—Sí, claramente. La idea que nosotros tenemos es continuar y profundizar esta línea estratégica de trabajo y escalar a nivel nacional todo lo que se pueda las medidas alternativas a la prisión y que la prisión quede reservada para aquellos casos más complicados, que no tenemos otra forma de resolver. Esto supone proponer a la Justicia que se apliquen medidas sustitutivas para aquellos chiquilines que hoy están en privación de libertad, pero que entendemos que podrían ser atendidos de otra manera.
—¿Harán una evaluación de todos los casos para identificar en cuáles se podrían pensar alternativas?
—Es un mecanismo que se usa regularmente: se proponen medidas sustitutivas y la Justicia accede en algunos casos y en otros no. La idea es fortalecer internamente todos los mecanismos que tenemos para que esto ande bien y se profundice y suponemos que vamos a tener el respaldo de la Justicia. Esto es muy importante porque todos sabemos en Uruguay, y en el mundo, que la privación de libertad es un bichito complicado. Entonces, esa es una de las grandes apuestas, profundizar lo que ya se viene haciendo. En los últimos tres años se hizo un camino muy virtuoso.
—¿Cómo impacta la privación de libertad en adolescentes? Decías que es un bichito malo.
—El dilema de la privación de libertad es que vos tenés que educar, tenés que incluir y tenés que hacer pedagogía con los adolescentes y sus familias, pero no tienen libertad. Y la educación sin libertad es difícil.
—¿El objetivo es que la privación de libertad quede circunscrita a algunos tipos de delitos?
—Sí, seguramente. Y a perfiles psicológicos también complicados y a trayectorias complicadas. Hay algunos delitos que son espantosos, que no tienen arreglo. Hay gurises que tienen un futuro muy comprometido porque el dolor que han causado es irreparable. Hay casos que vos no los querés tener de vecino, ni yo tampoco. Entonces, en esto hay que ser muy realista, hay que dar respuesta al legítimo reclamo de la comunidad de la que somos parte.
—¿Cómo son las medidas alternativas del Inisa? ¿Son suficientes?
—El Inisa hace un lindo trabajo, tiene gente muy competente, muy talentosa, muy comprometida y con mucho sentido de pertenencia respecto a la institución. Las que ejecuta el Inisa y las que se hacen con organizaciones de la sociedad civil son buenas medidas alternativas. Es acompañar a las familias, ser estrictos para marcar las responsabilidades que la Justicia les indicó y, después, educación, trabajo, que vuelvan a los estudios si tienen que volver, es lograr que se presenten donde se tengan que presentar y portarse bien. Si hacen las cosas bien, hay toda una institución que los va a acompañar. El núcleo duro es tratar de recomponer una vida como la que el adolescente tiene que tener, y un tema que sale siempre es el tema del laburo, que ordena mucho.
—Pero es una dificultad lograr que lo consigan.
—Sí, hay que armar una movida gigantesca. Ese es uno de los grandes cambios que proponemos, ir gestionando caso por caso. Nosotros tenemos 800 chiquilines, no hay chance ninguna de que no podamos asistir a todos. Todos aquellos gurises que quieran trabajar, tanto en privación de libertad como en medidas alternativas, tienen que poder trabajar. Y hay una comunidad entera que está dispuesta a apoyar.
—¿La idea es hacer convenios con más empresas para que puedan trabajar?
—Sí. Empresas, sindicatos, instituciones públicas, todo aquel que quiera colaborar con nosotros va a ser bienvenido. Ya tuvimos reuniones, y una vez que esto esté definido por consenso va a haber rápidamente movimientos. También buscamos usar mejor nuestra arquitectura. La Colonia Berro es un lugar lleno de oportunidades, donde hay lugares para que se instalen empresas. Tiene que ser un gigantesco polo de inclusión social, de esperanza y de ilusión con el futuro.
—¿La idea es transformarla?
