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La historia de Tavo García, el diseñador que vistió a Natalia Oreiro

Con 26 años, el diseñador de moda Tavo García es uno de los talentos de su generación y en las últimas semanas su nombre tomó fuerza al vestir a Natalia Oreiro para el programa de televisión Got Talent

Con 26 años, el diseñador de moda Tavo García es uno de los talentos de su generación y en las últimas semanas su nombre tomó fuerza al vestir a Natalia Oreiro para el programa de televisión Got Talent

El día del estreno de Got Talent Uruguay, la belleza del vestuario de Natalia Oreiro dominó la conversación en redes sociales. La cantante y actriz había elegido un modelo verde esmeralda con escote pronunciado para el primer programa. El vestido le quedaba impecable, saltaba a la vista que había sido hecho a medida y que estaba pensado hasta el más mínimo detalle, como un estuche para sostener el micrófono en la cintura, y con cada giro de Oreiro parecía quedar suspendido en el aire. En el adelanto del programa, la conductora ya había sorprendido con un modelo dorado con mangas voluminosas y, de nuevo, escote pronunciado, algo que muchas uruguayas no se animan a usar. Más adelante usó un espectacular vestido índigo tornasolado, cerrado en el frente pero con la espalda descubierta, liviano pero con gran caída.

Detrás de todas esas creaciones está Tavo García. El diseñador de 26 años siempre soñó con vestir a Natalia Oreiro y por eso cuando le llegó la propuesta de Rosario San Juan -encargada de armar unos cuarenta conjuntos para la conductora- García soltó su imaginación. "Se me ocurrían millones de cosas porque Natalia es arriesgada, divertida y lo sabe lucir", dice a galería.

Además, siempre tuvo claro que eventualmente iba a lograr vestir a la artista que tanto admiraba: para él se trataba de una cuestión de tiempo. Ya conocía su estilo, su personalidad y esas ideas daban vueltas en su cabeza a la hora de crear, como si fuera una suerte de musa. "Yo le decía a la gente: ‘Ay, el día que vista a Natalia...'. Y se me dio repentinamente y de la mejor manera, porque yo me imaginaba haciéndole llegar un regalo o tirándole una bolsa con un tapado arriba del escenario. Pero fue mucho mejor, tuve la oportunidad de trabajar directamente con ella y verla en la televisión casi todos los lunes con alguno de los vestidos que hice es muy lindo", reflexiona.

Esa confianza en sí mismo y en su talento no son casualidad. Todo empezó cuando tenía 15 años y se animó de manera autodidacta a confeccionarles vestidos a sus amigas para que usaran en los cumpleaños de 15. En Tacuarembó, donde creció, esas fiestas eran una instancia especial que ameritaba las mejores vestimentas. También a esa edad se enteró de que existía la profesión de diseñador de modas gracias a Lady Gaga, que en 2008 irrumpió en la escena musical con su disco The Fame y causó revuelo con sus conjuntos osados (entre ellos el polémico vestido de carne de los premios VMA de 2010), y a que un amigo le contó que eran los diseñadores de modas que le hacían esas piezas. A partir de ese momento, García tuvo claro que quería dedicarse a la moda.

Empezó a viajar a Montevideo con sus amigos para asistir a MoWeek, que en aquella época tenía una nutrida grilla de desfiles a los que asistían los autoproclamados fashionistas, esos que se animaban a vestirse de forma un poco más extravagante que el uruguayo común y que para el originario de Tacuarembó eran casi celebridades.

De la mano del diseñador Gonzalo Guigou, a quien conoció a través de redes sociales, García se fue sumergiendo en el mundo de la moda uruguaya e incluso llegó a desfilar en MoWeek con Noble, la marca de accesorios masculina de Guigou con Luciana López. Gracias a él, también, descubrió el concurso Lúmina, que hasta 2017 organizaba el shopping Punta Carretas y que era una de las grandes oportunidades para los talentos locales. "Cuando conocí Lúmina tuve la certeza de que iba a participar, de que iba a ser finalista e iba a ganar. Por ahora la vida no me ha defraudado en ese sentido. Sé que voy a poder hacer todo lo que quiera, como todos, hay que proponérselo", asegura.

