La chica que atrapó el abecedario

Esa avidez francófila cuasi adolescente ya se había registrado años atrás en los conciertos de Olivia Ruiz (La Femme Chocolat) y las bandas Louise Attaque y Tryo. Pero nunca de esta manera. Ante la imposibilidad de agregar una segunda fecha, la producción trabaja para concretar otro recital de la cantante gala, seguramente en la próxima primavera.

El penúltimo tema del álbum es una versión de “Dans ma rue”, de Edith Piaf, relato en primera persona de una prostituta de Montmartre. Este homenaje no es casual, pues así como Piaf, Zaz viene de abajo en términos artísticos, y de hecho versionó en su etapa bolichera decenas de clásicos de la cantante francesa.

Unida a la música desde su infancia —a los cinco años comenzó a estudiar violón en un conservatorio, a lo cual ella atribuye la educación de su oído—, Zaz es considerada como una renovadora de la chanson, debido a la fusión entre el gipsy —jazz gitano—, el manouche y la tradición melódica y literaria de la música popular francesa. Su mezcla de profundidad, espontaneidad y arraigo folclórico es la clave de la poderosa empatía que ha encontrado en el público y la crítica, especialmente por su voz quebradiza pero potente, cálida y emotiva, rica en expresividad y al mismo tiempo sumamente natural.

Sus canciones están empapadas en una poesía urbana de gran actualidad, ya sea sobre el amor juvenil, los conflictos que llegan con la madurez, la mujer en la Europa de hoy, y las aguafuertes que todo cantautor que se precie debe saber deslizar en su repertorio. En sus dos discos se reúnen personajes de universos íntimos, familiares y bohemios, en calles, bares, universidades y espacios laborales.

En escena y en el ámbito mediático, la francesa se presenta desprejuiciada y alegre, dueña de una enorme capacidad de comunicación, en un estilo más cercano al prototipo de artista popular latinoamericano que al star-system que suele regir la canción anglosajona.

Su segundo disco, “Recto verso” parece más influido por una producción sonora que sigue ciertas reglas y estándares del pop internacional. Son evidentes los arreglos y sonoridades más gancheros y las melodías bien pegadizas, aunque la nobleza de la madera del contrabajo recuerda que las raíces permanecen firmes. “On ira”, primer corte de difusión, compuesta por Kerredine Soltani e inspirada en una pintura de Gauguin, combina esa nostalgia típicamente francesa con una indudable vocación comercial audible en la base de batería, los colchones de vientos o el o-o-o-o del coro. En “Déterre” aflora la veta rockera, y en las antibélicas “Nous” y “T’attends Quoi” (tema sobre las guerras de Siria, Afganistán e Irak,) queda manifiesta su inquietud política y social. Un terreno más íntimo se vislumbra en “Si je perds”, relato sobre el Alzheimer, narrado por un afectado por esta enfermedad antes de que comience a olvidar. Todo cantado con las tripas por esta mujer que parece no tener miedo a desgarrar su voz con tal de expresar una emoción. Tal cual lo espera el millar que agotó el Solís para ver a la chica que atrapó en su nombre el abecedario.