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¿Puede ser beneficioso tener sexo con amigos?

Aunque incluir el sexo en una relación de amistad sigue siendo un tema tabú que se evita poner en práctica, los especialistas afirman que puede tener varios beneficios si se lleva adelante con responsabilidad

Camila y Santiago son amigos hace 10 años. Hay afecto, lealtad, solidaridad, incondicionalidad, sinceridad. Todos los ingredientes que se supone que debería tener una relación sana de amistad. Y más. Camila y Santiago también tienen sexo. No son pareja, no son salientes ni buscan serlo. Santiago a veces cuida al hijo de Camila, salen a tomar café por la tarde y se despiden con un abrazo amistoso, de esos que unen pecho con pecho y mantienen naturalmente alejadas las pelvis. Cada tanto van a fiestas electrónicas. Entre la música, la noche y alguna sustancia, el sexo —cuando sucede— suele ser el broche de oro; hay complicidad, confianza de sobra, conocimiento mutuo. Por lo tanto, placer asegurado.

Santiago no es el único amigo con el que Camila tuvo relaciones sexuales. Y Camila no es la única amiga con la que Santiago terminó en la cama. De hecho, ambos forman parte de un grupo de unos 12 amigos varones y mujeres en el que tener sexo unos con otros es una práctica de lo más común. “Es renatural. He tenido sexo con amigos, mis amigas lo han hecho con otros amigos, hemos compartido amigos, todos mezclados con todos”, detalla Camila. “Entre nosotros decimos que no hay moralómetro, no nos juzgamos y el sexo es sexo, es lo mismo que comer y dormir, sexo y punto. Nos queremos desde la amistad, no pinta el enamoramiento porque es bien carnal, experimental”, precisa ella.

Un caso como este no se escucha todos los días. Es que el sexo entre amigos sigue siendo una práctica algo alejada de lo que el imaginario popular y las convenciones sociales asocian al concepto de amistad. Basta con tocar el tema en diferentes reuniones de amigos para notar que puede generar rispideces. Y que no deja a nadie indiferente. “Un amigo para mí es como un hermano, no puedo verlo con esos ojos”, dice Jessica, de 30 años. Quien nunca escuchó o pronunció un comentario similar que tire la primera piedra.

Incluso para Camila, añadir la parte carnal a sus vínculos de amistad fue una novedad que vino acompañada de todo un proceso de apertura mental y deconstrucción propia y de su entorno. Aunque ahora naturalizados y corrientes, los primeros encuentros sexuales con sus amigos fueron algo “raro” con mayúsculas. Hace 10 años son amigos y hace tres tienen sexo; o sea, hubo siete años sin haberse planteado la mínima posibilidad de contacto sexual. “Al principio daba risa, era bizarro”, cuenta. “Hace años ni lo pensaba, antes era mala palabra”, agrega. “Ahora no está tan mal”, dice. Una frase que implícitamente admite que aún existe un grado de tabú.

Pero el grado de intolerancia y aversión hacia esta práctica parece estar en descenso. “Desde mi percepción cada vez se está dando más, recién ahora lo estoy viendo mucho en la clínica. El sexo es un constructo histórico que va cambiando, y en algún momento el sexo entre amigos se puede naturalizar. Las nuevas generaciones son más libres con la sexualidad, no tienen tanto tabú y el haberse liberado en muchos sentidos ayuda a que se dé más el sexo en amistad”, apunta el psicólogo y especialista en sexología Andrés Couto. En su opinión, el cambio viene de la mano de aceptar cada vez más la idea de sexo más allá de la reproducción, la familia o la noción de pareja. Y entregarse cada vez más al placer en todas sus posibilidades. “Se ve como un juego, algo más divertido, de contacto con el otro”, apunta. Así lo ve Camila. “Tenemos sexo uno a uno, aunque a veces sale algún trío. Después no nos hacemos los boludos, hacemos algún chiste”.

No obstante, aun cuando sucede, el vínculo sexual es visto como un agregado que corre por un carril separado al de la amistad: amigos con derecho a roce, se les dijo durante un tiempo, como si el roce en esa relación fuera una especie de anexo con sus propias reglas. De cierto modo, lo es.

