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Diego Pérez: “Estoy 11 meses al año preparando el Uruguay Open”

Símbolo del tenis uruguayo, Diego Pérez es el creador y director del torneo que arranca el lunes 13 en el Carrasco Lawn Tennis y que ha sido trampolín de grandes figuras

La cancha 10 del Carrasco Lawn Tennis, la principal, se apresta para recibir hasta 2.000 espectadores. Será una de las tres que albergarán, del 13 al 19 de noviembre, la edición número 22 del Uruguay Open. Diego­ Pérez, director, dueño y creador del evento, no tiene un momento de descanso, ultimando los preparativos y solucionando detalles que parecen multiplicarse. Igualmente, se mueve como en su casa; literalmente, lo fue: en las habitaciones ubicadas en las instalaciones del club durmió y en su cantina comió durante los dos o tres veranos previos a su despegue como profesional, en 1981, mientras su familia estaba radicada en Barcelona.

regenerado

Él, hoy de 61 años, era entonces apenas un adolescente. En Barcelona la hubiese tenido más fácil, pero le tiraba su país, el mismo en el que su padre (que falleció cuando él tenía nueve años) y su tío habían sido campeones nacionales de tenis. “Yo venía en verano a jugar los Sudamericanos­, el Carrasco Bowl, la Copa Davis. No quería quedarme allá a jugar en canchas cubiertas, que no me gustaban. Me quedaba tres meses en el ‘cuartito’. Comía en la cantina y solo ponía ‘un gancho’. Al Club le debo la vida y siempre que necesitan estoy”, le cuenta a Galería.

El Lawn Tennis y su entorno, asegura, son “un lujo”. Una de las razones por las que medio centenar de tenistas, entre singlistas y doblistas, participarán en este evento, que a partir de este año es un Challenger 100, que sirve sobre todo de trampolín, es “porque Carrasco, la avenida (Arocena), las canchas y la rambla están divinos, todo eso se valora”.

Este año la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP) le otorgó un upgrade al torneo, hasta la última edición, un Challenger 75. Llegar a ser un 100 significa que esos son los puntos en el ranking que se le dará al ganador. También quiere decir que “se repartirá el doble en premios”, totalizando 130.000 dólares. Por eso, hay más jugadores interesados en participar.

En los principales courts uruguayos “habrá 18 jugadores ubicados en los primeros 140 lugares del ranking”, dice Pérez, quien supo ser el número 27 de la ATP en 1984. Los argentinos Pedro Cachín y Federico Coria, más el chileno Cristian Garín y el colombiano Daniel Elahi, cuatro top 100, son los nombres más rutilantes. También estarán los últimos dos campeones del torneo: el boliviano Hugo Dellien (2021) y el argentino Genaro Olivieri. Hay competidores brasileños, italianos y suecos. El alojamiento de todos ellos, en el hoy Regency Way, es solventado por la propia organización. Pérez, todo un símbolo del tenis uruguayo de los 80 y 90, y quizá el tenista uruguayo que causó más clamor popular en toda la historia, vaticina un torneo muy reñido y partidos de alto nivel.

Organizador. Diego Pérez fue el uruguayo mejor ranqueado en la historia del tenis hasta la llegada de Pablo Cuevas, que alcanzó el puesto 19 en agosto de 2016. Su teléfono no deja de sonar, a su oficina no deja de acercarse gente y él tiene que atender a todos. Sin embargo, este rol de gestor es el que mejor le sienta desde que se retiró como profesional en 1995.

“En ese año el Lawn Tennis me hace una oferta muy interesante para venir a formar chicos. No lo dudé y volví a vivir en Uruguay. Pero luego de tres años me di cuenta de que la docencia, que no es para cualquiera, me costaba. Hay que tener un don o una vocación que no tenía. Ahí surgió la oportunidad de hacer eventos. Y me metí de cabeza”, señala.

