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Hace algunas semanas, cuando empezó el movimiento del agro en reclamo por soluciones de fondo a la crisis que atraviesa el sector, una de mis mayores preocupaciones era que las discusiones no se canalizaran en forma correcta. Lo que vi el lunes 19 en los medios no hace sino aumentar esa preocupación. Esta es mi opinión del asunto: primero hay que darles el valor simbólico a las cosas y jamás faltar el respeto a las instituciones por enojados que estemos. Me dio pena lo que vi, pero entiendo el enojo de las dos partes.
Ahora, veamos lo importante: se establece el mecanismo de diálogo y se extienden los beneficios de la rebaja del gasoil a los ganaderos. Algo es algo. El presidente fue en persona a instalar el diálogo y sale anunciando medidas concretas. No es poco. El gobierno tiene la intención de tratar de ayudar en lo que pueda a la coyuntura. Hay que saber valorar los gestos. También hay que saber lo que puede dar y lo que no. Nos guste o no, el gobierno tiene muy poco margen de maniobra para otorgar mayores beneficios al agro y juega su partido para que esto no le reste más que lo mínimamente imprescindible. Y a lo largo del año seguiremos recetando aspirinas porque otra cosa no hay.
Las soluciones llegan en cuenta gotas y solo atajan la coyuntura. Es tal el tamaño del problema que es sorprendente que un país que vive del agro no tenga una voz más firme en contener los problemas y evitar que siga la sangría. Mientras se insiste en analizar sector a sector los problemas, es incomprensible que solo se planteen soluciones para los de menos de tantas hectáreas. La falta de lluvias es general, los problemas con la competitividad no respetan si uno es chico o grande. Creo que lejos de entrarle al tema de fondo, de momento el Estado se conforma cumpliendo con lo mínimo y le parece que con eso hace suficiente. Es comprensible que entre tanto mundo de problemas uno más no ayuda, pero me temo que el camino por el que vamos no solo no brinde los frutos que se esperan sino que termine siendo contraproducente.
La sequía arrasa los rindes de soja, muchos agricultores se preguntan qué hacer con la agricultura de invierno y fracasa el verano y nadie habla de eso. A los criadores del norte, que no tienen nada de pasto y cuentas en rojo, el que les ofrezcas raciones para aguantar el problema es extenderles la agonía unos meses. Yo espero más de las autoridades. Y es lógico que en ese contexto los ánimos se sigan crispando y las posiciones se alejen cada vez más. Es muy difícil de entender que solo asistiendo a los pequeños, el sector en su conjunto salga a flote. Sobre todo porque los pequeños representan una parte muy pequeña de la producción. Son todos importantes, pero el efecto en el empleo, en los servicios y en las pequeñas economías regionales lo hacen los medianos y los grandes, no los chicos.
Una de las medidas que podríamos pensar es hacer un sistema de ayudas automáticas cuando un sector enfrenta un problema. Por ejemplo: si un sector como la agricultura de secano tiene serios problemas de rentabilidad (porque se cae el rinde o los precios se detonan) hacer un seguimiento de la estructura de costos y márgenes del cultivo puede ayudar a que las medidas lleguen en tiempo y forma. La medida debe ser automática y consensuada con todos los actores: esta concesión dura tantos meses y es por tanto dinero. Así todos sabemos a qué atenernos y cuál es la estructura de contención que el Estado nacional es capaz de proporcionar. Al que se lo agarre con una conducta desviada beneficiándose indebidamente de los recursos para la emergencia pierde el derecho a futuro de esa medida. Hay que ponerse creativos y ver qué otra cosa se nos ocurre. Como he dicho en más de una oportunidad, la salida es de todos juntos, no solo de los chicos y pobres por un concepto de justicia social. Al final del día, quien toma la decisión de quién es grande y rico o pobre y enfermo se va a terminar ensuciando las manos con sangre de algún inocente mal clasificado.
Vuelvo a llamar a la calma y a la serenidad para encauzar la discusión. El asunto es de largo aliento, por ende no es solo una discusión técnica. Es política y requiere de todos. Quien llama pidiendo soluciones no es más que la sociedad civil que se está cansando de siempre lo mismo.
(*) El autor es ingeniero agrónomo (Dr.), asesor privado y profesor de Agronegocios en la Universidad ORT