Un anexo. Según los sexólogos, integrar la intimidad sexual en una relación de amistad y pretender que todo seguirá exactamente igual es pecar de ingenuo. “La amistad cambia ante cualquier cosa que pase, discusión, engaño, etcétera, y lo mismo al incluir el sexo en la relación, la amistad es distinta. Las cosas van a cambiar. Comparto mi goce, mi cuerpo y satisfacción, el sexo es comunicación y lo más alto que puede existir en cuanto a contacto físico y emocional. Tampoco pensar que el sexo es ajeno a eso, como jugar al bowling, porque es llegar a otro nivel de intimidad”, aclara Couto.

Por eso, incluirlo automáticamente en la amistad sin ningún tipo de comunicación al respecto puede tener sus riesgos. Sobre eso habla la médica, sexóloga clínica y terapeuta sexual Vivian Dufau. “Siempre tiene que haber comunicación. Lo lógico es que se hable. Si sos amigo te sentás y decís: ¿qué pasó acá? ¿Estuvo bueno o fue un desastre? ¿Podemos ser amigos igual? La comunicación es fundamental, y los contratos tienen que estar bien establecidos para que no se generen complicaciones”.

Y no alcanza con hablar una sola vez y creer que esas reglas establecidas al principio perdurarán y mantendrán la amistad a salvo de todo peligro. Couto considera que lo más importante es tener claro que “las cosas se pueden complicar”. “No porque al principio estén las cosas claras, ignorar que en algún momento uno de los dos puede pensarlo desde otro lugar. No por tener todo claro hoy, mañana seguirá igual”. Por eso, cree que “la mejor forma de llevarlo es comunicándose todo el tiempo lo que le va pasando a cada uno”.

Puede que ese haya sido el caso de Rodrigo y Natalia. Se conocieron a los 18 años en un grupo de oración de un colegio religioso. Desde un primer momento, a Rodrigo le pareció “muy bonita”. Entre los campamentos y los grupos de charlas de adolescentes con trasfondo religioso, aquel primer torpe e inocente coqueteo quedó como una simple anécdota, y Natalia se convirtió en una amiga. “Realmente nos hicimos amigos”, enfatiza Rodrigo. Amigos sin ningún interés sexual, vuelve a asegurar. Esa amistad duró 20 años. En ese tiempo se casaron, se fueron juntos de vacaciones con sus respectivas parejas, se prestaron hombros, oídos y compartieron muchas tardes y otros tantos cafés. “Cuando me fui a vivir fuera de Montevideo, ella seguía en la capital y siempre estábamos en contacto. Extendimos nuestros vínculos, ella venía a casa y estaba la madre de mi hija”, recuerda.

Primero se divorció ella, luego él y pasaron de las vacaciones en Rocha con parejas a los consejos en el mundo del flirteo y las apps de citas. “Empecé a joder con el Tinder, ella también y nos pasábamos piques, nos reíamos de los perfiles de las personas”. Con una de esas citas Rodrigo sufrió una desilusión, y acudió a Natalia. “Vení a casa a tomar una”, le dijo ella, una invitación que cambiaría el rumbo de la amistad. Como tantas otras veces, Rodrigo apoyó su cabeza en el hombro de Natalia. De un segundo al otro, casi como una acción instintiva, le besó el cuello. “Ella no hizo ningún gesto de desaprobación. Le fui a buscar la boca, medio que la retiró, insistí, la retiró con menos resistencia, y el resto imaginalo”, relata Rodrigo.

Lo extraño fue que desde ese momento siguieron teniendo el mismo vínculo pero con sexo. “Fue raro. En algún momento esperé que ella me dijera algo, pasara a esa instancia de diálogo”. Intercambiaron palabras sobre el tema solo después de aquella primera vez. “Ella me dijo que le gustó, pero que le gustaba más lo otro (la amistad) y si podíamos combinar las dos cosas. Fue una especie de arreglo tácito esto de poder seguir hasta que uno se enganchara. Desde ahí, nos juntábamos a tomar algo y terminábamos en la cama”.

