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El candombe según Julieta Rada llega al Teatro Solís, presentando disco y cerrando círculos

La artista presenta Candombe, su cuarto álbum, grabado entre Nueva York y Montevideo; entre donde las cosas pasan y donde ojalá pasaran más cosas

El 15 de marzo Julieta Rada no solamente va a presentar su nuevo disco. También, piensa, va a cerrar un círculo. La música, el candombe, sus raíces y su familia estarán presentes con ella en el Teatro Solís.

La historia, de alguna forma, se repite. En setiembre de 1996, un Ruben Rada hacía poco retornado a Uruguay presentaba Montevideo en el Teatro Solís. Ese disco, lleno de candombe fusión al estilo de la llamada world music, había sido grabado en Estados Unidos. Los recitales, muy exitosos, tuvieron la presencia de luminarias internacionales como el guitarrista Hiram Bullock y el bajista Bakhiti Khumalo, y nacionales como el tecladista Hugo Fattoruso y el baterista Martín Ibarburu. En el público estaba la familia del Negro; obviamente, su hija menor, Julieta, que tenía seis años, estaba ahí.

“Creo que fue uno de los primeros teatros a los que fui en Uruguay”, cuenta Julieta a Galería. Nacida en Argentina hace 34 años, ella había vivido su primera infancia en México y recién comenzaba a conocer el país de su padre. El 15 de marzo de este año será la primera vez que se suba al escenario del Teatro Solís presentando Candombe, su cuarto disco, un trabajo de candombe “fusionero”, al decir de ella, grabado entre Nueva York, donde vive desde 2022, y Montevideo. “Para mí se cierra una cuestión simbólica y sentimental”, dice y sonríe. “Poder presentar el disco ahí es una cosa maravillosa; es un salto también, un crecimiento. Estoy nerviosa, alegre, todo eso junto”.

En la casa de sus padres, cerca de la Facultad de Arquitectura, Julieta alimenta sus nervios, su alegría y todo junto. En el living, junto a hermosas figuras de Alfredo Zitarrosa y Ray Charles, el piano que tocó de niña, dos guitarras, una acústica y una eléctrica, varios discos, una caja con distintas temporadas de Friends y las numerosas distinciones de Ruben están las suyas: un premio Graffiti por cada uno de sus tres discos anteriores (Afrozen de 2012, Corazón diamante de 2015 y Bosque de 2019), tres premios nacionales de Música del Ministerio de Educación y Cultura y un Gardel a mejor nuevo artista pop en 2016. Por algún lado del corazón está su nominación en 2015 al Latin Grammy como mejor artista nueva. Por otro lado, está la ansiedad por el recital en el Solís y por las siguientes presentaciones de Candombe: el 15 de mayo en Niceto, Buenos Aires, y el 5 de junio en Nublu, Manhattan.

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Y todo por la música, la que siempre estuvo ahí, ya sea por ser la hija de uno de los más grandes cantantes y compositores que dio el país o porque a los 13 años una hernia de disco truncó ese sueño inicial de ser bailarina.

“Mis primeros recuerdos musicales son de mi padre cantando o componiendo o yendo a un ensayo en México”, rememora. Pese a ser la hija de quien es, eso de cantar no fue su primera opción. “En realidad mi palo era más del lado de la danza, pero me lesioné la columna. No era grave, pero la recuperación fue difícil y cuando volví ya no estaba al nivel que quería estar. Entonces me dije: ‘bueno, claramente, esto no va a ser mi futuro’. Siempre me gustó hacer 500 cosas: tenis, cine, comedia musical, taller de plástica, todos los años iba haciendo algo distinto. Lo que me gustaba más era bailar, el canto también me gustaba, pero de chica manejaba una timidez tan extrema que ni me lo planteaba. Pero arranqué a estudiar canto a los 16 años con Carmen Pi y a los 17 ya estaba cantando en vivo en boliches. Como era menor de edad, tenía que ir con mis padres. Y después me quedé en eso, cantando…”.

