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Pasan las décadas, pasan los años, se acumulan versiones y reversiones, se celebran aniversarios de su muerte y su nacimiento, y las obras de Florencio Sánchez conservan la vigencia del primer día. El tipo dirigió la mira a la peste, la corrosión, el gen anómalo, el virus corrupto que se propaga y enferma la especie. No inventó nada, pero pasado un siglo de su muerte, se puede decir que tuvo una asombrosa puntería. Más aún si se tiene en cuenta que fue el pionero del teatro dramático en estas tierras, por la estructura formal que impuso a sus creaciones. No le queda grande presentarlo —a quien aún no lo conoce— como el Shakespeare del Río de la Plata.
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Días atrás, la Comedia Nacional inauguró la Temporada 2014 Héctor Manuel Vidal con el estreno de Los muertos en Sala Verdi (Soriano 914, viernes y sábados, 21 h; domingos, 19). Como en la mayoría de su obra, Sánchez presenta los hechos sin concesiones, para que hablen por sí mismos, más allá de las palabras. En todo caso, las consideraciones morales, contundentes y descarnadas, corren por cuenta de los propios personajes. Por ese motivo resulta un tanto obvia la inclusión que hace el director invitado Sergio Pereira de la figura de Sánchez —encarnado con prestancia por Fernando Vannet— que pronuncia su célebre testamento, entre otros textos. Pretende reforzar la figura del autor, pero no aporta demasiado en ese sentido.
Más allá del apunte, la puesta en escena brilla por el uso del espacio, gracias a la versátil escenografía de Gerardo Bugarín, la cálida y sugestiva ambientación musical en vivo, compuesta por Fernando Condon y ejecutada por el bandoneonista Sebastián Mederos, y el buen desempeño del elenco.
“Un hombre sin carácter es un muerto que camina”, afirma Sánchez en esta obra escrita en 1905, y lo pone en boca de estos seres decadentes que derrapan en bajezas de toda calaña, y se especializan en la violencia de género, psicológica, verbal y física. Los recientes versos de Fernando Cabrera se hermanan con los de Florencio: “Mi mayor problema es la voluntad, mejor dicho la falta de ella. Quiero cantar al respecto, y ya he perdido la gana”, podría cantar Lisandro, el personaje que resuelve en buena forma Juan Antonio Saraví, un actor que cuando está a punto de caer al abismo de la sobreactuación, siempre se las ingenia para retomar la cuerda justa y conducir a destino su personaje, ese hombre sin carácter que se desbarranca.
El lugar de la mujer ha evolucionado considerablemente en la sociedad occidental. Pero el maltrato que sufre en esta obra, tanto de parte de su ex marido como de su nueva pareja, es perfectamente reconocible en forma cotidiana, ya sea en la mesa de un bar o puertas adentro del hogar.
La decadencia económica, cultural y moral invade a este grupo de hombres que, alcohol mediante, se transforman en bestias despreciables que suman a la violencia machista una aborrecible ausencia de escrúpulos hacia niños y ancianos.
Fernando Dianesi y Lucía Sommer convencen sin fisuras en sus roles, y refuerzan la crudeza del retrato. En la piel de Amelia, la actriz que ingresó hace dos años a la compañía pública logra encarnar el potente alegato igualitario de Sánchez en favor del derecho a la felicidad del ser humano, más allá de su sexo. Elisa Contreras se maneja a sus anchas como la madre desesperada de la víctima y una vez más, Jimena Pérez pone su excelente oficio de cantante al servicio de la puesta, en un rol lateral similar al del coro de las tragedias griegas.
Más allá de la redundancia del principio, Pereira realza el recurso de Sánchez de enfocar el problema en la indolencia humana, la imposibilidad de modificar el curso de los hechos una vez que la inercia tomó las riendas. Entonces, lo que vemos es la desesperación de un artista comprometido por concientizar a la sociedad de su tiempo, y del venidero, de que marcha por el sendero equivocado.
La visita.
El jueves 17, la Comedia Nacional estrena en el Teatro Solís “La visita”, adaptación del argentino Sergio Renán de “La visita de la vieja dama”, del dramaturgo, pintor y ensayista suizo Friedrich Dürrenmatt. Se trata de una tragicomedia escrita en 1955 sobre una mujer multimillonaria que, luego de huir humillada por ser madre soltera, regresa a su pueblo natal, sumido en la miseria, y ofrece mil millones para solucionar todos los problemas del lugar a cambio de la cabeza del hombre que causó su desdicha y que ahora está a punto de convertirse en alcalde. En un gran despliegue escénico, la puesta reúne a 30 actores, músicos y bailarines en más de 100 personajes. Actúan, entre otros, Roxana Blanco, Jorge Bolani, Lucio Hernández, Levón, Leandro Núñez y Alejandra Wolff, y como invitados Horacio Camandule (“Gigante”), Luis Fourcade y Delfi Galbiati.
