Aunque su carrera como cantante de comedias musicales había comenzado antes, Gerónimo Rauch se hizo conocido cuando ganó en 2002 la versión argentina del reality show Popstars y pasó a integrar el quinteto Mambrú. La banda de pop duró tres años y tres discos, pero el talento de Gerónimo siguió su camino. Nunca abandonó el teatro musical y en 2007 interpretó a Jesús en Jesucristo Superstar, en el Teatro Bristol de Buenos Aires. Ese año, en Madrid estaban buscando con urgencia un sustituto para la misma producción que ya estaba en cartel. Lo vieron en un video en YouTube, lo convocaron para una audiencia y lo contrataron. Así empezó la vida y la carrera de Rauch en Europa. Hoy, en su currículum figura haber encarnado a Jean Valjean en Los miserables en los mejores escenarios de la capital española, en Barcelona y en el West End de Londres, donde también protagonizó El fantasma de la Ópera.
La experiencia de este artista se concentra en el concierto De Broadway a Hollywood, en el que recorre las canciones de las comedias musicales más conocidas y algunas recordadas bandas de sonido de películas estadounidenses, acompañado de una gran orquesta dirigida por Tomás Mayer Wolf.
¿Por qué te volcaste a la comedia musical? ¿Siempre fue lo que querías hacer o te encontró a vos?
Me encontró gracias a mis hermanas. Mientras yo escuchaba rock, cuando tenía 13 años, Queen, Led Zeppelin, David Bowie, tenía a mis dos hermanas escuchando comedia musical en la habitación de al lado. Me empezó a llamar cada vez más la atención y empezamos a compartir ese momento de unión entre los tres. Es un género que me queda bien, me exige tanto vocalmente como en lo interpretativo. Es muy gratificante artísticamente.
¿Qué satisfacciones te da?
El musical es una historia que empieza y termina, le damos una realidad nueva al espectador, lo sumergimos en un cuento y por ese tiempo deja de pensar en su vida. Poder ser parte de ese momento en el que ves que se frenó su vida es muy mágico, muy adictivo. En ese lapso sus problemas no existen más, su rutina desaparece y eso me fascina. También pasa en los conciertos, pero en otro nivel.
Jesucristo Superstar en Madrid, El fantasma de la Ópera en Londres, Los miserables en ambas ciudades. ¿Cómo viviste esas experiencias?
Es mágico. Y el cierre de mi etapa en Londres fue cantar con el Jean Valjean (protagonista de Los miserables) original (Colm Wilkinson), que fue quien realmente me inspiró para dedicarme a los musicales. Y poder decirle gracias a una persona que te influyó tanto en tu vida artística y estar cantando a la par, porque éramos los Valjean, fue un regalo para cerrar un ciclo de cuatro años en Londres. Esta carrera tiene muchos momentos mágicos, y de repente te encontrás cantando en el Her Majesty's de Londres, o en el Queen's Theatre, o en el Royal Albert Hall, o en el Auditori de Barcelona o en el Auditorio de Tenerife o en el Colón el año pasado. De viejito les voy a decir a mis nietos: “Yo estuve ahí”, y con orgullo. Lo logré.
¿Y artísticamente cómo lo viviste?
Cuando vas dando los pasos de una manera coherente es como que estás preparado para el siguiente. Yo no salteé ninguno. Viene siendo una carrera coherente y donde yo puedo visualizar qué viene después y animarme a pensarlo, a imaginarlo. Ojalá el siguiente paso sea en lugares más mágicos.
En el musical sumergimos al espectador en un cuento y por ese tiempo deja de pensar en su vida. Poder ser parte de ese momento en el que ves que se frenó su vida es muy mágico, muy adictivo. En ese lapso sus problemas no existen más, su rutina desaparece y eso me fascina. También pasa en los conciertos, pero en otro nivel.
¿Broadway?
Sí, es una cuenta pendiente, me gustaría vivirlo como una experiencia, pero pienso más en el Auditorio de México, el Luna Park otra vez, girar, en moverme por lugares. El musical te detiene en un sitio y yo lo que quiero es seguir en movimiento.
¿Cómo se da ese paso de salir de un elenco de una superproducción con un personaje a dar un show como solista?
Era una cuenta pendiente que necesitaba hacer, me lo pedía mi artista. En 2014 hice el primer show propio en el Maipo que se llamó Entre miserables y fantasmas. Fue como la prueba piloto y nos fue muy bien. Y encima me gustó mucho hacer un show entero. Me llena por igual que un musical. Nosotros vivimos con la incertidumbre, con muchas preguntas y de repente salís al escenario y están todas las respuestas ahí.
¿Qué preguntas y qué respuestas?