Uruguay Open Uruguay Open

En 1997, Diego Pérez inició este rol en un viaje a Porto Alegre, Brasil, donde se jugaba un torneo Masters. Por ese momento, la Copa Ericsson era un circuito por etapas en varias sedes de América del Sur en las que Uruguay, faltaba más, no figuraba. Pérez llegó a la capital gaúcha para conocer al mandamás de esta multinacional telefónica para el continente. Una vez ahí, empleó sus mejores dotes —muy conocidas— de tipo canchero y entrador. “Una noche confraternizamos champagne mediante y al otro día se vino conmigo a Uruguay a conocer el país”, dice con las risas que suele salpicar sus anécdotas. El resultado fue que “sugirió” —y una sugerencia de él era una órden— que Uruguay fuera incluido en ese circuito. Ese fue el germen del Uruguay Open en el Lawn Tennis, que arrancó como Copa Ericsson en 1998.

“Hicimos cuatro años de Copa Ericsson y luego hubo un intervalo. Dependíamos demasiado de un sponsor. A los (cuatro) años resurge como la Copa Petrobras, que duró otros seis años. Ahí jugabas sobre seguro, no había demasiado riesgo. Pero cuando (Petrobras) se fue me quedé sin saber qué hacer. Ya había un público, un interés... Y me la jugué yo, pero con el nombre de Uruguay Open, para que no dependiera de un patrocinante”. Esta denominación actual data de 2011. “Fue un salto importante, es algo en que te la jugás, porque tenés que anunciarlo siete u ocho meses antes para que la ATP te ponga en el calendario. Me la jugué, se fueron incorporando sponsors y se transformó en un clásico”, cuenta Pérez.

Las grandes figuras internacionales que dominaron el circuito en las últimas décadas, verdaderas estrellas globales como el español Rafael Nadal, el serbio Novak Djokovik, el escocés Andy Murray y el ya retirado suizo Roger Federer, que destrozaron todos los récords habidos y por haber, ayudaron a que el tenis aumentara su popularidad planetaria, atrayendo público, jugadores y auspiciantes. Pero a esa popularidad la ayuda tener buenos jugadores locales, subraya. “Por un momento tuvimos a Pablo Cuevas en excelente nivel, que ganó este torneo más de una vez (en 2009 y 2017)”, cuenta.

Ese momento no es el actual. Mucho menos es la época en la que Diego y Marcelo Filipini (que llegó a ser 30 del mundo en agosto de 1990) llevaron a Uruguay a las puertas del Grupo Mundial de la Copa Davis tras derrotar a Argentina en 1994. En aquel momento el tenis gozó de una popularidad inédita en el país, en el que el carisma del hoy organizador del Uruguay Open tuvo mucho que ver. “Es un tema complejo sacar jugadores uruguayos. Se precisa una masa importante de jugadores para sacar tipos buenos. No salen 10 buenos de 10 jugadores de tenis. No sé cuántos jugadores hay en Uruguay, es un dato que me gustaría saber. Acá hoy se destacan Franco Roncadelli (23) y los mellizos (Joaquín y Federico) Aguiar (17)... En Argentina al mismo tiempo debe haber 300, eso da más chances de que haya 10 buenos”, indica.

En el Uruguay Open hay un predominio histórico de los argentinos: de las 21 ediciones realizadas hasta ahora, en singles los argentinos vencieron en 12 oportunidades: Guillermo Coria (2000), David Nalbandian (2001) y Juan Martín del Potro (2005) tuvieron en el Carrasco Lawn Tennis un trampolín a éxitos futuros. El finalista de la edición 2022, Tomás Etcheverry­, hoy está en el puesto 31 de la ATP; cuando jugó el último Uruguay Open estaba 80. La fortaleza de este torneo, según lo ha marcado la historia, es el de ser un trampolín para los profesionales.

Vieja escuela. “Yo estoy 11 meses al año preparando el Uruguay Open, ¡soy lo que no era como tenista!”, se ríe. “Bueno, ojo con la mala fama. Yo me rompía el lomo, no me tomé el deporte para la joda, me hubiera gustado tener más información”, dice, intentando poner algo de seriedad.

