El ser humano es el único animal que siente culpa, lo que ya dice bastante sobre nuestra naturaleza
El ser humano es el único animal que siente culpa, lo que ya dice bastante sobre nuestra naturaleza
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSe suele decir que la culpa es un sentimiento habitual entre las mujeres que son madres. También se dice que está muy presente en el judaísmo. Así que, más allá de estereotipos y preconceptos -que seguramente los hay- en este caso yo tendría cartón lleno. De estos dos grandes capítulos de un tema eterno como el de la culpabilidad, creo que el primero es el más complejo. El segundo, que no por eso es sencillo, tiene una explicación más acotada, y es que el origen de la culpa y el castigo van siempre de la mano y están íntimamente relacionados con el surgimiento y desarrollo de la religión, cualquiera sea.
El ser humano es el único animal que siente culpa, lo que ya dice bastante sobre nuestra naturaleza. La explicación es que se trata de un sentimiento pro- ducto de la educación que recibimos de pequeños, sobre todo de nuestros padres y adultos referentes. Desde niños se nos enseña lo que está "bien" y lo que está "mal", recibiendo halagos cuando hacemos/decimos/expresamos lo primero y siendo corregidos/ reprobados/castigados ante el otro escenario.
Con el tiempo, se vuelve hasta natural buscar la aprobación de los demás tras cada paso que damos. El problema, como dice Florencia Pujadas en la nota sobre la importancia del no y cómo se vincula con la culpa y los miedos, es cuando el peso de lo que piensan los otros es más fuerte que la voluntad de ser fiel a uno mismo. Uno de los tantos portales en los que se ha escrito sobre el tema define la culpa como "esa incómoda sensación que se experimenta cuando se hace algo que sabemos dará lugar a la desaprobación de los que nos importan". Nada mal. En Estados Unidos, donde todo tiene nombre propio, surgió el término people pleasing para definir a quienes siempre buscan complacer a los otros. Es que, en definitiva, como seres sociales que somos, las personas seguimos buscando agradar al grupo de pertenencia y seguimos teniendo miedo de ser excluidos.
Pero además, sentir culpa no está mal; de hecho, es natural y entendible en ciertos casos, como cuando funciona como mecanismo para llamar a nuestra conciencia y a nuestras normas morales. Tanto des- de la ciencia como desde la psicología la entienden como un "mecanismo sano", asociado a la autocrítica y que sirve para mejorar. Esto siempre y cuando no sea consecuencia de un trastorno psicológico, como la depresión, en la cual es normal sentirse culpable por todo, incluso por la enfermedad. Hay quienes dicen que es propia de las personas exigentes, y que incluso los culposos son más trabajadores y mejores líderes, todas cualidades difíciles de demostrar empíricamente.
Uno de los datos más llamativos de la nota que publicamos en esta edición es que, pese a que muchas cosas están cambiando, todavía es más fácil para los hombres que para las mujeres imponer sus ideas o manifestar su disconformidad. "Ellas tienen una ancestralidad orientada hacia el cuidado y la consideración del otro; son más proclives a la autopostergación y a la culpa si demandan algo para sí mismas. Es claro que el temor al castigo siempre opera con más fuerza en aquellos que han ocupado históricamente la posición de oprimidos y subordinados", dice la psicóloga Adriana Frechero, especializada en Género.
Estrechamente vinculado a esto aparece el nuevo valor del no, esa misma palabra que estaba tan arraigada a los orígenes de la culpa y que en los últimos anños se constituyó como un símbolo de empoderamiento y cambio. Quizá la arista más visible se refiere a los derechos y las reivindicaciones femeninas, con la imposición de un "no quiero, "no va más", "no me gusta" o "no es no". Pero lo cierto es que también está cada vez más presente en esas pequenñas acciones cotidianas más allá de los géneros, donde el deber ser va dejando lugar a lo que realmente queremos ser. No ir a un lugar por compromiso, no decir lo que los otros quieren escuchar, no respetar los mandatos sociales, no vestir del modo más convencional, no hacer una tarea que te incomoda. Y... no sentir culpa por ello.