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"No soy bueno para las relaciones públicas"

Nombre: Fernando Álvez • Edad: 60 • Ocupación: Exarquero de fútbol, entrenador, panelista en el programa El diario del lunes • Señas particulares: Tiene cuatro nietos y uno en camino, es amante del turf y piloto de avión privado

Nombre: Fernando Álvez • Edad: 60 • Ocupación: Exarquero de fútbol, entrenador, panelista en el programa El diario del lunesSeñas particulares: Tiene cuatro nietos y uno en camino, es amante del turf y piloto de avión privado

¿Cuál es el viaje más largo que hizo como aviador? A Mendoza, Córdoba, Florianópolis, Asunción... Hice el curso en el Aeroclub Punta del Este, en el Jagüel. Lo lindo de volar es compartir, nos juntamos de a tres o cuatro y nos vamos el fin de semana a cualquier lado, uno pilotea, otro copilotea, otro ceba mate y nos turnamos.

Vivió en Malvín y Carrasco, fue al colegio La Mennais. ¿No se sentía un bicho raro en el fútbol? Al principio, sí. Costaba porque el futbolista tenía una marca registrada, como que tenía que salir de otros lugares, donde supuestamente estaba implícita la picardía. Pero enseguida uno se acostumbra a todo y empieza a ver la realidad. Yo debuté en primera a los 15 años, al otro año fui suplente del Defensor campeón de 1976. En el 77 me citaron para la selección juvenil.

¿Cuál fue el mejor equipo que integró? Hubo varios. En el Peñarol del 82, campeón de América y del Mundo, tuve la desgracia de lesionarme una semana antes de empezar la Copa Libertadores y no pude jugar ni un partido. ¡Cobré el premio, por lo menos! De los 15 a los 20 fueron todas alegrías, las juveniles campeonas, la Copa de Oro, varios títulos con Peñarol. "¡Qué fácil es esto!", pensaba. Luego se empezó a complicar.

Usted se casó a los 19 años. Me casé muy joven, con mi novia desde los 14, y fui papá a los 21. Casarme joven me ordenó mucho la vida, es lo mejor que me pudo haber pasado con esta profesión. Si bien el fútbol me quitó mucho tiempo para darle a la familia, hoy disfruto de cuatro hijos grandes, juego con ellos, ¡corro más que ellos! Tengo cuatro nietos, aunque a tres de ellos los veo menos porque mi hija, la mayor, vive en Francia. Tengo dos nietas y un nieto franceses. El otro varón, de dos años, lo tengo más cerca. Con ese despunto más el vicio de abuelo.

¿De dónde viene su pasión por los caballos de carrera? De siempre. La familia de un compañero de clase en La Mennais era dueña del haras Atahualpa. Y con él íbamos a Maroñas los fines de semana, de pantalón corto, saco y corbata, siendo niños. Ahí empecé a cultivar ese gusto. Un día, Roque Máspoli compró un caballo y me dijo que pagaba la mitad, que íbamos a ser socios. Tuvimos caballos, nos fue bárbaro, ganamos pila de carreras. Y hoy uno de mis hijos, que vive en el interior, cría caballos.

Usted fue director de Deportes y Recreación de la Intendencia de Canelones. ¿Qué le dejó su pasaje por la política? Fue entre 2000 y 2002. Me quedé contento porque creo que hice una muy buena labor. En ese momento, en Canelones, había 98 escuelas rurales y yo les puse profesores de Educación Física a todas, más dos escuelas de discapacitados. Dividí el departamento en 10 zonas que involucraban a 10 escuelas, un profesor por zona, de mañana y de tarde, todos los días de la semana. Estaba la época de crisis y con la ayuda de los padres hicimos cadenas para llevar a los profesores. Luego, con esas cosas de la política, eso se discontinuó... Después Tabaré Vázquez puso una ley de que haya deporte en las escuelas. Pero no tengo el don de dedicarme a la política, no soy políticamente correcto.

Se dice lector, ¿qué lee? Depende. Hoy leo mucho todo lo que tiene que ver con las ciencias aplicadas al deporte. Hay cosas fantásticas, el uso de la fuerza en el deporte, la biomecánica...
¿Eso tiene que ver con que su madre quería que hiciera Facultad de Medicina? No, ella quería que yo estudiara. Si yo no hacía el liceo, el fútbol no existía, ¡y no había arreglo! Sí hice en España cursos de gerenciamiento, medicina deportiva y de nutrición aplicada al deporte.

Y con esos conocimientos, además de ser entrenador, ¿por qué no está trabajando en ningún club? ¿No llamó a Peñarol, de donde fue ídolo? No, nunca fui de tocar puertas. No soy bueno para las relaciones públicas. Cuando estuve dando una mano en política, enseguida vi que no era lo mío. Y eso es una de las cosas que en el fútbol... hay gente muy capaz, en cargos muy importantes, ¡pero los veo tan inconsistentes a la hora de explicar las cosas!

Y ahora que está en el programa El Diario del Lunes de Sergio Gorzy, ¿cómo se ve como periodista? Es muy hincha de Peñarol, la objetividad a veces se pierde. A veces se pierde... pero uno tiene que evaluar lo que ocurre en la cancha y no quedar como un burro. Uno ahí es totalmente objetivo. Con (Jorge) Seré nos reímos, ¡a veces aflora el hincha!

¿El fútbol es un ambiente para hacer amigos? Es posible pero es muy difícil. Amigos, amigos están contados con los dedos de una mano. Tengo dos o tres y vienen de la infancia. Pero te encontrás con gente que jugó con vos y en el abrazo te das cuenta de que hay un entrañable cariño. Yo jugué entre los 15 y los 38 años, me habré agarrado a trompadas con dos o tres compañeros, no me habré hablado con otros dos o tres. ¡No es un mal promedio en 23 años!

Usted vivió en Colombia, Brasil, Argentina y Paraguay, ¿cuál fue el mejor lugar para vivir? Cualquier lugar que esté cerca de mis hijos es el lugar más lindo para mí. Pero por la edad, la vorágine del momento, me hubiera gustado haber disfrutado más de Colombia. Fui en un momento muy difícil, yo estuve en Medellín cuando (Pablo) Escobar se escapó de la cárcel, ni te digo lo que fue. Hoy es una cosa totalmente distinta. Yo jugué en Botafogo de Río de Janeiro en 1987, vivía en Barra da Tijuca, frente a la playa, ¡y extrañaba Montevideo! Pero el año que pasé mejor fue en 1984 en Paraguay, jugando en Libertad. La gente no lo puede creer: viví en ciudades preciosas como Río pero pasé mejor en Asunción.