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Entrevista con Esteban Valenti: entre ucronías y utopías

El periodista, publicista y escritor presenta su nueva novela, sobre un hombre que cambia el mundo desde El Pinar. Y para su "desgracia", termina hablando de política.

El periodista, publicista y escritor presenta su nueva novela, sobre un hombre que cambia el mundo desde El Pinar. Y para su "desgracia", termina hablando de política.

El tránsito y los bocinazos suenan fuerte y claro en la oficina del portal de noticias Uypress, en plena Ciudad Vieja, a metros de la Junta Departamental. Un mapa de Montevideo y otro de Roma decoran la pared de la oficina de su director, el periodista, publicista y dirigente político hoy sin bandera Esteban Valenti (72). Otros elementos también adornan este apartamento en un segundo piso que es el corazón del sitio web que ya lleva 10 años: un antiguo aparato de telégrafo que él compró en la cercana plaza Matriz, una algo más moderna máquina de escribir Olivetti, una réplica made in Uruguay de un antiguo reloj francés de bronce, una copia de El Beso de Gustav Klimt y un botellón de 4,5 litros de Johnnie Walker etiqueta negra. Desde el prejuicio, se le podría dar la razón a una vieja autodefinición suya que hablaba de "hombre de izquierda con gustos de derecha" o a los cuestionamientos de viejos camaradas del Partido Comunista de Uruguay (PCU), del que se fue en 1990, esos que ironizaban sobre él con que "habla como Mao y vive como Rockefeller". Como a veces lo esencial es invisible a los ojos, recién a la hora de las fotos se quita la canana que tenía en la cintura: la pasión por las armas también es bien conocida por este tirador ambidiestro, como le reconoció a Galería el 10 de agosto de 2017.

La excusa para este nuevo encuentro es hablar de Augusto (Sudamericana, $ 650), su última novela. "Una novela actual", como la define, con mucho de investigación factual real, mucho de ucronía, muchas licencias temporales y mucho de ficción: el Augusto protagonista es un joven que, desde su casa-búnker en El Pinar, y sin más armas que las herramientas informáticas y su intelecto superdotado, termina con la carrera armamentística nuclear en el mundo, obliga a las potencias a combatir el calentamiento global, logra una tregua entre israelíes y palestinos y un montón de utopías que uno pensaría inalcanzables. Más aún para un joven no muy sociable, con sus problemas familiares a cuestas, con la fachada de una cadena de panaderías y el diseño de videojuegos, que es capaz de meterse en los sistemas más herméticos de todo el mundo y matar a quien haya que matar en pos de un fin noble, sin ser detectado; esto, que puede generar un dilema ético, es justificado por Valenti gracias a una condicionante que ha estado presente en las civilizaciones desde su inicio: la "capacidad coercitiva" o, sin tanta vuelta, el miedo, esa entelequia a veces tan necesaria.

¿Por qué le puso Augusto a su personaje principal? ¿Es un homenaje al emperador romano?

No, aunque haya un telón de fondo con la historia romana. Es la contraposición entre un habitante de El Pinar, común y silvestre, cuya única virtud es su enorme inteligencia, y el más grande de los emperadores romanos, el que incorporó más territorios al imperio más grande que existió. Es un nombre que tiene que ver con un enfoque de la novela, aunque no es una novela histórica; sí es una novela actual.

Tiene muchos datos armamentísticos, de redes de espionaje existentes como Echelon. ¿Cuánto trabajo de investigación y recopilación llevó?

Un año. Eso es algo que lleva tiempo, pero con una gran ventaja que es Internet. Yo siempre escribí de temas militares y me llevaba mucho tiempo buscar. Pero ahora, con Internet, si sabés buscar (y yo sé buscar) es mucho más fácil. ¡Además, yo escribo a una velocidad que no te hacés siquiera una idea! No te olvides que yo además escribo dos columnas semanales, artículos, el libro... Ahora estoy escribiendo la segunda parte (de Augusto). Aparte, en la pandemia terminé otro libro en 20 días: es un libro sobre la suerte que se desarrolla durante la Primera Guerra Mundial.

¿Y por qué la suerte?