—Sí, absolutamente. Que se desplieguen todos los instrumentos que el Estado uruguayo tiene para favorecer la instalación de empresas, de organizaciones de la sociedad civil que les den oportunidad a los adolescentes que tenemos sometidos a medidas privativas de libertad o medidas alternativas. Yo hace tiempo que hablo de la “zona franca del pobrerío”. Nosotros tenemos lugares del territorio nacional donde las empresas se instalan con beneficios fiscales enormes. Bueno, ese tipo de instrumentos o instrumentos similares tenemos que llevarlos a nuestro centro de privación para darles trabajo a los gurises.
—¿Van a presentar esa propuesta?
—Al Poder Ejecutivo. Pero primero estamos en la etapa de armado del proyecto. Estamos asesorándonos con gente que sabe mucho para ir con una propuesta concreta.
—La Colonia Berro está en el área metropolitana. ¿Qué pasa en el interior con las medidas alternativas?
—Hubo un proceso de separación del INAU (Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay) y el Inisa, pero se tiene que profundizar para hacerse definitiva. Hoy estamos en Soriano, estamos en Las Piedras, en Salto, tenemos alguna cosa en San José y muy poca cosa más. Tenemos que armar un plan para cubrir todo el territorio nacional.
—Eso requiere presupuesto.
—Los problemas del Inisa no son de dinero ni de funcionarios, aunque puede ser que en algún rubro algún pesito falte o algún funcionario. Tenemos plata, tenemos funcionarios, tenemos infraestructura, tenemos una visión consolidada. Tenemos que hacer las cosas bien. No hay excusa.
—A fines del año pasado en una mesa de análisis de la Justicia penal adolescente que hubo en la Facultad de Derecho plantearon que había que reformarla porque está pensada en una lógica de adultos. ¿Coincidís?
—Desde el punto de vista jurídico, no soy quién para hacer una apreciación de carácter general. Me encontré con jueces de ejecución penal adolescente especializados con muchísimas ganas. Para mí ha sido una gran sorpresa y estoy feliz. El único punto que el equipo de asesores está viendo cómo fortalecer es la oficina del Inisa de enlace en Fiscalía. Hay una abogada y un escribano. Podemos enriquecer ese equipo para dar una mirada más de educación social, de hacer “docencia a nivel de Fiscalía”, para que los fiscales sepan cuál es la batería de opciones que hay.
—¿Hay cierto desconocimiento de todas las propuestas que existen?
—No sé si hay desconocimiento, pero podemos mejorar nuestra performance en Fiscalía.
—Recién hablabas de un trabajo caso a caso. ¿Cómo sería?
—Tiene que estar primero la decisión política de conocer en detalle la situación de cada gurí, de su familia. Y cuando es sometido a la jurisdicción del Inisa que se arme una hoja de ruta. Conversamos contigo, con tu familia y llegamos a un acuerdo: me importa saber mucho lo que vos pensás, cuáles son tus actitudes y te vamos a hacer nosotros una sugerencia. Vamos a acordar y, a partir de ahí, vamos a caminar, pero con una hoja de ruta, no un mar indefinido de adolescentes… Mucha personalización, hoja de ruta y seguimiento. Hay un tema de escala en Uruguay que nos permite hacer estas cosas. Nosotros tenemos que tener los 800 casos claros.
—Al igual que en la población adulta, entre los adolescentes privados de libertad en los últimos años aumentó la cantidad de casos vinculados con el narcotráfico. Desde la academia se ha planteado como una preocupación que, en los casos donde se les disponía la privación de libertad, al salir volvían a recurrir al crimen organizado. ¿Cómo se piensa trabajar con eso?
—Bueno, ahí hay una cosa… Esta hoja de ruta incluye lo que va a suceder cuando salgas de acá. Si tu voluntad es dejar el mundo del delito, vamos a estar todos para acompañarte y podemos hacer la propuesta más ambiciosa que te puedas imaginar. No hay ninguna razón para que yo no pueda armar caso a caso una burbuja laboral, de capacitación, de reintegración familiar, la vivienda… Mientras tú estás acá vamos a colaborar con el después, pero también tenés vos que hacer tu vida, como todos.