Pasión y fusión

Mal no le ha ido. En absoluto. El muy disfrutable Candombe, disponible en plataformas como Spotify desde setiembre de 2024, consta de ocho pistas tradicionales del género, composiciones de Pedro Ferreira, de Hugo Fattoruso, de Jaime Roos, de Mariana Ingold, de su padre, versionadas según su propia sonoridad, la de una artista que aún está en el camino, siendo y no siendo la “hija de”, conocedora de sus raíces y viviendo en una ciudad que es la mayor Babilonia sonora del mundo. Hay estrés y hay miedos también, sobre todo cuando alguien se anima con canciones muy conocidas y veneradas, como Biricunyamba, Botija de mi país o El tambor.

“Cuando vas a sacar un disco siempre te encontrás con cosas que te paralizan. En los anteriores, como muchas eran mis composiciones, era ay, ¿van a gustar mis canciones? En este caso, el desafío estaba por otro lado: son canciones que ya existen, fueron editadas, gustaron, ¿cómo las llevo a un lugar que sea más coherente con mi sonido, mi estética musical? o ¿les gustará al autor? Por suerte, a todos los que están vivos ¡les copó la versión! Hasta ahora he recibido lindas críticas, todos buenos comentarios”.

La duda al hacer este disco era justamente llevarlo a un lado del candombe más tradicional o hacer algo “más fusionero”. Terminó en esto último, en parte porque así es ella y porque estaba en Nueva York, con músicos latinos que también están haciendo su camino allá (como su novio, el baterista Juan Chiavassa, y el tecladista Leo Genovese, ambos argentinos), donde la fusión se da naturalmente. “Además, tampoco sé si quiero hacer un candombe súper tradicional, me encuentro más cómoda en esta fusión, es la música que más me gusta”. Y se acabó la discusión.

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En Nueva York grabó las bases de bajo, batería, teclados y una voz de referencia, agregando los tambores en el uruguayísimo estudio de Sondor. Luego, otros músicos fueron agregando sus aportes de forma remota, caños, violines, voces. “Fue un lindo estrés”, ríe.

En un futuro no muy lejano, Candombe verá la luz en el resucitado formato vinilo. Hasta ahora solo está disponible en plataformas digitales. En este caso en particular, es una pena que el público no especializado no pueda saber quién produce, quién toca los vientos o el bajo en tal o cual canción, como en las épocas de oro del booklet de los CD. Eso para pena de los melómanos; y también de Julieta Rada.

“Que eso pase no me gusta para nada. Además, me parece que no debería ser difícil de hacer una ficha con los créditos. Cuando yo subo la música a Spotify me piden absolutamente todo: quién grabó, dónde, quién tocó la flauta acá, está todo archivado. Voy a tratar de poner todo en mi página web (julietarada.com) para que quien tenga curiosidad se fije. Eso estaba en mis otros discos. Todo eso me genera sentimientos encontrados. Por un lado, soy fan de los discos y del objeto como una obra. Porque es eso: uno atraviesa muchas cosas, invierte tiempo, dinero, emociones en él. A mí me insumió casi un año hacerlo y capaz que en dos meses (ahora) ya es viejo. Eso me da bronca y por eso soy partidaria de los discos. Pero por otro lado, también me tengo que adaptar a la realidad de la industria musical y darme cuenta de que el disco ya no funciona tanto. Uno lucha por lo que le gusta, pero tampoco podés ir contra los molinos de viento. Entonces, sacaré eventualmente un vinilo que todavía se consume con créditos, fotos y todo. Pero en un futuro me parece que solo voy a tener que sacar temas y chau”.