Porque fueron 20 millones de soldados al combate y volvieron 12 millones. Explotaban obuses, había bombardeos, se morían los mismos que estaban en las trincheras al lado tuyo y vos no, ¡eso es por suerte! El misterio es en relación con eso y la peste de la gripe española, que fue por esa época. Investigué bastante, aunque de temas militares yo sé una barbaridad.

Augusto tiene una inmensa habilidad informática y es capaz de someter a las naciones más poderosas e incluso matar a los líderes más díscolos. Es como un dios. ¿Eso es un sueño o una pesadilla?

Las dos cosas. Es que vivimos en un mundo aprisionado por las limitaciones. Más allá de los progresos tecnológicos increíbles, esta historia también transcurre en esta pandemia y Augusto no puede salvar a su madre. Es una rebelión personal ante cosas que pasan en el mundo: ¡no puede ser que tengamos poder para destruir mil veces la Tierra y no podamos contra el "covicho"! Ante la inefectividad de las vías tradicionales, se me ocurrió un personaje fuerte, con un perfil muy distintivo, que tuviera características insólitas. Esto lo hace desde el anonimato, sin ninguna pretensión de ser reconocido. Porque si eso pasara, si le ganara la tentación de ser protagonista, ya no podría hacer lo que hace. Esto es una batalla terrible ante los grandes sistemas de inteligencia del planeta. Todo lo que está ahí incluido como redes de interceptación, destrucción, control, encriptación y computación cuántica existen. Y está el papel de la inteligencia humana respecto a la tecnología. Es una aventura humana y policial, una aventura contra el poder, contra los poderes.

Hay mucho de ucronía en Augusto: mueren personalidades conocidas que están vivas, se suceden en tiempos cortos episodios que en la realidad fueron más distantes...

Sí. Hay que alimentar la ucronía dándoles a los hechos presentes un enfoque muy creativo. Hay mucho de frustración en el relato, de la incapacidad de influir en los grandes problemas mundiales, y de las situaciones de las que no se puede salir.

Más allá de sus intenciones, Augusto es un asesino. No termina de caer simpático.

Usa métodos muy violentos. Está la Doctrina de la Pirámide, donde el poderoso la liga, algo que no sucede nunca. Los principales responsables de los actos bélicos están tan alejados de los procesos que ni siquiera les llegan las esquirlas. ¿Cómo meterlos en el baile? Además, ¿es posible afrontar algunos temas globales y angustiantes sin introducir el miedo? Simplemente, por buena voluntad no se resuelve.

Habla de frustración, ¿la siente? ¿Le hubiera gustado ser Augusto?

Ah, sí, pero no haría exactamente lo mismo. No es que Augusto quiera matar, pero cuando prepara la conferencia por la paz, el componente que falta es el miedo. La novela está basada en ese concepto, el poder coercitivo. En la historia, el miedo ha tenido un papel fundamental en las sociedades desde que el hombre salió de las cavernas. Más amablemente, se le llama capacidad coercitiva. Si no hacés algo, el Estado te castiga. En Europa está lleno de museos sobre el término. Ahora, Augusto lo hace de forma medida y sobre los temas que más preocupa a la humanidad.

También se puede decir que tiene un particular sentido de la ética. Podría hacerse rico accediendo a cualquier cuenta de los bancos y no lo hace.

Para que no lo descubran. Además están sus conflictos personales, su vida, su casamiento, su divorcio, su nuevo casamiento, sus hijos. Es un ser humano con sus vicisitudes pero con una gran potencialidad. Y hoy, que todo se hace por computadora, se destaca que atrás hay un humano muy inteligente.

¿Y por qué El Pinar?

Por ser un lugar apacible, donde hasta un búnker sería diferente. Todas las cosas grandes pasan en Nueva York, ¿por qué no El Pinar?

"Soy de izquierda. Y radical". Valenti es italiano. Nació en Sicilia, Palermo. A los ocho meses vino a Argentina; a los ocho años llegó a Uruguay por primera vez, donde se instaló definitivamente a los 12. Comenzó a trabajar de muy joven en una agencia de viajes y luego en la Cooperativa de Artesanos del Vidrio. Empezó a militar en el PCU. A los 23 años ya tenía tres hijos. A esos tres les sumó luego el hijo de Selva Andreoli, su actual esposa. Entre los dos tienen 14 nietos y una bisnieta. "En tres meses llegará el segundo, que es varón".

