• Cotizaciones
    viernes 07 de febrero de 2025

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    “Estoy tratando de entender hacia dónde voy”

    Claudio Taddei: música, plástica y una vida de ida y vuelta

    “Mi madre es uruguaya, mi padre es suizo gallego/ Tengo una prima africana y un tío tano viejo”. La canción se llama De yorugua, pertenece a Claudio Taddei y habla de su trayectoria vital y familiar. Nació en Minas en 1966 y vivió hasta los tres años en Montevideo. Luego se fue con su familia a Lugano, Suiza. Justo desde allí había llegado a Montevideo su abuelo José, a comienzos del 900. La vida de Claudio y de su familia ha sido un ida y vuelta. Ahora vive en un pueblito de postal, con lago y montaña, cerca de Lugano, pero tiene siempre pronta la valija y algunas de sus guitarras (de muchos colores, intervenidas por él) para venir a Montevideo. En 2002 se enfermó de cáncer, hizo varios tratamientos, se curó y no dejó de crear. En diciembre de 2017 vino a presentar Crhomosónica, invitado por el Museo Torres García, un espectáculo que combina pintura y música. Taddei le saca sonidos al lienzo, a los pinceles, a lo que tenga a mano. Graba en loop y canta encima de esos ritmos. En sus composiciones hay zambas, milongas, joropos, rock, funky. Canta con voz grave y potente, una de las más privilegiadas del país, igual que la de su hermana Rossana, con quien a veces comparte escenario. En marzo regresó a Montevideo para presentar algunos temas de su último disco, dio un recital en la Peatonal Sarandí y en la Criolla del Prado, y también habló con Búsqueda en el restaurante San Maurizio, en la esquina de Rincón y Juncal. El dueño es suizo y ayudó a su venida, así como la Embajada de Suiza. Antes de la primera pregunta, Taddei cuenta: “Vengo de hacer un seminario acá en Montevideo con Jean Pierre Garnier Malet sobre el desdoblamiento del tiempo y su relación con la física cuántica”. Entonces explica que para este físico francés hay un cuerpo materia y un cuerpo energético. “Hay un ser doble. Una parte nuestra que no sabemos que está y hay que aprender a escucharla y comunicarla”. Sobre estos temas, su trayectoria y sobre el disco que en breve presentará, trata esta entrevista, que estuvo salpicada de palabras en italiano.

    , regenerado3, regenerado2

    —¿Cuándo te empezaste a interesar por estos temas del desdoblamiento del tiempo?

    —Cuando tuve el problema de salud en 2002 empezaron a hacerme reiki dos amigos, Carla y Fernando. Me di cuenta de que me relajaba, mucho más que las pastillas, y que podía dormir toda la noche. Fue mi primer aprendizaje sobre la existencia de otro lugar. Nunca creí en eso, nunca a rajatabla. En mi familia estaba instalado el dicho de mi tatarabuelo, un gallego medio anarco que decía: “Las cosas que no veo no las creo”. Recuerdo que esa frase yo la repetía sin saber por qué, y después descubrí cómo te pueden marcar las palabras. Hay una energía que te guía sin que vos lo sepas. Ahora estoy tratando de entender hacia dónde voy.

    —¿Es cierto que te gusta coleccionar piedras?

    —Sí, desde chico. Mi padre, que era artista plástico y carpintero, me daba pedacitos de madera en los que yo las pegaba y les ponía el nombre. Todavía conservo la primera amatista que tuve. (Revuelve en su bolsillo y saca un cuarzo rosa). Esta siempre la llevo conmigo. En realidad, yo no entiendo de piedras, pero las tengo, igual que esta bolsa chamana que llevo colgada.

    —¿Tu abuelo paterno fue el primero en llegar a Uruguay?