Tener sexo con alguien con quien llevaba más de 20 años de amistad tenía sus particularidades: “Era como que estaba permitido lo que estaba haciendo. Podía hablar de las estupideces, no tenía que cuidarme de nada, podía eructar que ella no se iba a ofender. Tenía los beneficios de la amistad que son una especie de códigos más laxos, más sinceros”.

Fueron amigos con sexo incluido durante tres años. Y de ahí al fin de la amistad, cuenta Rodrigo, y recuerda que su amiga por más de 20 años figura en el primer álbum de fotos de su hija. “Cuando empezó la pandemia, que nos quedamos más recluidos, conocí a mi actual pareja, y cuando las cosas se aflojaron y volvimos a salir, por julio, mi relación se había consolidado. Ahí ella me manda un mensaje y se lo cuento. Su respuesta fue ‘ah, dale’”. Y me dejó de escribir, le escribía y me contestaba con monosílabos, alguna vez la llamé y no me contestó”. No supo más de Natalia. “Pasamos al vínculo sexual y de eso a la nada”. De su experiencia Rodrigo concluye que la amistad con sexo no es sostenible en el tiempo. Aunque también hace una autocrítica. “Capaz queríamos lo mismo pero tenía que ser bajo un determinado código común. El código que habíamos impuesto era que si alguno de los dos se enganchaba volvíamos a la relación de solo amistad”. Pero como dice el refrán, del dicho al hecho hay un largo trecho.

A negociar. “Desde la sexología digo que ojalá todos tuviéramos sexo con amigos, porque es lo mejor”, apunta Dufau. Aunque si falta comunicación las consecuencias pueden ser las menos deseadas —el fin de la amistad—, el sexo con amigos puede tener muchos beneficios si se combina adecuadamente con el resto de los componentes de cualquier amistad, como la comunicación fluida y la honestidad. “Cuando vos tenés del otro lado a una persona que cumple con los criterios de amistad, la honestidad, capacidad de comunicar algo que me gustaría o no que sucediera, eso te lleva a una mejor comunicación y hace que el placer sexual sea mucho más grande”, explica Dufau. No es casual que uno de los pilares de toda pareja sana sea la amistad. “Está buenísimo porque tenés esa base, porque hay conocimiento de las partes previas al encuentro sexual en sí. Eso es favorable, saber qué te gusta, qué no te gusta, el conocimiento del otro, el decir ‘bo, pará, aflojá’, o más desde la risa, donde no haya tensión”.

El sexo entre amigos también puede ayudar en casos de disfunción sexual; sobre todo, en aquellas que se dan por temas psicológicos y las presiones que rodean en muchos casos al encuentro sexual. “Cuando están con un amigo o amiga se sueltan y esa presión no corre. La exigencia por el rendimiento no se ve tanto porque estamos en complicidad. Lo mismo en el caso de quienes tienen imposibilidad de llegar al orgasmo. Entre amigos no está ese compromiso y uno de los beneficios es disfrutar sin esas presiones”. dice Couto.

A Julieta, de 33 años, le cuesta entender cómo dos amigos que tienen sexo no terminan enamorados, ya que además de amistad existe atracción sexual. “Cuando veo a un amigo no le pongo esa tensión sexual porque cuando logro esa amistad en sí ya me di cuenta de que no me atrae físicamente”, dice.

Pero sobra evidencia para afirmar que es posible y natural lanzarse al placer sexual con amigos. Las barreras que impiden hacerlo son mentales. A eso se refiere Couto: “Hoy seguimos teniendo esas creencias de que si tengo sexo con alguien es porque inconscientemente nos pesa el tema de la pareja, o algo a futuro, somos algo; todavía no está del todo bien visto esto del sexo entre amigos”. Ver a un amigo o amiga como “un hermano” es una de las formas más corrientes de negar cualquier chance de contacto sexual. “En nuestra cultura, cuando lo planteás así, que el sexo se dé con esa persona con ese grado de filiación, se genera disconfort”, apunta Dufau. Pero no es más que otra barrera mental.