Durante la dictadura volvió a Italia, llegando a ser jefe de redacción de la agencia Inter Press Service (IPS). Ahí levantó un negocio de exportaciones e importaciones, además de ser representante de una empresa fotográfica, que señala como los cimientos de su fortuna personal. De regreso a Uruguay persiguió lo que en su momento fueron utopías: fue secretario de Propaganda del PCU, del que se fue en 1990; colaboró con la izquierda en campañas políticas en Uruguay, Argentina y Paraguay; fue responsable de comunicación de la campaña que llevó a Tabaré Vázquez a la Intendencia de Montevideo en 1989. Antes de irse del Frente Amplio, en un divorcio con aristas hostiles, fue asesor político y consultor (sus enemigos dirían "operador") de Danilo Astori. Su último intento en la política fue ese efímero proyecto para las últimas elecciones llamado La Alternativa, en torno al Partido Independiente, que tuvo un final tan abrupto como mediático, muy pocos días después de que se presentara la fórmula Pablo Mieres-Selva Andreoli, que duró lo que un lirio.

"A mí me pasa una desgracia: siempre que doy una nota termino hablando de política", se queja sin quejarse. Es claro que Augusto es una excusa para hablar con un hombre que ha estado dentro de varias cocinas.

Augusto interviene pidiendo elecciones libres en Venezuela y Cuba. ¿Cómo lo hubiera tomado el Valenti de hace treinta años?

Y... no lo hubiera tomado. Hay diferencias entre una y otra situación, ¿no? Pero no me hubiera metido. Y lo quise hacer especialmente.

Incluso sabiendo que algún viejo "compa" le podía tirar la bronca...

Sí, pero ya tengo el cuero duro.

¿En qué está actualmente?

Estoy escribiendo dos libros. Soy director de Uypress, que me lleva mucho esfuerzo. Somos pocos, seis periodistas, pero exitosos en la lectoría, siendo siempre un medio electrónico. Acabamos de incorporar un nuevo suplemento. Tenemos unos 50 columnistas, que representan el 40 o 50% de las lecturas.

¿Y está trabajando con alguien como asesor político?

Las últimas elecciones fueron las únicas desde que volví al Uruguay, a fines de 1984, en que no tuve nada que ver. No fui más que comentarista, analista

¿Jugó en eso el fracaso de La Alternativa?

Sí... Pero fracasó por una razón muy simple y que el tiempo nos dio la razón: no estábamos dispuestos a tomar posiciones políticas y ceder principios a partir de cargos. No estaba en la base de nuestra existencia. Otros lo hicieron y está a la vista: no llegaron al 1% de los votos y están llenos de cargos. Nosotros no lo hicimos y pagamos las consecuencias. Pero yo sigo haciendo política, con base en eso escribo. Y sigo siendo un hombre de izquierda.

¿Cómo ve la marcha del gobierno hasta ahora?

Primero, mejor de lo que esperaba. Segundo, con aciertos importantes en el manejo de la pandemia. Proporcionalmente estamos distanciados de todos, tomando en cuenta los muertos por millón. Eso sí: los últimos acontecimientos exigen medidas más drásticas y una utilización más enérgica de la capacidad de comunicación. Todo lo que ayude a reforzar la idea de una causa nacional nos va a permitir pasar mejor el próximo cuatrimestre. Incluso estamos mejor que países con capacidades médicas y tecnológicas impresionantes, como Estados Unidos. Es que hubo gente, como Donald Trump, que creyó que podía más que un virus.

Y un hombre de izquierda como usted, ¿cómo ve a la izquierda hoy?

Muy desorientada. ¿El centro de la izquierda es hoy a quién se recomienda para ser presidente del Frente Amplio? ¿Quién se disputa las posiciones más radicales contra el gobierno? Lo que falta es línea política, la capacidad de prever y proponer acciones prospectivas. Hoy nos pasamos criticando y describiendo, pero no hay un proyecto. Ahí dejamos de ser izquierda. Sin arriesgarse a proponer cosas. La izquierda nació de criticar y enfrentar lo que parecía absoluto y divino, como la monarquía. La Revolución francesa no es posible sin enciclopedismo, sin intelectuales. Luego, claro, los sans-culottes toman la Bastilla. Lo mismo en Holanda y Gran Bretaña.

