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    Títeres con cabeza

    Falta como un siglo para las elecciones, pero para nuestros políticos, la sensación térmica es que las elecciones son el mes que viene.

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    En todas las tiendas (nunca mejor utilizado este término) nuestros indios con vocación de gobernantes empiezan a pintarse el rostro para la guerra, a afilar sus lanzas, y a dar patadas en el suelo convocando a los dioses de la batalla.

    El que arrancó como la Tota Lugano, con los dos botines con los tapones para adelante, fue el presidente del Banco Central, don Mario Bergara. Con sus declaraciones programáticas y su autopostulación, dejó a la Constitución con fractura expuesta en el inciso cuarto del artículo 77. Se supone que tiene para varios meses de yeso, y si Bergara insiste y el inciso vuelve a fracturarse, difícil que pueda volver a caminar.

    Lo primero que tendrá que hacer el Mariolo, si sale presidente, es proponer una reforma constitucional derogando el art. 77, para que no estorbe más.

    Algo parecido deberá hacer doña Marina Arismendi, si decide postularse a la presidencia, o a cualquier cargo electivo que se precie. En caso que así lo haga, su campaña electoral estará basada en dos columnas.

    La primera será la explicitación de su interesante tesis en cuanto a que los asentamientos de indigentes crecen en la capital porque los cajetillas de Pocitos y Carrasco tiran sillones a la calle.

    —Una ve a veces un Chesterfield de tres cuerpos que más lo quisiera yo —les dijo a los periodistos y a las periodistas días atrás la ministra de Desarrollo Social—, y arriba hay un indigento o una indigenta dormido o dormida, y al lado hay otro u otra que está drogado o drogada, tirado o tirada en un sofá Luis XVI, que vaya uno a saber qué ricachón tiró a la calle porque se compró el último modelo de Ikea —prosiguió— y así es que nacen estos antros de acumulación de pobreza y miseria, con niños durmiendo sobre alfombras persas gastadas, que los oligarcas desprecian irresponsablemente —concluyó.

    La otra columna que sustentará la campaña electoral de Marina Arismendi será la propuesta de eliminación del Tribunal de Cuentas, para que este incómodo organismo se deje de objetar por irregulares, ilegales o contrarias a derecho las contrataciones de las oenegés progresistas comprometidas con las causas identificadas con la izquierda.

    —No puede ser —dijo la ministra— que una contrate en forma directa y sin licitación a instituciones como Luchadoras por la Reivindicación Popular, o Compiladoras de la Vida Nueva, que son organizaciones divinas, de compañeras guerreras y solidarias, y tenga que licitar lo que exigen estos burócratas insensibles del Tribunal de Cuentas, mirá si la licitación la llega a ganar una de esas organizaciones de viejas chetas de Carrasco que ayudan a los pobres para salir en las sociales de los diarios conservadores y  neoliberales, que no tienen ni idea de cómo se maneja a los indigentos y a las indigentas —agregó la secretaria de Estado—. Si me siguen observando gastos que yo hago como me lo indica mi conciencia y no el Tacof, o el Tocaf, o como sea, voy a proponer una reforma constitucional que elimine todas estas trabas antipopulares —concluyó.

    Donde está movido el tema es en el Partido Colorado, desde que Pedro Bordaberry anunció su jubilación anticipada.

    De una manera parecida a lo que pasa cuando uno patea un hormiguero, los convencionales colorados, los dirigentes sectoriales y los votantes que le van quedando al partido, corren en todas las direcciones y se chocan en los pasillos.

    Ante tanto desconcierto, los liderazgos departamentales del interior han cobrado un inusitado protagonismo, dando lugar a la aparición pública de dirigentes hasta ahora desconocidos para la ciudadanía.

    Tal es el caso de don Liborio Voipade Lante, oriental, viudo, de 75 años, con domicilio en Carreta Quemada, octava sección del departamento de San José.

    Don Liborio ha enviado a la Secretaría General del Partido Colorado una nota en la que expresa su determinación  de presentarse a la Convención, con el propósito de ser electo como candidato a la presidencia de la República.

    —Yo no he engañado nunca a nadie en mi vida —dice en un pasaje de su carta don Liborio—, por lo tanto arranco con ventaja frente a los demás dirigentes partidarios que andan por ahí autoproclamándose. Y si a eso le sumamos la experiencia que me dan los años, y las 4.500 hectáreas plantadas de soja que tengo acá en San José, ya verán que cuento con los fondos necesarios para financiarme la campaña electoral —agrega en su nota.

    Se especula que Fernando Amado se plegaría a esta candidatura, y se dice que ya está en conversaciones con don Liborio para completar la fórmula como candidato a vicepresidente.

    En el Partido Nacional se comenta que el Guapo Larrañaga está haciendo aerobics en un spa para lograr la “bandera” agarrado de una columna, como la que le hizo Luis Lacalle Pou a Tabaré Vázquez (que le dio tanta pelota como la que Maduro le dio a él hace unas semanas).

    —Si hago la “bandera” y me aguanto dos minutos, después lo desafío al truco y le gano y ahí me coloco para la candidatura a la presidencia —le dijo a la prensa el senador nacionalista—. La macana es que no consigo quién quiera jugar conmigo de pareja al truco, y él tiene para elegir —agregó—. Votando, no —concluyó—, porque ahí en fija que me gana de nuevo.

    En el Partido Independiente la cosa es más fácil de decidir. La Asamblea en la que votaron la totalidad de los afiliados al Partido, decidió por 8 votos a 0 el procedimiento de la elección del candidato presidencial. Se tirará al aire una moneda, que de un lado dice “Pablo” y del otro lado dice “Mieres”. Todos estuvieron de acuerdo que lo mejor era dejar la elección librada al azar.

    Los periodistas que cubren la información del Parlamento, se retiraban días atrás del Palacio Legislativo, cuando escucharon sollozos provenientes de un despacho. Al acercarse a la puerta, pudieron comprobar que un joven elegante y apuesto tenía su cara sepultada en sus brazos, apoyados en el escritorio tras el cual estaba sentado.

    —A mí nadie me quiere —decía el lacrimoso personaje, al cual los cronistas no llegaron a verle el rostro. Pero dedujeron de quién se trataba. Era el despacho de la Presidencia del Senado.