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Candombe te estuve llamando

El disco abre con Biricunyamba de Pedro Ferreira, prócer del candombe como muy pocos, fallecido en 1980. “Yo había grabado una canción suya, Mulata chancletera. Me encantaba y la imaginaba así como quedó, en una onda disco funk, a lo Miami Sound Machine”. Destaca la participación aquí de Federico Peña en los teclados, un uruguayo que ha grabado con Marcus Miller, entre otros. Baile del Candombe tiene un autor desconocido, cuenta. “Parece que Pedro Ferreira la adoptó de una música tradicional cubana y le agregó el estribillo”. Había sido grabada tiempo atrás por Mariana Ingold y Osvaldo Fattoruso. Adiós a la rama, un tema de Ruben Rada, cuenta con la participación de Fito Páez.

“Fito se portó de manera hermosa, lo grabó al toque, lo escuché y lloré. Me parecía importante que él estuviera. Soy su fan desde muy chica”.

No es el único invitado. Consejo de Eros, de La Calenda Beat, tiene al cubano Pedrito Martínez compartiendo voces con ella. Estas participaciones también son una declaración de principios: expandir a todo el mundo, o al menos al mundo latino, un sonido muy poco globalizado. “Este es un disco de candombe y eso es lo que más me gusta. Pero es un ritmo muy de acá, conocido en Uruguay, un poco en Argentina y capaz por algunos músicos en el mundo. Pero no es algo masivo y global como pueden ser el reggaetón, el tango y la salsa. Por eso me parecía bueno incluir referentes, cada uno en su estilo, para reavivar esta música uruguaya. Están Fito de Argentina, iLe (exCalle 13) de Puerto Rico, Pedrito de Cuba, también mi padre. Los invité a cantar candombe, se coparon y lo hicieron de manera hermosa”.

Se abre el portón, Botija de mi país y El tambor, de Hugo Fattoruso, Ruben Rada y Jaime Roos respectivamente, conforman una trilogía de grandes candombes pasados por el filtro “fusionero” de Julieta. En los dos primeros se suma la inconfundible voz de Ruben. La canción de su padre, que incluso es cantada en las escuelas, que ella misma cantó siendo niña sin animarse por extrema timidez a decirle a quien no supiera quién la había escrito, es una de sus favoritas. “La canto mucho en Estados Unidos. Allá podría cantar R&B, jazz, cualquier otra cosa pero no me da ganas. Me da ganas de cantar lo que quiero, que es candombe. Cantando otra cosa capaz me iría mejor, tendría más laburo, pero esta es la música que me representa, y es una canción increíble…”.

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El tambor no es la primera colaboración suya con Jaime Roos, quien en su momento no tuvo el mejor vínculo con su padre, algo que se hizo público en la aldea. “Siempre tuve una buena relación con él (Roos). Y con mi padre también está todo bien, han tenido algunos conflictos que han sido un poco ajenos a ellos… Pero él ya le había puesto letra a un tema mío en mi segundo disco, Claroscuro de San Juan. Le mandé esta versión por email y le encantó, me agradeció mucho, así que yo feliz, ¡ese era un miedo más!”.

Llamando, de Mariana Ingold, cantada junto a iLe, es “un poco el motor” de que este disco viera la luz, cuenta Julieta. Ella ama esa canción y pensó incluirla en su segundo disco, Corazón diamante. Uno de sus versos asegura que el candombe "es la esperanza de que el racismo vaya a la ruina”. Es una canción de 1991.

“Y eso sigue vigente…”. Julieta regala una sonrisa amarga. "Da un poco de pena que el ser humano no evolucione. Todavía hay un montón de discriminación, clasismo, temas de género. No sé si eso algún día terminará. Creo que es propio del ser humano”. La madre de Julieta, Patricia Jodara, es judía. Algo se sabe en esa familia de ese tema.