¿Cómo ha podido separar al Valenti periodista del Valenti publicista político? No son cosas compatibles.

Bueno... es muy difícil. Pero además, yo no soy periodista de crónica. Yo empecé redactando crónicas en la más exigente de las agencias, donde no podías poner un dato sin decir la fuente: IPS. Salvo algunos casos que tenías que tener cómo comprobarlos no existían "fuentes". Pero yo soy periodista de opinión, no le miento al lector, yo dejo claro mi postura desde el principio.

¿Cómo cree que lo ven los militantes? De usted se ha dicho que hablaba como Mao pero vivía como Rockefeller, y cosas peores.

No vivo como Rockefeller. Podría haberlo hecho, pero de hacerlo no tendría que trabajar a los 72 años. Yo soy obrero del vidrio, soy de una familia obrera siciliana y empecé a trabajar a los 13 años. Yo no terminé la facultad, ¡no terminé secundaria! No me daba para ser dirigente del PCU, estudiar, trabajar y tener tres hijos. Yo a los 23 tenía tres hijos. Y si hubiese tenido diamantes, como se ha dicho más de una vez, no estaría acá. El invento de los diamantes nació porque yo trabajé con la Brigada de Angola, que es un país donde hay diamantes. La historia mía la conté, al 95%, en Naufragios (un relato personal, publicado en 2019), incluyendo la parte de la plata. Yo puse mucho dinero para la campaña electoral (del Frente Amplio) hasta 2014. Y nunca lo cobré, que es el momento en que te hacés rico cuando sos publicista. Hay gente que ha hecho mucha plata con campañas de izquierda, yo no. Escribí un libro también sobre eso (Campañas al viento, 2011), donde habré contado el 70% porque no soy chismoso. Los que estaban en las finanzas del Partido (Comunista) saben lo que yo puse. Yo mantenía un aparato totalmente desproporcionado a lo posible cinco años después de la dictadura. El PCU no sintió la caída del muro en ese momento, tomó el cuerno por las astas, salió el tema de la dictadura del proletariado, y mostramos un partido moderno, frenteamplista y uruguayo. Hicimos el más exitoso resultado electoral del PCU. Luego nos fuimos y pasó de 260.000 votos a 60.

¿Pero le duelen esos cuestionamientos?

En un momento, sí; porque me parecía miserable. Me lo hacía gente que sabía perfectamente lo que había hecho y que conocían al PCU. Si vos tenías una empresa, vos rendías cuentas hasta la caja chica. Yo la plata la hice con una empresa muy grande de importación y exportación, y con representación de material fotográfico. Yo he sobrevivido por características personales y también por suerte.

¿Y qué va a hacer de ahora en más?

Me voy a dedicar a ser Augusto, es más fácil... La política es parte de mi ARN, que es más básico todavía que el ADN. Pero se verá: con la mayoría de lo que es hoy la izquierda en Uruguay yo no me siento representado. Yo apoyé en la campaña (departamental) a (Álvaro) Villar, votándolo y apostando por él. Yo soy de izquierda radical.

¿Radical?

Sí, es una palabra que viene de raíz. Y yo estoy buscando las raíces de la izquierda. Pasa que fueron cubiertas por una hidra que la transformó en verdades casi religiosas. Y eso es lo contrario a la izquierda.

TABARÉ VÁZQUEZ: UN SUEÑO URUGUAYO

La entrevista con Esteban Valenti se realizó unos días antes del domingo 6. Para un hombre tan avezado en política y que trabajó tan cerca del expresidente Tabaré Vázquez, era impensable que no hiciera una reflexión al respecto de su fallecimiento. Eso le pidió Galería el mismo domingo y esto respondió Valenti: "Somos más pequeños y modestos, pero hubo y hay un sueño uruguayo: que un niño nacido en un hogar muy humilde, de gente trabajadora, llegue a ser un gran médico y dos veces presidente de la República es la mejor demostración de lo que fue nuestra sociedad. Y que su muerte le duela profundo y en el alma a tanta gente, y que sus adversarios lo despidan con tanto respeto, es parte fundamental de este país".