado y dispuesto a poner de una vez por todas los puntos sobre las íes (muy organizado horizontalmente —sin ordeno y mando, radicalmente plurales y democráticos, absolutamente libres y responsables—).

    Si por el contrario no nos alcanzaran las fuerzas y el poder lograra sus objetivos, el país ya no será el mismo y todo lo aprendido en esta larga lucha será el agua dulce que beberemos toda vez que tengamos sed de justicia.

    Adolfo Bertoni

    Expresidente de ATSS

    CI 3.289.304-5

    Notas:

    1No involucro necesariamente la vida de las personas, sino a ellas ocupando roles que se desempeñan en el salvaje mundo del poder.

    2Felizmente, no son pocos ni pocas quienes, aun no votando y estando en contra del Sí, ansían vivir en ese país que vamos a ir transformando poco a poco en realidad.

    3Creo que el mayor indicio es el terror y el pánico que vienen sintiendo nuestros adversarios y enemigos que como pocas veces decidieron echar el resto, tal vez porque en el fondo saben que no están convenciendo a la mayoría y que no sería la primera vez que las uruguayas y los uruguayos decidan actuar “de callados…”, siguiendo a plena conciencia el voto que su alma les pronuncia.