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El concepto y la composición en blanco y negro de la muestra Otra forma de decir revive un viejo cuplé de carnaval de Mi Vieja Mula
Mauricio Rodríguez
Cozzo estuvo siempre muy vinculado al carnaval. Fue presidente del jurado y también miembro en el Desfile de Llamadas. Cuando le dijeron que la gestión del museo era “toda suya”, lo primero que pensó fue que a todo le faltaba color, e, irónicamente, terminó inaugurando Otra forma de decir.
Los colores los pondría por otro lado: recorriendo el archivo de escenarios de carnaval del Centro de Fotografía para hacer una entrada de luces inspirada en la iluminación de los primeros tablados, pero también restaurando y exponiendo el material más atractivo del acervo. El museo hoy conserva cerca de 300 piezas entre vestuario, utilería y documentos, de los cuales casi el 40% se encuentra digitalizado. Y en lugar de tener todos los cabezudos guardados, ahora los últimos que salieron en carnaval —hace más de una década que no participan en los corsos porque asustaban a los niños— están exhibidos en una sala junto a la tienda, completamente modernizada. Pero el último y gran toque de color lo da el patio.
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Mauricio Rodríguez
Otra cosa que Cozzo notó era la ausencia de mujeres, cuando el carnaval uruguayo estaba lleno de nombres como Lágrima Ríos, Martha Gularte, Rosa Luna y Lola Acosta. Por eso, y en conmemoración de los 100 años del nacimiento de Lágrima Ríos, se inauguró una muestra de coloridos murales de mujeres del carnaval pintados por artistas mujeres en las paredes de la plaza/jardín del museo.
Para coronar la participación femenina, cada exhibición del museo está acompañada por un texto que, a través de un código QR, puede escucharse en las voces de María Inés Obaldía, directora de Cultura de la Intendencia de Montevideo, y Ana Ribeiro, subsecretaria del MEC, en distintos idiomas para los turistas, para personas con discapacidad visual o dificultades en la lectura.
Durante los años de pandemia, el museo permaneció cerrado y el tiempo se aprovechó para las reformas. Cozzo cuenta que se colocó a nuevo la mitad del techo, se hizo un entrepiso, cafetería, baños, se pintó la fachada y se hizo el enjardinado, que podría ser la vedette de los cambios.
Una de las primeras acciones de la gestión de Cozzo fue un llamado a licitación para coordinar la sala de espectáculos del museo, hoy una de las referentes de Montevideo, que siempre agota localidades. “Soñamos una sala que pudiera traer espectáculos de primer nivel nacional e internacional”, asegura Cozzo.
La estrategia comunicacional ahora es otra. Más allá del aumento de seguidores en las redes sociales, la apuesta es a desarrollar una propuesta artística interesante y que sea un lugar que “no solamente esté pensado para mantener viva la cultura y la tradición del candombe y el carnaval”.
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Mauricio Rodríguez
Para que algo como el candombe, patrimonio inmaterial declarado por la Unesco, siga vivo tiene que adecuarse a las nuevas generaciones: “Nosotros somos enemigos de las etiquetas, está bien que haya una evolución y que tampoco se haga lo mismo que se hizo antes todas las veces”. Es por eso que la cartelera de la Sala del Museo va desde Agarrate Catalina hasta bandas de rock uruguayo, pasando por artistas internacionales de todos los géneros, como el cantautor español Pedro Pastor, que vendrá el próximo abril.
“Los espectáculos que se hacen acá poco tienen que ver con el carnaval. Pensamos esto como un lugar cultural, sin limitantes. Queremos que acá venga todo tipo de público, y todo el que venga va a terminar viendo algo de carnaval porque el museo es la antesala y capaz que se engancha con algo”, explica Cozzo.
Y al candombe, “no lo queremos menos por eso, lo queremos lo mismo, pero lo hacemos distinto. ¿Por qué? Porque nos divierte más, porque los tiempos cambiaron”. La idea es que el público que se encuentre en las antípodas del género logre con este paseo de rebote, producto de un interés puntual en un show, reinterpretarlo. Sin embargo, hay actividades que se siguen haciendo año tras año, como encuentros de tango, ruedas de tambores, que además tienen una finalidad turística.
Con un plan de obras “muy ambicioso”, planificación, y una trabajada y pensada grilla, la Sala del Museo proyecta su actividad hasta 2035.
Los murales de mujeres del carnaval le dieron otra vida al patio, junto a los bancos intervenidos por el Taller de Mosaicos del Uruguay, con diseños que recrean los de Carlos Páez Vilaró. Eso también formó parte de las obras del reciente enjardinado, que se habilitó al público este verano, y del homenaje que el museo realizó al artista.
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Mauricio Rodríguez
Siendo uno de los personajes más populares del país, no sorprende que también esté vinculado al carnaval. Ya pasaron 10 años de su muerte, y la muestra La pasión inesperada: el candombe en la vida de Páez Vilaró, en exposición durante todo 2025, conmemora al Páez Vilaró más comparsero: el que escribió canciones, tocaba el tambor, cantaba en los tablados y difundió el candombe dentro y fuera de fronteras a través de su obra. “(El candombe) fue parte de su vida polifacética, maravillosa”, subraya Cozzo.