“He sufrido distintos tipos de discriminación, pero nunca dejé que…”. Julieta hace una pausa, como queriendo escoger bien las palabras. “Pasa que ahora la gente me conoce más, pero me ha pasado sí de entrar a una farmacia, en Argentina, y que siempre tenga al tipo de seguridad atrás mío, mirándome. Qué se yo, a mi hermano (Matías Rada) muchas veces no le paran los taxis. Con el judaísmo no tanto porque nunca lo manifesté mucho, mi madre siempre tuvo una postura más laica, no fui a un colegio judío ni a uno católico. Por ser mujer, sí, me tocó vivir algunas cosas en la música… micromachismos de un tipo que supuestamente te da explicaciones al pedo, mansplaining. Más cosas: hasta hace algunos años no estaba en ningún festival, ¡ninguna mujer estaba! Esas situaciones, yo qué sé… las fui sobrellevando. Nunca viví ninguna situación muy fea, o sí, alguna, pero me las guardo…”.

Gracias por la música

Julieta considera estar en un buen momento de su carrera. “Me doy cuenta de eso por la respuesta de la gente, que se me acerca y me felicita. Siento que tuve que pagar cierto derecho de piso por ser la hija de Rada y que ahora se me valora por lo que hice”.

El tema, presente en casi toda entrevista que se le haga, lo saca ella. Siempre llevó bien el hecho de ser “la hija de” Rada. Tiene la suerte de que su padre es talentoso, querido y que tampoco la tuvo fácil, al punto que la masividad, la popularidad y algo parecido a ganar plata recién lo pudo vivir con el cambio de siglo, cuando él tenía tres décadas y media con el candombe y afines a cuestas. Además, siempre ese tema va a estar sobrevolando, pese a sus discos publicados, sus Graffitis, su Gardel, su nominación al Grammy Latino.

“Siempre voy a ser la ‘hija de’ Rada, pese a todo. Obviamente, no soy masiva y popular como él, mucha gente nunca me escuchó cantar. Y así como en los inicios (la familia) me arropó y me ayudó, el camino también se me hizo difícil. Creo que lo más complicado para mí fue salir del lugar de ser la ‘hija de’ y romper ese prejuicio que… No sé, alguna gente se imaginaba que yo quería cantar porque quería ser famosa, como un capricho de nena. ¡Y nada que ver! O sea, si elijo ser música y hacer música en este país es porque realmente me gusta. Si no, hubiera elegido cualquier otra carrera y me hubiera ido mucho mejor. Muchas veces me planteo ¿por qué no hice ingeniería?, ¿por qué no me anoté en una facultad? Pero bueno, lo mío era una pulsión y lo sentía así. Es muy difícil ser músico. Hay que estar remando, remando, vivís momentos en que te va bien, momentos que no, es muy inestable y a mí me gusta la estabilidad, el orden, la rutina, la disciplina, ¡no elegí la profesión ideal para eso (se ríe)! Pero amo la música y por eso la sigo haciendo”.

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Julieta ama lo que hace y también lo sufre. Esto sobre todo cuando encabeza los proyectos, como es el caso de Candombe. Ha sabido estar en otros lugares, en la banda de su padre, en la de Fito Páez, con Ciro y los Persas, con Illya Kuryaki & The Valderramas, con Joss Stone. Ahí también disfruta, ahí también aprende.

“A mí me gusta hacer todo. El ser humano es cambiante y yo más. Lo que más me cuelga es hacer mi proyecto, porque juegan mis decisiones estéticas. Acompañar a mi padre también me fascina, ¡aunque es difícil trabajar con la familia! Yo haría las cosas de una manera, mi padre de otra, y él tiene 81 años, hace lo que quiere y está perfecto, ya no va a cambiar. Y también me gusta corear, como he coreado a muchos. Ahí es estar un poco al margen de todo lo que pasa, que te digan que a las ocho tenés que estar en la camioneta, que te den un itinerario y no tener que pensar tanto. Todo es divertido y todo está bueno hacerlo. También sirve para ver las diferentes perspectivas de todos los proyectos, vivirlas, al estar ahí se entiende el esfuerzo de todos los artistas. A mí me gusta la música, mi música y los proyectos que me copan. No tengo un ego que me lleve a hacer solo las cosas que yo quiero. Me gusta compartir y me parece que de eso también se trata la música”.

