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Federico Platener: “El arte es un elemento de comunicación muy poderoso”

Este especialista en la ambientación de espacios con obras contemporáneas asegura que uno debe poder aproximarse al arte desde un lugar que le dé placer

Editora Jefa de Galería

Este especialista en la ambientación de espacios con obras contemporáneas asegura que uno debe poder aproximarse al arte desde un lugar que le dé placer

PLat Pensamiento Lateral es un estudio bonaerense dedicado a la ambientación de espacios con obras de arte y una empresa cultural que desarrolla formas alternativas de difusión y comercialización de obras de artistas contemporáneos. Su director, Federico Platener, es un arquitecto que nunca llegó a levantar un ladrillo porque el arte lo atrapó antes. Se convirtió en curador, "que es una forma de hacer arte", o en productor cultural, como le gusta definirse. Terminando su carrera de Arquitectura, allá por 2001, empezó a trabajar en Arte BA, la feria de galerías de arte de la ciudad porteña, y se encontró con algo que le resultaba muy atractivo: la producción cultural.

Siempre había sido amante del arte, recorría museos por el mundo y se perdía en sus tiendas. La gran crisis que golpeó la región a comienzos del siglo se convirtió en una oportunidad para Platener, pues insertarse en el mundo laboral como arquitecto recién recibido era casi imposible. El camino, entonces, fue crear su propio estudio y darle identidad a partir de algo que había descubierto mientras trabajaba en Arte BA. "Veía que estaba muy mal visto ambientar espacios con obras de arte. El discurso institucional era un respeto excesivo hacia la obra de arte, como si fuera un objeto museístico, y la mayoría de las obras de arte no tienen un destino museístico, van a parar a casas de clientes, que a veces son coleccionistas, pero a veces son simples personas que quieren aproximarse al arte".

En oposición a esa forma de pensamiento, decidió meterse en ese preciso lugar que no estaba bien visto, considerando que era en sí misma una especialidad. "Me parecía que la filosofía que yo quería incorporar era buena, y que mucha gente estaba esperando eso. La devolución la tenía del cliente, a quien yo le estaba dando una solución. Posiblemente dentro del mundo del arte un montón de personas pensarían que el arte no se vende de esa forma, que no era para que combinase con un sillón. Esa era como la forma más despectiva de verlo. Pero yo no escuchaba esa campana", asegura a Galería, vía Zoom, desde su estudio en Buenos Aires.

¿Quiénes son esos clientes a los que les está dando una solución?
Mi clientes son personas que están ambientando su casa. Cuando empecé en esto me encontré con mucho cliente que quería acercarse al arte, pero el mercado del arte generaba un discurso que expulsaba, como que nunca sabías lo suficiente de arte como para comprar. Mi propuesta era totalmente diferente, pasaba por ver al cliente, que me diera sus referencias y que no sintiera vergüenza de que fueran las más básicas, o que me dijera "no me gusta Picasso" o "no conozco ningún artista contemporáneo", que no supiera hablar de movimientos, o de estéticas; para mí eso ya era información. Y la principal información pasaba por lo que eran sus casas. Cuando busco insertar obra, no busco ser protagonista, estoy siguiendo el trabajo de los estudios de diseño de interiores y de arquitectura que me llaman para darles el toque final a sus obras, a esa casa, esa oficina. Y a mí me parece muy interesante respetar todo el trabajo previo; no llegar ahí e imponerme con una obra de un artista que a mí me gusta. Pienso: si este arquitecto manejara los conocimientos de arte que yo tengo, qué obra hubiese elegido para este espacio. Entonces, yo tenía los conocimientos para interpretar el espacio arquitectónico y sabía que lo que estaba haciendo era un complemento. En el mundo del diseño de interior y de la arquitectura pueden manejar detalles como la selección de un color, de una tela para un sillón, una textura para un piso, pero nunca llegan hasta el arte, o en muy pocos casos; porque lo consideran un terreno muy personal del cliente y muchas veces el cliente no sabe cómo resolverlo, entonces ahí se arma de alguna forma un vacío.

Y ahí es donde entra usted.
Claro. Ser un puente, unir las dos cosas, hacer algo que tenga un equilibrio entre lo que el arquitecto quiso transmitir y lo que al cliente lo hace sentir cómodo, porque después de todo es el que va a desayunar todos los días frente a esa obra.

¿Hay que saber de arte para comprar arte?
No. Para nada.