Tavo García. Foto: Adrián Echeverriaga.

A los 18 años se trasladó a Montevideo, donde siempre había querido vivir; sus hermanas desde hacía varios años estaban instaladas en la capital. "Yo ya sabía que era gay y no estaba afín con ningún hombre de allá, me parecían machistas y no me sentía cómodo con ellos, entonces me vine feliz de la vida". En la capital empezaron a presentarse oportunidades. Inició la carrera de Técnico en Vestimenta en UTU y al poco tiempo recibió una propuesta de Gonzalo Rodríguez, diseñador y profesor de la escuela Integra Pablo Giménez. Al año siguiente participó en Lúmina y fue elegido ganador. En MoWeek, hizo el vestuario para el desfile de Marcel Calzados; se presentó dos veces en la pasarela de Proyectarse, evento para diseñadores emergentes de la Cámara de Diseño de Uruguay, y fue convocado para diseñar la colección que protagonizó la campaña de verano 2018. "El primer año tuve el desfile con Gonzalo y a la siguiente temporada tuve Lúmina, por suerte, porque ese fue un año duro. Había fallecido mi padre, era el segundo año que yo estaba en Montevideo, me llevaba mal con mis compañeros de UTU, me hacían bullying, yo estaba deprimido y faltaba mucho. Creo que era envidia, yo sé que tengo talento, pero soy bastante humilde", asegura.

Gracias a Lúmina y a los desfiles, el talento en el que él siempre creyó quedó más que validado por sus pares. De la mano de Indian, que le propuso hacer una colección cápsula, en cierta medida también llegó el éxito comercial. Para esa instancia el diseñador tomó telas que eran excedentes de stock de la marca y trabajó con talleres locales para crear prendas versátiles y atemporales que se adaptaban a los diferentes cuerpos y estilos.

Al despegarse de los desfiles e incursionar en la moda comercial, García demostró uno de sus grandes diferenciales: él no solo diseña la prenda, sino que sabe cómo hacerla, qué se necesita para construirla y cómo hacer para que quede tal cual la imagina. Este trabajo, que se asemeja a los couturiers de antaño como Balenciaga, es una rareza en un mundo en el que el pensar y el hacer son dos procesos cada vez más distantes entre sí. "Como modisto o diseñador me comprometo a que el resultado haga feliz a la persona. Esa es la misión. Yo me arranco los pelos, lloro si algo no me queda bien", dice entre risas.

Sos una persona tímida. ¿Te costó sumergirte en el mundo de la moda?

Uno como diseñador busca ser reconocido. Mi sueño es que todo el mundo esté vestido con mi ropa, eso sería lo más lindo. Y para eso, de cierta manera tenés que ser reconocido. Pero creo que esas cosas no se buscan, llegan; yo no tengo apuro en salir a gritar lo que hago, porque si buscás esa visibilidad, tal vez después no la podés sostener. Para mí, si sos talentoso y trabajás, te va a llegar el éxito. Además, me ha pasado que las ilusiones que tengo, como sucedió con ganar Lúmina o vestir a Natalia Oreiro, se me dan. Creo que también se me dan porque me esfuerzo. Espero que ese destino no cambie.

¿Cómo fue el proceso de creación de los vestidos de Natalia Oreiro?

Fue medio repentino. Ella estaba de viaje y Rosario San Juan, que le hizo los estilismos, me pidió un par de vestidos. La consigna era que fueran de semigala. Yo armé una propuesta de 20 bocetos para debatir con Rosario cuáles eran los mejores. Elegimos cuatro o cinco para materializar, terminé llevando seis y terminó poniéndose todos porque todos le gustaban.

¿Cómo fue conocerla?