    —Ahora acabo de descubrir que antes del abuelo José había llegado algún otro pariente. El abuelo llegó con los europeos que venían para trabajar en el Palacio Legislativo. Él era escultor y también le encantaba pintar y dibujar. En el Palacio hizo los bajorrelieves. También hizo tumbas para los cementerios y trabajó para algunos artistas. Pero no podía vivir de eso y con un primo armó una empresa constructora.

    —¿Fue importante la música y el canto en tu familia?

    —Mi madre cantaba, pero no en forma profesional, y fue quien nos motivó a Rossana y a mí. Siempre tuve pasión por la música. Recuerdo que arreglaba los temas, sacaba los piques. Nunca lo tomé como un juego, era algo que sabía que iba a seguir haciendo.

    —¿Cómo fue regresar a Uruguay de adolescente?

    —No quería volver. Allá con 14 años había tenido mi primera novia, jugaba al básquetbol, tenía mis amigos. La música fue lo que acá me hizo sentir mejor. Desde chico siempre tuve problemas de comunicación, por eso me reconozco en algunos niños que han pasado por los talleres de música que di. Les va mal en la escuela, no se comunican, pero lo hacen con la música. También acá aprendí a hacer cosas transgresoras que en Suiza no se podía, como jugar al fútbol en la calle o tirar piedras.

    La iguana en el jardín (1995), tu primer disco, fue un impacto. ¿Qué tuvo de diferente?

    —Resultó bastante rupturista por los ritmos y la forma de cantar. Incluso me preguntaban si era un argentino el que cantaba. Invité a Rada para grabar juntos Why did you do it?, y eso también fue una apertura, en esa época no era como ahora, no se acostumbraba a invitar a otros músicos.

    —¿Los sonidos y matices que hacés al cantar los aprendiste de Rada?

    —Lo hacía de antes. Me gustaban los italianos Celentano y Edoardo Bennato, músicos que jugaban mucho con las octavas. Después lo vi en Rada. También tenía mucha pasión por Zitarrosa y trataba de imitarlo, cuanto más bajo mejor. Pero en realidad me di cuenta de que mi registro no era solo ese, que podía cantar más arriba con canciones de los italianos Luis Matto o Lucio Dalla. Por supuesto que Rada es inspirador, es un antecedente muy potente y de las mejores voces uruguayas. Seguí al Negro toda la vida y canté sus canciones. Le tengo admiración y tenemos mucho en común. Los músicos que han tocado con él y conmigo me han dicho: “Ah, mirá, trabajás de la misma manera que el Negro”.

    —Tu tono de voz es muy similar al de Zitarrosa...

    —Sí, el registro es igual. Zitarrosa una vez le dijo a un miembro del jurado del Festival de La Paz en el que participé: “Este botija tiene el mismo registro que yo tenía a su edad”. En ese momento yo tenía 16 años, y cuando lo supe quedé contentísimo.

    —Componés tus canciones en español. ¿Te complica mezclarte con los idiomas?

    —Más que nada es complicado cuando en una entrevista decís cualquier disparate. Pero en la parte creativa, no importa si una frase queda mal. En una canción escribí: “No voy a dejarte andar”, en lugar de “No voy a dejarte ir”, porque en italiano se dice: “Non ti lascerò andare”. Son como pequeñas licencias que me da el italiano. A veces meto palabras o estribillos. Ahora estoy traduciendo temas al italiano porque la gente me pregunta qué dicen mis letras. Con una amiga, Franca Taddei, que no es pariente, traduje El buen vino hace 10 años y ahora estamos trabajando en el último disco que va a tener los mismos temas en los dos idiomas.

    —¿Es un disco con un género definido?

    —No quiero que lo sea. Nunca pude restringirme a un género, es como que no soy yo. Me costó reconocerlo y hasta grabar, porque para los demás lo que hacía no tenía una coherencia. Después entendí que esa era mi coherencia. En el disco hay música funky vintage y de repente un joropo.

    —¿Aprendiste a pintar con tu padre?