Diego Pérez es un gran contador de historias. Muchas de ellas, tragedias devenidas comedias con el tiempo, ya son bien conocidas. Estuvo 10 días internado en el Hospital Vilardebó por fumar un porro en época de dictadura, y se dedicó a jugar al frontón con otros internos. No se privaba de fumar ni de beber siendo profesional. En un torneo en Itaparica­, Brasil, llenó un tubo de cerveza para no acalambrarse; perdió, por supuesto, pero ni se acalambró ni se entristeció demasiado; se bajaba un plato de capeletis con salsa caruso antes de jugar, lo que hacía que en algún momento estuviera más preocupado por su estómago que por el rival; llegó sobre la hora a un partido en Roland­ Garrós y en bicicleta. No todo es desparpajo deportivo: en su segundo casamiento, en 2003 y en José Ignacio, la jueza llegó tarde y todo el mundo estaba un tanto alegrón de más. Es que para matizar la demora de la funcionaria decidió que el brindis se adelantara. “Esa es mi manera de ser: no dramatizo las cosas. Ya tuve muchas pálidas en mi vida: perdí a mi padre a los nueve, a mi madre con 20, me las debí arreglar solo, y llega un punto en que le pongo el justo valor a las cosas”, dijo a la revista Domingo de El País en marzo de 2012. Estuvo casado dos veces, y tuvo un hijo de cada matrimonio; hace tres años y medio que está en pareja de nuevo.

“Todo el mundo se ríe con mis cuentos pero ya no los hago más... Me da pena haber sido tan boludo o no haber tenido la información para no haberme preparado de otra manera. No me hubiera gustado tener un equipo de 10 tipos conmigo, como tienen los tenistas ahora, pero sí haber tenido al menos uno que me hubiera acompañado, que su trabajo hubiera sido hacerme un mejor jugador. Me preparaba mal, me alimentaba mal, hacía todo lo que no hacen ahora los tenistas”, admite en una suerte de “arrepentimiento” que las risas no hacen del todo creíble. No termina de entender el ambiente que rodea hoy al jugador de tenis. Mucha gente involucrada y mucho celular, resume. “Sin embargo, me hubiera gustado saber qué comer, cómo hidratarme, trazar distintas estrategias... Yo iba a los partidos y era: ‘¿contra quién jugás?’, ‘contra Fulano’, ‘¿y cómo le vas a jugar?’, ‘ah, yo qué sé’. Yo iba y hacía lo mío, no planificaba si iba a la red, si jugaba desde el fondo. Eso no quiere decir que me entregaba, ¡dejaba hasta la última gota! Pero no había un plan, una preparación adecuada. ¿Por qué Djokovic sigue ganando? Porque es una máquina. Ayer (por el domingo 5) ganó el Master 1.000 de París, ¿te pensás que se fue a dar un banquete para celebrar?”.

Esta carencia de planificación explica cómo Pérez —que ganó un solo torneo ATP en su carrera como singlista, el Burdeos 1985, además de otros tres de dobles— era capaz de ganarles a ocho top ten en su carrera (entre ellos al número uno Jim Courier en 1992) y luego perder contra cualquier triste obrero de la raqueta que vegetara al final del ranking. “De haber tenido otra ayuda u otros recursos, mi carrera hubiera sido otra”. En toda su carrera, ganó poco más de un millón de dólares. “Le erré de época. Ahora eso se gana en un mes”, se ríe.

Uruguay Open Uruguay Open

Pero la idolatría por Diego Pérez no conoció antecedentes en el tenis uruguayo. Tampoco hubo algo parecido después. Para él, eso se debe a su forma de ser. “Yo soy muy dado. Quizá se me iba la boya... Yo sabía dónde estaban mis conocidos cuando jugaba, a veces me ponía a hablar con el público. A veces podía ayudar para distenderme, a veces me desconcentraría, pero siempre interactuaba con la gente y en la cancha. Eso a la gente le gusta. Si vos solo vas y jugás bien y estás en la tuya, capaz no llegás tanto. Y cuando salía del partido también era muy dado con la gente. Eso hizo que la gente se encariñe más. Quizá los otros jugadores pensaban más en su tenis y si caían simpáticos no les importaba tanto... y eso es válido también”. En la famosa dupla uruguaya de los 90, si Filippini era técnicamente superior y había ganado más torneos y dinero, en el cariño de la gente Diego ganaba por varios cuerpos.