¿Puedo guiarme por mi gusto personal y nadie me puede decir que estoy equivocada?
Creo que sí. Podés hacer lo que quieras y tu forma de aproximarte al arte va a ser totalmente legítima. Obvio que conocer te da más herramientas. Por ejemplo, conociste a un artista, viste algo que te pareció superoriginal, y tener conocimiento te permite saber que no es tan novedoso, y que eso ya se hizo muchos años antes. Lo cual no tiene nada que ver, y vos igualmente podés seguir eligiendo esa obra porque te gustó, pero la vas a poner en el lugar que corresponde, que merece por contexto, por historia o por lo que sea. Entonces, cuanto más conocimiento tengas, vas a estar parado en el lugar más correcto y si querés estar equivocada, vas a quedarte contenta ahí en eso que la obra te ofrece. Pero sí, me parece que tiene que ser así. Uno tiene que poder aproximarse desde el lugar que le dé placer. Hay un montón de elementos cuando uno elige una obra de arte, y muchos no son posibles de calcular. Hay razones emotivas, de recuerdos, de cosas, de relaciones que a la persona le disparan, lo relacionó con algo, con su actividad, con un afecto. Ahí te das cuenta lo amplio que es, y me parece que el rol que cumplimos nosotros, galeristas, art dealers o productores, como me gusta definirme a mí, es manejar esa amplitud, no podemos obligar al otro a que hable en nuestro idioma. Yo siempre tengo presente no ser invasivo, estar muy atento a lo que la persona tiene para decir aunque no lo esté diciendo.

¿Por dónde se empieza a decorar con arte? ¿Qué es lo primero que hay que tener en cuenta?
Yo lo tomo como un elemento compositivo más. Un arquitecto diseña con planos horizontales, planos verticales, escaleras, luz. El arte sirve para darle carácter a un espacio, para reforzar una idea, generar un clima, eso es lo que yo busco. Tengo una línea, trabajo con artistas contemporáneos, vivos. No es una línea muy estricta pero tiene una coherencia, que está atravesada un poco por mi gusto, con una selección de artistas que me dan variantes para abordar distintos espacios y resolverlos.

¿Pone en contacto al cliente con el artista?
No, ese contacto lo hago yo, es parte de simplificarlo todo. Por lo general, prefiero conocer el espacio, poder sacar fotos y trabajar con fotomontajes, que fue algo bastante original en su momento; estaba tomando una herramienta de la arquitectura para insertar una obra en el espacio y que quedara con un realismo para que el cliente, que tal vez no tenía una cultura visual y no tenía esa capacidad de imaginarlo, pudiera de esta forma ver la obra en su espacio. Después, ya sobre una selección, se podía probar la obra en el espacio. Son distintos pasos. Primero interpretar lo que el cliente quiere, conocer el espacio, ver qué quiso decir el arquitecto, hacer una preselección, y ahí una vez que el cliente está más definido con qué obras le interesan, pasamos directamente a la etapa de probar.

También se dedica al branding de arte. ¿Qué beneficio obtiene una marca al vincularse con el arte?
Para mí el arte es un elemento de comunicación muy poderoso. Hay cosas que no es lo mismo consumirlas a través de una publicidad que a través de una obra de arte o de algo que tiene detrás un concepto artístico. El arte tiene una síntesis y un impacto muy inmediato. Además, uno se relaja adelante de una obra de arte; entonces está más predispuesto y más permeable para recibir ese mensaje. La gente valora cuando una empresa o una marca acerca el arte. Y, también, muchos proyectos realizados de arte con marcas han tenido fines sociales, es un producto que está abierto al consumo de las personas, no es un lucro en sí mismo. Son muestras o proyectos a los que el público accede libremente. Es abrir un espacio atractivo para interactuar con el público que vos querés fidelizar como marca.

¿Cómo está hoy el mundo del arte en Argentina? ¿Los artistas tienen espacios para mostrar su arte? ¿Hay un mercado?
Aparecieron distintas herramientas que a las personas que estamos en el arte nos hicieron repensar nuestro trabajo. Cuando empecé no existían las redes sociales. Hoy, a través de Instagram podés seguir a un montón de artistas. Los artistas de alguna forma se independizaron. Algo dentro del mercado se rompió ya hace un tiempo, en el mundo entero; hace como una década que se empezó a deconstruir, estamos enfrentando un desafío de cómo reconstruir este mundo del arte y la relaciones entre artista, intermediario, galerista, curador. Cuando el artista tiene más acceso al cliente directo, en un plazo inmediato de pronto es muy atractivo porque recibe más clientes sin tener una galería de por medio. Pero cuando ese actor que es la galería ya no está, el artista pierde una pata fundamental en su proyecto, que es el promotor, que es quien le da el espacio para exhibir, para hacerse conocido y el mercado se vuelve más amateur. Yo noto en los últimos años una pérdida del profesionalismo dentro del mercado. Y creo que se están dando cuenta de eso y se valora más el trabajo de quien está por detrás de un artista, promocionándolo, generando estrategias, dándole espacios.

