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Esta semana será la última de Gustavo Zidan como director de la Sala Verdi de Montevideo. No hay nada de trascendente en ese enunciado. Las personas cambiamos de trabajo para asumir nuevos desafíos profesionales: es lo habitual en el mundo laboral. Se cierran y se abren ciclos y muchas veces esos cambios son venturosos.
No es sobre este cierre que quiero hablar (aunque habría mucho que decir), tampoco de su designación como nuevo director del Instituto Nacional de Artes Escénicas (INAE) y director artístico del Festival Internacional de las Artes Escénicas del Uruguay (Fidae), más allá de saludar el nombramiento como un acierto que es a la vez muy esperanzador.
Quiero entonces hacer foco en esta década ganada (aunque el período haya sido un poco más de 10 años) que culmina hoy en la Verdi: esa recoleta sala del centro montevideano que nació a fines del siglo XIX como el auditorio de un conservatorio, devino en sala teatral de la Comedia Nacional a la mitad del siglo XX y hoy —por la acción artística y estratégica de Gustavo Zidan— es uno de los espacios más respetados y destacados de la ciudad.
Una sala es solo eso: una sala. Lo que la convierte en un espacio artístico es justamente contener y generar hechos artísticos, y ese ha sido el principal motor de Zidan: el alfa y el omega de su dirección han tenido su nodo en el arte.
La razón es simple: él es sustancialmente y en primer lugar un artista. Formado como actor en la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático Margarita Xirgu (EMAD), conoce y domina el oficio teatral, por haberse iniciado desde estudiante también como maquinista. Muy joven, mientras participaba como actor invitado en la Comedia Nacional, dejaba el traje de actor para ir atrás de escena a seguir haciendo rodar el teatro. Eso define una naturaleza y una sensibilidad.
Zidan es un hombre de teatro, un artista que apuesta a lo colectivo, cuyos horizontes de programación y creación han promovido y acompañado las carreras artísticas de otras personas apoyándose en su cultura teatral.
Desde el principio definió cuál sería el lugar de Sala Verdi en el mapa montevideano y con esa base clara supo tomar las decisiones correctas para transitar el camino. También supo decir no, asumir riesgos artísticos y ser consecuente.
La Verdi es una sala pública, no es una sala de alquiler ni de teatro comercial. La Verdi es un espacio de cámara, puede albergar cualquier manifestación artística que se encuadre en ese marco. La Verdi es un ámbito de creación, no es salón de actos ni espacio comunitario, aunque durante estos años haya participado naturalmente de la vida de la comunidad y albergado varias conferencias.
Durante su dirección trabajó para que la Verdi fuera una sala en la que teatro y música pudieran ir más allá de sí mismos: generar belleza al mismo tiempo que reflexión, gestar poesía planteando los problemas del mundo actual, acoger el rito del encuentro suscitando pensamiento crítico, mirada política y consustanciándose con todo lo humano. Y lo hizo con enorme sentido práctico, sin apelar a sustantivos como gestión o éxito, alejando su quehacer y el de su equipo de la megalomanía y del oportunismo del evento o del marketing cultural.
Organizó sus temporadas en torno a festivales temáticos, la mayoría de ellos con su firma: Temporada Alta, Cercanías, DFeria, la Muestra Iberoamericana de Teatro de Montevideo, Montevideo de las Artes (hoy transformado en festival de la ciudad, pero nobleza obliga recordar que nació a instancias de Zidan para que Sala Verdi tuviera actividad desde los primeros días de enero cuando todas las demás salas hacían la parada estival) y el festival La Escena Vocal, esa joyita de la casa dedicado a la canción de cámara, punto alto de sofisticación musical en cualquier ciudad del mundo y cuya curaduría encomendó a María Julia Caamaño (1952-2023).
Finalmente, produjo varios espectáculos que hicieron temporadas en la sala y viajaron por festivales de Iberoamérica, porque construir puentes entre países es también una posibilidad del arte y Zidan ha sabido insertar a Sala Verdi en la plataforma iberoamericana cultivando una agenda codo a codo con productores internacionales de primera línea.
El listado de espectáculos es revelador de la mirada amplia y comprometida de Zidan como director artístico: IF de Gabriel Calderón, Galgos de Leonardo Martínez, La defensa de Imagina Teatro, Dados tirados de Anthony Fletcher, Pecados capitalistas de Marianella Morena, Yo soy Fedra también de Marianella Morena, Muchachas de marzo de Alicia Migdal, Filtro de María Goiricelaya , Zombi manifiesto de Santiago Sanguinetti, La venganza de Tamar de Tirso de Molina, Jardín artificial de Natalia Burgueño (danza), Demos krato de Andrea Arobba (danza), Tres espectáculos de Tranzat Teatro y Proyecto de danza con Casa Rodante y Adriana Belbussi, sin nombrar las coproducciones en las que se embarcó con otras salas o elencos.
Además de artista generoso que imagina, piensa y produce espectáculos para otros, Zidan es un hombre político, un militante comprometido con los asuntos de la polis. Los derechos humanos, la historia reciente, la impunidad, la convivencia y la justicia son transversales en su programación porque lo son también en su vida.
No es un político de aparato o de los que generan el gesto para la foto de Instagram; es un ciudadano comprometido con su realidad. Durante la pandemia desarrolló una olla popular en la plaza del Centro Cultural Goes y cada sábado, con los vecinos, atendieron a mucho más de un centenar de personas, que avisadas de aquella olla comunitaria llegaban con sus platos y sus cucharones a por comida para la familia, porque, como decía Zidan, “con hambre no se puede vivir, esto también es cultura”, y lo repetía a modo de mantra, confirmando que no es la vergüenza menos intensa que el amor.
Zidan es un hombre libre y entrañable, esquivo de la frivolidad, la palabra hueca y la corbata protocolar. No siempre lo ha acompañado la suerte, porque la libertad y la palabra firme no siempre son bien recibidas, ni por propios ni por ajenos en Uruguay. También ha vivido la noche oscura de la injusticia, la mezquindad y la incertidumbre. La ha transitado cada vez con mayor entereza y sabiduría; es un hombre inteligente y por eso mismo intuyo que siempre ha salido fortalecido, siendo aún más libre y más firme.
Toda persona es quien puede ser también en el marco de sus circunstancias. Ninguna figura es solo luz, cada quien tiene sus sombras. Zidan, como todo el que hace, se hará proclive al ojo que solamente busca el talón de Aquiles. Quien tenga el espíritu para tal tarea y la mirada sesgada seguramente lo encontrará, porque no hay direcciones perfectas ni personas de consenso absoluto. También porque habrá cometido errores o arbitrariedades y habrá batallado con sus límites, que es lo natural en todos los que trabajamos, pero el saldo es ampliamente positivo en términos artísticos y humanos, y ha marcado un diferencial importante en la constelación cultural montevideana.
Esta es su última semana. Queda insoslayable y resonando esta década ganada de Sala Verdi. Dante desaconsejaba el balbuceo para describir el fondo del universo. Hay que hablar de manera directa. Gustavo Zidan lo ha hecho durante más de 10 años con su dirección y quiero hacer lo mismo a la hora de hacer un balance que me parece imprescindible.
Augusto Techera
3.844.455-3