Una candombera en Nueva York

Julieta Rada vive en Nueva York desde hace más de dos años, en Crown Heights, un barrio del distrito de Brooklyn. La pandemia en 2020 la había sorprendido viviendo en Argentina. “Se puso muy bravo, pasé dos meses encerradísima”. Su madre le dijo que se tomara uno de los barcos que repatriaba uruguayos y volvió al país. Pensó que iba a estar un par de meses y terminó siendo un par de años. En ese periplo conoció a su actual pareja y con él, músico como ella, surgió la posibilidad de ir a probar suerte a la Big Apple. Se fue por amor, sí, pero ya tenía intenciones de cambiar de aire. “Mis mejores amigas estaban viviendo afuera y yo acá estaba, podríamos decirlo, sola”. También tenía necesidad de hacerlo: Uruguay —su padre lo sabe muy bien— no suele ser el lugar más amigable para alguien que quiere vivir de la música.

Un día habitual suyo en Nueva York es ir al gimnasio, tomar clases de pilates online con su profesora en Uruguay y de canto con su profesora en Argentina. Y canta, por suerte, cada vez más seguido. “Tengo bastantes shows, aunque no tantos como me gustaría, en el circuito latino”. Curiosa paradoja, pese a vivir ahí no ha tenido que practicar casi inglés; todos en su entorno hablan español.

¿Cuál es el lugar en el mundo de una chica que nació en Argentina, se crió en México y en Uruguay, se mudó a Argentina de nuevo por trabajo y ahora está en la Capital del Mundo? “Yo diría que Uruguay y Argentina. Amo Uruguay y viviría acá, pero… me dedico a la música y este es un país hostil para eso, no tengo mucha posibilidad de crecimiento. Mi padre se tuvo que ir todo el tiempo. Es por eso que me gusta más Argentina para vivir”.

Estando en Nueva York extraña las cercanías, las menores distancias, el tiempo que en Montevideo parece rendir más. “Allá una actividad me ocupa todo el día. Acá puedo hacer un trámite, pilates, encontrarme con una amiga, ir a cenar con otra…”. Pero allá tiene un grupo de amigos espectaculares, una barra hermosa que también comparte ese sentimiento de irse a un lugar extraño, de no conocer nada y no saber por dónde arrancar”. A esa red de contención casi familiar se le suma algo propio de la metrópolis: pasan cosas todo el tiempo, se puede encontrar a un “músico salado” en cualquier club y hacerse conocer, surge la posibilidad de hacer Candombe.

Embed - EL TAMBOR - Julieta Rada, Juan Campodónico & Matías Rada

La banda del 15 de marzo

Para cerrar todavía más el círculo, el 15 de marzo Martín Ibarburu también acompañará a Julieta Rada en la presentación de Candombe, tal como lo hiciera con su padre en aquel lejano 1996, también en el Solís, con Montevideo. Él será el baterista de un bandún, una selección uruguaya de músicos, integrados por Matías Rada en guitarra, Nacho Mateu en bajo, Gustavo Montemurro en teclados y Diego Paredes, Noe Núñez y Sergio Martínez en tambores.

Los otros músicos de la familia, su hermana mayor Lucila y el propio Ruben, la acompañarán en voces. “Puede haber más invitados”, desliza la cantante.

El recital comienza a las 20 horas y las entradas, que van de 600 a 1.200 pesos, ya están disponibles en Tickantel y la boletería del Solís.

CRÉDITOS

Fotos: Adrián Echeverriaga

Producción: Sofía Miranda Montero

Maquillaje y pelo: Hiela Pierrez

Locación: Edificio Buenos Aires Point, de la desarrolladora Cimiento; proyecto original: Arq. Carmelo Macadar Cirillo, Arq. Pablo Villasuso Cortés (2020)

Agradecemos a Caro Criado, Margo Baridón, Milo, Tach y H&M por su colaboración en esta producción.