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    Despidos y agresiones en Salto

    Sr. Director:

    Un ataque a la democracia. Cuando estaba en sexto año de liceo, la profesora de Derecho me pidió que diera la clase y hablara de la esencia de la democracia. Para eso estudié del libro Introducción al Derecho, de Eduardo Jiménez de Aréchaga, un reconocido jurista uruguayo que no precisa mayor presentación. En aquel momento yo tenía unos 18 años de edad y estaba muy interesado, como también ahora, en todo lo relativo a los temas de justicia, democracia, república, Estado, gobierno y otros por el estilo.

    Me acuerdo que al leer ese libro, el jurista decía cosas muy interesantes y profundas pero era muy claro en su pensamiento. “La esencia de la democracia es la pluralidad de ideas sin restricciones, eso construye una nación libre y soberana porque allí convergen todos los pensamientos y, del debate entre estos, surgen las acciones que llevan adelante los gobiernos”, decía el autor, palabras más, palabras menos.

    Pero, lamentablemente, hemos visto cómo en nuestra sociedad la pluralidad de ideas es algo que en los últimos tiempos tiene que batallarse y no campea de una manera natural como debiera ser, en un país que basa su forma de gobierno en un sistema democrático, donde convergen todas las ideas y opiniones, y todas ellas son válidas, aunque al final prima la voluntad de la mayoría.

    Todo esto para decirles que esa democracia, a la que muchos políticos dicen defender a capa y espada y se rasgan las vestiduras cuando se sienten atacados porque sienten que con eso se daña una parte de esa palabra casi sacra que empieza con D, se vio vilipendiada y ultrajada cuando una horda de manifestantes, motivados por dirigentes políticos que estaban presentes ese día detrás de ellos, los alentaban contra el gobernante que fue electo por la mayoría de los salteños.

    Guste o no, convenza o no, se quiera o no, Lima es y será el intendente de todos los salteños por el próximo período de gobierno, al igual que lo fue el anterior y así quienes los precedieron.

    El hecho de que Andrés Lima haya sido atacado por anunciar la revisión de una decisión política, que es parte de las reglas de juego, donde quienes ingresaron a la administración municipal durante el gobierno de Germán Coutinho por una motivación política, al igual que lo hicieron durante la administración de Fonticiella y en la de Eduardo Malaquina y en la de Minutti y así sucesivamente (porque a los militares, como nadie los controlaba y todo el mundo les tenía miedo para no terminar en el mejor de los casos preso en un cuartel, no se les decía nada y estos hacían lo que querían con la cosa pública, dejando al país con la mayor deuda externa que se recuerde en la historia), sabían que cuando cambiara el gobierno que los puso en ese lugar se tendrían que ir y no hay tu tía.

    Cuando Fonticiella perdió la elección, hubo un centenar de personas que fueron cesadas. El lío se armó con unos 20 sujetos que eran orientadores de talleres y que hacían otros menesteres, a los que después Coutinho reintegró paulatinamente. Pero, especialmente, hubo un grupo de profesionales que sí hicieron un juicio porque se querían quedar atornillados en sus cargos.

    Pero esa situación, que tan criticada fue por la administración anterior, volvió a repetirse ahora, cuando hay ediles que ingresaron a la Intendencia por una cuestión política y porque como ediles no cobran, saben que deben irse sin hacer berrinche, donde hay cargos de confianza que también saben que con un resultado electoral adverso se les terminó la changa. Y hay algunos funcionarios, que estaban allí por apoyar al entonces intendente de turno en sus grupos políticos y cuya estabilidad laboral no era tal, al punto que tienen un pie afuera, porque se les hizo un contrato permanente que no era regular y ellos lo sabían, porque eran las reglas de juego.

    Perder un empleo es algo espantoso para cualquier persona que alimenta a su familia con el dinero que gana en ese trabajo, sea mucho o sea poco —eso no importa—, y es algo que no debería suceder en este país, en ningún ámbito. Pero lo que tampoco puede suceder es que carguen a una administración municipal con cientos de funcionarios que sobrepasan la capacidad económica de la misma para hacer frente al pago de sus salarios y luego le trasladen el problema al que venga. Y encima, dar manija de que la culpa es del que viene por no llevar adelante las mismas prácticas, dejándolos en el puesto de trabajo que en realidad no deberían haber ocupado nunca, porque el dinero para pagar sueldos tiene un coto y no se pueden dilapidar recursos públicos haciendo esto y generando una estructura política desde el gobierno.

    Si el intendente que viene después toma una decisión distinta al que estaba antes, la misma debe ser respetada. Ni compartida, ni apoyada, sino respetada. No puede un sector de personas de la población, que no representa más que los intereses particulares de un grupo minúsculo, ir en contra del gobernante de turno, porque está atacando la institucionalidad, la democracia, la libertad de acción y de pensamiento, y lo que ese gobernante representa que son los intereses del pueblo por los próximos 5 años.

    La inadecuada recriminación de la que fue objeto Andrés Lima mientras varios dirigentes del otrora partido de gobierno estaban en la Plaza Treinta y Tres mirando todo lo que pasaba a su alrededor, mientras un grupo de personas que ingresaron para romper una huelga en el mes de febrero y de quienes se anunció que serían contratados por pocos días, fueron a exigirle que los mantuviera en el cargo, al tiempo que los responsables de esta situación los arengaban con su acción u omisión, es un acto que claramente hay que repudiar.

    No importa si eran colorados, blancos, frenteamplistas, independientes o de Unidad Popular; el acto debe ser repudiable porque a un intendente se lo debe respetar, porque nos representa a todos y a cada uno. Por más que no hayamos optado por él, es quien fue democráticamente elegido para regir los destinos del departamento y tenemos que buscar el diálogo y dar a conocer nuestra postura, pero no actuar con violencia.

    Porque si bien creo que el hambre es la peor forma de violencia y dejar a gente sin trabajo puede generar hambre, en este caso quienes reclaman permanecer en sus puestos de trabajo no pueden tomar la Intendencia como un club político y deben saber que hay reglas de juego según las cuales un mes te puede dejar adentro y muchas veces afuera. Y hay que estar preparado para eso.

    Por último, pienso que el intendente de Salto, ante esta difícil encrucijada en la que se encuentra, donde debe adoptar decisiones difíciles, si tiene esa responsabilidad debe saber que tiene que cuidarse y no andar solo y a la intemperie, pero por sobre todas las cosas debe ser cuidado por su entorno, porque la sociedad en su conjunto, desde todos los grupos que la componen, lo necesita sano y salvo para que cumpla con su mandato. Porque para eso se presentó a elecciones, fue elegido por la gente y ahora todos esperamos que nos gobierne hasta que el pueblo vuelva a decidir si se queda o si se va. Pero para eso faltan cinco años. 

    Hugo Andrés Lemos

    Salto