Según recoge el estudio He’s Like a Brother: The Social Construction of Satisfying Cross-Sex Friendship Roles (Él es como un hermano: la construcción social de la satisfacción de los roles de amistad entre sexos), de Heidi M. Reeder, profesora de la Universidad de Boise, en Estados Unidos, los encuentros sexuales entre amigos pueden llegar incluso a fortalecer el vínculo. Para eso, la clave es llevarlos adelante en secreto y considerar la amistad como prioridad.

Luego, cada individuo con su manual y su historia. Un código general de Camila, por ejemplo, es “jamás dormir juntos” y cortar el vínculo sexual si alguno se embarca en una relación de pareja. Dufau considera que la cotidianidad contribuye a aumentar el lazo más allá de la amistad. “Entonces ahí sí se puede llegar a complicar”. Si pinta tener sexo con amigos cada tanto pero lo más fuerte es la amistad, genial. Ahora, si yo tengo mi encuentro viernes, sábado, domingo, empiezo a tener una pareja que dentro de esa amistad es monogámica, en algún momento voy a exigir otro tipo de condiciones y el otro quizás sigue en el mismo contrato, por lo que hay que rearmarlo. Suena frío pero cada integrante como socio tiene que saber cuáles son sus costos y beneficios”, dice Dufau.

Cuidarse desde el punto de vista de la salud es otra de las reglas estrictas a seguir en todo vínculo sexual entre amigos. Aunque parezca una obviedad, Dufau plantea que suele ser uno de los mayores problemas en estas relaciones. “Una de las contras que vemos en estas dinámicas es que al conocer al otro, saber en qué anda, hay mayor riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual porque no se cuidan tanto. En esto de la confianza a veces nos olvidamos del autocuidado”, advierte.

Triunfó el amor. Fue el sexo más inesperado de su vida. Olivia e Ignacio eran compañeros de trabajo y en esas ocho horas diarias también se hicieron muy amigos. “Había cero onda como algo más, le decía que no sabía cómo estaba con chicas lindas, que era feo. Es más, en el trabajo había otros que me parecían lindos y con quienes sí hubiese estado, pero con él no”, confiesa Olivia. Salir solos a algún bar o a almorzar era un plan de lo más cotidiano, a excepción de aquella salida nocturna de invierno. Salieron a tomar unos tragos, Ignacio le prestó su buzo a Olivia y la acompañó hasta su casa; hasta ahí, nada nuevo. Ya dentro de su casa, se besaron. “Fue de la nada. Estuvimos como adolescentes media hora besándonos”. Al día siguiente solo pudieron reírse de lo sucedido. “Fue medio raro pero dijimos ‘ya fue, no me gustás, no te gusto, ya está’”. A la semana volvieron a besarse y esa vez no quisieron —o no lograron— contenerse. “Dijimos ‘listo, vamos a tener sexo’. Estuvo de más, había terrible confianza y hasta me parecía más lindo. Estuvimos como 10 veces a escondidas hasta que mi amiga, que vivía conmigo, nos vio salir del cuarto y quedamos paralizados”, recuerda entre risas.

Al principio acordaron tener sexo sin compromisos. Intentaron no cruzar las fronteras de la amistad. Con el tiempo, sin embargo, el vínculo se tornó mucho más afectivo. “Empezamos a pasar más tiempo juntos y nunca me había pasado de empezar una relación con alguien con tanta confianza. Descubrí que me encantaba”, cuenta. Por fortuna, el sentimiento fue mutuo.

Aunque hay algunas reglas generales para aprovechar los beneficios del sexo entre amigos y minimizar sus riesgos, cada caso es único. Que termine en amor de pareja, en el fin de la amistad o en un corte sano para continuar el vínculo de amigos depende de muchísimos factores. Lo cierto es que esta relación sexual, a diferencia de la que se tiene con completos desconocidos —algo que también es cada vez más frecuente— empieza con varios puntos a favor. “Hoy el encuentro sexual se da muy rápido en la cronología de una pareja, y me encuentro en una situación de intimidad y desnudez con instintos a flor de piel con un otro que no conozco. Cuando eso lo voy a tener con un amigo que ya me conoce, es otra cosa”, dice Dufau. Y concluye: “Todos tendríamos que tener un amigo en la cama”.