—Con respecto a los centros de privación de libertad, ¿cuál es el diagnóstico?
—Tenemos que reperfilar todos los hogares. Tenemos, a mi juicio, algunas situaciones poco claras que no nos ayudan. El centro de ingresos tiene que ser un centro de ingresos y tengo que tener condiciones claras para recibir a los gurises. Después te derivo a alguno de los hogares en privación de libertad.
Cuando llegás al hogar, en el hogar también te tienen que recibir. Y tiene que haber una rutina. Si llegaste a la privación de libertad por hacer las cosas mal, pero cosas relativamente menores, vas a ir a un hogar con condiciones no muy restrictivas. Pero tiene que haber una rutina: te levantás de mañana, desayunás, tenés que hacer tu actividad, tenés que hacer tu cama, nos respetamos todos, hay que cuidar a los compañeros y ser respetuoso con los adultos. Ese momento es muy importante. En lo que son las medidas cautelares, hay gente que está ahí porque todavía no está condenada, que tiene que estar separada, porque de repente salen y son inocentes. No pueden estar mezclados con el funcionamiento cotidiano, eso tenemos que revisarlo también.
—¿Qué pasa con los casos más graves?
—Ahí la rutina es distinta, hay que tener ciertas precauciones, pero tiene que haber rutina, no puede ser que la única rutina sea el encierro. Eso es dejadez. Tenemos que ver cómo hacemos en esas restricciones, en situaciones complicadas. A todos los centros hay que repensarlos, mejorarlos, y que tengan un sentido.
—¿Los adolescentes cumplen las medidas alternativas?
—Sí, hay una muy buena respuesta, que es lo que produjo en estos últimos tres años este fenómeno de incremento de las medidas alternativas. Pero hay un factor de complicación, que es el factor nuevo, que me lo preguntabas recién, pero que no está a nuestro alcance resolver, que es el tema de los adolescentes vinculados al narcotráfico. Esos son casos complicados, tanto para las medidas alternativas como para la privación de libertad. Dificultan la operativa, porque hay que tener mucho cuidado con que “este no se cruce con este” porque son de bandas distintas. Son cosas que están viendo los técnicos. Ahí hay un factor de complicación. Tenemos también algunos casos de gurises que están vinculados a hechos espantosísimos del narcotráfico, que no son uruguayos. Ahí también entra la complicación. Un extranjero que no tiene familia, tiene 15 años, es complicado. Pero en términos generales, tanto en privación de libertad como en medidas alternativas, hay una institución estable que se ha consolidado.
—Con respecto al presupuesto, ¿tienen dinero disponible para avanzar en los cambios que quieren realizar?
—Hay un tema de plata que me interesa reconstruir, que es en el año 2014, 2015, cuando se creó un fideicomiso que eran $ 630 millones. No sé por qué razón esa plata no se ejecutó, pero esa plata es del Inisa y tiene que volver, entonces hay que sentarse a conversar con el Poder Ejecutivo. Ese fideicomiso puede ser aplicado a la mejora de la infraestructura de privación de libertad y de medidas alternativas. Lo que hicimos fue hablar con la Corporación Nacional para el Desarrollo y ya estamos por reconstituir el fideicomiso y un fondo de administración. Pero, aun cuando no consigamos recuperar ni un peso, tenemos US$ 1,5 millones por año, que es mucha plata. Tenemos que hacer las cosas bien. Y eso es responsabilidad de este presidente y de este directorio. Y todo tiene que ser rápido. Si en diciembre, en todas estas líneas programáticas que hemos definido, no estamos echando humo, que me golpeen la puerta, que me voy y me jubilo. No le echen la culpa ni a Orsi, ni a la oposición, ni al Vaticano ni a nadie. Le echan la culpa a Jaime Saavedra, que no supo hacer las cosas.