Ese carisma excedía los courts. A pura labia consiguió que la Ericsson, la misma que patrocinó el germinal Uruguay Open, le ayudara a solventar otro recordado evento tenístico: el Nation’s Senior Cup, que se celebró en el entonces Hotel Conrad de Punta del Este entre 1999 y 2001. A ese evento de veteranos invitaba a algunos colegas y amigos: unos tales Mats Wilander­, Yannick Noah o John McEnroe, todos ellos nombres de enorme peso del tenis ochentoso, además de amigos suyos

En todo caso, Diego dice que sus compañeros de generación, al menos con los que ha tenido vínculo, piensan parecido. “Siempre hubo el que no le daba bola a nadie, pero… seguramente a todos nos hubiera gustado tener otra preparación, más conocimiento tecnológico de raquetas, pelota, canchas... Hoy vas a un torneo y están con el teléfono, el iPad, en los tiempos muertos. Bueno, eso excede al tenis, es lo que pasa en la sociedad. ¿Sabés lo que hacíamos para divertirnos? Éramos 10 tenistas juntos comiendo, jugábamos a las cartas en el lobby del hotel, interactuabas. En los autos que ponía el torneo, si había cuatro lugares éramos cuatro tenistas, no un tenista y sus colaboradores. Eso ayudaba a hacer vínculos. Eran épocas donde hacíamos mucha sociabilidad en los vestuarios, los vestuarios eran divertidísimos. Hoy capaz que el entrenador te manda a hacer cinta, solo. Yo hacía tanta burrada… Una vez en Roland Garrós­ habían puesto maquinitas de videojuegos gratis. ¡Me tenían que sacar de ahí! ¡Me llamaban por los altoparlantes a una cancha y yo salía corriendo cuando terminaba el juego!”. Hoy, de forma diferente, encara la organización del Uruguay Open. 

RECURSOS NECESARIOS PARA SALIR DEL GUETO ELITISTA

¿El tenis podrá salir alguna vez en Uruguay del gueto elitista en el que muchos lo ubican? Por un lado, Diego Pérez habla del programa de responsabilidad empresarial del Uruguay Open llamado Tenis para Todos, que hace que 150 chicos del Instituto del Niño y el Adolescente del Uruguay (INAU), de entre 8 y 13 años jueguen todo el año al tenis. “No está pensado para formar tenistas, ojo, vienen a divertirse y a pasarla bien”, precisa. Ese programa ya lleva 11 años y se ha vuelto inclusivo, admitiendo a chicos con distintas discapacidades.

Por otro lado, hay una realidad intrínseca a este deporte. “Sí, lamentablemente está eso (el elitismo)... En ninguna parte del mundo los clubes de tenis son baratos. ¿Pero qué pasa con el fútbol? ¿Por qué en Uruguay salen jugadores de todos lados? Porque ves una canchita y un cuadrito en todos lados, competencias de todo tipo, panaderías o comercios que ayudan a los clubes de baby fútbol. El fútbol es inigualable, el tenis nunca se podrá comparar, pero algún día sería bueno que se juntaran recursos, que se pusieran redes en plazas, instructores... se necesita toda una movida. Es algo complejo, pero el día que esos niños tengan oportunidad de jugar al tenis se van a reenganchar. Es un embole cuando lo agarrás de grande. Tenés que ver el entusiasmo de estos 150 niños. Recién cuando haya una oportunidad de aprender a jugar saldrán tenistas de muchos lados”.

OTRO CHALLENGER EN PUNTA DEL ESTE

Diego Pérez está organizando un Challenger 75 en Punta del Este para el verano, a disputarse entre el 22 y el 28 de enero en el Cantegril Country Club. “Fue una sorpresa. Se bajó un torneo del circuito en esas fechas y me llamaron a mí para que no quedara un agujero en la ATP”. Para el exraqueta uruguayo, esa es “una señal de confianza” de la ATP, que lo considera alguien “capaz de organizar un torneo de calidad en pocos meses”.