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“Ni el más pesimista de los operadores hubiera imaginado una situación como esta”, y una baja tanto de la demanda internacional como de los precios de la lana, así como el “atraso cambiario” que afecta a la cadena textil, crearon “la tormenta perfecta” para Central Lanera Uruguaya (CLU). Así lo explicó esa cooperativa agraria de responsabilidad limitada para fundamentar su pedido de concurso de acreedores, aprobado por la Justicia el 7 de diciembre.
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Se amparó en ese instrumento en un contexto problemático que concibe como coyuntural pero sobre el cual subyacen varias interrogantes. “¿Cuál va a ser la duración y a qué niveles de precios vamos a llegar? No hay respuestas claras. Otras dos preguntas claves son: ¿cuándo China volverá a comprar tops y cuándo se va a recuperar la economía de Europa? Sin esas respuestas no resulta posible predecir qué es lo que va a pasar”, indicó en la Memoria Explicativa de su concurso, a la que accedió Búsqueda.
CLU tiene como actividad principal la comercialización dentro y fuera del país de lanas en estado natural, además de industrializado y semindustrializado que procesa Lanera Piedra Alta, una sociedad de su propiedad. Su propósito es conseguir mejores condiciones de venta para los productores vinculados a las 13 cooperativas y sociedades de fomento rural que integran el padrón social de Central Lanera: recibe la lana de los asociados, la procesa, la exporta a lo largo de todo el año y les paga el valor obtenido menos los distintos costos de ese proceso. Al momento de determinar el monto a pagar al productor, si hubiera lana sin comercializar CLU la “compra” al valor neto de venta; si con posterioridad a la fijación del precio el “mercado sube”, la cooperativa “muestra un superávit al cierre del ejercicio”, y a la inversa si baja, señaló en el documento que entregó en el juzgado al pedir el concurso para explicar las características de sus finanzas.
CLU alegó que desde comienzos del ejercicio de 2019-2020 y hasta fines del siguiente sus niveles de ventas fueron menores a lo “normal”, una situación que se mantuvo en 2021-2022. Ello obedeció a la “caída abrupta” a mediados de 2019 de precios ocasionada por la “guerra comercial entre Estados Unidos y China”, que si bien se revirtió en parte persistió un “gran nivel de incertidumbre en la cadena textil lanera”. También impactó la crisis por el Covid-19, y como consecuencia de eso las exportaciones de tops de lana de Uruguay cayeron a la mitad, aseguró la cooperativa.
El balance a fin de julio de 2021 cerró con una pérdida equivalente a unos US$ 2,2 millones; el resultado negativo había sido mayor en el ejercicio previo (US$ 4 millones).
En 2022, a la ausencia de China en el mercado para la compra de tops se sumaron problemas en la logística en el mundo —que llevaron los “precios por las nubes” para los traslados marítimos— y la volatilidad del precio del euro frente al dólar, que se acentuó con la guerra entre Ucrania y Rusia, añadió CLU en la Memoria Explicativa. “Este conflicto bélico provocó un incremento de la situación recesiva de la economía de países europeos y sus efectos, tales como la depreciación del euro, la baja de la confianza de los consumidores, la inflación, el aumento de los costos de la energía que afectó a las industrias”, enumeró en la Memoria Explicativa del concurso. La “prudencia” parece primar entre los compradores mundiales, que prefieren esperar a que “los precios del textil caigan más”, añadió.
En cuanto a la cadena textil, la CLU señaló el cierre de varias industrias destinadas a la peinaduría, hilandería y tejeduría, “un golpe muy duro” ocasionado por el “atraso cambiario”, una menor producción y la pérdida de competitividad.
La cooperativa de responsabilidad limitada declaró también que “sufre” la ausencia de demanda de lana cruzada, ya que “arrastran un stock importante” desde la zafra anterior.
Relató que, frente a esta “tormenta perfecta” —baja demanda y precios reducidos—, CLU tomó medidas para el “cuidado extremo de la liquidez”. Entre ellas destacó el “seguro de paro” rotativo para su personal, la ampliación de plazos de pago a proveedores y la espera, de parte de productores, del cierre de la zafra y la fijación de precios. Estas acciones —tomadas a lo largo de tres años para “superar una situación coyuntural”— han resultado “insuficientes”, aclaró. La decisión de pedir el concurso de acreedores fue tomada con la noción de “recomponer” y “reestructurar” la actividad de la entidad.
La junta de acreedores en el marco del concurso se realizará en agosto, si es que no surge antes un acuerdo.