¿Qué está pasando ahora en la pandemia?
Frente a otras actividades que bajaron, la venta de obra se mantuvo muy constante, hasta te diría que se incrementó. Creo que la gente vivió más su casa, su espacio. En algo que pensé que no es prioridad y que podría quedar totalmente relegado cuando la gente tenía otras preocupaciones, se dio una cosa muy fuerte de la actividad. Y me gustó pensar que esos pedidos, esos llamados, esas consultas se debían a que la gente estaba mirando su casa de otra forma, que tenían más tiempo para vivirla y relacionarse, y decir "acá falta un cuadro".

¿Cuál es la tendencia de los consumidores en Argentina?
Es amplio. Creo que es un público sobrio. A veces cuando tengo clientes de otras partes de Latinoamérica veo que son más osados, se animan a cosas de mayor impacto, de más color. Cualquier línea del arte contemporáneo tiene una buena recepción. Argentina no es el país con más cultura, pero tiene una cultura de consumo de arte. Hay países que tienen mucho más, incluso dentro de la región, Brasil de pronto. Una tendencia, que es global, tiene que ver con formatos seriados: serigrafía, grabado, fotografía. Eso me parece bueno porque se puede acceder a un público mucho más amplio, son formatos más populares y permite hablar de precios más accesibles. Hace el arte más popular. Eso me parece muy atractivo y le doy mucha mucha importancia a eso. Ese rol de ser un puente entre el cliente y el artista me divierte, entonces cuando trabajo con formatos más accesibles, como la serigrafía, me gratifica ver un público más joven que se está acercando al arte.

¿Qué artistas uruguayos le gustan?
Yo seguí mucho a (Joaquín) Torres García, le tengo un afecto muy especial por una tesis que escribí en la facultad, que tenía que ver con una muestra que se había realizado en el MALBA. Y es un placer verlo en todos los museos del mundo a los que fui. Obviamente (Carlos) Páez Vilaró, que tuve la oportunidad de exponer un trabajo de él en el Museo de Arquitectura y de su hija (Agó), y conocer ese lugar increíble (Casapueblo) donde se mezcla arquitectura y pintura, y haberlo conocido a él como una persona muy cálida, muy accesible. Y fuera de la pintura, Martín Sastre en videoarte me parece un artista increíble. Conocí su trabajo en el MALBA. Tiene algo que es muy interesante, que es que la obra te saque una sonrisa, que te haga pensar, es algo que no pasa siempre con el arte.

¿A escala mundial, a quién hay que mirar?
Argentino, me encanta (Guillermo) Kuitca, me parece un artista increíble, tiene mucho de arquitectónico, principalmente los primeros trabajos. Es otro artista que también me da mucho placer cuando viajo y lo veo en colecciones importantes, en museos. Banksy me parece increíble. Me gusta mucho el street art. También Obey (Shepard Fairey) me gusta mucho por la relación con el espacio urbano. Creo que el arte urbano genera un impacto muy fuerte, cambia la ciudad. Hay experimentos alrededor del mundo de cómo pasa eso con proyectos de arte. El año pasado estuve trabajando con una fundación de San Pablo para desarrollar un proyecto cultural dentro de un favela. Me encanta ver la cantidad de problemas que el arte puede resolver.

Por ejemplo...
Proyectos de arte que han modificado hábitos de las personas. Como Wynwood en Miami, cómo el arte pudo ser un impulso para producir un desarrollo inmobiliario. Una zona en Miami que no era fuerte económicamente, no tenía una actividad, y de pronto llevaron a los mejores muralistas para hacer obras. Los que están detrás de esto son desarrolladores inmobiliarios que con mucha inteligencia pusieron un lugar de Miami en el mapa y lo convirtieron en un lugar popular, donde va el turismo, donde se desarrollan espacios gastronómicos, galerías de arte. Era un problema concreto solucionado con el arte como elemento que suscita interés. Otro caso es el de un artista argentino con un inglés en Londres que hicieron para un ayuntamiento unas intervenciones de containers de basura como si fueran vacas, y gracias a eso se demostró que aumentó la recolección y el reciclaje de la basura. La gente pasó a visualizarlos, se promovió una interacción con las personas, servía para que los niños aprendieran en la escuela a relacionarse con estos elementos, que ahí era donde iba la basura y que era para mejorar la ciudad donde vivían. Y una empresa privada se interesó en comprar la patente de estos elementos para desarrollarlos a gran escala en otras ciudades de Inglaterra. Y así hay un montón de casos, de los más diversos, del arte asociado a educación, a desarrollo, a reclamos sociales. Creo que el arte tiene una capacidad de cambio, creo que mueve cosas muy internas. Y hoy es la ambición personal más grande que tengo, de generar espacio a través del arte. Yo creo en artistas diseñando espacios con arquitectos de igual a igual.