    —Sí, le tenía gran admiración e iba siempre con él al taller de tarde o en las mañanas los fines de semana. Después acá fui a Bellas Artes, cuatro años. Hice un taller con Anhelo Hernández, que me exigía mucho, y con Javier Alonso. En la UTU José Pedro Figari estuve con el maestro Raúl Rial, con quien tuve una muy buena relación.

    —Has contado que en la escuela no te iba bien en artes plásticas...

    —Desde chiquito tuve complejo de inferioridad artística. Los otros niños en la escuela hacían todo perfecto, sin embargo, ninguno de ellos siguió con el arte. Por eso cuando hice talleres con estudiantes de la escuela pública suiza, empapelaba la sala para que pintaran todo. Se pintaban hasta la ropa y los championes. Eso es la libertad, el grito en la pintura.

    —En 2007 pintaste en un escenario con música en vivo. ¿Lo habías hecho antes?

    —Fue la primera vez. Después lo hice acá en la Zitarrosa y en el Solís, donde pasó una cosa divina, bien uruguaya. Pedí una tela para pintar y me llevaron una cualquiera, como de mantel o de sábana. No era un lienzo. Me enloquecí, no podía ni pintar ni hacer sonido. El mismo día del espectáculo en la tarde, unos amigos fueron a comprar yeso y cola y pintaron con brocha la tela. Después pusimos dos ventiladores grandes para que se secara y en un par de horas estaba todo seco y así hice el espectáculo. Eso en Suiza es impensable, hubiera entrado todo el mundo en pánico. Acá esas cosas más artesanales funcionan.

    —¿Qué sentido le encontrás a pintar en escena?

    —Lo que hago en vivo es una pintura del presente y única. Aunque quisiera repetir lo mismo no podría, porque cambia la madera, la tela, la humedad. Nunca se sabe cómo va a salir y nunca un lienzo suena igual a otro. Cuando empecé con esta experiencia descubrí que las grabaciones en loop me permitían generar ritmos, armonizar sonidos y voces en tiempo real. Ahí otra vez está el presente.

    —¿Cómo fue la experiencia de conducir el programa Cuerdas y vientos para televisión?

    —Lo primero que tuve claro fue que yo no era conductor de televisión. En el primer programa le dije al director, Gustavo Arnoletti, que si me ponía a conducir, no iba a funcionar. Yo era un músico que iba a conocer a otros músicos. Cuando quedó claro que no iba a tener ese rol, nos sentimos más tranquilos y fue todo mucho más natural.

    —¿Qué aprendiste?

    —Me gustó conocer Uruguay y encontrarme con sus sonidos autóctonos. Confirmé el arraigo que tiene la música y cómo la geografía influye en los ritmos y en los textos. La música de frontera con Chito y Yoni de Mello, la de Lucio Muniz en Treinta y Tres, la de Omar Zapa en la costa. Cada zona tiene su sensibilidad. Fueron 10 músicos que había elegido la producción.

    Claudio Taddei

    —“Dormite tranquilo, que yo cargo mi dolor”, dice tu canción Dormite tranquilo. ¿La escribiste cuando estabas enfermo?

    —La escribí para mi hijo Romeo, antes de enfermarme, para el disco Cebras, nácar y rubí (1997), pero yo ya sentía que no estaba bien. Para mí ese disco tiene que ver con que mi cuerpo estaba cambiando. Ahora me doy cuenta de que yo me fui inventando la enfermedad. Parece tan fácil decirlo así, pero no es nada fácil.

    —¿Te cuesta hablar de la enfermedad?

    —Siempre pude hablar, lo que sucede es que durante un tiempo solo se hablaba de eso en las entrevistas, cuando se acercaba un toque era el tema central. Entonces sentía que la gente iba a verme como si fuera un dinosaurio que había sobrevivido y no un músico.

    —¿Te gustaría vivir en Uruguay?

    —Sí, me gustaría, pero ahora no puedo. Disfruto de poder estar en los dos lugares, de venir acá varias veces. Soy afortunado.