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    El viejo Mercosur se cayó

    N° 1878 - 04 al 10 de Agosto de 2016

    Los presidentes de los países miembros del Mercosur son los presidentes pro témpore de la institución. En julio, Venezuela debía reemplazar a Uruguay en esa presidencia, para beneplácito del gobierno venezolano, porque el traspaso le aportaba algún mérito externo a una situación interna muy difícil. El gobierno uruguayo, apuntando en la misma dirección, sostuvo que se debían cumplir las reglas y que Venezuela debía recibir la presidencia del Mercosur. Los paraguayos, sin embargo, dijeron que los problemas institucionales venezolanos lo impedían. Brasil se pronunció a favor de Paraguay. A principios de julio el canciller brasileño, José Serra, acompañado por el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, viajó a Uruguay para evitar o postergar ese traspaso, porque la “situación institucional” venezolana lo desaconsejaba. Argentina parecía estar en una posición intermedia más flexible (según algunos observadores, porque su canciller competía por la Secretaría General de las Naciones Unidas, y no podía arriesgar un conflicto con Venezuela).

    Las posiciones de los cinco miembros del Mercosur, entonces, eran las siguientes: Uruguay y Venezuela coincidían en la necesidad de traspasar la presidencia a Venezuela; Brasil y Paraguay coincidían en lo contrario: ese traspaso no debía ocurrir (o al menos debía ser postergado); Argentina, finalmente, estaba en un lugar intermedio.

    Buscando alguna solución, a mediados de julio se reunieron en Montevideo los cancilleres de Uruguay y Paraguay, el subsecretario brasileño para América del Sur, Central y Caribe, el vicecanciller argentino, y la canciller venezolana. La reunión fue inútil: no hubo acuerdo.

    Luego de algunas idas y venidas adicionales, el viernes pasado, 29 de julio, Uruguay presentó un informe de su desempeño durante los seis meses de su presidencia, y dejó la presidencia del Mercosur. Pero no hubo un traspaso formal de esa presidencia a Venezuela, porque esa entrega bilateral no está prevista en la normativa del grupo. Uruguay se limitó a decir que no veía obstácu­los para que Venezuela asumiera ese lugar.

    Esto dejó la presidencia del Mercosur en un limbo jurídico y una zona gris política. Desde ese limbo y zona gris los venezolanos se autoproclamaron “en pleno ejercicio” de la presidencia del Mercosur. Pero los otros tres países miembros rechazaron esa autoproclamación: Argentina abandonó su anterior “posición intermedia”, sosteniendo que no se podía asumir la presidencia sin un traspaso en una reunión formal del Mercosur; para Brasil la presidencia está vacante, y Venezuela no podría asumirla; y Paraguay también ratificó su oposición a la presidencia venezolana del Mercosur.

    La respuesta fue la siguiente: Venezuela “denuncia las maquinaciones de la derecha extremista del sur del continente, conformada en una nueva Triple Alianza, que ha venido actuando de manera artera, a través de maniobras leguleyas, para tratar de obstaculizar lo que por derecho le corresponde”.

    ¿Y ahora qué? En principio, coordinadores del Mercosur de los cuatro miembros originales (sin Venezuela) se reunirían hoy jueves 4 de agosto para explorar posibles salidas. Uruguay aceptaría una solución sin Venezuela en la presidencia, pero solo si la aceptan los venezolanos. No parece fácil.

    A corto plazo este impasse era previsible: “Varias y robustas razones sugieren que en esto, a pesar de las apariencias semineutrales, Argentina está mucho más cerca de Brasil que de Uruguay. Entonces: es posible que ‘traspaso ya’ sea finalmente el curso de los acontecimientos, pero no parece lo más probable. Si la estatura de la misión Serra-Cardoso de la semana pasada es un indicador adecuado, entonces los brasileños creen que el punto es importante, y actuarán en consecuencia” (en Búsqueda, en este mismo espacio, 14 de julio).

    A mediano plazo los pronósticos son más difíciles. De aquí a fin de año las cosas dependerán del curso de acontecimientos hoy inciertos: Maduro puede caer, o no; Dilma puede recuperar la Presidencia, o no. Es posible que Dilma no recupere la Presidencia (porque las instituciones brasileñas funcionan, y ella tiene el viento en contra: la mayoría de las elites políticas no la apoyan; el procesamiento reciente de Lula no la ayuda, y entre ella y Temer la opinión pública opta por Temer). Pero en Venezuela la situación es realmente impredecible.

    La discusión sobre los posibles futuros, sin embargo, tal vez no sea importante. La hipotética presidencia venezolana del Mercosur (casi imposible, porque solo los interesados y los uruguayos la defienden) solo duraría hasta fin de año, y nadie negociaría realmente con una presidencia tan minoritaria en el marco de un Mercosur tan dividido. Una inercia indefinida hasta fin de año tendría características similares (Venezuela sería el presidente de un club cuyos socios, especialmente los principales y ampliamente mayoritarios, no la aceptan como presidente). Si de algún modo se llegara a un acuerdo con Venezuela fuera de la presidencia (muy poco probable), el que sale malherido de todo el episodio es el Mercosur en sí mismo.

    En cualquier caso, parece que el viejo Mercosur ya se cayó. El pecado más importante sigue siendo el original: “Al menos durante la última década el Mercosur no ha sido una alianza entre naciones con metas claramente definidas, sino una relación entre gobiernos basada principalmente en afinidades político-ideológicas. Este Mercosur reflejaba el ‘giro a la izquierda’ de la región durante los últimos años. Al cambiar las identidades de los gobiernos del Mercosur (muy especialmente la de sus dos países mayores, Brasil y Argentina), coincidencias y acuerdos con Venezuela que antes eran o parecían naturales ahora son muy problemáticos” (de la misma columna citada). Lo que importa ahora sería aprender de la experiencia para evitar repetirla, si es que se desea un nuevo Mercosur o equivalente: metas definidas, con énfasis en los víncu­los económicos, porque las afinidades ideológicas entre gobiernos pueden, o no, mantenerse, pero los países siguen y sus habitantes son mucho más que sus gobiernos.