Si estoy bien, si voy por aquí, voy por allá. Y de repente pisás el escenario, escuchás la música, se te mete todo en el cuerpo y empezás a vibrar. Y cuando vos vibrás, vibra la gente.
¿Por qué decidiste hacer un show con bandas de sonido de películas y musicales y en qué se basó la selección?
Donde yo soy cien por ciento honesto es con este repertorio. Es el repertorio que mamé y que desarrollé al máximo. Lo que estoy haciendo es trayendo todas las experiencias que tuve en mi vida, y aparecen los personajes, se ven en el show, me brotan. Lo hice 600 veces en el West End.
Yendo al principio de tu carrera, ¿por qué en 2002 decidiste anotarte en el reality show Popstars?
La razón es superfría. Había hecho Los miserables y Grease en Buenos Aires, y me habían contratado para ir a México. Y no me quería ir. Entonces, dije: “Esta es la última oportunidad que le doy al país, si no, me subo al avión y me voy”. Y gané.
¿Por qué se disolvió Mambrú?
Primero porque como todo producto hecho en un reality no logramos tener identidad propia. Si hubiésemos sido amigos del colegio y hubiésemos estado en el garaje componiendo canciones juntos, seguramente estaríamos juntos o habríamos hecho muchísima más carrera. Pero éramos cinco personas totalmente distintas que ni nos conocíamos, que nos juntamos en un proyecto, y de repente decís: “Hasta acá llegamos”. Fue más un trabajo lindo, divertido, pero fue un trabajo.
¿Entonces en aquel reality el talento realmente pesó?
Lo bueno de Popstars fue que hubo un futuro. Hubo por lo menos tres años de trabajo, de desarrollo de artistas, que ya no existe más. Ya ni siquiera les sacan los discos. No hay un plan para los artistas. Sí es una buena plataforma para mostrarse y después que cada uno haga lo que pueda.
Por 2007 te fuiste a España empezando tu carrera internacional, ¿Cómo fue tu llegada como artista argentino?
Mi mujer (bailarina española, con la que se casó en 2010 y tiene un hijo) estaba en ese elenco y ella me contaba que no había ningún recelo, porque estaban deseando que yo pudiera cumplir con el rol, porque se iba a caer la producción y se iban a quedar todos sin trabajo. Había mucha esperanza depositada en mí. No tuve ni tiempo de pensar. A los pocos días de audicionar estaba mudado en Madrid.
¿Fue difícil entrar en el ambiente artístico español?
No sentí nunca ningún tipo de conflicto porque Madrid es una ciudad muy cosmopolita, y están acostumbrados a que vengan de todas partes del mundo. Sí hay un exceso de argentinos. Uno de mis mejores amigos cada vez que se emborracha me dice: “Estos argentinos que nos quitan las mujeres y el trabajo”.
¿Cómo fue trabajar con Andrew Lloyd Webber?
Es un genio. Él supervisa las elecciones de El Fantasma —él está más obsesionado con el personaje de Cristina, es como su fetiche—; entonces él terminó de elegirme a mí para hacer de fantasma. Después vino para hacer una working session. Una vez que ya te aprendés el papel, generalmente viene la coreógrafa original de vez en cuando, el director original, y viene Andrew a hacer un trabajo con los protagonistas. Y tener que cantarle al señor ahí fue muy, muy intenso. Pero es un tipo que tiene tan claro lo que quiere y cómo lo compuso, y por qué, que de repente te clarifica todo. Lo admiro mucho. Hice tres obras de él, de las seis o siete que tengo en el currículum.
¿Algo te ha puesto muy nervioso?
Cuando le canté a Plácido Domingo en su 70º aniversario. Me morí. Estaba nerviosísimo, no podía comer. Eso fue peor que cantar en el estreno en Londres. Lo admiro tanto, tanto y sabe tanto, tanto. Y decís: “Uy, debe estar pensando 'respiró mal'”. Y no, la humildad de los grandes, es un genio.
Entraste también en la lírica.
Sí, estudié. No sigo estudiando porque la técnica lírica me saca un poco del cantante popular que soy, me genera cierta rigidez en la voz. La uso para vocalizar, para calentar, pero no para interpretar. Igual, en algunas canciones la uso un poco. La paleta de colores se amplifica un montón.
¿Volverías a trabajar en la TV argentina?
Depende del proyecto. Hacer tele por hacer tele, no. Me gustaría elegirlo. Es distinto porque en teatro tenemos una relación con el público instantánea; en cambio, en televisión no la tenés, y me sentiría vacío si solamente hago eso. Necesitaría el vivo, el show en directo.
Gerónimo Rauch presenta De Broadway a Hollywood. Domingo 20, a las 19.30 horas, en el Teatro Solís. Entradas entre 1.000 y 1.900 pesos.