En el momento fue toda una incertidumbre porque le entregué mi trabajo a Rosario, que armó unos 40 looks, y entre ellas dos iban a evaluarlo. Tenía mil inseguridades y pensaba que capaz no le gustaban los vestidos. Al rato que se los llevó me mandó un mensaje diciendo que a Natalia le había encantado todo y que fuera a probárselos. Salí corriendo y temblaba. Cuando llegué a la puerta me puse nervioso, hasta que Natalia me abrió la puerta y ahí se me pasó todo. Fue todo muy relajado y dinámico, ella es resimpática. Marqué los largos y algunos ajustes. Me gusta porque piensan los movimientos para que los vestidos se luzcan de la mejor manera. Ella usó los primeros vestidos que le hice y después, cuando volvieron a grabar en Montevideo, me pidieron uno de un día para el otro.

Contame de tu proceso creativo.

Nunca estudié Diseño de Modas y no tuve ese ejercicio de partir de una idea, hacer un moodboard y buscar texturas a partir de una inspiración. Yo soy de hacer directamente, estudié Moldería, entonces quizás soy mucho más técnico. Siempre tengo ideas en la cabeza, caprichos de cosas que me gustan y me dan ganas de hacer. Eso lo voy plasmando. Cuando no estoy haciendo nada estoy con un lápiz y una hoja rayando cualquier cosa. Eso después lo paso en limpio. Lo pienso, lo plasmo y lo hago.

¿Falta algo de eso entre los diseñadores de tu generación?

Creo que te suma el saber hacer la prenda porque el resultado es realmente personal. Yo pienso desde el dibujo hasta el acabado, me llena mucho más de satisfacción. Uno como diseñador puede bocetar una idea pero si esa idea la interpreta una modista, va a tener algo de ambos, es válido y es lo más común. A mí me pasa, por ejemplo, que por hacer todo el proceso yo no tengo tiempo para hacer muchísimas cosas más que me gustaría. Hago el molde, coso, plancho y termino a mano la prenda.

¿Eso lo hacés porque te gusta, por necesidad o porque te cuesta delegar?

Un poco de todo eso. Cuando me vine a estudiar a Montevideo, con el apoyo de mi madre, vine a aprender a coser. Cuando empecé a crear lo cosía yo porque me gustaba y porque no tenía la posibilidad de pagarle a una modista. Además, soy muy quisquilloso, quiero que todo salga como a mí me gusta. Hoy en día eso me juega en contra porque no tengo la experiencia de trabajar con alguien. También manejo mis redes sociales, que hoy en día es muy importante, es tu vidriera más grande.

¿Cómo es la experiencia de los desfiles?

He hecho desfiles más bien por amor al arte, no desde un fin comercial. Fueron cosas que hice dentro de mis posibilidades, las cosí todas yo y las presenté porque me daba mucho placer. Son cosas que no comercialicé y de hecho me quedé sin espacio en mi casa. Atesoro todo eso, me cuesta pila vender las piezas que son únicas. No suelo pensar en lo comercial, aunque me encantaría y es mi meta poder vivir solamente de mi trabajo.

Con un talento tan tangible, resulta sorprendente que Tavo García no resuene más entre las personas ajenas al mundo de la moda. Y es que, al no contar con un capital para invertir en su propio proyecto, ha dedicado gran parte del tiempo a trabajar con otros diseñadores y formando alumnos en la escuela de diseño Peter Hammers. Sin embargo, no siente presión o apuro por hacer las cosas de manera diferente. Es feliz haciendo vestidos a medida para clientas que lo contactan para una fiesta o haciendo blusas, pantalones y tapados más casuales en cantidades limitadas. Ahora apostó a sí mismo invirtiendo dinero y tiempo en la confección del vestuario de Natalia Oreiro, y aunque pudo haber sido un riesgo, el resultado demostró que valió la pena.

"Tengo tres trabajos e incluso a veces mucho más, colaborando con otros diseñadores haciendo moldes, y siempre surgen proyectos por fuera. Trato de a poco ir soltándolos. Me encantan, los disfruto pila y son los mejores trabajos, pero me impide dedicarme a mí, a mi marca. Para invertir en vos necesitás un respaldo económico o tener ahorros. Me encantaría tener un inversor, sueño con llegar a tener un atelier con mi máquina, un par de modistas, que vaya gente para hacerle ropa a medida, diseñarles, probarles... con eso ya sería feliz. Obviamente si más adelante llego a tener un taller produciendo colecciones, también estaría bueno", reflexiona.