La idea era embellecer el museo tanto por dentro como por fuera. Para eso último, se contrataron muralistas para pintar las paredes exteriores del patio sobre la calle Maciel, como Verónica Gazzarata, conocida bajo el seudónimo de Min8, o Bruno Rosa (Berde14), realizador de grafitis.
La hija del artista, Agó Páez Vilaró, escogió los soles que Berde14 pintó en un mural. Es una recreación de los soles de Escorpio (el signo de Carlos) y Sagitario (el de ella), de la serie Soles del Zodíaco de su padre: “Él siempre decía que debíamos seguir por el camino del sol, que nos une con nuestro ser interior”, dice Agó a Galería.
Desde que su padre falleció, ella es la encargada de pintar a mano los tambores de la comparsa Cuareim 1080. “Nuestra familia, mi padre y el legado de nuestro arte continúan latentes en el carnaval, por eso nosotros estamos en permanente contacto, colaborando para alimentar este museo”, cuenta. “Estoy honrada de poder estar presente con mis obras, y por supuesto las de mi padre, y continuar con el legado con ese mismo amor tan grande por el carnaval que mi padre me inculcó de chica, cuando me llevaba al conventillo Mediomundo, donde pintó sus primeros cuadros, los primeros soles”.
¿Y qué le faltaba a tanto sol visto desde los ojos del carnavalero más tradicionalista? Las lunas de febrero. Ambos astros, la Luna y el Sol, son, además de complementarios, elementos muy representados en el carnaval junto a la estrella. Y Carlos Páez Vilaró contó muchas veces que se comunicaba con su hijo cuando estaba desaparecido en los Andes a través de la luna.
Min8, sin conocer la historia, pintó un mural sorprendente: una interpretación muy personal de la vida del artista representada en un juego de polaridades entre la vitalidad y la luz, la serenidad, la introspección y la oscuridad.
La artista sintió el impulso de a estas últimas, en “una necesidad irrefrenable”, según Cozzo, representarlas en un felino, precisamente, en un yagaureté negro con la mirada fija en una luna llena.
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Una pantera negra fue el animal que Carlos Páez Vilaró les trajo a sus hijos como mascota de uno de sus viajes a la India; se llamaba Penélope, fue criada como un gato y dormía con ellos en la cama hasta que creció y fue entregada al zoológico.
Mauricio Rodríguez
Cozzo nunca les dice a los artistas qué hacer ni piensa una posterior explicación para la pintura, porque le gusta dejarlo todo librado a la libre interpretación de la gente, hasta que Agó Páez, cuando vio el mural terminado se largó a llorar. Lo primero que dijo fue: “No sé cómo lo supieron”.
Era otro detalle que ni Min8 ni Cozzo conocían; una pantera negra fue el animal que Carlos Páez Vilaró les trajo a sus hijos como mascota de uno de sus viajes a la India; se llamaba Penélope, fue criada como un gato y dormía con ellos en la cama hasta que creció y fue entregada al zoológico.
El último toque al patio, que ahora tiene nuevos camerinos para los artistas que toquen en la sala, se lo van a dar las gigantescas santa ritas que se plantaron a la entrada, cuando florezcan. La contrafachada va a pasar de no tener nada a estar cubierta por otro mural de pájaros y ser una explosión de pétalos fucsia. Lo ideal es que por la calle Piedras acompaña una exposición de fotos itinerante.
Para que no muera la tradición
Cozzo también consiguió que parte de la colección del museo se inscribiera en el programa Memoria del Mundo para América Latina y el Caribe de Unesco. Con eso también colaboró una pieza realizada en el marco del aniversario número 18 del museo por el director de cine uruguayo Federico Lemos, que enseña la actualidad de las muestras, murales, el patio/plaza y la sala de espectáculos.
La pieza audiovisual está subtitulada al portugués, inglés, chino, alemán y francés, porque el museo “es de puertas abiertas a la ciudadanía y visitantes de todo el mundo”, describe Cozzo.
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El gestor cultural a cargo de la reinvención del Museo del Carnaval y su Sala, José Cozzo.
Mauricio Rodríguez
El objetivo primero es que la tradición siga viva. Para eso, también se llevan a cabo talleres, muchos específicos para turistas y cruceristas, que abordan temáticas como los orígenes del carnaval, su evolución en Uruguay, qué es la marcha camión (ritmo base de la murga uruguaya), cómo se baila, qué instrumentos se tocan, cómo armarlos, cómo es el guionado de las parodias, la escenografía popular… Básicamente, todo sobre el carnaval uruguayo, incluso talleres de oficios específicos como diseñadores de vestuarios en papel o constructores de carros alegóricos.
“Un lugar cuna de la cultura necesita de este dinamismo”, destaca Cozzo, que, sin desmerecer lo anterior, se embandera con el cambio y celebra que a quien le toque la posta después, también se arriesgue a los cambios.
Agó considera que todo el mundo debe visitar por lo menos una vez el Museo del Carnaval y prestar oído a esa música de tambor que “nos llena el alma”. “Es como tener al corazón de Montevideo en una cajita en Ciudad Vieja”, dice.